Muy joven, a los 17 años, en Cuba, a principios de 1961, fue condenado a veinte años de presidio
La sexualidad es parte inherente del ser humano. No puede extrañar que el erotismo esté presente en la literatura de todos los tiempos. Algunos textos famosos de este género de la antigüedad son "El arte de amar" de Ovidio, "El Satiricón" de Petronio, el muy conocido "Kama Sutra" que nos viene de la India del Siglo IV, y el no menos célebre "Las mil y una noches" del Medio Oriente, escrito en el Siglo IX, y que trata el tema de la infidelidad.
Todas las inhibiciones del concepto medieval del amor cortés, espiritual, idealizado, que atraviesa la Edad Media, dan un vuelco en el Renacimiento, con obras tan atrevidas como el "Decamerón" de Bocaccio y sus aventuras de monjes seduciendo a monjas en los conventos. La larga historia del erotismo en la literatura nos muestra vaivenes que reflejan las presiones de los valores de la sociedad en distintos momentos así como las complejidades de la sexualidad humana: homosexualismo, lesbianismo, masoquismo, sadismo, prostitución, incesto, violación, adulterio, orgías, machismo, sumisión, ninfomanía, fetichismo, voyerismo, y mucho más.
Algunas obras tienen como tema central diversos aspectos del amor carnal; otras simplemente utilizan el erotismo en algunas escenas. Muchos de los autores causaron grandes controversias, e incluso sufrieron prisión, como el Marqués de Sade y Oscar Wilde. Ya en la segunda mitad del Siglo XX el erotismo en la literatura alcanzó categoría de arte respetado, como lo muestra el premio literario y la serie de novelas publicadas por la Editorial Tusquets en su colección "La sonrisa vertical". Sin embargo, no se ha zanjado del todo la discusión sobre la diferencia entre el erotismo y la pornografía, que para unos se distingue por el uso de un componente artístico en el primero, y una mayor obscenidad en el segundo.
En todo caso, es un campo minado y difícil, en el que Carlos Alberto Montaner ha logrado incursionar con maestría en su reciente novela "La mujer del coronel" (Alfaguaras, 2011). La trama incluye el tema del adulterio de una mujer, pero que a diferencia de Madame Bovary o Lady Chatterley, no siente una pasión enloquecedora por su amante. Por el contrario, Nuria, psicóloga cubana, está enamorada de su marido, el coronel Arturo Gómez, e incluso justifica las relaciones sexuales intrascendentes que el revolucionario cubano haya tenido durante sus misiones internacionales. Lleva dentro un punto difuso de resentimiento por la ausencia del esposo en el peor momento de su vida: la muerte de leucemia de su única hija. Pero no es esto lo que la lleva a la cama del seductor Profesor Martinelli, cuando logra permiso para ir a Roma a impartir una conferencia. En Italia siente la ilusión de la libertad, y una distancia psicológica de su vida en La Habana. Este viaje le permite disfrutar de un apasionante pero breve "affair", que considera no tendrá ni futuro ni consecuencias; y de la visita, en días subsiguientes, también muy corta, de la hermana que no veía hacía décadas, desde que se fue niña de Cuba, con los padres que Nuria no volvió a abrazar. Ambas experiencias son una violación de las reglas del gobierno cubano, que puede no sólo aceptar, sino hasta propiciar las infidelidades masculinas, pero es severo con las femeninas, como lo fue por muchos años con los contactos con familiares que habían "abandonado" el país, y, por consiguiente, traicionado la Revolución. No es de extrañar que la conducta de la psicóloga tenga a la larga un alto precio.
"La mujer del coronel" es un duro reproche al machismo intrínseco de la Revolución y a su intromisión en la vida afectiva y familiar de los cubanos. Es también una excelente novela, con un cuidadoso uso del lenguaje, que sortea hábilmente esa sutil diferencia entre erotismo y obscenidad, crítica y propaganda. El autor muestra gran destreza literaria en el desarrollo psicológico no sólo de los personajes centrales, sino los secundarios, las descripciones de los ambientes, y sobre todo en el manejo de técnicas literarias–cambios de voces narrativas, flashbacks, diálogos superpuestos, suspense, y el final inesperado. "La mujer del coronel" es sin duda un texto erótico, que cuenta, sin embargo, una historia dolorosamente humana y real. La novela de Montaner está destinada a perdurar.
