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Editor: Neville Blanc

Saturday, March 01, 2014

un libro titulado Conversando con Sebastián Piñera, de Mauricio Rojas

Piñera según Piñera

Una serie de entrevistas realizadas en 2013 son la base del libro Conversando con Sebastián Piñera, del historiador Mauricio Rojas y que será publicado por La Tercera Ediciones y Planeta. En él, el Mandatario repasa su vida personal y política y -a poco más de una semana de dejar La Moneda- anuncia que “no quiero ser un ex”.
por Gloria Faúndez H.

http://diario.latercera.com/2014/03/01/01/contenido/reportajes/25-158886-9-pinera-segun-pinera.shtml
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Durante un largo viaje a Tailandia -en octubre de 2013-, el Presidente Sebastián Piñera leyó el borrador de un libro titulado Conversando con Sebastián Piñera, de Mauricio Rojas.
El texto es -en rigor- una casualidad, según comentó el propio autor a Reportajes. Rojas, un historiador y ex diputado radicado en Suecia, viajó a Santiago con el objetivo de escribir “sobre el primer gobierno que no era de izquierda desde el retorno a la democracia”. Su interés era realizar un análisis político de la primera administración de derecha desde 1989, pero el autor quedó impresionado con la historia personal y política del Mandatario y decidió hacer un libro adicional en el que Piñera hace un largo repaso de sus vivencias.
Fueron siete las conversaciones de Rojas con el Presidente, realizadas entre marzo y septiembre de 2013 -la primera de ellas, el jueves 28 de marzo, en el Palacio de Cerro Castillo- y que sirven de base al relato en que Piñera revela episodios de su infancia, juventud y su vida política.
El texto, publicado por La Tercera Ediciones y Planeta, será presentado el jueves 6 por el rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Andrés Benítez, y el filósofo y columnista de La Tercera Max Colodro. Aquí, un adelanto de algunos de sus capítulos.

