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Editor: Neville Blanc

Thursday, January 03, 2013

LA TIPOGRAFÍA COLONIAL EN ARGENTINA

Tipografía colonial de Buenos Aires (1780-1810)

 
Enviado por el Domingo, 7 octubre 2012
 
 
 


El arte tipográfico llegó a Buenos Aires en 1780, cuatro años después de haberse creado el Virreinato del Río de La Plata. Esto sucedió dos siglos y medio después de que México tuviera su primer taller de impresión (1539). Exactamente doscientos años después de la fundación la Ciudad, por Juan de Garay y de la inauguración de la actividad en Lima, destino obligado de las impresiones de la región, antes de la apertura de la imprentas jesuitas de las Misiones Guaraníes (1700) y de la ciudad de Córdoba (1764). La imprenta porteña fue una de las instituciones creadas por el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo junto a otras importantes inauguraciones como la de la Casa de Expósitos, que además de ocuparse de su arriendo fue la que le inspiró su nombre: Real Imprenta de Niños Expósitos, aunque esta denominación cambió en los colofones de los impresos a lo largo de la historia del establecimiento.
Expósitos gozó de Licencia Real para trabajar, pero además, contó con el privilegio de las impresiones hasta más allá de la caída del régimen colonial, es decir tiempo después de la Revolución de Mayo de 1810, más precisamente hasta 1815. Por lo tanto, si hablamos de tipografía colonial en Buenos Aires, hablamos de la que se desarrolló en este establecimiento de imprenta. La producción y el aprovisionamiento del taller fueron atravesados por cuestiones políticas y económicas, y a lo largo de sus administraciones y arriendos –y a pesar de su relación con el Estado–, sufrió numerosos litigios y fue un negocio particular poco rentable para sus diferentes regentes. Siempre se priorizaron los trabajos oficiales —es decir los que tenían que ver con la administración del virreinato— por sobre otros, como los religiosos, periodísticos o sociales.
No tenemos evidencias físicas de las letrerías, muebles y útiles del taller de Expósitos, más que la impronta de su tipografía. Los impresos son el único patrimonio tangible y perdurable de la disciplina tipográfica de tiempos de la colonia, y mediante su análisis, observación y comparación, se transforman en una fuente primaria indispensable para el estudio de la disciplina tipográfica. En este artículo se describen algunos aspectos importantes tenidos en cuenta para esta indagación:
Coyuntura general
El contexto es muy importante en la definición de una serie de momentos o etapas en el desarrollo de la tipografía colonial bonaerense. Las situaciones políticas, económicas, y comerciales, influyeron directamente en la actividad de la Imprenta porteña condicionando su aprovisionamiento y normal funcionamiento. Los comienzos fueron difíciles, pues a las complicaciones de la gestión administrativa, como la de la Licencia Real, debieron sumarse las inherentes a los preparativos del taller, su arriendo, dotación, y la preparación del local. Hasta hubo que ordenar los caracteres que llegaron desde Córdoba, ya que su surtido llegó descabalado y empastelado. La guerra entre España y Francia dificultó el comercio marítimo a fines de siglo XVIII, lo que produjo la falta de materiales indispensables, como el papel. Esto obligó a variar el tipo de soporte con frecuencia. La escasez fue una constante en este período, un condicionante de las composiciones tipográficas y motivo de litigios que hasta impidieron la provisión de letra nueva. El primer pedido se registró en 1784 y motivó la llegada de caracteres en 1790. En 1804, el arrendatario Juan José Pérez solicitó la rebaja del cánon por la condición en que se encontraban las letrerías, cosa que finalmente se le concedió.
Las Invasiones Inglesas son otro punto importante, por un lado por lo “febril” de la producción oficial, y por otro, porque permitió la llegada de la prensa inglesa y sus materiales, a fines de 1807. Todo esto se trasladó a los impresos, ya que la composición se realizó con material defectuoso, se mezclaron diferentes cuerpos en una misma obra, y esto generó un verdadero “estilo” en las composiciones. Se alteró la frecuencia de las entregas, como cuando debieron interrumpirse las ediciones del Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico y el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio en 1802, y algunas obras se tuvieron que imprimir por partes, como es el caso de El contrato social de Jean-Jacques Rousseau, en 1810.



