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Editor: Neville Blanc

Sunday, October 12, 2008

LOS VERDADEROS HEROES


Premio Nobel Escritor francés: Jean-Marie Le Clézio, el nómade inmóvil

Tatiana Calderón Le Joliff

Artes y Letras El Mercurio

Horas antes del anuncio del Premio Nobel, el jueves pasado, Jean-Marie Le Clézio, en una entrevista con Vincent Josse, en radio France Inter, hablaba de su última novela: "Ritournelle de la faim" (Cantinela del hambre). En la Francia de los años 30, Ethel Brun, niña de diez años, vive en Montparnasse con sus padres de origen mauriciano. Al mismo tiempo que asiste a la separación progresiva de ellos, observa el derrumbe del mundo exterior producto de la depresión y la guerra. En este periodo convulsivo de la historia, Ethel conocerá rápidamente la ruina y la miseria. Deberá abandonar París y exiliarse en Niza. Le Clézio desentraña, con lupa, la mediocridad humana antes de la guerra, el racismo cotidiano, los rencores. "¿Estaba el mundo verdaderamente enfermo? Este estremecimiento, esta náusea, venía de muy lejos", escribe en "Ritournelle de la faim".El autor francés evoca en la entrevista esa fase oscura de la historia y la asocia con el periodo actual: "Durante la crisis bursátil muchas fortunas se escaparon de Francia y se refugiaron en Argentina o en Chile, y mientras se preparaba la guerra, aparecían exactamente los mismos temas que encontramos hoy: la seguridad, el empleo, ¿acaso tenemos que cerrar nuestras fronteras a los extranjeros?, ¿acaso ellos nos están robando nuestro pan?". La esperanza sobrevive en Ethel, una heroína anónima que conoce la guerra a los veinte años. "Los verdaderos héroes no saben que son héroes. Están bajo las bombas pero no saben que viven una guerra. Viajan en barcos pero no saben que participan en la mundialización. No son víctimas. Están allí sólo como actores empujados por los eventos, y por su cohesión, su fuerza, su inteligencia o simplemente por su sentimiento, logran construir un mundo mejor", afirma el escritor.Le Clézio traza en el destino de Ethel un retrato de su propia madre, una mujer alegre, que gustaba de cantar y tocar guitarra. La "cantinela" del libro remite al "Bolero" de Ravel, obra que atraviesa la novela y representa una profecía de violencia y hambre.Con esta nueva obra, Le Clézio continúa su recorrido biográfico presente en muchas de sus novelas. Ya en "El africano" (2004; Adriana Hidalgo, 2007), el autor partía en busca de sus orígenes, en ese caso del padre. No eran memorias, como precisa a Vincent Josse; él sólo escribe novelas. No se siente capaz de plasmar su vida en forma literal porque considera que carece de interés. "Sin embargo -admite-, la novela permite deslizar elementos personales y abrirse paso en la historia, imaginarla, bailar con ella, ponerla en acción, no ser sólo un cronista, sino un participante".A los ocho años, en 1948, Le Clézio dejó Niza para encontrarse con su padre médico en Nigeria, donde se había quedado durante toda la guerra, lejos de sus hijos que no vio crecer. "El africano" relata un camino iniciático y muestra la hermosura, la crudeza y los excesos de un continente descubierto por un niño durante su progresivo encuentro con un padre distante. El gran secreto revelado a ambos es la importancia de saber estar en el mundo, de aprender a saborearlo antes de que desaparezca.Orígenes pluralesNacido en Niza en 1940, la fama de Jean-Marie Gustave Le Clézio emerge cuando su primera novela, "El atestado" (1963), recibe el Premio Théophraste Renaudot. Desde entonces ha publicado más de treinta libros: novelas, ensayos, cuentos, dos traducciones de mitología indígena, sin olvidar los innumerables prefacios, artículos y algunas contribuciones para obras colectivas. En 1980, fue el primero en recibir el Premio Paul Morand, de la Academia Francesa, que consagraba la totalidad de su obra hasta la fecha y, particularmente, "Desierto" (1980), por sus cualidades de reflexión, estilo, espíritu de independencia y libertad. En 1994 fue elegido el más ilustre escritor vivo de lengua francesa en una encuesta de la revista Lire.Le Clézio es un autor de orígenes múltiples. De antepasados bretones inmigrados a la isla Mauricio en el siglo XVIII, es hijo de padre británico y madre francesa. Casado con Jemia, mujer de origen marroquí, Le Clézio no cesa de abrirse a otras culturas. En la actualidad vive entre Albuquerque, Niza y París.Su obra puede escindirse en dos periodos: la juventud, durante la cual su escritura es más atormentada, compleja, metafísica, y la madurez, que permite la elaboración de una narrativa depurada, sencilla pero evocadora y elocuente. Su primera etapa está influenciada por el "Nouveau Roman", corriente de los años cincuenta que expresa una crisis en la novela tradicional e instaura la destrucción de la noción de personaje, el fin del análisis psicológico y la ausencia de la intriga. Los primeros libros de Le Clézio tienen estas características, pero con "Les géants" (Los gigantes, 1973), el autor clausura el periodo pesimista y reduce considerablemente sus