SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

My Photo
Name:
Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Sunday, August 23, 2009

ALFONSO DE TORO Y BORGES Y SU FIRMA




Homenaje 1899-2009:


La firma de Borges


A 110 años del nacimiento del escritor argentino, muerto en Ginebra en 1986, el autor de este artículo le sigue la pista al cuento "El sueño", de O. Henry. Incluido en una antología realizada por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, da la impresión de ser un invento borgiano.


El Mercurio Revista de Libros 23 de agosto de 2009


Arturo Fontaine
El mejor cuento de Cuentos breves y extraordinarios , la antología de Borges y Bioy Casares, viene firmado por O. Henry. Se llama "El sueño" y es breve y borgiano. Siempre oí decir que Borges hacía esas cosas, que inventaba citas, autores. El asunto me intriga. Tanto, que me atrevo a importunar a mi amigo Lucas Sierra, que está en Cambridge, escribiendo ocupadísimo una tesis doctoral sobre Habermas. Le pido que me ayude y busque "El sueño". Lucas, una persona real, como lo demuestra el hecho de que obtuvo una beca real y fue admitido al doctorado de una universidad tan real, seria y respetable como Cambridge, me contesta de inmediato por e-mail , sin imaginar, claro, lo que le espera, y dice que sí, que por supuesto, que lo buscará en la biblioteca de Cambridge, donde está todo, absolutamente todo. No le costará nada. De hecho, se pasa entre esas estanterías interminables todo el día y algo de la noche.
A Lucas le ocurre algo borgiano: O. Henry no está en el completísimo catálogo manual de la Universidad de Cambridge. Tampoco en el fichero computarizado de la biblioteca. ¿Será, entonces, el célebre O. Henry un autor inventado por Borges?
Lo que pasa, simplemente, es que ni él ni yo nos hemos enterado de que O. Henry había nacido como William Sidney Porter, en Greensboro, 1862, y que en los catálogos de la universidad aparece como Porter Sidney, William (O. Henry). Despejado ese enigma, tranquilo y un poco decepcionado, Lucas, interrumpiendo a Habermas, se lanzó a la búsqueda de "El sueño", "The Dream".
Entre tanto, vía Amazon, conseguí dos antologías de O. Henry -una publicada por Modern Library con treinta y ocho cuentos, y otra por Signet Classics con cuarenta y uno-. "El sueño" no estaba. Lucas tampoco lo había encontrado en los doce volúmenes de las obras completas de O. Henry, editadas por Doubleday, Nueva York en 1917. Ni en la Biographical Edition de 1929 en dieciocho tomos. Ni en la edición de sus obras completas en dos gruesos volúmenes de 1957.
Antologador honesto
Días después, Lucas está en Londres y, por supuesto, llueve. No encuentra "El sueño" en la biblioteca de la University College ni en la mismísima British Library. Lucas queda perplejo. Borges nos transforma en sus personajes.
Un sábado cualquiera, para protegerse de la lluvia, yes, it´s rainning cats and dogs , entra a la biblioteca municipal de Camden, cerca de la estación Swiss Cottage. Por hacer algo mientras pasa el chaparrón, aprovecha de ver qué hay allí de O. Henry. La probabilidad de encontrar "El sueño" es, claro, cercana a cero, pero ¿qué más hacer mientras espera que la lluvia amaine?
Lo único de O. Henry es una antología que, por cierto, había visto antes en los catálogos consultados, pero no había considerado del caso revisar por ser una selección entre tantas y no una edición de obras completas. La publicación está fechada en 1937 y editada por Hodder and Stoughton Ltda. Sucede lo imposible: "El Sueño" está ahí. Borges no ha inventado, ha sido un antologador honesto.
Lucas lee el cuento a toda carrera poseído por una excitación nerviosa, como si realmente hubiera descubierto un secreto. Y, claro, nota algo raro. El cuento es y no es el mismo. Me lo envía por fax. Debajo del título, entre corchetes, hay una nota explicativa del editor de esa antología: "Esta fue la última obra de O. Henry. La revista Cosmopolitan se lo había encargado y, después de su muerte, se encontró el manuscrito inconcluso en su pieza, sobre su polvoriento escritorio".
Sigue el relato al que O. Henry llamó "The Dream".
La primera línea de "El sueño" tal como apareció originalmente en la revista Cosmopolitan, y reproduce la antología encontrada por Lucas, dice así: "Murray soñó un sueño". Este relato, "no quiere ser explicativo: no es más que el registro del sueño de Murray".
Murray está sólo en su celda de condenado. Hay una mesa y sobre ella un foco de luz blanca. La electrocución será a las ocho de la tarde. Una hormiga camina en la mesa. Murray, con un sobre blanco, le bloquea el camino. La hormiga desesperada corre de aquí para allá y siempre surge el sobre blanco que le cierra el camino. Murray sonríe.
