EL SUENO DE BOLIVAR SE CONVIRTIO EN PESADILLA
Roberto Ampuero
El Mercurio Jueves 24 de Septiembre de 2009
La pesadilla de Bolívar
¿No será que América Latina ya no existe?, pregunta el destacado novelista mexicano Jorge Volpi en su reciente ensayo sobre la región, titulado “El insomnio de Bolívar”, que pronto arribará a Chile. A juicio del escritor, con quien estuve recientemente en Colombia, los signos de descomposición de lo que hace 200 años constituyó el sueño de Simón Bolívar son alarmantes. “Todo aquello que alguna vez caracterizó a la región, que la hizo homogénea y reconocible, se esfuma de forma irreparable”, puntualiza en su libro. Agrega que las principales características de América Latina prácticamente desaparecieron en estos años: las dictaduras (con la excepción cubana), las guerrillas (con la excepción colombiana), el realismo mágico y el exotismo forzoso, y, además, el mundo nos ignora por completo después de los ataques terroristas del 2001.
Volpi se plantea qué habría que hacer para volver a “ser alguien” en el planeta, y no halla respuesta. América Latina habría caído en un círculo vicioso: pasó del fin de las dictaduras o regímenes autoritarios a una “penosa... transición a la democracia”, después al desencanto generalizado que causan “democracias imaginarias”, y posteriormente a la “parálisis, preservación de la injusticia, resurrección de los mismos políticos de siempre, más desencanto y, en un punto extremo, indiferencia”, un caldo de cultivo ideal para el surgimiento del populismo y “caudillos democráticos” como Chávez, Uribe, Morales, Correa u Ortega, que hoy se presentan como salvadores de sus respectivas patrias.
Sostiene el autor que “nada de lo que distinguió a América Latina en el siglo XX queda en pie” y que lo único que los latinoamericanos compartimos hoy en forma exclusiva es “la lengua, las tradiciones católicas, el derecho romano, unas cuantas costumbres de incierto origen indígena o africano, y el recelo, ahora transformado en chistes y gracejadas, hacia España y Estados Unidos”. Para Volpi, en la región no existen democracias reales, sino imaginarias, imperan desigualdades sociales extremas, las repúblicas son fallidas, los partidos están desprestigiados por la corrupción, un puñado de empresarios controla las economías, y las izquierdas tampoco logran desde el poder mejorar la situación de la gente.
El libro recuerda que 10 por ciento de la población latinoamericana vive fuera de su lugar de origen, lo que en México se eleva a 20 por ciento y en República Dominicana a 30 por ciento, un exilio sin parangón. A su juicio, México ya no forma parte de América Latina, sino de América del Norte, junto a EE.UU. y Canadá, y el sur caerá en la órbita brasileña. Pese a que comparto casi todos los planteamientos del libro, el que me causa insomnio es el de la necesidad de borrar la frontera entre Estados Unidos y México para garantizar una prosperidad generalizada. Me temo que una medida semejante causaría el colapso de la superpotencia y su transformación en Tercer Mundo. Y sospecho que con ello nuestra región sería la gran perdedora: moriría su sueño migratorio, los políticos latinoamericanos no tendrían a quién culpar de todos los males, y desaparecería el territorio desde el cual se envían cada año multimillonarias remesas que alivian la vida de los más pobres y apuntalan nuestras economías.
Con maestría, Volpi sugiere que el sueño de Bolívar se convirtió en pesadilla.
¿No será que América Latina ya no existe?, pregunta el destacado novelista mexicano Jorge Volpi en su reciente ensayo sobre la región, titulado “El insomnio de Bolívar”, que pronto arribará a Chile. A juicio del escritor, con quien estuve recientemente en Colombia, los signos de descomposición de lo que hace 200 años constituyó el sueño de Simón Bolívar son alarmantes. “Todo aquello que alguna vez caracterizó a la región, que la hizo homogénea y reconocible, se esfuma de forma irreparable”, puntualiza en su libro. Agrega que las principales características de América Latina prácticamente desaparecieron en estos años: las dictaduras (con la excepción cubana), las guerrillas (con la excepción colombiana), el realismo mágico y el exotismo forzoso, y, además, el mundo nos ignora por completo después de los ataques terroristas del 2001.
Volpi se plantea qué habría que hacer para volver a “ser alguien” en el planeta, y no halla respuesta. América Latina habría caído en un círculo vicioso: pasó del fin de las dictaduras o regímenes autoritarios a una “penosa... transición a la democracia”, después al desencanto generalizado que causan “democracias imaginarias”, y posteriormente a la “parálisis, preservación de la injusticia, resurrección de los mismos políticos de siempre, más desencanto y, en un punto extremo, indiferencia”, un caldo de cultivo ideal para el surgimiento del populismo y “caudillos democráticos” como Chávez, Uribe, Morales, Correa u Ortega, que hoy se presentan como salvadores de sus respectivas patrias.
Sostiene el autor que “nada de lo que distinguió a América Latina en el siglo XX queda en pie” y que lo único que los latinoamericanos compartimos hoy en forma exclusiva es “la lengua, las tradiciones católicas, el derecho romano, unas cuantas costumbres de incierto origen indígena o africano, y el recelo, ahora transformado en chistes y gracejadas, hacia España y Estados Unidos”. Para Volpi, en la región no existen democracias reales, sino imaginarias, imperan desigualdades sociales extremas, las repúblicas son fallidas, los partidos están desprestigiados por la corrupción, un puñado de empresarios controla las economías, y las izquierdas tampoco logran desde el poder mejorar la situación de la gente.
El libro recuerda que 10 por ciento de la población latinoamericana vive fuera de su lugar de origen, lo que en México se eleva a 20 por ciento y en República Dominicana a 30 por ciento, un exilio sin parangón. A su juicio, México ya no forma parte de América Latina, sino de América del Norte, junto a EE.UU. y Canadá, y el sur caerá en la órbita brasileña. Pese a que comparto casi todos los planteamientos del libro, el que me causa insomnio es el de la necesidad de borrar la frontera entre Estados Unidos y México para garantizar una prosperidad generalizada. Me temo que una medida semejante causaría el colapso de la superpotencia y su transformación en Tercer Mundo. Y sospecho que con ello nuestra región sería la gran perdedora: moriría su sueño migratorio, los políticos latinoamericanos no tendrían a quién culpar de todos los males, y desaparecería el territorio desde el cual se envían cada año multimillonarias remesas que alivian la vida de los más pobres y apuntalan nuestras economías.
Con maestría, Volpi sugiere que el sueño de Bolívar se convirtió en pesadilla.
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