DE NUESTROS SOCIOS: JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE
Cartas
El Mercurio Jueves 09 de Junio de 2011
Matrimonio homosexual: "El yo y sus ganas"
Señor Director:
Algo que ha caracterizado a los grandes hombres que han construido este país ha sido su inteligencia en saber confirmar y desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna. Así, por ejemplo, el reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos y de muchas otras libertades. Fueron, en buenas cuentas, personas que supieron afirmar los fundamentos de una verdadera sociedad libre manteniendo abiertas la racionalidad y la libertad en sus fundamentos trascendentes, precisamente para evitar que dichas conquistas se autodestruyan, como no obstante debimos lamentar en trágicos momentos de nuestra historia. Tuvieron en realidad muy en vista que la calidad de la vida social y civil -la calidad de la propia democracia- depende en grandísima medida de esa cuestión crucial que es la conciencia, de cómo se la comprende y de qué esfuerzos se despliegan, en varios sentidos, en pro de su buena formación.
Como se ha hecho ver en esta misma página, en un alarde que nada tiene que ver con una actitud de progreso en consonancia con esos cimientos culturales, sino todo lo contrario, con un claro síntoma de decadencia, un grupo de 35 "profesores universitarios", confrontándose no sólo con la tradición cultural y moral de la mayoría de los chilenos y de su historia, sino alzándose contra lo que dictamina la misma biología humana, reclaman para las uniones entre personas homosexuales garantías legales muy parecidas o iguales a las del hombre y la mujer que se unen en matrimonio para tener hijos, educarlos y constituir así una familia.
Si la conciencia, como parecen suponer estos 35 profesores, no es más que una expresión de lo subjetivo -relegándose a ese ámbito la fe religiosa y la tradición moral que son tradicionalmente los elementos más hondos y definitorios de la cultura de un pueblo-, querría decir que tenemos por delante una involución de oscuros presagios. Los siglos -especialmente el pasado siglo XX- están poblados de ejemplos en tal sentido.
No puede además dejar de señalarse, en este caso particular, que resulta profundamente contradictorio y doloroso constatar que más del 30 por ciento de esos "profesores universitarios" hayan invocado su condición de docentes de la Universidad Adolfo Ibáñez, siendo fácil comprobar que pertenecen mayoritariamente a su "Escuela de Gobierno". Tuve el invaluable privilegio de compartir una gran amistad con quien fuera el mentor de la Universidad Adolfo Ibáñez, don Pedro Ibáñez Ojeda, de quien muchos podrán haber discrepado, pero a quien es difícil negarle la condición de ser precisamente uno de esos grandes hombres que han construido el país. Junto con otros, fui invitado por él, en los albores de esa universidad, a trabajar en su propia residencia en largas programaciones con las que buscaba él, declaradamente, dar un sentido espiritual superior a la educación que se impartiera en esa entonces naciente casa de estudios. No lo orientaba a ello un interés económico ni ideológico, sino que -característica inclinación a la apertura mental propia de los grandes hombres- una vocación a formar conciencias en la línea de un creciente desarrollo cultural y del bien común de la patria. Bastaría recordar, en tal sentido, su dedicación de cuerpo y alma a dar vida y a participar personalmente en ese curso que hizo época y que él mismo bautizó con el nombre de "Análisis y Trayectoria de la Sociedad Occidental", que valoraba como un verdadero eje programático.
Paladín en hacer conciencia de las causas que generaron en su tiempo las grandes frustraciones de la libertad y que alcanzaron gravemente a Chile, a don Pedro le preocupaban hondamente las incertidumbres y la carencia de convicción que arrastraban a la sociedad libre a sentirse contrariada con su propia vocación de libertad. Actualísima previsión del nihilismo hoy en boga. Su aprecio por pensadores contemporáneos como Julián Marías y Paul Johnson, por ejemplo, lo ubicaban en las antípodas del permisivismo y de un "despotismo democrático" carente de valores superiores. Liberal de tradición y partido, rechazaba entre tanto la idea de una sociedad entendida como autonomismo fragmentario y ajeno a una herencia histórica, adscrito a un concepto de la ley puramente formalista, extraño a los dictados de la razón y de la tradición.
Sobre la situación que vive el mundo occidental y que alcanza cada vez más a Chile, ya advirtió en frase que se hizo famosa el actual Papa, justo antes de ser elegido: "Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el yo y sus ganas".
Hoy la esperanza de futuro y la única barrera posible contra cualquier especie de dictadura -como a la que podemos estarnos encaminando sin darnos cuenta- pasa por redescubrir la conciencia como lugar de escucha de la verdad y del bien, como luz que hace responsable ante Dios y ante los hombres.