Origen, cantidad y grados llegados
En Buenos Aires no se fundió tipografía hasta 1865 [1]. Los accesorios tipográficos debieron importarse, recurriendo primero a gestores y luego a casas introductoras, por lo tanto, es importante comprobar el origen de las letrerías. Podemos señalar distintas llegadas de caracteres en tiempos de la colonia:
Las letras venidas de Córdoba en 1780, habrían llegado desde Génova en 1764, los primeros bibliógrafos no pudieron ponerse de acuerdo en este punto, ya que señalaron a España, salvo Guillermo Furlong, que presentó el trabajo de Adolfo Luis Ribera[2] donde se comprueba que el jesuita Carlos Gervasoni obtuvo la prensa y accesorios en Italia. Si bien aún no hemos podido encontrar coincidencias en muestras italianas, tampoco hallamos estas tipologías en los muestrarios españoles. La ausencia de acentos agudos en las composiciones (que se reemplazaron por graves), podría ser una evidencia de un origen no hispano.
El primer surtido que llegó al taller directamente desde Europa, es el venido desde Madrid en 1790. La gestión estuvo a cargo de José Calderón y se llegó en la fragata San Francisco de Paula. Montevideo fue el siguiente proveedor de tipografía en 1807, pues desde allí vinieron los materiales de la Estrella del Sur, la imprenta establecida durante las Invasiones Inglesas al Río de la Plata. Sus letras, de origen británico, llegaron al puerto de Buenos Aires a bordo de la balandra Copiango. A fines de 1809, en el bergantín Nuestra Señora del Carmen, llegó nueva letra desde España. El suplemento del Correo de Sevilla del lunes 11 de septiembre, decía al respecto:
“Habiendo llegado de la península la copia necesaria de letra para el surtido de esta imprenta (…) se advierte que en lo sucesivo se procurará desempeñar la impresión del mejor modo y a los precios más equitativos que sean compatibles con los costos de su administración”.[3]
Hasta el momento no encontramos recibos ni constancia de la llegada de caracteres, donde se consigne su origen, calidad ni cantidad, pero para intentar establecer el volumen venido, recurrimos a las fuentes secundarias, especialmente a los inventarios levantados en la Imprenta. Gracias a ellos, pudimos determinar que:
en 1780 llegaron de Córdoba alrededor de 1.300 k de tipos; en 1790, casi 300 k; en 1807, unos 450 k; y en 1809, prácticamente 1.000 k.; lo que totalizó en 1810, más de 3.000 k de letra.
alrededor de un 30% correspondiente a los grados menores ya era inservible en 1799.
los tamaños de los tipos del período fueron: parangona, atanasia, glosilla, texto, entredós, “menuda” y “de misal” (en redonda y cursiva); lectura gorda, mayúsculas (para titulares) y viñetas.
si bien no sabemos a qué grados correspondieron los caracteres venidos de Montevideo, a todo el surtido lo llamaron de acuerdo a su origen: “inglesa”.
lo venido en 1809 no agregó nuevos tamaños, sino que correspondió a reposiciones. La última entrega de los tiempos coloniales constó de letra parangona, de texto, atanasia, y de lectura, además de titulares, viñetas y otros adornos.

Inventarios
Grados
1780
1799
1804
1809
Parangona redonda
8.30
5.50
7.10
Parangona bastardilla
4.15
5.50
5.16
Atanasia redonda
7.50
5.50
Atanasia bastardilla
4.50
4.80
Misal redonda
5.80
5.15
5.22
Lectura gorda vieja
4.14
4.10
Glosilla redonda
6.80
6.16
Glosilla bastardilla
3.50
3.30
Menuda vieja
7.23
11.2
8.90
Menuda bastardilla
8.90
5.24
5.14
Entredós redonda
6.00
5.70
Entredós bastardilla
6.13
4.13
Mayúsculas de dos puntos
4.12
4.90
De misal bastardilla y viñetas
5.40
5.12
Llegada en 1790
25.87
“Inglesa” llegada en 1807
40.17
Llegada en 1809
88,20
Inservibles
Glosilla y entredós
14.12
14.56
Texto viejo
12.21
14.62
Lectura, gorda y menuda nueva
28.17
31.36
Sin especificar grado
111.10
112.51
Total
111.10
136.97
136.84
272.40

