JOSE DONOSO Y PILAR DONOSO
El Mercurio Revista del Sabado sábado 26 de diciembre de 2009
Pilar Donoso
Detrás del velo
Tras haber lanzado recientemente Correr el tupido velo, la biografía de su padre, la hija de José Donoso habla de su relación con él.
Pilar Donoso
Detrás del velo
Tras haber lanzado recientemente Correr el tupido velo, la biografía de su padre, la hija de José Donoso habla de su relación con él.
Cecilia García-Huidobro McA.
Cuando terminó de escribir su libro, lo primero que se le vino a la mente fue la fuente "La boca de la verdad" de Roma. Esa tiene que ser la portada, se dijo. Según la leyenda, esta fuente era usada en ciertos juicios. El acusado debía introducir la mano en la abertura de la boca. Si mentía, ésta le cercenaba la mano. "Son esas cosas mágicas, como solía decir mi padre, pues ilustra para mí esa línea invisible entre la verdad y la mentira, entre la realidad y la ficción, entre la subjetividad y la 'objetividad', pero con cierto sentido lúdico, casi burlón, que plantea si esa línea existe. Al leer los diarios de mi padre me pregunté qué pasaría si él metiera su mano en esa boca de la verdad".
Quien en realidad se metió en cuerpo y alma en esa boca fue Pilar Donoso en Correr el tupido velo (Alfaguara). Me pregunto por qué no le puso d-e-s-c-o-r-r-e-r... Y es que su apasionante lectura, que no suelta, página tras página visita -devela habría que decir para seguir con esa imagen- arrinconadas verdades. Luego, sin embargo, pensé que era mejor la ambigüedad del título. ¿Aludía a tapar o destapar? Porque el ocultamiento muchas veces permite perfilar mejor las realidades más profundas. Y de eso se trata este libro: construir una historia desde los pasadizos recónditos de los diarios de José Donoso con todas sus contradicciones. Pilar explora su propia historia como si mirara a través del lente de Diane Arbus, sin calificar lo que la cámara registra por más perturbador que parezca. Y con ello consigue un relato estremecedor no sólo por su belleza, sino también por su verdad. Sea lo que sea lo que llamemos verdad.
-A propósito de líneas divisorias poco visibles, el libro recoge las inquietudes que Donoso anotó en su diario cuando usted se entera que era adoptada. Sin embargo, poco expresa de ese momento.
-Recuerdo bien el momento. Vi en la televisión un programa sobre la adopción y, como todo niño con sus temores más básicos, me acerqué a mi madre y le pregunté: ¿Soy adoptada? Su cara se desfiguró y rompió en llanto. Ante tal reacción no me cupo duda y tuve entonces que reelaborar en ese instante todo lo que yo creía real, y entré en un proceso doloroso, pero que bloqueé, y no recuerdo lo que me pasó después, fue un bloqueo inmediato. Mi madre, años después, me contó que tuve una especie de regresión, de hacerme la bebé por varios meses. Fue como dejar de ser continente y convertirme en isla.
-¿Esta crisis de insularidad fue más difícil de vivir frente a su madre?
-Para ella no haber podido tener hijos biológicos le era muy doloroso, se sentía incompleta. Después de escribir este libro logro ver su verdadero duelo interno como mujer, que no sólo implicaba la faceta de ser madre, sino parte de su sensación de poca plenitud en su rol femenino.
-Y para usted qué fue más duro: ¿leer los diarios de su padre o saber a los 12 años de su adopción?
-Leer los diarios de mi padre. La adopción es una marca, una seña dolorosa, pero es eso. En cambio, leer los diarios me enfrentó con que el padre, que uno cree incondicional sea por opción o elección, no es tal. Y eso sí causa dolor, porque uno necesita creer, aunque no sé si existe la incondicionalidad, que la hay... para así sobrevivir o tener en qué asentar sus cimientos.
-¿Por eso, mientras estaba escribiendo el libro, hubo un momento en que abandonó el proyecto? -El libro, o más bien toda la información que leía para elaborarlo, me consumía, me devoraba y había un cierto deleite en el dolor y eso es lo que encontré peligroso. El peso de estas imágenes de los padres demasiado monumentales de alguna manera hacen que uno siga ciertos patrones de conducta, aunque uno se rebele a ellos. Quedé entrampada en lo que se llama el mundo interior, sin poder salir ni independizarme.
