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Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Thursday, January 05, 2012

En este libro se reúnen textos de algunos de los principales escritores españoles del presente, autores de distintas generaciones: son aproximaciones, tanto en primera como en tercera persona, al mundo, interior y exterior, de nuestros animales.



El portal cultural de la Fnac Viernes 6 de enero de 2012
Si fuera un animal de compañía, sería... 
Ellos los crían y Errata Naturae los junta. Escritores y mascotas. ¿Quién "alimenta" a quién? ¿Quién cuida de quién?
Perros, gatos y lémures.
Los escritores y sus animales.
Varios autores.
(ed. Valdemar)
Prólogo de los editores

La soledad del escritor. De la escritura.

Nos la han enseñado, la conocemos, los escritores nos hablan a menudo de ella… Duras, Woolf, Beckett, Pavese, Pessoa, Genet en su celda… ¿Qué excluye esa soledad? ¿Y qué incluye? A veces lo excluye todo. Duras ni siquiera escribía en el jardín. Allí, decía, siempre hay un gato, un pájaro, una ardilla… Ella requería la soledad absoluta, la casa encerrada sobre su propio ser. Para otros escritores, en cambio, la soledad incluye precisamente aquello que Duras excluye: un animal, un ser que no es humano, que no habla o interrumpe, que nos deja solos pero, al mismo tiempo, nos acompaña.

Para los autores de este libro, el perímetro de ese territorio, de esa soledad, no se cierra entonces sobre el escritor, sino sobre el escritor y el animal que lo acompaña. «Animal de compañía» es una expresión envejecida, acartonada. Y, sin embargo, podría ser bella por lo que implica: compañía. Compañía en la soledad de la escritura, en la soledad de la vida.

Los animales y la literatura, los animales y la escritura. El animal de compañía como auténtico compañero del escritor, como amigo, como único depositario de unos sentimientos, e, incluso, de unas ideas, que el autor no osaría compartir con nadie más. Depositario de las fuerzas, los deseos, los impulsos del íntimo modo de ser del escritor, los mismos que colaboran en el acto creador.

El animal como compañero literario. Porque quien tiene un perro, un gato, incluso un loro, un canario o un caballo al que se entrega y ama de un modo especial, de alguna manera le está dando la espalda a la comunidad humana, se está retirando a otro lugar, se encierra en un rincón emancipado de las «torturas del tiempo», nuestro mayor enemigo, del mismo modo que se retira a la literatura. El animal doméstico es admitido en los pliegues más íntimos de la propia personalidad, allí donde también la literatura indaga, escruta, se alimenta.

El animal doméstico como protección contra los ultrajes de la vida, como un recurso, un refugio contra el mundo, como un modo de estar solo y retirado sin estarlo del todo… El animal, compañero familiar y exigente que nos recuerda nuestra propia finitud, pues comparte nuestra suerte mortal, nos enfrenta a su propia muerte que, de algún modo, es como la nuestra, pero anterior, más cercana. La muerte del animal amado nos amenaza del mismo modo que la nuestra; nos persigue, nos da miedo, como una réplica anterior que nos enseña a ser, tal vez, más humildes.

Los hay para quienes esa compañía animal es única: cuando ese compañero, ése en concreto, muere, ya no habrá otro. La unión no vuelve a producirse. La mayoría, sin embargo, encadena un compañero tras otro, o tiene varios a un tiempo, todos distintos y únicos, y aprende a amar, cuidar y convivir con todos ellos: perros, gatos y lémures.

En este libro se reúnen textos de algunos de los principales escritores españoles del presente, autores de distintas generaciones: son aproximaciones, tanto en primera como en tercera persona, al mundo, interior y exterior, de nuestros animales.

Algunos de ellos han decidido escribir sobre sus escritores favoritos y sus animales de compañía, sobre sus nombres y sus relaciones, muy distintas según los casos: accidental en el caso de Laforgue y Ariel, intermitente e irregular en el caso de Cortázar y el gato Teodoro W. Adorno, fiel e inquebrantable en los de Boatswain y Lord Byron o Charlie y Truman Capote.

Otros han abordado la relación de un solo autor o autora con varios animales: los hurones y lémures de Connolly; los perros y el tití de Virginia Woolf; la fauna casi completa (loros, gatos, un pato, un armadillo, coatíes y algún que otro perro) de los Bowles.

E incluso alguno se ha decidido a hablar de sus propios compañeros: animales que han ocupado y ocupan un lugar importante tanto en sus vidas como en su escritura, y a los que han dedicado textos siempre muy intensos; íntimos y reflexivos unas veces, divertidos y juguetones otras.

Es éste, pues, un libro plural. Casi un manual, con voces y animales distintos, para comprender un mundo de relaciones que es sobre todo eso mismo: un «mundo», un universo: un espacio de encuentro que, no por ser tan entrañable, tan emocionante y feliz en ocasiones, deja de lado la inteligencia, el arte más rotundo.

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