Peso expresado en arrobas (aproximado pues se pesaban con sus cajas y luego se restaba el promedio del peso de una de estas). La arroba equivalía a 11,502 k. El nombre de los grados corresponde a la nomenclatura antigua española.
Taxonomía tipográfica
En Buenos Aires encontramos redondas y cursivas garaldas desde 1780 hasta 1807, siendo sus caracteres numerales no alineados (elzevirianos). A partir de la llegada de la imprenta británica se incorporan redondas y cursivas didonas, con números alineados. Con respecto a las letras capitulares, en los tipos venidos de Córdoba encontramos un único modelo con letras romanas blancas, sombreadas, con marco doble, y fondo con elementos vegetales estilizados y con relleno ashurado. Éstas, que recuerdan a las capitulares de corte veneciano, solo están presentes en los primeros impresos bonaerenses. Más adelante se utilizaron como capitales letras de grados mayores.
Finalmente, a partir de la administración de Agustín Donado, se usó como capitular una romana ornamentada (floreada), y también como titular, jerarquía antes compuesta con tipos de los grados mayores. Encontramos también gran cantidad de ornamentos tipográficos, utilizados precisamente como elementos decorativos, en forma individual para identificar tipos de impresos, o agrupados, en forma lineal conformando guardas, en cuadrilongo, e incluso combinados para formar imágenes.
Identificamos diferentes tipologías: abstractos (como cruces, estrellas, filetes); figurativos (florales y vegetales, manos, soles); diseños especiales para guardas, etcétera. Hacia fines del período colonial se utilizaron en menor medida.



De Córdoba, llegó además, una serie de grabados para calcografía de corte religioso que se utilizaron en la primera etapa. Cuando la Imprenta necesitó de grabadores, recurrió a carpinteros y plateros que pudieran hacer algunos motivos, ya que no existía quien ejerciera el oficio en la Ciudad. Pero Expósitos no se caracterizó por el uso extensivo de grabados.
Comparación con muestrarios
Los catálogos, especímenes o muestras de letras, son fuentes indispensables para el estudio y la identificación de la tipografía, tarea a lo que estoy abocado en la actualidad. Próximamente publicaré un trabajo al respecto. Aún no pudimos ubicar la primera tipografía llegada a la Ciudad, lo que sin lugar a dudas ayudaría a establecer su origen. Pero sí se hallaron coincidencias, especialmente en los tipos ornamentales que comenzaron a decorar los impresos a partir de 1790 y no estuvieron presentes en Córdoba y Buenos Aires, en los muestrarios de Antonio Espinosa de los Monteros, de 1780, y los de la Real Biblioteca de Madrid, de 1787 y 1788. Marina Garone afirma que en el Catecismo de doctrina christiana en guarani y castellano, de Joseph Bernal, impreso en Buenos Aires en 1800, se utilizaron letras y ornamentos de Espinosa de los Monteros, cosa que he podido comprobar. [4] Varios grados de letra y diversos ornamentos de este punzonista se encuentran en la producción del taller, especialmente a partir de la publicación de los primeros periódicos, desde 1801. Otro de los más destacados tipógrafos españoles también está presente en Buenos Aires a través de sus letrerías: Jerónimo Antonio Gil. Un claro ejemplo es la “letura” –que aparece en el catálogo de 1788 como n° 23.
La letra floreada que aparece en los impresos de Donado en 1810, fue ubicada en el Manuel Typographique de Pierre Simon Fournier, de 1764, y también en los mencionados especímenes de los años 1787, 1788 y 1799. Todavía no podemos saber si llegó a Buenos Aires en 1809, o simplemente, si los anteriores administradores no la tuvieron en cuenta en sus composiciones.



