69ª Feria de Libro de Madrid
REPORTAJE: 69ª Feria de Libro de Madrid
Una deuda con la poesía de Chile
Las Academias celebran a Neruda y Mistral con dos ediciones conmemorativas
TEREIXA CONSTENLA
Una deuda con la poesía de Chile
Las Academias celebran a Neruda y Mistral con dos ediciones conmemorativas
TEREIXA CONSTENLA
El Pais - Madrid - 02/06/2010
Hay deudas que tardan en zanjarse. Gabriela Mistral (1889-1957) murió hace más de medio siglo y, hasta ayer, pocos la habían puesto en su sitio. Ni siquiera el nobel de Literatura (1945) la coronó entre el Olimpo poético. Ninguneada por algunos grandes como Borges, como si la poesía de una maestra fuese un género menor, tampoco le han hecho justicia quienes la han venerado en miles de homenajes sensibleros. Secuestrada "entre la leyenda negra y la leyenda blanca", en palabras del director de la Real Academia Española (RAE), Víctor García de la Concha, la poetisa chilena cuenta con una edición conmemorativa, publicada por la editorial Alfaguara, la asociación de academias de la lengua española y la RAE, que la sienta en el pedestal que merece. "Padeció de cierto ternurismo y un halo de poetisa cuando en realidad es una voz desgarrada", planteó García de la Concha.
El terremoto impidió presentar los libros en el Congreso de la Lengua
La elección de Gabriela Mistral tuvo como grandes valedores al Gobierno y a la Academia chilenos. La RAE y el resto de academias se inclinaban por dedicar la obra especial a Pablo Neruda, también chileno, también poeta, también Nobel de Literatura. Así que la decisión fue salomónica: dos ediciones conmemorativas que deberían haberse presentado en Chile en el marco del congreso de la lengua que frustró un demoledor terremoto. "Queríamos homenajear toda la deuda con América", dijo García de la Concha ante el auditorio lleno de Casa de América.
En esa tarde de deudas pendientes, también sonó a ajuste con su propia infancia el reconocimiento del filósofo y académico Emilio Lledó hacia la poesía nerudiana. Confesó que había sido un "niño de la guerra" que había buscado "cobijo" en Pablo Neruda. A diferencia de Mistral, el poeta goza de un reconocimiento universal que ha sido editado infinitas ocasiones. Aun así, la Antología general presentada ayer incluye un texto inédito: San Pancho, el nombre de la chabola en la que se refugió Neruda cuando fue perseguido por la dictadura. La edición de Neruda, preparada por el académico cubano (debe decir chileno. Nota del Editor) Hernán Loyola, incluye un recorrido por su biografía y textos en prosa que dan pistas sobre el contexto vital que alimentan sus versos. La obra de Mistral fue preparada por el académico chileno Cedomil Goic.
No hay grandes encuentros entre la poesía de Neruda y Mistral -recitada ayer por los actores Juan Diego Botto y Aitana Sánchez-Gijón-, pero sí entre algunas peripecias biográficas y políticas, como el compromiso social o sus estancias europeas. Lledó se detuvo en otra coincidencia: el "fenómeno de ocultación" que delatan sus nombres artísticos. Ella nació como Lucila Godoy Alcayaga y él, Neftalí Ricardo Reyes. Clara Janés recordó el momento en que se cruzan Neruda y Mistral por primera vez. Él tenía 16 años y la poetisa, 31. El gran consejo que le da al joven Ricardo Reyes es que lea a los rusos.
Hay deudas que tardan en zanjarse. Gabriela Mistral (1889-1957) murió hace más de medio siglo y, hasta ayer, pocos la habían puesto en su sitio. Ni siquiera el nobel de Literatura (1945) la coronó entre el Olimpo poético. Ninguneada por algunos grandes como Borges, como si la poesía de una maestra fuese un género menor, tampoco le han hecho justicia quienes la han venerado en miles de homenajes sensibleros. Secuestrada "entre la leyenda negra y la leyenda blanca", en palabras del director de la Real Academia Española (RAE), Víctor García de la Concha, la poetisa chilena cuenta con una edición conmemorativa, publicada por la editorial Alfaguara, la asociación de academias de la lengua española y la RAE, que la sienta en el pedestal que merece. "Padeció de cierto ternurismo y un halo de poetisa cuando en realidad es una voz desgarrada", planteó García de la Concha.
El terremoto impidió presentar los libros en el Congreso de la Lengua
La elección de Gabriela Mistral tuvo como grandes valedores al Gobierno y a la Academia chilenos. La RAE y el resto de academias se inclinaban por dedicar la obra especial a Pablo Neruda, también chileno, también poeta, también Nobel de Literatura. Así que la decisión fue salomónica: dos ediciones conmemorativas que deberían haberse presentado en Chile en el marco del congreso de la lengua que frustró un demoledor terremoto. "Queríamos homenajear toda la deuda con América", dijo García de la Concha ante el auditorio lleno de Casa de América.
En esa tarde de deudas pendientes, también sonó a ajuste con su propia infancia el reconocimiento del filósofo y académico Emilio Lledó hacia la poesía nerudiana. Confesó que había sido un "niño de la guerra" que había buscado "cobijo" en Pablo Neruda. A diferencia de Mistral, el poeta goza de un reconocimiento universal que ha sido editado infinitas ocasiones. Aun así, la Antología general presentada ayer incluye un texto inédito: San Pancho, el nombre de la chabola en la que se refugió Neruda cuando fue perseguido por la dictadura. La edición de Neruda, preparada por el académico cubano (debe decir chileno. Nota del Editor) Hernán Loyola, incluye un recorrido por su biografía y textos en prosa que dan pistas sobre el contexto vital que alimentan sus versos. La obra de Mistral fue preparada por el académico chileno Cedomil Goic.
No hay grandes encuentros entre la poesía de Neruda y Mistral -recitada ayer por los actores Juan Diego Botto y Aitana Sánchez-Gijón-, pero sí entre algunas peripecias biográficas y políticas, como el compromiso social o sus estancias europeas. Lledó se detuvo en otra coincidencia: el "fenómeno de ocultación" que delatan sus nombres artísticos. Ella nació como Lucila Godoy Alcayaga y él, Neftalí Ricardo Reyes. Clara Janés recordó el momento en que se cruzan Neruda y Mistral por primera vez. Él tenía 16 años y la poetisa, 31. El gran consejo que le da al joven Ricardo Reyes es que lea a los rusos.
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