La foto es la corroboración de un mito: Mario y el gran pez de seis kilos. El pescador tiene bigotes, gorro de lana, campera azul y una sonrisa polaroid de tapa de Weekend. Cecilia, la niña, escribe sobre un sueño de Mario: "Cada vez que iba a Villa la Angostura, soñaba todas las noches que iba a pescar una deliciosa e inocente trucha". Cecilia, la mujer, no recuerda si ya había nacido o era muy pequeña cuando su padre pescó en las aguas heladas y patagónicas del lago Nahuel Huapi a esa trucha gigante que triplicaba el peso promedio de un pez que se caracteriza por su astucia y su tenacidad. Mientras el mito crecía, los sobrinos de Mario lo provocaban acusándolo de fabulador y mentiroso. ¿Estará trucada la foto?
Cecilia sí recuerda que creció escuchando la historia transformada en leyenda. Pero la leyenda que estaba sustentada en una instantánea casi heroica carecía de palabras. Y Cecilia consultó, verificó, escribió y diseñó. Para el cumpleaños número 45 de Mario, Cecilia, la niña de 11 entrevistó a los testigos presenciales del acontecimiento y luego transformó el relato oral en un cuento. Ese fue el regalo para su padre antes de soplar las velitas.
Cecilia Arbolave, la periodista argentina que a los 22 se mudó a Brasil, cursó un posgrado, trabajó en una revista, escribió sobre diseño, decoración y arquitectura, renunció a la revista, se casó con su enamorado y colega brasileño y junto a él hoy poseen la editorial Lote 42, que encuentra una especie de génesis vocacional en su pasado. A los 11, la niña ya podía transformar una historia en un regalo de cumpleaños.
Cecilia está en Rosario, Santa Fe. Encuadra, toma fotos, las sube a Instagram, ceba mates. Es primavera, y sigue el camino hacia el subsuelo que está trazado en el piso, una guía explícita de rayas blancas estampadas. Una especie de cartografía programada por corsarios que surcaron los mares de un mapa que ya no existe. En el recorrido hay tomates, ofertas de pizzas y medialunas, libros de Marx, postales del Che Guevara, golosinas y molinetes que no son obligatorios. En la mitad del salón, doblando a la izquierda, una escalera angosta en donde solo cabe una persona conduce al espacio que se resignifica mientras se lo habita. En donde antes había cajas de cartón con dulces de leche, latas de arvejas y paquetes de harina de maíz ahora hay caballetes que sostienen ideas que viven en las hojas de los libros.
Los libros están producidos con minerales, tinta china o emulaciones de expedientes judiciales. Libros y más libros que se apilan y se distribuyen en la Fiesta Nacional de la Edición Independiente y Experimental. En el espacio que antes fue uno de los depósitos del ex Hipermercado Tigre ahora existe un centro cultural que se sostiene —desde las secuelas que dejó crisis del 2001— con la potencia de los trabajadores que resistieron el vaciamiento de la empresa conformando una cooperativa. Las ideas de los libros pujan contra el olvido. Las ideas de los trabajadores resisten en el presente.
Esta historia trata sobre la resistencia, la tenacidad y la creatividad.
Lote 42 nace producto del cansancio. Antes de la Navidad del 2012 João Varella y Thiago Blumenthal, dos periodistas agobiados de ver un mercado editorial repetitivo, deciden asociarse. Se plantean reclutar a autores contemporáneos que producen, crean y distribuyen pero que paradójicamente no encuentran su espacio en la literatura impresa. Meses después se incorpora al proyecto Cecilia Arbolave quien estuvo cerca desde el comienzo. Antes de la llegada de la editorial existe una experiencia previa: João y Cecilia, los compañeros de grado, los novios, publican en 2007 un libro semi independiente basado en entrevistas a personajes curiosos de Curitiba, la capital del estado de Paraná. Del recuerdo de aquel libro surgen dos elementos antagónicos: el atractivo de las historias y la dificultad en un diálogo fluido con las editoriales. Cecilia usará una metáfora en diminutivo: "Ahí quedó una semillita. Algún día vamos a tener una editorial y vamos a hacer las cosas diferentes".
—Hagamos la editorial. Ya venimos hablando tanto sobre estas cosas del mercado editorial ¡Hagamos algo ahora!
Ahora es 2012. Thiago pierde su fuente principal de ingresos y João le propone la idea de la editorial. Dos meses después publican el primer libro con el foco puesto en buscar autores que dialogan con el mundo contemporáneo, que tienen algo nuevo para decir. A partir del cuarto libro publicado comienza el juego de los formatos y aparece Seu Azul con arena en la tapa. El libro es del diseñador y escritor Gustavo Piqueira que narra la historia de un matrimonio azul hundido en la monotonía. Los protagonistas son un ingeniero civil y una consultora de marketing infantil que buscan en la terapia reanimar la relación. La analista les recomienda discutir a la hora de la cena sobre las noticias del día: consejos de Batman para ser exitoso, la vida en sociedad o la muerte de Steve Jobs son los temas que circulan en pos de recuperar el diálogo. Arbolave recuerda de aquella época las charlas con Gustavo sobre el formato sin olvidarse que el libro necesita ser leído. "No nos gusta esa cosa del libro objeto como algo meramente estético. Nos gusta jugar con los formatos, pero que los libros sean leídos".
