SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Editor: Neville Blanc

Friday, July 12, 2013

DE NUESTROS SOCIOS: LUIS EUGENIO SILVA

 
 
Silva, Luis Eugenio


La Segunda Jueves 11 de Julio de 2013



Indignados, crisis y realismo
El movimiento de indignación parece recorrer a gran parte del mundo. Las razones de ella varían: económicas, políticas, raciales, de minorías religiosas y de acceso a la cultura y educación. Lo que sí parece es que la solución a las peticiones y sentimientos en rebeldía no se va a dar pronto, ya que el movimiento, con sus diversas causas, ha llevado a crear un sentimiento de crisis, que es real y que se extiende rápidamente.

Es interesante revisar las crisis del Imperio Romano y ver cómo, poco a poco, la anarquía política, el caudillismo, la demagogia, la carestía de la vida y la riqueza inmensa de unos pocos y la miseria de muchos, y la decadencia de la religión oficial llevaron a la crisis completa del imperio. Siempre se encuentran similitudes en las situaciones del pasado con el presente, ya que es el mismo ser humano el que vive y debe enfrentarse con la realidad que es tan variada y que presenta situaciones inéditas.

Tal vez una de las causas de la rebeldía y del descontento se debe al querer tenerlo todo de inmediato y el pensar que se debe todo a todos sin esfuerzo y sin los deberes que todo derecho implica. Esto no quiere decir que se deba estar indiferente ante las flagrantes injusticias que presenta el mundo desarrollado y en especial el subdesarrollado.

Otra de las causas que se advierten tras el movimiento de los indignados es la constatación de la crisis valórica en la que se encuentra gran parte de Occidente, y que en los grupos dirigentes y en especial en sectores de los políticos y conductores de la sociedad es evidente. No se les cree y se ve en ellos sólo a oportunistas que usan el poder para sus fines particulares y/o para los de sus grupos de influencia. Son ellos mismos los que, empleando la demagogia, presentan soluciones utópicas, pero que ante la desesperación pueden ser aceptadas o creídas por las masas indignadas.

Se podrá argumentar que siempre ha sido así y encontrar ejemplos hasta en la misma Grecia clásica, como lo muestran las comedias de Aristófanes. Pero hoy la cosa no es la misma.

Los ciudadanos se sienten empoderados y saben que su fuerza es real. Veamos el complejo caso egipcio reciente, que derroca por la fuerza militar a un gobierno legítimo, y que es recibido con júbilo por los indignados.

El cristianismo, que ha vivido y vivirá crisis, desde el siglo XIX ha pretendido presentar caminos de solución o, para ser más exacto, principios que pueden ser aplicados, con su Doctrina Social, que no es una doctrina económica determinada, pero que ilumina con los principios del bien común a los sistemas sociales económicos y culturales. Cree que el bien común ha de ser la real motivación que debiera conducir a los que dirigen la sociedad. Ello, unido a los valores genuinos humanos y naturales y al sentido de la justicia, podrá restablecer la confianza en la política y en los políticos, y se podrá trabajar en la solución de los complejos problemas que presenta y crea la sociedad moderna.

Se viven momentos tensos en diversas partes de Occidente, como también en Chile. La verdad, el sentido de justicia y de la realidad es lo que debiera ocupar a todos los miembros de la sociedad, y en especial a los conductores de lo público y privado, y así re-despertar un sentimiento de solidaridad entre todos, buscando las reales soluciones de los diferentes problemas de la sociedad.

Se podrá pensar que es utopía lo escrito y que el verdadero motor del hombre es el egoísmo. Lo ha postulado más de algún filósofo, economista o pensador. Pero la religión cristiana, a pesar de sus debilidades y crisis, apuesta por el ser humano que es capaz de vencer el egoísmo y que puede construir una sociedad justa, no al modo de un platonismo o de la utopía de Tomás Moro, sino que siguiendo los principios que Cristo, su Fundador, hace más de dos mil años, difundió en la lejana y desconocida Galilea.

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