“Vivimos en Nueva York desde fines de 1950 hasta el 53 (...). Vivíamos en un departamento muy pequeño, sin aire acondicionado y me acuerdo que mi madre nos metía a los cuatro hermanos en una tina con cubos de hielo y ese era nuestro aire acondicionado en Nueva York. También nos sacaba a pasear al Central Park, porque vivíamos cerca, y para no perder a ninguno de los cuatro niños compró unas correas para perros y nos ponía a cada uno un arnés con unas tiras de cuatro metros de largo. Así salíamos a pasear y nuestro mundo de libertad eran los cuatro metros de longitud de la correa”.
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“Recuerdo que nuestro padre nos hacía a veces competir en conocimientos. Nos preguntaba por los Presidentes del mundo, las capitales, nos interrogaba sobre historia y mucho sobre la revolución francesa, que para él era un tema central, y sobre la cultura de ese país. Por tanto, había una cierta competitividad entre nosotros”.
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“En una oportunidad trabajamos de mozos de restaurant y un banquero chileno muy connotado y conocido nos vio sirviendo las mesas y llamó a mi padre diciéndole que él no toleraba la ignominia y la vergüenza de ver a los hijos del embajador de Chile sirviendo como mozos en un restaurant de Wall Street. Pero a mi padre le parecía perfectamente natural y, al revés, lo veía con simpatía”.
“Yo trabajaba habitualmente con mi hermano Pablo (en Estados Unidos) y un día fuimos a una tienda de artefactos eléctricos, musicales y electrónicos muy conocida en Nueva York. Era la noche de Navidad y nos encontramos con el dueño de la tienda que era un cubano y nos dijo que iba a aprovechar los meses de enero y febrero para cambiarse a otra tienda que quedaba a unas diez cuadras de distancia. Le preguntamos como iba a hacer la mudanza. ‘Estoy pensando en contratar una empresa’, nos dijo. Y con mi hermano Pablo le dijimos: ‘¿Sabe? nosotros somos la empresa, nosotros vamos a cambiarlo’. Compramos un diablo de carga, uno de esos carros de arrastre con ruedas a los lados y otro con ruedas de patines, y así comenzamos. Llegábamos todos los días a las seis de la mañana y nos íbamos como a las doce de la noche y lo único que hacíamos era cargar refrigeradores, televisores, hornos, equipos de música en los carros que habíamos comprado y empujábamos por la calle (...). Nos dedicamos a ello desde el día de Pascua hasta el 10 de marzo, cuando teníamos que volver a Chile por las clases. Así nos hicimos una pequeña fortuna”.
“Recuerdo que mi mujer siempre me decía: ‘Tienes que estar más en la casa, tus hijos te necesitan, tienes que compartir sus grandes acontecimientos, sus primeras comuniones, sus reuniones escolares’. Pero a mí lo que me hizo despertar no fueron esas quejas permanentes de mi mujer, sino lo que ocurrió una noche, cuando uno de mis hijos había recibido un premio y yo llegué, como siempre, muy tarde a casa y me encontré con un papelito en la almohada, firmado por mi mujer y mis cuatro hijos, que decía: ‘Papá, no te preocupes, ya nos acostumbramos a vivir sin ti’. Eso para mí fue un golpe tremendo, más fuerte y más poderoso que mil reclamos. Ahí cambié”.
“Yo comencé a distanciarme intelectualmente de la Democracia Cristiana desde que ingresé a la universidad. Pero siempre mantuve los lazos emocionales. Por eso, por ejemplo, siempre tuve una relación de amistad muy cercana con Patricio Aylwin y Gabriel Valdés (...). Yo sentía que la Democracia Cristiana tenía buenas intenciones pero malos caminos, y que por tanto llegaba a malos resultados. Mi distanciamiento de la Democracia Cristiana no es un tema de valores, sino de los medios para alcanzarlos”.
“El gobierno de Salvador Allende fue, desde el punto de vista de la gestión, un desastre (...) fue un político con una larga trayectoria en nuestro país, como ministro, senador, presidente del Senado, cuatro veces candidato a la Presidencia. Y llegó democráticamente al poder (...) creo que él murió en forma consecuente con lo que había sido su prédica, y lo destaco y lo valoro (...) el hecho de que él muera por sus ideas es algo que uno puede admirar, a pesar de que el suicidio en sí nunca es algo admirable, pero el hecho de que él esté dispuesto a morir por sus ideas no significa que, por ese acto de entrega y de valor, sus ideas sean las correctas”.
“Igual que mi padre fui un gran opositor al gobierno militar desde el primer día, sin perjuicio de que a lo largo de los diecisiete años venideros yo obviamente haya sido capaz de apreciar y valorar la obra modernizadora del gobierno militar. Pero a mí, los temas de derechos humanos, de abusos, de privación de libertad me hicieron siempre estar en la oposición a ese gobierno”.
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“Pinochet está ineludiblemente asociado a su gobierno. Por tanto, en cierta forma tiene las mismas luces y las mismas sombras que él”.
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“Cada uno tiene que asumir la responsabilidad que le corresponde de acuerdo al lugar, poder e investidura que tenía en ese instante. Los grandes líderes, los que compartieron el poder con Augusto Pinochet, pudieron y debieron haber hecho mucho más para evitar esos reiterados, permanentes y gravísimos atropellos a los derechos humanos”.