Dos años después de la primera publicación de Lote 42 se consolida la idea de una editorial sensitiva. Cecilia piensa que sus libros son para ver con las manos. Y si bien ya participaban de ferias y exposiciones aún faltaba crear un espacio propio. Una mañana cualquiera aparece un cartel premonitorio, impreso en una hoja A4, pegado en la puerta de un kiosco de revistas de San Pablo. Un espacio medio muerto y venido abajo en el que se ofertaban revistas viejas y mojadas: "Se vende este kiosco". João siempre tuvo una relación afectiva con los kioscos porque cuando era niño, en su Guaíba natal, sólo había uno y él pasaba sus días leyendo cómics. El siempre le decía a Cecilia que si algún día abandonaba el oficio periodístico iba a ser dueño de un kiosco. En portugués existe un juego de palabras: "Voy a dejar de ser jornalista para ser jornaleiro". Esa mañana habitual le brillaron los ojos luego de ver el cartel impreso en una hoja A4. Ahora podía ser jornaleiro sin dejar de ser jornalista.
—¡Un kiosco! ¡Está en nuestra calle! Un kiosco donde podemos poner nuestros libros. ¡Y no sólo los nuestros!
La compra del viejo kiosco era la apuesta política para dar una respuesta física a una problemática editorial de Brasil. Si bien existe un movimiento incesante de editoriales independientes y de artistas, siempre aparecía la misma dificultad: ¿Cuándo acaba la feria dónde se encuentran los libros? Publicaciones que suelen estar ocultas en las cadenas de librerías. Letras tapadas por los gurúes de la autoayuda. Palabras solapadas en los anaqueles de la moda. Así nació Banca Tatuí: Banca, en portugués es kiosco y Tatuí viene del nombre de la calle Barao de Tatuí.
Los inventores de Lote 42 tuvieron que cumplir con las reglas que exige el estado para tener un kiosco porque se hace uso de un espacio público. Si bien en Brasil los kioscos no están obligados a distribuir el diario, sí deben venderlos, deben abrir ocho horas por día cinco días a la semana y deben estar pintados de color gris. "Como si San Pablo no fuera lo suficientemente gris para que los kioscos deban ser grises", ironiza Cecilia en torno a las reglas que debían trascender. Allí aparece nuevamente el autor de la tapa con arena Gustavo Piqueira y acorde a las "locuras" de los nuevos propietarios se ofreció a trabajar en la identidad visual. "Deben ser grises pero podemos trabajar en distintos tonos del gris". Y partió de un doble axioma de "no":
a) No se debe perder la idea de que es un kiosco.
b) No usemos el kiosco para vender café.
Luego aparece Mario Figueroa, un arquitecto chileno que vive en San Pablo, constructor del Museo de la Memoria en Chile. Cecilia lo conocía de sus años de escritura sobre arquitectura y diseño y él se ofreció para ejecutar el proyecto kiosco. Figueroa saltó la Ley respetando la Ley. "En la ley en ningún momento se habla de que todos los kioscos deben tener estanterías de acero y grises. Todas son iguales porque hay una empresa que las hace iguales", cuenta Cecilia. Mario propuso fabricar una estructura de madera, como si fuesen cajas apiladas. Las cajas no sólo exhiben los libros sino que otorgan la posibilidad de guardarlos. Inclusive sirven como asientos. Cajas-libros-madera-estantería-asiento: la fórmula perfecta de la circulación de las ideas y de la permanencia en un kiosco de la calle Tatuí. Un kiosco que no vende café.
Pero sí ofrece recitales. Luego de un robo ocurrido durante la primera semana de apertura, cuando descubrieron que los ladrones forzaron el techo para ingresar al kiosco de estreno, el ingeniero, que es el padre del arquitecto, un hombre nómade de 78 años, ejecutó los cambios propuestos por su hijo: diseñar una especie de jardín en el techo con vigas, más pilares, más una semana de trabajo y listo.
—Ahora el kiosco de ustedes aguanta una tonelada y media, aseguró el ingeniero.
Las palabras de Don Figueroa empujaron a João a un recuerdo musical: un día viendo el videoclip Through the Never de Metallica —que está plagado de efectos especiales— apareció un interrogante: "¿Podemos poner una banda en el techo?" y trasladó la consulta. El ingeniero primero dudó porque no lo había pensado. Pero hizo algunos cálculos en el aire y lo confirmó: "siempre y cuando sea una banda chica". De aquel robo insignificante de tres reales surgió la preocupación por la seguridad y ese temor se transformó en una idea de cultura activa. Aunque lo más decepcionante es que los ladrones no se habían robado ningún libro.