*www.diariolasamericas.com
Todas las inhibiciones del concepto medieval del amor cortés, espiritual, idealizado, que atraviesa la Edad Media, dan un vuelco en el Renacimiento, con obras tan atrevidas como el "Decamerón" de Bocaccio y sus aventuras de monjes seduciendo a monjas en los conventos. La larga historia del erotismo en la literatura nos muestra vaivenes que reflejan las presiones de los valores de la sociedad en distintos momentos así como las complejidades de la sexualidad humana: homosexualismo, lesbianismo, masoquismo, sadismo, prostitución, incesto, violación, adulterio, orgías, machismo, sumisión, ninfomanía, fetichismo, voyerismo, y mucho más.
Algunas obras tienen como tema central diversos aspectos del amor carnal; otras simplemente utilizan el erotismo en algunas escenas. Muchos de los autores causaron grandes controversias, e incluso sufrieron prisión, como el Marqués de Sade y Oscar Wilde. Ya en la segunda mitad del Siglo XX el erotismo en la literatura alcanzó categoría de arte respetado, como lo muestra el premio literario y la serie de novelas publicadas por la Editorial Tusquets en su colección "La sonrisa vertical". Sin embargo, no se ha zanjado del todo la discusión sobre la diferencia entre el erotismo y la pornografía, que para unos se distingue por el uso de un componente artístico en el primero, y una mayor obscenidad en el segundo.
En todo caso, es un campo minado y difícil, en el que Carlos Alberto Montaner ha logrado incursionar con maestría en su reciente novela "La mujer del coronel" (Alfaguaras, 2011). La trama incluye el tema del adulterio de una mujer, pero que a diferencia de Madame Bovary o Lady Chatterley, no siente una pasión enloquecedora por su amante. Por el contrario, Nuria, psicóloga cubana, está enamorada de su marido, el coronel Arturo Gómez, e incluso justifica las relaciones sexuales intrascendentes que el revolucionario cubano haya tenido durante sus misiones internacionales. Lleva dentro un punto difuso de resentimiento por la ausencia del esposo en el peor momento de su vida: la muerte de leucemia de su única hija. Pero no es esto lo que la lleva a la cama del seductor Profesor Martinelli, cuando logra permiso para ir a Roma a impartir una conferencia. En Italia siente la ilusión de la libertad, y una distancia psicológica de su vida en La Habana. Este viaje le permite disfrutar de un apasionante pero breve "affair", que considera no tendrá ni futuro ni consecuencias; y de la visita, en días subsiguientes, también muy corta, de la hermana que no veía hacía décadas, desde que se fue niña de Cuba, con los padres que Nuria no volvió a abrazar. Ambas experiencias son una violación de las reglas del gobierno cubano, que puede no sólo aceptar, sino hasta propiciar las infidelidades masculinas, pero es severo con las femeninas, como lo fue por muchos años con los contactos con familiares que habían "abandonado" el país, y, por consiguiente, traicionado la Revolución. No es de extrañar que la conducta de la psicóloga tenga a la larga un alto precio.
"La mujer del coronel" es un duro reproche al machismo intrínseco de la Revolución y a su intromisión en la vida afectiva y familiar de los cubanos. Es también una excelente novela, con un cuidadoso uso del lenguaje, que sortea hábilmente esa sutil diferencia entre erotismo y obscenidad, crítica y propaganda. El autor muestra gran destreza literaria en el desarrollo psicológico no sólo de los personajes centrales, sino los secundarios, las descripciones de los ambientes, y sobre todo en el manejo de técnicas literarias–cambios de voces narrativas, flashbacks, diálogos superpuestos, suspense, y el final inesperado. "La mujer del coronel" es sin duda un texto erótico, que cuenta, sin embargo, una historia dolorosamente humana y real. La novela de Montaner está destinada a perdurar.
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