Para hablar y escribir bien
Para hablar y escribir bien
Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Educación, Política, Sociedad
¿Cómo revertir el creciente deterioro de los lenguajes juveniles? ¿Qué se puede hacer para que los alumnos logren un aprendizaje idóneo y eficaz del castellano hablado y escrito?
La sola denuncia no sirve, pero un diagnóstico integral del problema, que ponga al descubierto su gravedad y todos los factores que lo configuran, puede inducir al sistema educativo a buscar y aplicar soluciones reales. Hay que proponer muy variados remedios, que pasen primero por la familia, y continúen después en los colegios y en la educación superior.
Entre esas medidas está la elaboración y difusión de listas de lecturas formativas, que cubran el ensayo, la novela, la historia, las disciplinas científicas, la fe, la filosofía, las artes y las ciencias sociales. Ya hay varias circulando. Para facilitar la difusión de esos textos, será conveniente la elaboración de catastros de bibliotecas familiares, realizados con la ayuda de colegios y liceos. Pocos días atrás pude exponer antes varios matrimonios –con sus hijos universitarios y escolares presentes– sobre esas lecturas: gran cosa. La Feria de los Buenos Libros que Foro Republicano organizará este año durante Octubre en dos ciudades, Santiago y Concepción, contribuirá también en esa dirección.
Debe recuperarse además en todos los niveles educativos la práctica de la lectura en voz alta, para que los alumnos mejoren su dicción y adquieran sentido del ritmo. Además, es conveniente estimular su intervención en conversaciones ajenas, en el ámbito familiar y social, y despertar su interés por conducirlas en un sentido más positivo y corregir los errores que ahí se planteen.
Las instituciones de educación superior deben insistir en las exigencias de lectura, de escritura, de presentaciones orales y de debates, en la mayor cantidad posible de asignaturas; al menos debe haber un número de “cursos sello” que sean intensivos en esas prácticas. Si en paralelo se genera una creciente convocatoria a concursos de ensayo, de cuento, de debate y de oratoria, con premios de la misma naturaleza (libros, cursos, etc.), se logrará animar a muchos miles de jóvenes a entrenarse en esas habilidades. Eso impulsará a algunos de ellos a participar activamente como colaboradores en columnas de opinión, en blogs, en periódicos y en revistas de todo tipo. Sus publicaciones en esos medios deberían recibir también reconocimiento en diversas asignaturas, mediante notas complementarias.
A las medidas anteriores debe sumarse un combate frontal al plagio, estableciendo desde la enseñanza media reglas claras y sanciones duras para toda práctica deshonesta, que perjudica además el desarrollo de las habilidades básicas de comunicación escrita. La insistencia en este tema debe ser continua en la enseñanza superior, y no debe haber tolerancia alguna con quienes incurran en esa práctica.
Finalmente, todo lo que se haga por mejorar la formación de los profesores de lenguaje permitirá contar a futuro con cuerpos docentes mejor dotados para acometer esta urgente tarea de saneamiento cultural.
Para discutir sobre estos temas y unificar algunos criterios, se va a retomar la tradición de convocar al Encuentro anual de Humanistas, al que llegaron a asistir entre setenta y cien profesores universitarios, en cada una de sus siete versiones de hace unos años.
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