Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán
El autor del
En las composiciones anteriores merece llamar la atención la naturalidad con que el autor ha pulsado su lira, preocupándose más de lo que tenía que decir que de la manera de hacerlo, logrando, sin embargo, dar a sus pensamientos una forma bastante agradable. Pero no escapó del todo a la influencia de aquellos autores, por desgracia harto comunes en la época, que todo lo sacrificaban a la disposición de sus frases, esforzando la imaginación y el ingenio por producir curiosas combinaciones de letras y palabras, en forma de acrósticos, rimas de pie forzado, etc. Bascuñán tradujo también una vez su devoción a la Virgen en otro soneto que, en contraposición al anterior, no tiene más mérito que el de completar con las iniciales de los versos las palabras Santísima María:
Sin fin el que es i fue sin haber sido
Al principio crió el voluble cielo;
Negó hasta el cuarto día dar al suelo
Tan próvido planeta el sol lucido
Inmóvil por entonces fue tenido,
Si después, jeneroso en su desvelo,
I la tierra cambiándole el consuelo,
Mostró su campo verde entre florido.
A semejanza el cielo de María
Mayores glorias cifra para el hombre
Al recibir el sol que en sí no cabe.
Reconocidos, pues aqueste día
Invoquemos, Señora, vuestro nombre:
Ave, María, todos digan, Ave.
Sin fin el que es i fue sin haber sido
Al principio crió el voluble cielo;
Negó hasta el cuarto día dar al suelo
Tan próvido planeta el sol lucido
Inmóvil por entonces fue tenido,
Si después, jeneroso en su desvelo,
I la tierra cambiándole el consuelo,
Mostró su campo verde entre florido.
A semejanza el cielo de María
Mayores glorias cifra para el hombre
Al recibir el sol que en sí no cabe.
Reconocidos, pues aqueste día
Invoquemos, Señora, vuestro nombre:
Ave, María, todos digan, Ave.
<< Home