Tipo de impresos
Ya mencionamos que siempre se priorizaron los trabajos de corte oficial, aunque desde los comienzos se realizaron impresos de distintos géneros:

religiosos, (especialmente para la venta en la tienda)
educativos (tablas de contar, cartillas y catones)
sociales (como almanaques, convites, papeletas, y afiches)
La llegada de letra de 1790 sirvió para producir obras más extensas. Fue el tiempo de los libros, aunque la Imprenta no se caracterizó por este tipo de trabajo.



En 1801 se inicia la producción de los primeros periódicos locales, si bien antes había impreso algunos noticieros. Durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, los impresos serán puramente de corte oficial, y relacionados con el tema. A partir de 1808, los impresos fueron fundamentalmente oficiales y extractos de noticias con fines propagandísticos, y las temáticas principalmente políticas, referentes a la corona española y el virreinato.
Sobre las composiciones
En el período colonial, los impresos de Buenos Aires poseen un estilo netamente barroco. Desconocemos si los componedores porteños conocían los manuales o tratados españoles sobre tipografía, como el de Alonso Víctor de Paredes (c.1680), o simplemente se inspiraron en los impresos que llegaban al Río de la Plata –o los americanos– para definir sus composiciones de acuerdo al criterio de cada regente, pero podemos apreciar que optaron por el diseño español. Los ornamentos parecen funcionar como un “termómetro”, indicándonos diferentes niveles de complejidad en la portadas, siendo las más recargadas las antiguas. Desde fines de 1807, los impresos fusionaron los tipos antiguos con los modernos llegados de Montevideo, y lentamente se incorporaron elementos neoclásicos.



De la interpretación del inventario de 1809, puede deducirse que cada prensa (la antigua y la inglesa) tenía su surtido de caracteres y accesorios, lo que puede corroborarse mediante la comparación de impresos de la misma época. Los formatos de a folio, medio, cuarto, octavo y doceavo de los comienzos, salieron del pliego de 31 por 43 centímetros. La incorporación de la prensa inglesa, con una platina de mayor tamaño, permitió imprimir a tamaños mayores.
A modo de conclusión
Hemos hecho un breve recorrido a través de la historia de la tipografía colonial argentina y seguramente nos haremos muchas preguntas a las que todavía debemos respuestas. Las fuentes secundarias son un punto de partida para nuevas indagaciones y miradas específicas, pero pudimos comprobar que carecen de muchos aspectos técnicos de la disciplina tipográfica. La ubicación de documentos que aún existan en los acervos nacionales y colecciones particulares, y la señalización y catalogación de documentos impresos servirán como fuente primaria para ampliar esta investigación. Los aportes interdisciplinarios, como los de los especialistas en tipografía, historiadores, e incluso arqueólogos, son indispensables para este proceso que hemos encarado a fines de conocer en profundidad la historia y la cultura de la comunicación visual nacional.


Fabio Ares
DG Patrimonio e Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires / Facultad de Bellas Artes, Universidad Nacional de La Plata