"Paré porque me vi desmoronarme. Pero, como dije, ese regocijo morboso en el dolor me hizo retomarlo, en la búsqueda de lo que creía mi salvación.
"Son momentos especiales, donde uno descubre nuevos niveles de comprensión al rememorar las vivencias, al aceptarlas. Estuve tentada a abandonarlo todo por miedo a convertir en realidad mis propios anhelos, a crear mi propia historia. En el camino siempre hay una vuelta de tuerca más que nos permite ver el mágico entramado de la vida, donde todo se enseña. Recapitular cada experiencia permite descubrir el hilo invisible que todo lo une, dando un sentido o perdiéndolo definitivamente, pero asumiéndolo como tal. Los pasos que he tenido que dar en este desafiante camino parecen eternos... pero es sólo una ilusión... todo pasa...".
-¿Realmente Donoso escribió sin filtro o estima que hay manipulación en sus diarios? ¿Es él o su propia ficción de él?
-Ambos elementos, ése es el juego, el misterio, y donde cada lector puede descifrar distintos códigos, desde luego eso cae también en el ámbito de la literatura, pero eso no quita su veracidad, pues siempre va a ser relativa. Por momentos él se da cuenta de la magnitud de lo que en sus diarios plasma, y al tomar conciencia se retrae, toma una postura, pero luego vuelve a olvidarla. Es un juego con él mismo con su propia conciencia que era por esencia literaria.
"Pero cabe una aclaración: no son 'diarios de vida', son diarios de escritor. De los miles de páginas, la mayoría son notas sobre sus avances en cada una de sus creaciones literarias, análisis de personajes, líneas de desarrollo de cada uno de ellos, secuencias, división de capítulos, etc. Aparte de esbozos de proyectos, ensayos, incluso borradores de cartas.
-¿Cuán distinto son el padre y la madre de todos los días con los que usted encontró reflejados en sus diarios?
-No es que se me aparezcan distintos. Ahora conozco otros aspectos de ellos, partes de luz, partes de sombra. Ciertas zonas ocultas que yo intuía, pero no podía poner en palabras, partes que debo integrar a las que ya tenía como conocidas, que eran ciertas, pero eran sólo una parte de ellos, para así superponer esos planos y reconstruirlos. Eso es lo que he debido elaborar.
-En sus diarios, Donoso dice ser un hombre que llora poco. ¿Recuerda haberlo visto llorar alguna vez?
-En realidad, no... aunque ahora que lo pienso quizás la única vez que lo vi hacerlo fue cuando murió Clarisa, la perrita Yorkshire.
-Usted cuenta un episodio cómico-trágico cuando muere uno de los perros y lo guardan en el refrigerador a la espera de poder enterrarlo...
-Es que los animales eran centrales, desde los aspectos más cotidianos y domésticos hasta la perra amarilla en El obsceno pájaro de la noche, que en realidad existió.
-Usted se preguntó, mientras escribía el libro, si ha sido un personaje en la vida de Donoso. ¿Qué siente después de este largo proceso de lectura de los diarios y escritura de su propia historia de vida?
-Me lo sigo preguntando. Ese proyecto de novela, donde la hija de un escritor se suicida, que está recogido al comienzo del texto, es una de sus tantas ficciones de lo que podía pasarme cuando sus diarios fueran revelados. Tiene algo de mí, o el mismo hecho de que quería que escribiera su biografía, y para eso me hacía grabar conversaciones, pero de lo que él quería decir; o esto de que le gustaba que la gente supiera mí adopción sobre la que había una identificación entre ambos como clochard, sin raíces ni historia, eran todos elementos de una construcción de mí como personaje. También me encontraba una burguesa y más de una vez me dijo: 'Está bien ser burguesa, pero no ser burguesa y nada más'. Creo que nunca pensó que yo podría escribir este libro con la investigación y profundidad con que lo he hecho.