experimentaciones con el lenguaje, que se hace más conciso y pudoroso después de su encuentro con Latinoamérica."Soy un indio"Le Clézio es un viajero incansable. Ha recorrido todos los continentes y los temas que abarca muestran un deseo de entender las diversas culturas, de mostrar sus aspectos universales y específicos. Le gusta definirse como un exiliado constante y vivir cerca de las fronteras para poder cruzarlas simbólicamente en cualquier instante. El lugar, sin embargo, que lo ha inspirado en forma decisiva, es América Latina. Su encuentro con los indios emberas en Panamá trastorna su visión del otro y su visión de la escritura. "No sé mucho cómo esto es posible, pero es así: soy un indio. No lo sabía antes de haber conocido a los indios en México y en Panamá. Ahora lo sé", declara en "Hai" (1971). Al estar junto a ellos, se siente parte de su cultura.Le Clézio ha sido calificado de escritor primitivista, adjetivo que rechaza con violencia. No se apiada de los pueblos que describe y exalta tanto sus debilidades como sus fortalezas. Piensa que México es "el país del Nuevo Mundo donde se ha corregido la idea pueril e idílica del 'buen salvaje' romántico" ("El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido", 1992). Dedica a este país, "lugar soñado para las utopías", su novela "Urania" (2006; El cuenco de plata, 2007), topografía utópica de México. El protagonista de la novela, Daniel, es un joven geógrafo que viaja a Michoacán para cartografiar la región. Es testigo de la decadencia y del derrumbe de las utopías. Resucitando dos ciudades, Campos y Emporio, creadas sobre el modelo de "La Utopía", de Tomás Moro, el autor cuestiona en "Urania" la armonía posible de las civilizaciones. Le Clézio opera, en ese diálogo transatlántico, como el mediador y el transcriptor de las culturas arcaicas. El México contemporáneo ya no corresponde a sus sueños, corrupto por la intolerancia intelectual, el integrismo y la insolencia de cierto liberalismo que no toma en cuenta las minorías, pero conserva lo que hace la fuerza y la belleza del continente americano. "En México, los sueños son infinitos como los pasos de los bailarines", escribe Le Clézio en "La fete chantée" (La fiesta cantada). Al entrelazar el destino amerindio con el destino europeo, Le Clézio eleva una plegaria para que el hombre occidental por fin se dé cuenta de la ilusión en la cual está viviendo y enfrente con determinación lo que está por venir: "Escribamos, bailemos contra el nuevo diluvio".Sueño y denunciaLe Clézio es un autor que oscila entre el sueño y la denuncia, entre la inocencia creativa de la niñez y el descubrimiento abrupto de la violencia adulta. Nómade inmóvil. El carácter circular de sus viajes y de su visión del mundo instauran esta paradoja. Sus personajes, a pesar del movimiento físico, se conservan relativamente estáticos. Le clézio, en el dialecto bretón del noroeste de Francia, designa las cercas. Con Le Clézio hasta el desierto se convierte en una isla, un lugar clausurado, inaccesible. Para reencontrarse, el hombre se encierra y actúa con una dinámica del margen, buscando sus respuestas en otro lugar. La soledad acompaña a todos los personajes, revelándose a veces serena, a veces trágica, pero siempre poética. El dolor nacido de la nostalgia de un estado natural y armonioso, junto con la obligación de la pertenencia o entrada al ámbito cruel y mecánico de la sociedad occidental subyacen en toda la obra "lecleziana". Para huir de este destino, el hombre de Le Clézio se convierte en vagabundo permanente a la búsqueda del umbral de la inocencia.La pobreza del lenguaje en OccidentePara el Nobel francés, el mundo occidental se caracteriza por el enclaustramiento. "Con el lenguaje, el hombre se convirtió en el más solitario de los seres del mundo, porque se excluyó del silencio", comprueba en "L'inconnu sur la Terre" ("El desconocido en la Tierra", 1978). Las palabras del hombre moderno están vistas como una forma de imitación incompleta de la realidad exterior. Le Clézio deplora la pobreza del lenguaje y busca una forma más sincera y amplia que pueda traducir la multitud de sentimientos que agitan a los seres humanos: "Lo que me mata en la escritura es su brevedad. ¡Cuando la frase expira, cuántas cosas quedan afuera!" ( "Le livre des fuites", "El libro de las huidas", 1969). Como escritor, evidentemente no puede prescindir del lenguaje. Por consiguiente, lo depura para que, en el silencio de la frase, en su desnudez frágil, otros discursos afloren. Su escritura refleja un lenguaje que desborda toda expresión inteligible. Expresa más bien lo que está debajo, "la música que yace en la hondura de las palabras", como la describe Jean Onimus ("Pour lire Le Clézio", 1994). Esa que, nacida de las cosas, podría eventualmente alcanzarlas. Así, en su escritura, el mundo exterior hace relucir la superficie, pero lo íntimo permanece invisible. La escritura se convierte en una forma de escapar, de enmascarar sus secretos. "Le tenías miedo al silencio, y hablabas para esconderlo", dirá Le Clézio.Tres visiones acerca de su