En el pabellón quedan siete. Cuando Murray llegó había diez. Murray se pregunta qué pasará con él, si le responderán los músculos de las piernas, los nervios del estómago, la cara. Porque esta es su noche. Oye de la celda del otro lado la inconfundible voz de Bonifacio, el siciliano que mató a su novia y a los dos policías que fueron a arrestarlo. También Murray mató a su mujer por celos y se le escapó el rival por un pelo. Le pregunta si se siente bien. Murray dice que sí. Bonifacio le recuerda que fue él quien ganó la última partida de damas. Murray se ríe: es verdad. La carcajada lo anima. Al siciliano le queda una semana.
Se oye el ruido seco de los cerrojos al abrirse la puerta del corredor. Luego, pasos. Son tres: dos guardias y el capellán. Murray sonríe. Quiere decir algo pero no sabe qué.
Hay siete condenados que oyen esos pasos. Pero sólo tres le gritan adiós: Bonifacio, Marvin, que intentando escapar de la cárcel mató a un guardia, y Basset, que en el asalto de un tren mató a un inspector que no quiso levantar las manos. Los otros cuatro callan humildemente. Son seres inferiores que mataron sin un instante de esplendor. "Hay una aristocracia del crimen".
Murray se maravilla de su propia indiferencia y perfecta frialdad. "En el cuarto de ejecuciones hay unos veinte hombres, entre guardias, periodistas y curiosos que habían conseguido...".
El relato se corta. Hay un espacio en blanco. En el siguiente párrafo, sin señal ni advertencia alguna, se lee: "Aquí, en mitad de la frase, la mano de la Muerte ("the hand of Death") interrumpió la narración del último cuento de O. Henry. Había planeado hacer esta historia diferente de las anteriores, el comienzo de una nueva serie en un estilo que no había intentado antes".
El sueño de Murray
¿Quién habla aquí? O. Henry ya ha muerto. Son los editores de Cosmopolitan, quienes agregan: "Quiero mostrarle al público", dijo, "que puedo escribir algo nuevo -nuevo para mí, quiero decir-, una historia sin slang alguno, un argumento directo y dramático tratado de tal modo que se acerque a mi idea de lo que es realmente la escritura de un cuento real". Antes de empezar a escribir este cuento, O. Henry reseñó brevemente cómo pensaba desarrollarlo: "Murray, el criminal acusado y convicto de asesinar brutalmente a su mujer -un homicidio provocado por los celos-, al comienzo enfrenta la muerte con calma y, visto desde fuera, parece indiferente a su destino. Pero al acercarse a la silla eléctrica se le revuelven los sentimientos. Queda desconcertado, embobado y petrificado. Toda la escena de la muerte -los testigos, los espectadores, los preparativos de la ejecución- se le hace irreal. Por su cerebro un pensamiento atraviesa como una llamarada: se ha cometido una equivocación terrible. ¿Por que lo amarran a esa silla? ¿Qué ha hecho? ¿Qué crimen ha cometido? Mientras le ajustan las amarras tiene una visión. Sueña un sueño. Ve una casita de campo, brillante, llena de luz. Hay una enredadera en flor. Hay una mujer y un niño pequeño. Les habla y, claro, es su mujer, es su hijo. Está en su casa. Así es que, después de todo, hubo realmente una equivocación. Alguien cometió un terrible error. La acusación, el juicio, la sentencia de muerte, la silla eléctrica, todo eso es un sueño. Abraza a su mujer y besa a su hijo. Sí, la felicidad está aquí. Entonces, era un sueño. A la señal del guardia dan la corriente.
Murray había soñado el sueño equivocado".
Hasta ahí lo escrito por los editores de Cosmopolitan que transcriben, entonces, no sólo una parte del cuento inconcluso de O. Henry, sino que también el boceto que escribió O. Henry, por así decir, el proyecto del cuento que no alcanzó a llevar a cabo.
El original del manuscrito de O. Henry salió a remate por la casa Anderson Galleries, según informó el New York Times del 16 de abril de 1922. El New York Times anuncia: "To sell O. Henry's Last Manuscript". Y en el subtítulo: "Death prevented finish". Más adelante, se nos informa que el manuscrito consta de ocho cuartillas en papel de manila.
Borges y Bioy traducen el cuento tal cual lo publicó la revista Cosmopolitan, permitiéndose, a mi juicio, atinadas licencias. Pero, en su escritura, después de los puntos suspensivos y el espacio en blanco que cortan la narración, se lee:
"Aquí, en medio de una frase, el sueño quedó interrumpido por la muerte de O. Henry. Sabemos, sin embargo, el final: Murray, acusado y convicto de asesinato de su querida, enfrenta su destino con inexplicable serenidad...". El original decía: "al comienzo enfrenta la muerte con calma y, visto desde fuera, parece indiferente a su destino". Se la sustituye por "enfrenta su destino con inexplicable serenidad". Es más conciso. El original decía: "Mientras le ajustan las amarras tiene una visión. Sueña un sueño". Borges y Bioy escriben: "Lo atan. De pronto, la cámara, los espectadores, los preparativos de la ejecución le parecen irreales. Se despierta: a su lado están su mujer y su hijo". Se ha suprimido el sueño de la casa de campo llena de luz y flores. Bastan la mujer y el hijo. Sobre todo ese "Se despierta" es más intenso y poderoso que "tiene una visión. Sueña un sueño". La versión libre de los argentinos es más tersa, directa y mejor, pero todavía es una versión. Sin embargo, en el último momento nos espera una verdadera sorpresa: "Se despierta: a su lado están su mujer y su hijo. Comprende que el asesinato, el proceso, la sentencia de muerte, la silla eléctrica son un sueño. Aún trémulo, besa en la frente a su mujer. En ese momento, lo electrocutan.