“La Concertación jugó un rol fundamental en la recuperación de la democracia y jugó un rol sabio e inteligente porque en algún momento abandonó la confrontación total con el régimen optando por la lucha democrática (...) también pienso que en sus primeras etapas la Concertación hizo un buen papel en la transición hacia una sociedad más democrática y más pacífica, hacia el reencuentro y la reconciliación. Pero como todo en la vida, poco a poco fue perdiendo su norte, perdiendo sus ideales y se transformó en una máquina de poder”.
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“El verano del año 89, no mucho después del plebiscito, que fue en octubre, yo volví de Caburga, donde habíamos pasado nuestras vacaciones, llegué a mi casa y en el living estaba Hernán Büchi, un poco descolocado e incómodo. Iba a ser candidato presidencial y me pidió ser su jefe de campaña. Mi respuesta fue un no inmediato, porque había una tremenda distancia que nos separaba. No solo porque él había apoyado el gobierno militar, sino porque para mí era esencial modificar la Constitución, terminar con el autoritarismo y enclaves (...). Büchi me convenció diciéndome que el abismo que existía entre los dos podría pertenecer al pasado, pero no hacia el futuro”.
“Eso fue en agosto del 92. (...) En esa fecha estaba compitiendo con Evelyn Matthei para llegar a ser candidato a la Presidencia en 1993. Entonces un amigo mío, que vivía fuera del país, vino a Chile y conversó con varios amigos comunes, entre ellos el periodista Jorge Andrés Richards, y este le contó que iba a entrevistar a Matthei y le preguntó qué preguntas podía hacerle. Esto motivó una conversación telefónica con mi amigo que estaba siendo grabada -después me enteré que desde hacía meses estaban interfiriendo permanentemente el teléfono de mi casa, el de mi oficina y mi celular- donde discutíamos eventuales preguntas que se le podían hacer a Evelyn sobre temas públicos, posiciones, opiniones (...). Fui a un programa de televisión llamado A eso de... que se transmitía en Megavisión, el canal de Ricardo Claro (...). Había ido con dos amigos y estaba maquillándome cuando de repente miro para atrás y en vez de mis amigos veo dos fantasmas y uno me dice: “Ven a ver lo que está pasando”. Justo en ese momento estaba terminando la grabación. Así que no escuché lo que decía y me tocaba entrar al set. (...) me acuerdo que empecé a pensar: ¿qué significa esto, qué impacto tiene, qué consecuencias va a traer, cómo lo van a evaluar las personas? (...) esa grabación fue editada dos o tres veces, no es la grabación original. Fue en realidad una conversación mucho más larga que en principio no tenía nada que ver con Evelyn Matthei (...) todos los periodistas, cuando van a interrogar a alguien, llaman a sus adversarios para que les den datos. Entonces, si bien frente a la opinión pública apareció como algo escandaloso, en política es así (...). Reconocí todo inmediatamente. Mucho más duro fue lo que le pasó a la Evelyn. Es más fácil reconocer en la vida cuando uno comete un error y no tener nada que ocultar (...). Después del ‘piñeragate’, la gran preocupación que tenían otros como Alberto Espina y Andrés Allamand, era si a ellos también les habían grabado conversaciones, porque entre nosotros cuidábamos poco las formas y hablábamos con mucha franqueza (...). Es curioso, pero nunca tuve un quiebre en lo personal con Evelyn Matthei, si bien nos enfrentamos brutalmente”.
“No deja de ser un hecho revelador sobre el cambio en la centro derecha el llevar -como candidato único en 2005 en segunda vuelta y en 2009 en primera vuelta- a una persona como yo, con esta historia y trayectoria. Si el sector estuviera dominado por aquellos que todavía no han evolucionado, nunca habría sido candidato de la centro derecha, ni mucho menos Presidente de Chile”.
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“A veces se me acusa de abandonar los valores de la centro derecha y me pregunto: ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por qué?”.
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“La nueva derecha es una centro derecha que es profundamente democrática, que cree en la economía social de mercado, en la libertad integral, en la iniciativa individual, en el rol protagónico de las personas, pero también le asigna un rol importante al Estado y entiende que hay temas emergentes y nuevos valores frente a los cuales no puede ser indiferente o ajena”.
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“La antigua derecha hoy es minoría y antes era mayoría”.
“Estoy muy consciente de que uno podría tener una vida más fácil, más cómoda, más tranquila, con menos encuestas. Pero no me quejo porque esto fue lo que elegí, lo que me hace feliz, lo que me motiva (...) lo más difícil es asumir y enfrentar las tremendas responsabilidades y atribuciones que lleva consigo el cargo. Es lo que algunos llaman “la soledad del poder” (...) un presidente tiene que resistir permanentemente las presiones de muchos intereses particulares y cuidarse de no caer en la demagogia y el populismo. Hay que conciliar los intereses (...). Estoy contento de ser Presidente, y hay muchas cosas que son tremendamente satisfactorias. Una es la cercanía y el cariño de la gente. Otra es saber que se está aportando a un país mejor y a una vida más plena y más feliz de todos sus compatriotas”.