-En el relato dice que encontró una identidad luego de este libro, que ahora tiene historia. ¿Ha pensado buscar sus raíces en España?
-En el período de la adolescencia lo pensé y de hecho hice numerosos trámites. Hasta conseguí un documento, donde figuro con apellidos supuestos y prácticamente en todos los demás casilleros dice: "Desconocido". Fue muy impresionante. Todo eso me hizo apreciar lo difícil que es definir lo que se adquiere por biología y lo que se adquiere por aprendizaje. Me he preguntado si yo caí azarosamente con ellos, por qué iba a ser capaz de ser lo que fui, o fui lo que fui porque lo aprendí de ellos. Todos estos aspectos validan y revalidan que la adopción relativiza la influencia de la biología y de las vivencias en la relación de un hijo con sus padres. Cuántas veces me pregunté cómo operaban esas determinantes en mí y de tanto preguntarme finalmente me liberé del tema.
-Usted es una persona con gran sentido estético, ¿fue algo que aprendió de ellos?
-Mi padre me guió desde muy pequeña. Rápidamente encontramos ese mundo común. En Madrid, por ejemplo, íbamos los domingos al Rastro, donde rescatábamos objetos especiales, diferentes. Constantemente me llevaba a museos, o veraneábamos en lugares extraordinarios que nos prestaban algunos amigos, como una Villa en Lucca. Conversamos mucho de decoración, claro que en una oportunidad me pidió que yo no comentara que solía hablar con él de estos temas.
-¿Por qué?
-Supongo que prefería no ser vinculado a asuntos que podían asociarse a cuestiones de gusto e, incluso, a veces a homosexualidad.
-¿Lo hablaron alguna vez?
-Nunca. Sin embargo, son cosas que en alguna parte de uno se saben, porque hay señales. Eso no impidió que cuando mi mamá verbalizó el hecho, como se narra en el libro, para mí fuera igualmente doloroso. Me sentí traicionada. ¿Por qué no me lo dijo? Sobre todo que teníamos una relación muy abierta. Ahí una empieza a hacer conexiones, a tener dudas y temores. Me costó reconstruir su imagen, pero veía que él quería a mi madre intensamente y ella lo aceptó y, de cierta forma, todos jugábamos con eso. De alguna manera, eso le quitó esa carga terriblemente pesada.
Cuando terminó de escribir su libro, lo primero que se le vino a la mente fue la fuente "La boca de la verdad" de Roma. Esa tiene que ser la portada, se dijo. Según la leyenda, esta fuente era usada en ciertos juicios. El acusado debía introducir la mano en la abertura de la boca. Si mentía, ésta le cercenaba la mano. "Son esas cosas mágicas, como solía decir mi padre, pues ilustra para mí esa línea invisible entre la verdad y la mentira, entre la realidad y la ficción, entre la subjetividad y la 'objetividad', pero con cierto sentido lúdico, casi burlón, que plantea si esa línea existe. Al leer los diarios de mi padre me pregunté qué pasaría si él metiera su mano en esa boca de la verdad".
Quien en realidad se metió en cuerpo y alma en esa boca fue Pilar Donoso en Correr el tupido velo (Alfaguara). Me pregunto por qué no le puso d-e-s-c-o-r-r-e-r... Y es que su apasionante lectura, que no suelta, página tras página visita -devela habría que decir para seguir con esa imagen- arrinconadas verdades. Luego, sin embargo, pensé que era mejor la ambigüedad del título. ¿Aludía a tapar o destapar? Porque el ocultamiento muchas veces permite perfilar mejor las realidades más profundas. Y de eso se trata este libro: construir una historia desde los pasadizos recónditos de los diarios de José Donoso con todas sus contradicciones. Pilar explora su propia historia como si mirara a través del lente de Diane Arbus, sin calificar lo que la cámara registra por más perturbador que parezca. Y con ello consigue un relato estremecedor no sólo por su belleza, sino también por su verdad. Sea lo que sea lo que llamemos verdad.
-A propósito de líneas divisorias poco visibles, el libro recoge las inquietudes que Donoso anotó en su diario cuando usted se entera que era adoptada. Sin embargo, poco expresa de ese momento.