obraMauricio ElectoratEs un caso especial el de Le Clézio. Ya sé que, en cierto modo, todos los escritores lo son, pero J.M.G. Le Clézio es más que un novelista, un poeta, o, si se prefiere, un poeta que ha elegido expresarse en prosa narrativa. "Quiero escribir por la belleza del mundo, por la pureza del lenguaje... Quiero escribir para estar del lado de los animales y de los niños...", declara en "El desconocido sobre la Tierra". La belleza del mundo, la "fascinación" por las cosas elementales, por los seres, los paisajes y los objetos ancestrales y, junto con esto, la búsqueda de un lenguaje para "decir" ese mundo, ¿no es ésta acaso la búsqueda de un poeta? Esa frase, ¿no la podría haber suscrito Whitman o Saint-John Perse? De hecho, como Saint-John Perse, el poeta martiqués, también "nobelizado", Le Clézio es "mauritien", o sea, de la isla Mauricio. Al menos su infancia lo es. Igual que Saint-John Perse recorriendo el desierto de Gobi, Le Clézio ha vivido en el de Sonora. Como él, es un escritor nómade. No tiene la ironía decapante de Philip Roth, sus novelas no se hacen eco de "nuestra" contemporaneidad, no es, en ese sentido, el novelista que prefiero, pero es que no es novela lo suyo, sino más bien "canto". Como nos recomienda Gonzalo Rojas: pensemos en el cántico.Mercedes MonmanyAutor de una voluminosa bibliografía comenzada de forma precoz, repartida entre novela, ensayo, relatos de viajes y literatura juvenil, Le Clézio encarna la figura del "buen salvaje", entre rousseauniano y robinsoniano. Alguien que habitó espacios o paraísos masacrados y al que ya no le quedará otra opción -como ha representado una y otra vez, simbólicamente, en sus metafísicas y poéticas narraciones de huida y desencanto- que habitar en el país de la nostalgia, enclavado normalmente entre el Magreb y Latinoamérica, que representa la "pureza original", la vida antes de la civilización. Fundirse en sus elementos naturales, en su sensualidad indómita y en esa perturbación o ensoñamiento vagabundo y panteístico, se produce, en esos parajes edénicos, con total sencillez y espontaneidad."El desierto", probablemente representa lo mejor y más característico de su producción. En esta novela, o gran contenedor cifrado, con todos sus temas y símbolos literarios recurrentes magníficamente desplegados, presentaba su más auténtica Biblia de la vida de los orígenes contra la destrucción urbana de las raíces y la personalidad humana; del colonialismo dominador contra la libertad esencial de los pueblos primitivos; de la edad de la iniciación y de la mirada, contra la edad de la sumisión y de la ceguera voluntaria. Una novela de nómadas, de desarraigados, de exiliados y humillados, en la que este autor concentraría toda su filosofía de devoción a la tierra y de escepticismo respecto al hombre en sociedad.Ana PizarroPor naturaleza los premios son discutibles, pero cumplen una función movilizadora de energías intelectuales. Tanto más en el caso del Nobel, que está discernido por un equipo permanente, una academia, y es internacional en la mira, pero decidido por un país. De Le Clézio había leído fragmentos y hojeado textos. Al acercarme más a los textos -imposibles de agotar: más de cuarenta novelas- me encuentro con un autor que, perteneciendo a un ámbito, como el francés, sin una gran narrativa desde hace mucho, recupera para esta literatura un vigor que necesitaba. Y lo recupera a partir de un imaginario perteneciente a su periferia: las Islas Mauricio, México y Centroamérica, África. No lo hace con la mirada jerárquica del exotismo, sino como lo hicieron Montaigne o Voltaire, en un diálogo de iguales, y con admiración por la particularidad de ese otro. No conozco suficientemente su prosa, pero a primera vista no aprecio una escritura con la densidad estética del trabajo de Yourcenar, por ejemplo. Pero si políticamente era importante premiar a Francia -y es parte de los criterios de la Academia- creo que lo mejor era hacerlo con alguien que revitaliza su imaginario al construir un discurso desde sus bordes.Stevenson y Joyce: sus novelistas preferidosInclasificable, escribiendo contra la corriente, Le Clézio bebe de varias influencias: el "Nouveau Roman", pero también el lenguaje material de Sartre y, muy especialmente, la literatura anglosajona, a través de autores tan diversos como Keats, Auden, Hemingway, Faulkner, Naipaul y Salinger, que marcó su primera novela, "El atestado"."Mis novelistas preferidos son Stevenson y Joyce -precisó en una entrevista a Label France-. Ellos encontraron la inspiración en sus primeros años de existencia. Revivieron su pasado e intentaron comprender el 'porqué' y el 'cómo' a través de la escritura".Dentro del ámbito francés, Le Clézio expresa su fascinación por el Conde de Lautréamont y su misticismo, Henri Michaux y su rechazo a la sociedad, Antonin Artaud y su búsqueda de la identidad. "La literatura sólo es fuerte cuando logra expresar las primeras sensaciones, las primeras experiencias, las primeras ideas, los primeros desencantos", afirma.

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