Jaime Antúnez Aldunate
Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile
El Mercurio Jueves 09 de Junio de 2011
Matrimonio homosexual: "El yo y sus ganas"
Señor Director:
Algo que ha caracterizado a los grandes hombres que han construido este país ha sido su inteligencia en saber confirmar y desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna. Así, por ejemplo, el reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos y de muchas otras libertades. Fueron, en buenas cuentas, personas que supieron afirmar los fundamentos de una verdadera sociedad libre manteniendo abiertas la racionalidad y la libertad en sus fundamentos trascendentes, precisamente para evitar que dichas conquistas se autodestruyan, como no obstante debimos lamentar en trágicos momentos de nuestra historia. Tuvieron en realidad muy en vista que la calidad de la vida social y civil -la calidad de la propia democracia- depende en grandísima medida de esa cuestión crucial que es la conciencia, de cómo se la comprende y de qué esfuerzos se despliegan, en varios sentidos, en pro de su buena formación.
Como se ha hecho ver en esta misma página, en un alarde que nada tiene que ver con una actitud de progreso en consonancia con esos cimientos culturales, sino todo lo contrario, con un claro síntoma de decadencia, un grupo de 35 "profesores universitarios", confrontándose no sólo con la tradición cultural y moral de la mayoría de los chilenos y de su historia, sino alzándose contra lo que dictamina la misma biología humana, reclaman para las uniones entre personas homosexuales garantías legales muy parecidas o iguales a las del hombre y la mujer que se unen en matrimonio para tener hijos, educarlos y constituir así una familia.
Si la conciencia, como parecen suponer estos 35 profesores, no es más que una expresión de lo subjetivo -relegándose a ese ámbito la fe religiosa y la tradición moral que son tradicionalmente los elementos más hondos y definitorios de la cultura de un pueblo-, querría decir que tenemos por delante una involución de oscuros presagios. Los siglos -especialmente el pasado siglo XX- están poblados de ejemplos en tal sentido.
No puede además dejar de señalarse, en este caso particular, que resulta profundamente contradictorio y doloroso constatar que más del 30 por ciento de esos "profesores universitarios" hayan invocado su condición de docentes de la Universidad Adolfo Ibáñez, siendo fácil comprobar que pertenecen mayoritariamente a su "Escuela de Gobierno". Tuve el invaluable privilegio de compartir una gran amistad con quien fuera el mentor de la Universidad Adolfo Ibáñez, don Pedro Ibáñez Ojeda, de quien muchos podrán haber discrepado, pero a quien es difícil negarle la condición de ser precisamente uno de esos grandes hombres que han construido el país. Junto con otros, fui invitado por él, en los albores de esa universidad, a trabajar en su propia residencia en largas programaciones con las que buscaba él, declaradamente, dar un sentido espiritual superior a la educación que se impartiera en esa entonces naciente casa de estudios. No lo orientaba a ello un interés económico ni ideológico, sino que -característica inclinación a la apertura mental propia de los grandes hombres- una vocación a formar conciencias en la línea de un creciente desarrollo cultural y del bien común de la patria. Bastaría recordar, en tal sentido, su dedicación de cuerpo y alma a dar vida y a participar personalmente en ese curso que hizo época y que él mismo bautizó con el nombre de "Análisis y Trayectoria de la Sociedad Occidental", que valoraba como un verdadero eje programático.
Paladín en hacer conciencia de las causas que generaron en su tiempo las grandes frustraciones de la libertad y que alcanzaron gravemente a Chile, a don Pedro le preocupaban hondamente las incertidumbres y la carencia de convicción que arrastraban a la sociedad libre a sentirse contrariada con su propia vocación de libertad. Actualísima previsión del nihilismo hoy en boga. Su aprecio por pensadores contemporáneos como Julián Marías y Paul Johnson, por ejemplo, lo ubicaban en las antípodas del permisivismo y de un "despotismo democrático" carente de valores superiores. Liberal de tradición y partido, rechazaba entre tanto la idea de una sociedad entendida como autonomismo fragmentario y ajeno a una herencia histórica, adscrito a un concepto de la ley puramente formalista, extraño a los dictados de la razón y de la tradición.
Sobre la situación que vive el mundo occidental y que alcanza cada vez más a Chile, ya advirtió en frase que se hizo famosa el actual Papa, justo antes de ser elegido: "Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el yo y sus ganas".
Hoy la esperanza de futuro y la única barrera posible contra cualquier especie de dictadura -como a la que podemos estarnos encaminando sin darnos cuenta- pasa por redescubrir la conciencia como lugar de escucha de la verdad y del bien, como luz que hace responsable ante Dios y ante los hombres.
Jaime Antúnez Aldunate
Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile
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