-Recuerdo bien el momento. Vi en la televisión un programa sobre la adopción y, como todo niño con sus temores más básicos, me acerqué a mi madre y le pregunté: ¿Soy adoptada? Su cara se desfiguró y rompió en llanto. Ante tal reacción no me cupo duda y tuve entonces que reelaborar en ese instante todo lo que yo creía real, y entré en un proceso doloroso, pero que bloqueé, y no recuerdo lo que me pasó después, fue un bloqueo inmediato. Mi madre, años después, me contó que tuve una especie de regresión, de hacerme la bebé por varios meses. Fue como dejar de ser continente y convertirme en isla.
-¿Esta crisis de insularidad fue más difícil de vivir frente a su madre?
-Para ella no haber podido tener hijos biológicos le era muy doloroso, se sentía incompleta. Después de escribir este libro logro ver su verdadero duelo interno como mujer, que no sólo implicaba la faceta de ser madre, sino parte de su sensación de poca plenitud en su rol femenino.
-Y para usted qué fue más duro: ¿leer los diarios de su padre o saber a los 12 años de su adopción?
-Leer los diarios de mi padre. La adopción es una marca, una seña dolorosa, pero es eso. En cambio, leer los diarios me enfrentó con que el padre, que uno cree incondicional sea por opción o elección, no es tal. Y eso sí causa dolor, porque uno necesita creer, aunque no sé si existe la incondicionalidad, que la hay... para así sobrevivir o tener en qué asentar sus cimientos.
-¿Por eso, mientras estaba escribiendo el libro, hubo un momento en que abandonó el proyecto? -El libro, o más bien toda la información que leía para elaborarlo, me consumía, me devoraba y había un cierto deleite en el dolor y eso es lo que encontré peligroso. El peso de estas imágenes de los padres demasiado monumentales de alguna manera hacen que uno siga ciertos patrones de conducta, aunque uno se rebele a ellos. Quedé entrampada en lo que se llama el mundo interior, sin poder salir ni independizarme.
"Paré porque me vi desmoronarme. Pero, como dije, ese regocijo morboso en el dolor me hizo retomarlo, en la búsqueda de lo que creía mi salvación.
"Son momentos especiales, donde uno descubre nuevos niveles de comprensión al rememorar las vivencias, al aceptarlas. Estuve tentada a abandonarlo todo por miedo a convertir en realidad mis propios anhelos, a crear mi propia historia. En el camino siempre hay una vuelta de tuerca más que nos permite ver el mágico entramado de la vida, donde todo se enseña. Recapitular cada experiencia permite descubrir el hilo invisible que todo lo une, dando un sentido o perdiéndolo definitivamente, pero asumiéndolo como tal. Los pasos que he tenido que dar en este desafiante camino parecen eternos... pero es sólo una ilusión... todo pasa...".
-¿Realmente Donoso escribió sin filtro o estima que hay manipulación en sus diarios? ¿Es él o su propia ficción de él?
-Ambos elementos, ése es el juego, el misterio, y donde cada lector puede descifrar distintos códigos, desde luego eso cae también en el ámbito de la literatura, pero eso no quita su veracidad, pues siempre va a ser relativa. Por momentos él se da cuenta de la magnitud de lo que en sus diarios plasma, y al tomar conciencia se retrae, toma una postura, pero luego vuelve a olvidarla. Es un juego con él mismo con su propia conciencia que era por esencia literaria.
"Pero cabe una aclaración: no son 'diarios de vida', son diarios de escritor. De los miles de páginas, la mayoría son notas sobre sus avances en cada una de sus creaciones literarias, análisis de personajes, líneas de desarrollo de cada uno de ellos, secuencias, división de capítulos, etc. Aparte de esbozos de proyectos, ensayos, incluso borradores de cartas.
-¿Cuán distinto son el padre y la madre de todos los días con los que usted encontró reflejados en sus diarios?
-No es que se me aparezcan distintos. Ahora conozco otros aspectos de ellos, partes de luz, partes de sombra. Ciertas zonas ocultas que yo intuía, pero no podía poner en palabras, partes que debo integrar a las que ya tenía como conocidas, que eran ciertas, pero eran sólo una parte de ellos, para así superponer esos planos y reconstruirlos. Eso es lo que he debido elaborar.