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“Nos tocó gobernar en tiempos muy difíciles (...). Primero recibimos una economía que iba por muy mal camino, lo segundo es el devastador terremoto y tsunami del 27 de febrero, tercero es que hemos vivido una economía mundial en crisis y cuarta adversidad es que nos ha tocado enfrentar una sequía muy dura”.
“El día que asumí la Presidencia di una conferencia de prensa a los medios internacionales y me preguntaron por Chávez. Yo dije: “Nuestra concepción de la sociedad, la persona, la democracia, el desarrollo y de lo que queremos hacer en Chile es justo lo contrario de lo que está haciendo Chávez en Venezuela. Por lo tanto, lo que nosotros creemos que es bueno para Chile es justo lo contrario de lo que Chávez cree que es bueno para Venezuela”. No dije cuál era mejor ni cuál era peor. Y esa misma tarde, Chávez reaccionó con críticas como acostumbraba. Tres días después me tocó asistir a la primera reunión de la Unasur, en Mar del Plata. Llegué muy temprano y estaba tomando desayuno solo en el hotel, pero alguien le avisó a Chávez y él llegó y me dijo que cómo era posible que en mi primer discurso lo hubiese criticado y desprestigiado cuando él no me había dicho nada. Yo le respondí. “Hugo ¿te desprestigié? Todo lo contrario, si yo hubiera dicho que usted quiere hacer lo mismo que nosotros, usted se habría ofendido con toda razón. Lo único que dije es que somos diferentes y esa es la verdad, ¡viva la diferencia! Pero nunca lo insulté. Y me encontró la razón y nos quedamos hablando de Venezuela y su historia (...). Con Chávez tuvimos una relación de buen entendimiento y el cambió. Jamás repitió su deseo de bañarse en una playa boliviana”.
“Al cabo de un año llegué a la conclusión de que si bien iba a generar un problema traer parlamentarios al gabinete, los beneficios eran mayores que los costos (...) a mí me sorprende esa crítica que sigue haciendo la Alianza, de que en el gobierno no hay políticos y, sin embargo, al momento de buscar uno para liderar la campaña presidencial, solamente miren al gabinete, lo que sin duda refleja una profunda contradicción”.
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“A mí me decía Aylwin que mucho de eso (los contactos con los ministros sectoriales) se lo delegó siempre a Edgardo Boeninger. Frei en sus ministros y tenía el llamado “círculo de hierro”. Michelle Bachelet, en Andrés Velasco. Pero esa es justamente la única parte del trabajo como Presidente que yo no estoy dispuesto a delegar, porque entonces a mi juicio, uno deja en cierta medida de ser mandatario y puede transformarse en una especie de figura representativa”.
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“Les he dicho a los ministros que cuando sientan que otro ministerio les está frenando una iniciativa tienen derecho a pedir lo que llamamos ‘muerte súbita’. Así, cuando hay un choque entre dos ministros, ellos se reúnen conmigo y cada uno tiene la oportunidad de exponer sus puntos de vista en directo, porque si los escucho por separado, cada uno me cuenta una sola parte de la historia y es muy difícil aclarar el asunto (...) la reunión generalmente se hace los jueves en la tarde y no termina hasta que se decide el asunto y, cuando eso ocurre, el ministro que pierde tiene que acatar”.
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“Cuando asumí mi mandato hablé con los anteriores presidentes y los consejos de Lagos fueron los que más me llamaron la atención. Entre ellos estaba el que para gobernar realmente -es decir, para que sea el presidente y no otros los que gobiernen- hay que tener un segundo piso fuerte y muy ligado al mandatario (...) pero yo he puesto ahí gente joven que más que hacer política ayuda a organizar (...) nosotros no tenemos un Ottone”.
“En medio de las protestas estudiantiles se produjo, la noche del 25 de agosto, la muerte por un impacto de una bala disparada por un carabinero del joven Manuel Gutiérrez (...) entonces llamé a los jóvenes a conversar en La Moneda (...) al ministro Bulnes no le gustó y, además, él no creía que se pudiese llegar a acuerdos con unos dirigentes estudiantiles que tenían una agenda tan radical. Pero yo le dije : “Mire está bien, yo estoy convencido de que no vamos a llegar a acuerdo, porque ellos lo que quieren es doblarnos la mano, están hiperventilados y creen que por sacar cincuenta mil personas a la calle van a poder decidir los destinos del país. Pero así y todo hay que hacer el intento, hay que agotar los medios de diálogo”.
“Yo me siento joven, con fuerza, ganas, entusiasmo para emprender muchos proyectos y desafíos de futuro, tengo miles de inquietudes, de ideas que me gustaría desarrollar. Entre ellas volver un poco al mundo de la academia (...) existe esa especie de circuito de ex presidentes. Han organizado, incluso, ciertos clubes, como el de Madrid. Pero no quiero pasar a ser un ex. Quiero seguir con la mayor actividad y dinamismo posible. Por tanto, voy a ser selectivo con este tipo de invitaciones”.

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