Parte del texto de la conferencia “La tipografía colonial de Buenos Aires a través de los impresos de la Real Imprenta de Niños Expósitos. 1780-1810”, brindada en la Biblioteca Nacional Argentina, el 30 de julio de 2012.
NOTAS
1 El primer establecimiento de fundición de tipos se le atribuyó Alejandro Bernstein precisamente en ese año, según consta en Hortelano, Benito, Manual de Tipografía para Uso de los Tipógrafos del Plata, Buenos Aires, Antiguo Impresor y Editor de Madrid y Buenos Aires, 1864, p. 85. (Col. Biblioteca de Maestros)
2 Ribera Adolfo Luis, Estudios, T. 35, Buenos Aires, 1946, p. 447.
3 Guillermo Furlong en Historia y Bibliografía de las Primeras Imprentas Rioplatenses. 1700-1850, Tomo I, Buenos Aires, Guarania, 1953, p. 236-237.
4 Garone Gravier, Marina, “La influencia de la Imprenta Real Española en América: el caso de México”, en Imprenta Real Fuentes de la tipografía Española, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Dirección de Relaciones Culturales y Científicas, 2009, pp. 87-102.
5 Transcripción del último párrafo de “La Imprenta en Misiones” de José Toribio Medina, aportado por Guillermo Furlong en op. cit, p. 93.
FUENTES
Bibliográficas:
Ares, Fabio Eduardo, Expósitos. La tipografía en Buenos Aires. 1780-1824, Buenos Aires, DGPeIH, 2010.
Biblioteca Nacional, La estrella del sur. The southern star. Montevideo. 1807, Buenos Aires, 2007.
Biblioteca Real, Caracteres de la Imprenta Real, Madrid, 1788.
Biblioteca Real, Muestras de los nuevos punzones para la letra de imprenta executados por orden de S. M. y de su caudal destinado a la dotación de su Real Biblioteca, Madrid, 1787.
Biblioteca Real, Muestras de los punzones y matrices de la letra que se funden en el obrador de la Imprenta Real, Madrid, Joaquín Ibarra, 1799.
Canter, Juan, “Datos para la historia de las imprentas de Niños Expósitos y del Estado”, Boletín de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, Tomo VIII, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1930.
Corbeto, Albert, Especímenes tipográficos españoles. Catalogación y estudio de
las muestras de letras impresas hasta el año 1833, Madrid, Calambur, 2010.
Dirección General Patrimonio e Instituto Histórico, Ciudad de Buenos Aires. Un recorrido por su historia, 2ª ed., Buenos Aires, DGPeIH, 2009.
Espinosa de los Monteros, Antonio, Fundición de caracteres de imprenta, cuyos punzones, y matrices grava D. Antonio Espinosa Academico de merito de la de S. Fernando, gravador principal de la Real Casa de Moneda de la ciudad de Segovia, y Director de la Escuela de Dibujo de dicha ciudad, Segovia, 1780.
Furlong Cardiff, Guillermo S.J., Historia y Bibliografía de las Primeras Imprentas Rioplatenses. 1700-1850, Tomo I, Buenos Aires, Guarania, 1953.
Fournier, Pierre Simon, Manuel Typographique, París, 1766.
Garone Gravier, Marina, Breve introducción al estudio de la tipografía en el libro antiguo. Panorama histórico y nociones básicas para su reconocimiento, México, Biblioteca Lafragua-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla-Biblioteca Histórica del Colegio Preparatoriano de Xalapa-Asociación Mexicana de Bibliotecas e Instituciones con Fondos Antiguos, 2009.
Garone Gravier, Marina, “La influencia de la Imprenta Real Española en América: el caso de México”, en Imprenta Real Fuentes de la tipografía Española, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Dirección de Relaciones Culturales y Científicas, 2009.
Garone Gravier, Marina, “Elecciones tipográficas: algunos aspectos teóricos e históricos de una selección no natural”, Tipo elige tipo, Madrid, Tipo e, 2011.
Medina, José Toribio, La imprenta en el antiguo virreinato del Río de la Plata, Anales del Museo de La Plata, La Plata, Talleres del Museo de La Plata, 1892.
Nadal Badal, Oriol, Manuales tipográficos para compositores, correctores e impresores, Madrid, Unico, 2011.
Documentales:
Impresos originales de la Dirección General Patrimonio e Instituto Histórico y Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio de Saavedra, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; Biblioteca del Museo Mitre, Secretaría de Cultura de la Nación; Biblioteca de la Universidad de La Plata.
IMÁGENES
1. Tipos antiguos y modernos (Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio de Saavedra)
2. El primer periódico de Buenos Aires (Documento 21.1.24, Biblioteca del Museo Mitre, Buenos Aires)
3. Impreso de tiempo de la Invasiones Inglesas con guarda de tipos ornamentales (Documento N° 204, Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio de Saavedra)
4. Breviario floreado aparecido en el Manuel Typographique de Pierre Simon Fournier, de 1764, y también en los catálogos madrileños de la imprenta de la Real Biblioteca de los años 1787, 1788 y 1799 (Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio de Saavedra)
5. Portada de libro a dos tintas (Documento 8.2.12, Biblioteca del Museo Mitre, Buenos Aires)
6. Incorporación de la letra “inglesa” (Documento N° 472, Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio de Saavedra)