-En sus diarios, Donoso dice ser un hombre que llora poco. ¿Recuerda haberlo visto llorar alguna vez?
-En realidad, no... aunque ahora que lo pienso quizás la única vez que lo vi hacerlo fue cuando murió Clarisa, la perrita Yorkshire.
-Usted cuenta un episodio cómico-trágico cuando muere uno de los perros y lo guardan en el refrigerador a la espera de poder enterrarlo...
-Es que los animales eran centrales, desde los aspectos más cotidianos y domésticos hasta la perra amarilla en El obsceno pájaro de la noche, que en realidad existió.
-Usted se preguntó, mientras escribía el libro, si ha sido un personaje en la vida de Donoso. ¿Qué siente después de este largo proceso de lectura de los diarios y escritura de su propia historia de vida?
-Me lo sigo preguntando. Ese proyecto de novela, donde la hija de un escritor se suicida, que está recogido al comienzo del texto, es una de sus tantas ficciones de lo que podía pasarme cuando sus diarios fueran revelados. Tiene algo de mí, o el mismo hecho de que quería que escribiera su biografía, y para eso me hacía grabar conversaciones, pero de lo que él quería decir; o esto de que le gustaba que la gente supiera mí adopción sobre la que había una identificación entre ambos como clochard, sin raíces ni historia, eran todos elementos de una construcción de mí como personaje. También me encontraba una burguesa y más de una vez me dijo: 'Está bien ser burguesa, pero no ser burguesa y nada más'. Creo que nunca pensó que yo podría escribir este libro con la investigación y profundidad con que lo he hecho.
-En el relato dice que encontró una identidad luego de este libro, que ahora tiene historia. ¿Ha pensado buscar sus raíces en España?
-En el período de la adolescencia lo pensé y de hecho hice numerosos trámites. Hasta conseguí un documento, donde figuro con apellidos supuestos y prácticamente en todos los demás casilleros dice: "Desconocido". Fue muy impresionante. Todo eso me hizo apreciar lo difícil que es definir lo que se adquiere por biología y lo que se adquiere por aprendizaje. Me he preguntado si yo caí azarosamente con ellos, por qué iba a ser capaz de ser lo que fui, o fui lo que fui porque lo aprendí de ellos. Todos estos aspectos validan y revalidan que la adopción relativiza la influencia de la biología y de las vivencias en la relación de un hijo con sus padres. Cuántas veces me pregunté cómo operaban esas determinantes en mí y de tanto preguntarme finalmente me liberé del tema.
-Usted es una persona con gran sentido estético, ¿fue algo que aprendió de ellos?
-Mi padre me guió desde muy pequeña. Rápidamente encontramos ese mundo común. En Madrid, por ejemplo, íbamos los domingos al Rastro, donde rescatábamos objetos especiales, diferentes. Constantemente me llevaba a museos, o veraneábamos en lugares extraordinarios que nos prestaban algunos amigos, como una Villa en Lucca. Conversamos mucho de decoración, claro que en una oportunidad me pidió que yo no comentara que solía hablar con él de estos temas.
-¿Por qué?
-Supongo que prefería no ser vinculado a asuntos que podían asociarse a cuestiones de gusto e, incluso, a veces a homosexualidad.
-¿Lo hablaron alguna vez?
-Nunca. Sin embargo, son cosas que en alguna parte de uno se saben, porque hay señales. Eso no impidió que cuando mi mamá verbalizó el hecho, como se narra en el libro, para mí fuera igualmente doloroso. Me sentí traicionada. ¿Por qué no me lo dijo? Sobre todo que teníamos una relación muy abierta. Ahí una empieza a hacer conexiones, a tener dudas y temores. Me costó reconstruir su imagen, pero veía que él quería a mi madre intensamente y ella lo aceptó y, de cierta forma, todos jugábamos con eso. De alguna manera, eso le quitó esa carga terriblemente pesada.
*Cecilia García-Huidobro es decana Facultad de Comunicación y Letras de la UDP.
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