La ejecución interrumpe el sueño de Murray".
O. Henry
Voltereta borgiana
Borges y Bioy suprimen la última frase del proyecto del cuento que escribió O. Henry, la que decía "Murray había soñado el sueño equivocado" ("Murray had dreamed the wrong dream"). La sustituyen por "La ejecución interrumpe el sueño de Murray", que es más fiel a lo que ocurre.
Y, justo al final, la clásica voltereta borgiana. La ficción comienza a rebotar en el espejo de otra ficción, y se devuelve.
Porque quien nos ha contado todo esto es un narrador en tercera persona que sabe lo que está sintiendo Murray en su celda y, luego, en la silla. Quien narra es, obviamente, O. Henry. Pero, después, de la súbita interrupción del relato, ¿quién deja ese espacio en blanco en el que muere O. Henry, y anota, luego, la explicación? ¿Quién es el que nos sigue hablando ahí? Ya no son más los editores de Cosmopolitan, sino que el propio muerto, O. Henry. Porque es su firma al pie la que cierra el cuento (de Borges) y pasa a ser la última línea de O. Henry (escrita por Borges).
El sueño de un condenado es interrumpido por el estremecimiento de la corriente de la silla eléctrica, sólo que ahora ese cuento a su vez queda interrumpido por la muerte del autor del cuento, O. Henry, lo que nos cuenta el mismo O. Henry. ¿Pero cómo pudo escribirlo el propio O. Henry si ya había caído muerto dejándolo a medias?
Es, realmente, un cuento breve y extraordinario que O. Henry nunca imaginó. Un cuento sobre un cuento imposible. Porque en lo inverosímil está su ironía y, al mismo tiempo, esa velada, sutil alusión, como si todo existiera en la forma de un sueño en el que alguien, un Segismundo divino, soñara que está soñando que sueña, y así siempre. El mejor cuento de O. Henry no lo escribió O. Henry: Borges le puso su firma.
* Extracto del artículo publicado en el último número de la revista Letras Libres, México. (Nº 128, agosto 2009)
Nuevas lecturas para borgianos
Patricio Tapia
Aunque se imaginó perdido en bibliotecas infinitas, Borges no previó que algunas secciones de ellas (que ayudarían a hacerlas infinitas) serían las dedicadas a su propia obra. Porque la voluminosa e incesante bibliografía sobre él no ha parado de crecer. Ya era "extensísima", decía Jaime Rest (1927-1979) en un libro importante, originalmente publicado en 1976: El laberinto del universo (Eterna Cadencia / Uqbar, 2009, $16.300) donde analizaba una etapa de la literatura de Borges, de 1932 a 1960, desde la perspectiva del "nominalismo" filosófico, el cual -según Rest- indicaría que sólo conocemos el mundo por el lenguaje y al ser éste arbitrario, realidad y ficción mantendrían una relación problemática. En otro libro reciente, Borges crítico (FCE, 2007, $10.200), Sergio Pastormerlo postula que Borges fue, ante todo, un crítico, y que la poesía y la narrativa ocuparon un lugar relativamente lateral en su literatura; más que defender la idea, imagina las razones de un defensor de ella, y es convincente. El filósofo italiano Vicenzo Vitiello en Borges. Memoria y lenguaje (Círculo de Bellas Artes, 2007, $8.400) se concentra en unos pocos poemas y cuentos sobre la memoria, Buenos Aires, el tiempo y algunas contradicciones. Finalmente, el destacado profesor chileno radicado en Alemania (Universidad de Leipzig), Alfonso de Toro, reúne sus "andanzas borgianas" en Borges infinito Borgesvirtual (Olms, 2008). El libro -que será presentado en la Biblioteca Nacional Argentina mañana, día del aniversario de su nacimiento- indaga en su figura como pensador y como uno de los fundadores, según De Toro, del pensamiento posestructural, posmoderno y poscolonial, de la internet y de otras teorías, tocando temas como su relación con la historia o la traducción (que prefiere llamar "translación") o el sentido del Aleph ("escenificado" en la portada). Si bien no le satisfacen los motes académicos usuales sobre Borges, la "intertextualidad" y lo "fantástico" (incluso lo cataloga como "antifantástico"), utiliza toda la artillería y artificios de la academia. Alguna vez afirmó Borges que el único libro sobre sí mismo que leyó fue el primero: Borges, enigma y clave (1954): "Me dije, voy a leer ese libro, a ver si doy con la clave, ya que no me entiendo, pero me quedé con el enigma". No obstante los libros anteriores, el enigma continúa.

Circuit City Coupon
Circuit City Coupon