[1] El primer establecimiento de fundición de tipos se le atribuyó Alejandro Bernstein precisamente en ese año, según consta en Hortelano, Benito, Manual de Tipografía para Uso de los Tipógrafos del Plata, Buenos Aires, Antiguo Impresor y Editor de Madrid y Buenos Aires, 1864, p. 85.
[2] Ribera Adolfo Luis, Estudios, T. 35, Buenos Aires, 1946, p. 447.
[3] Guillermo Furlong en Historia y Bibliografía de las Primeras Imprentas Rioplatenses. 1700-1850, Tomo I, Buenos Aires, Guarania, 1953, p. 236-237.
[4] Garone Gravier, Marina, “La influencia de la Imprenta Real Española en América: el caso de México”, en Imprenta Real Fuentes de la tipografía Española, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Dirección de Relaciones Culturales y Científicas, 2009, pp. 87-102.
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5 Comentarios

  • Marcelo J. Pizarro comentó el 8 octubre 2012 a las 2:16 : Felicitaciones y gracias. Muy buen trabajo, es muy importante el tema.
    Vértiz instaló la imprenta con la finalidad de que la misma proveyera ingresos adicionales para el sostenimiento de la Casa de los Niños Expósitos, luego llamada Casa Cuna y en la actualidad Hospital de Niños Pedro de Elizalde. Las fuentes tipográficas ya no existen, pero gracias a su aporte se continúa imprimiendo la historia de buena parte de la niñez argentina.
    Marcelo Pizarro
    Licenciado en Museología UMSA
    Programa Historia y Patrimonio Cultural de la Salud
    Dirección Programas Centrales
    Ministerio de Salud GCBA
  • Fernando Salvati comentó el 9 octubre 2012 a las 15:33 : Excelente trabajo. Una investigación de importancia para el conocimiento tipográfico y como se desarrollaba la imprenta y la comunicación en Buenos Aires.
    Fernando Salvati
    Editor – Facultad de Filosofía y Letras
    Universidad de Buenos Aires
  • Fabio Ares comentó el 9 octubre 2012 a las 15:51 : A veces resulta fácil, y cómodo, pensar que la publicación de un libro coincide con la finalización de un trabajo… en mi caso a resultado completamente lo contrario, pues la publicación de mi obra sobre la Imprenta de Expósitos, me ha hecho aprender, madurar como investigador, y ha generado en mi persona el compromiso de profundizar la experiencia con el objetivo de hacer aportes sustanciales y específicos a la temática.
    Algo de esto pudo verse en la presentación que hice en la Biblioteca Nacional Argentina (este texto fue extractado de allí), y mucho más podrá verse próximamente, cuando esté en condiciones de compartir los hallazgos que estoy haciendo por estos tiempos.
    Por lo tanto puede decirse que este camino recién comienza…
    Además de agradecer a José Ramón Penela por esta publicación, hago público mi agradecimiento a todos los que apoyan mi tarea, a mi consejera y compañera de ruta Marina Garone, al colega Albert Corbeto, y a los docentes argentinos Silvia González, Pablo Cosgaya, Miguel Catopodis y Alejandra Carbone.
    Un abrazo.
  • Eugenia Olavarria comentó el 19 octubre 2012 a las 14:11 : Excelente trabajo, es cierto lo que dices, cuando se empieza a investigar se toma conciencia que hay mucho más por descubir todavía, y son las cosas simples esas pequeñas anecdotas las que enriquecen mucho más la historia y le dan un merecido merito a los tremendos emprendimientos de personas que tuvieron que enfrentanrse a dificultades cotidianas, que no solo representaban a diferentes sectores de la sociedad, si no que provenían de diferentes culturas, con diferentes posiciones que con ingenio impactaron desde la comunicacion en su epoca a nuestros días, es un muy importante aporte los felicito.
  • Uriel comentó el 8 noviembre 2012 a las 4:20 : Ustedes nunca dejan de sorprenderme.
    Sigo su página desde hace más de 3 años
    y sigo encontrando cosas tan exquisitas como ésta.
    Que gran trabajo hace.
    Felicidades!!

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