DE NUESTROS SOCIOS: LUIS EUGENIO SILVA
La Segunda Jueves 11 de Julio de 2013
Indignados, crisis y realismo
El movimiento de indignación parece
recorrer a gran parte del mundo. Las razones de ella varían:
económicas, políticas, raciales, de minorías religiosas y de acceso a la cultura
y educación. Lo que sí parece es que la solución a las peticiones y sentimientos
en rebeldía no se va a dar pronto, ya que el movimiento, con sus diversas
causas, ha llevado a crear un sentimiento de crisis, que es real y que se
extiende rápidamente.
Es
interesante revisar las crisis del Imperio Romano y ver cómo, poco a poco, la
anarquía política, el caudillismo, la demagogia, la carestía de la vida y la
riqueza inmensa de unos pocos y la miseria de muchos, y la decadencia de la
religión oficial llevaron a la crisis completa del imperio. Siempre se
encuentran similitudes en las situaciones del pasado con el presente, ya que es el mismo
ser humano el que vive y debe enfrentarse con la realidad que es tan variada y
que presenta situaciones inéditas.
Tal vez
una de las causas de la rebeldía y del descontento se debe al querer tenerlo todo
de inmediato y el pensar que se debe todo a todos sin esfuerzo y sin los deberes
que todo derecho implica. Esto no quiere decir que se deba estar indiferente
ante las flagrantes injusticias que presenta el mundo desarrollado y en especial
el subdesarrollado.
Otra de
las causas que se advierten tras el movimiento de los indignados es la
constatación de la crisis valórica en la que se encuentra gran parte de
Occidente, y que en los grupos dirigentes y en especial en sectores de los
políticos y conductores de la sociedad es evidente. No se les cree y se ve en
ellos sólo a oportunistas que usan el poder para sus fines particulares y/o para
los de sus grupos de influencia. Son ellos mismos los que, empleando la
demagogia, presentan soluciones utópicas, pero que ante la desesperación pueden
ser aceptadas o creídas por las masas
indignadas.
Se podrá
argumentar que siempre ha sido así y encontrar ejemplos hasta en la misma Grecia
clásica, como lo
muestran las comedias de Aristófanes. Pero hoy la cosa no es la
misma.
Los
ciudadanos se sienten empoderados y saben que su fuerza es real. Veamos el
complejo caso egipcio reciente, que derroca por la fuerza militar a un gobierno
legítimo, y que es recibido con júbilo por los
indignados.
El
cristianismo, que ha vivido y vivirá crisis, desde el siglo XIX ha pretendido
presentar caminos de solución o, para ser más exacto, principios que pueden ser
aplicados, con su Doctrina Social, que no es una doctrina económica determinada,
pero que ilumina con los principios del bien común a los sistemas sociales
económicos y culturales. Cree que el bien común ha de ser la real motivación que
debiera conducir a los que dirigen la sociedad. Ello, unido a los valores
genuinos humanos y naturales y al sentido de la justicia, podrá restablecer la
confianza en la política y en los políticos, y se podrá trabajar en la solución
de los complejos problemas que presenta y crea la sociedad
moderna.
Se viven
momentos tensos en diversas partes de Occidente, como también en Chile . La verdad, el sentido de
justicia y de la realidad es lo que debiera ocupar a todos los miembros de la
sociedad, y en especial a los conductores de lo público y privado, y así
re-despertar un sentimiento de solidaridad entre todos, buscando las reales
soluciones de los diferentes problemas de la
sociedad.
Se podrá
pensar que es utopía lo escrito y que el verdadero motor del hombre es el egoísmo.
Lo ha postulado más de algún filósofo, economista o pensador. Pero la religión
cristiana, a pesar de sus debilidades y crisis, apuesta por el ser humano que es
capaz de vencer el egoísmo y que puede construir una sociedad justa, no al modo
de un platonismo o de la utopía de Tomás Moro, sino que siguiendo los principios
que Cristo, su Fundador, hace más de dos mil años, difundió en la lejana y
desconocida Galilea.
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