La tranquilidad del barrio se empezó a mover: fiestas, cierres de calles y personas que se arrimaron a leer alrededor de la Banca fueron postales habituales según Cecilia, la periodista que posee como apellido una traducción del alemán Vogelbaum. Cuando su bisabuelo de origen alemán llegó a principios del siglo veinte nadie entendía su apellido y decidió traducirlo: Vogel significa ave y Baum es árbol. Lo tradujo y lo invirtió. Arbolave posee en su genética la transformación de las cosas, los elementos, las palabras. Incluso, su abuela paterna, también alemana, es periodista, tiene 90 años y sigue ejerciendo el oficio. Durante el 2016 viajó a las Islas Malvinas donde realizó entrevistas y un ensayo fotográfico. La resistencia, la tenacidad y la creatividad.
La búsqueda de diálogo con las audiencias es una obsesión. Las historias se expanden en las redes sociales como si fuera un súper poder de la editorial: "Tenemos esa forma súper tecnológica de comunicamos, pero nos gusta trabajar con el formato físico, muchas veces con procesos más analógicos". Arbolave juega cuando piensa, diseña y edita. En la novela A pedra de Yuri Pires, que trata sobre la aparición de una piedra en la ciudad, el interior del libro está completamente preservado pero la tapa fue hecha con una piedra: una prensa y papel carbono. A eso, Cecilia, le llama jugar.
El libro Inquérito policial: Familia Tobias, de Ricardo Lisias, es un policial con formato de expediente judicial. Indiscotíveis, un ensayo de diferentes autores sobre los discos fundamentales de la música brasileña, emula una caja de vinilos compactos: cada libreto tiene un lado A y un lado B y las tapas fueron rehechas por diferentes artistas. Un libro sobre historias de viajes de mujeres se presenta como un "un conjunto de cartas" en sobres. Esos sobres modifican la relación de los lectores con el libro. De una relación muy próxima con los autores fueron surgiendo las ideas que se distancian de las editoriales que reniegan de lo digital como victimario del libro papel. Más allá de los autores brasileños, editaron a dos argentinos: el dibujante Kioskerman y a Gervasio Troche que nació en la Argentina pero es uruguayo. Cecilia Arbolave repite dos verbos: expandir y extender. Y une los verbos con un sustantivo abstracto en plural: los límites.
El kiosco en las redes sociales es un sujeto: en Facebook habla en primera persona. Pero en 2014, antes que la Banca existiera, mientras se disputaba la Copa del Mundo, desde la editorial pensaban en una promoción que causara efecto. A João se le ocurre hacer una promoción "a la inversa": por cada gol que recibiera la selección de Brasil, Lote 42 ofrecía un 10 por ciento de descuento en la tienda virtual. La pareja de editores-periodistas pensaban que la promo se favorecía con el clima anti-copa que reinaba en Brasil. "Fuimos sintiendo esa energía y decidimos arriesgar. No era hacer hinchada contra Brasil: la idea era tener un premio consuelo por si a la selección le metiesen un gol". Nadie se imaginaba que Brasil debía enfrentar a Alemania en las semi finales del Mundial.
Durante el partido contra Alemania se empezó a viralizar la promoción de Lote 42. Durante la goleada que padecía Brasil, la oferta era la única buena noticia en medio de la tragedia. Cuando terminó el partido y el 1-7 fue una realidad inverosímil, João estaba viendo el partido en la redacción en la que trabajaba y Cecilia lo estaba viendo con amigos. Estaban a la distancia y los dos se dijeron "vamos a bancarlo". Por ese entonces la editorial tenía seis libros publicados. Y el humor en Twitter fue clave: "Nuestro director de marketing fue despedido" y hubo mucha gente que se lo creyó. Hubo hasta quien pidió que fuese recontratado. La editorial era — y continua siendo — muy pequeña. "No había chances de que tuviésemos un director de marketing". Un millar de usuarios ingresaron a la web y se cayó el servidor, no sólo de tienda virtual de Lote 42 sino de todos los clientes que tenían una tienda en esa plataforma.
João reaccionó más rápido que el arquero Julio César y se acordó que tenían una tienda virtual paralela en desuso. La volvieron a activar. El Facebook pasó de tener 6 mil seguidores a 36 mil en un sólo día con un alcance a 3 millones de personas. El stock de la tienda virtual se agotó en tres horas. Vendieron 1700 libros cuando el promedio de ventas era de cinco por semana. Desde ese día, cuando con Lote 42 llegan a una feria de Brasil los identifican como: "Ustedes son los del 7 a 1".
Cecilia, la niña que transformó un mito infantil en cuento, un kiosco quebrado en una plataforma para conciertos, un viaje de estudios a Brasil en un modo de vida y cientos de historias escritas en experiencias literarias, se ríe en la distancia del día más triste del fútbol de Brasil, mientras está sentada en un bar cooperativo de la ciudad de Rosario. Un sitio que antes funcionó como un engranaje de la especulación financiera en manos de los capitales del hipermercadismo y que ahora representa la potencia de un grupo de trabajadores que superaron la peor crisis de la Argentina. Este puede ser el final de una historia de resiliencia, o ser tapa de un libro de autoayuda, o un esbozo de un guión documental de cine político. Aunque no es más que el principio de otra historia que aún está por escribirse.