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Editor: Neville Blanc

Thursday, April 11, 2013

ASESINATO EN LA CANCHA DE AFUERA

DIEZ VERSIONES PARA UN CRIMEN FANTASMAL
ASESINATO EN LA CANCHA DE AFUERA

por Ignacio Valente
en Revista de Libros, El Mercurio de Santiago
5 de abril de 1992

... No es frecuente que un desconocido en el mundo de las letras para más señas, un arquitecto que ronda los 50 anos nos entregue de pronto un primer libro como este, una novela primeriza, no diré de tal perfección pues tiene sus naturales imperfecciones, pero si de tal fuerza expresiva, de tal carga pasional, de tal prosa fluyente. Tampoco es muy habitual entre nuestros narradores amigos de inventar a medida que escriben una novela que es, en su ejecucion, el fiel desarrollo de un límpido plan narrativo, de un esquema cabalmente pensado, de un diseño orgánico como el que quizá podemos suponer en los hábitos mentales de un arquitecto. Quiero decir que esta novela tuvo primero un plan y después una escritura.
... El plan dista mucho de ser original. Ha sido usado, a menudo con éxito, en la novela y en el cine. Y consiste en ofrecernos varias versiones una por cada capitulo de un mismo hecho, de modo tal que, lejos de hacerse la luz al cabo de las versiones, estas postulan mas bien lo irreductible de las subjetividades humanas. El hecho mismo es un homicidio, ocurrido en un lugar campestre de la zona de Talca, en medio de una gresca de borrachos enfiestados, una especie de baile con fines benéficos: ocurre cuando los ánimos están violentos, cuando los celos por mujeres están encendidos, y mas exactamente cuando ha habido un apagón eléctrico: en un lapso de plena oscuridad. Se trata, pues, de una cuchillada mortal intrínsecamente confusa e incierta.
... No sabemos nada del hecho en si mismo; el propio autor no escribe como si todo lo supiera. El se limita a entregarnos diez versiones. Cada una de ellas procede de uno de los diez protagonistas directos o indirectos del hecho de sangre: diez hablantes que entregan su testimonio en forma de un supuesto dialogo con algún otro interlocutor, dialogo puramente implícito, pues no se oye sino una sola voz, que por tanto es casi un monólogo de conciencia. Nadie sabe muy bien que paso exactamente; por lo tanto, las voces son conjeturales, y al hablar, mas que definir el hecho, se definen a si mismas con toda su carga biográfica, y sumadas unas con otras, definen el ambiente del caserío agreste, el espacio cerrado y mas bien opresivo de ese ámbito de inquilinos o pequeños propietarios agrícolas, incluido el patrón, la hija del patrón, el cura del lugar... Lo interesante no reside, pues, en las escasas luces que cada hablante arroja desde el punto de vista judicial, sino en el dibujo indirecto que ellos trazan de los personajes en cuestión, ya sea por la vía directa de la autoexpresión, ya por la vía oblicua de lo que dicen de cada uno los otros nueve. Por este método de un juego de espejos nunca se sabe si espejos fieles o deformantes, se van configurando los diez caracteres con sus pasiones subterráneas, sus prejuicios de situación, su chato medio agreste, los estigmas de la pobreza, las luces y sombras de sus conciencias o de su inconsciente: en suma, todo un mundo agrario que se revela con fantasmagórico realismo, y que por esta grieta extraña tan conjetural y subjetiva nos muestra la realidad profunda del campo chileno mejor que muchas novelas no ya criollistas, sino incluso directamente realistas: sus valores o antivalores morales, sus presupuestos culturales, su actitud ante el sexo y el amor y la vida y la muerte y el juicio de los hombres y el de Dios.
... Así, pues, el método de las versiones varias sobre un mismo hecho, todo lo visto que se quiera en literatura y teatro y cine, es usado por Oscar Bustamante con tal acierto narrativo y dramático, que parece ser el quien hubiera inventado el método para su uso propio. Desde luego, no recuerdo que el esquema haya sido usado con tal profusión de versiones: diez, y cada una de ellas autónoma y surgida desde el fondo de cada subjetividad. Contribuye sin duda a este acierto el hecho de que el autor, en las antípodas del narrador omnisciente, no hace oír nunca su propia voz; mas aun, ni siquiera dispone de una verdad objetiva que el sabe y de la cual se alejan o acercan las diez voces. Solo tenemos, como lectores, sus respectivos testimonios; estos se enredan de tal modo en sus antecedentes biográficos, en sus precedentes colectivos, en sus juicios y prejuicios, en sus correlativas verdades y mentiras nunca medidas por un patrón extrínseco de verdad que a fin de cuentas la novela termina en unos intrigantes puntos suspensivos.
... La prosa de estas diez versiones es, como corresponde a su propia índole, estrictamente coloquial: un ágil idioma hablado e imperfecto, que con su misma espontaneidad e incorrecciones formales resulta mas decidor que una prosa correcta y ordenada. A ratos puede parecer que se trata de la tan manoseada prosa de estilo retahíla, con su interminable sucesión de fragmentos de frases cosidas o mal cosidas entre si. Pero no hay tal. Esta prosa incorrecta y fluyente como el habla real y aun como el pensamiento mismo era el único lenguaje posible para el diseno estructural de la novela.
... Dentro de este factor común coloquial e incluso dialectal pues los huasos hablan como huasos, se destaca la diferencia objetiva de los hablantes. Así los mas cultos los patrones y el cura hablan como corresponde a su propia cultura. La voz narrativa se adapta con rigor a la idiosincrasia de cada hablante. En conjunto, la prosa es buena: viva, expresiva, reveladora, y por eso creo que el autor, mas allá del esquema aquí usado de las diez voces, sera capaz de brindarnos otras buenas novelas de diferente hechura formal. No en vano dispone de un buen lenguaje narrativo. Cabe especular pero solo especular sobre la epistemología de fondo o la particular teoría del conocimiento o teoría de la verdad que esta novela nos propone. ¿Relativismo universal a lo Gorgias o a lo Pirandello? ¿Inexistencia de la verdad objetiva en favor de mi verdad, tu verdad, su verdad? No parece ser esta la ultima palabra, ya que, después de todo, el autor ha tejido su escritura en torno a un hecho objetivamente confuso: los protagonistas estaban medio borrachos, la gresca fue enredada y enredosa, todo ocurrió en medio de las tinieblas... Mas bien se diría que la ultima palabra es esta: el crimen no lo cometió nadie, el crimen lo cometieron todos en un amasijo de responsabilidades mezcladas y compartidas como la vida misma; todos son inocentes, todos son culpables.
... Pero no se lea esta conclusión como una tesis criminológica, pues la novela esta muy lejos de ser una obra de tesis, y menos aun en el plano juridico-moral. Es mas que eso: es una buena obra narrativa, que por encima de sus imperfecciones primerizas debe ser destacada por su prosa de buena ley, por su excelente retrato de caracteres, por su honda penetración de la psicología del campesino chileno, y por la sabia modestia del autor, que sabe desaparecer detrás de las diez voces dramáticas que pone hábilmente en juego.
 
 
Asesinato en la cancha de afueraOscar Bustamante
Mosquito Editores, Santiago, 1991, 116 paginas

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