GABRIEL SALAZAR Y AC
Verbal, Valentina
Asamblea Constituyente o “Walking Dead”
La Segunda 7 de agosto de 2013
Asamblea Constituyente o “Walking Dead”
La Segunda 7 de agosto de 2013
El historiador Gabriel Salazar
propone un “procedimiento” para realizar una Asamblea Constituyente, que tiene
dos características principales: a) es una instancia “de abajo hacia arriba”, y
b) es extra-institucional. Se trata, según Salazar, de seguir los ejemplos de
las comunidades de Freirina, Magallanes y Aysén.
El
historiador rechaza el voto individual —que significó un gran avance en nuestra
historia electoral, en sustitución del voto acumulativo— que implica, según
Salazar, un “agregado de números” que apunta a desmovilizar la deliberación
surgida desde la base. Según Salazar, a partir de la coordinación de distintas
asambleas locales, que deliberan sobre problemas específicos, se crearía una
Asamblea Constituyente.
El
carácter extra-institucional de su propuesta implica que ésta funcionaría sin la
participación de la “vieja cultura parlamentarista” (políticos profesionales,
partidos, etc.); y fuera de lo que él llama “mecanismos leguleyos” (como plebiscitos). En
otras palabras —aunque Salazar no lo dice—, la Asamblea Constituyente sería una
institucionalidad de facto. Para Salazar, todas las instituciones públicas y
legales son ilegítimas, por lo que un poder constituyente popular debe,
necesariamente, excluirlas de plano . Para fundamentar esta postura (a
diferencia de partidos como el Radical y
Comunista, principalmente) rechaza experiencias comparadas de asambleas
constituyentes, como las de Colombia , Venezuela ,
Ecuador y Bolivia.
Considerando el carácter excéntrico y antidemocrático de lo
propuesto, la idea de una Asamblea Constituyente —que la llamada “Nueva Mayoría”
ya descartó— me recuerda la serie de televisión “Walking Dead”, donde quienes no
han sido contagiados por algún zombi y luchan por vivir en paz, trabajar, y
construir un futuro, se ven constantemente amenazados por muertos caminantes.
La AC en
sí misma se parece a esos caminantes atormentados. No está muerta, pero agoniza.
No solamente se yergue como una amenaza incierta,
sino como una
idea grotesca, en buena medida por su falta de realismo frente a lo que otro
historiador, Bernardino Bravo, llama “constitución histórica”. Constitución
anterior a la de Pinochet, que viene desde la formación del Estado chileno
autónomo. Nadie, por ejemplo, puede decir que la institución Presidente de la
República fue una creación de Jaime Guzmán. Ni siquiera su carácter reforzado.
Obviamente que
en la Carta del 80 subsisten elementos originales, más o menos discutibles. Pero
ninguno de ellos lleva a concluir ipso facto la
necesidad de una nueva Constitución ni menos a través del agónico mecanismo de
una Asamblea Constituyente.
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