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Editor: Neville Blanc

Sunday, September 06, 2009

"Niña Errante" Opinan mistralianos




"Niña Errante" Opinan mistralianos


Reacciones a la publicación de las cartas de Gabriela Mistral y Doris Dana


Un gran debate ha suscitado la aparición del libro "Niña Errante", cuyo anticipo publicamos en estas páginas el domingo pasado. Editado y prologado por Pedro Pablo Zegers bajo el sello Lumen (RHM), el volumen contiene 250 cartas, la mayoría de ellas de Gabriela Mistral a Doris Dana y 16 de ésta a la poeta.


Luis Vargas Saavedra, Ana María Cuneo y Soledad Falabella opinan sobre la conveniencia de esta publicación y su valor en el contexto de la obra mistraliana.
El Mercurio Artes y Letras 6 de septiembre de 2009


Las dificultades que hay para apreciar este epistolario
No me es fácil dar mi opinión sobre un libro del cual sólo conozco once cartas (nueve de Mistral y dos de Dana) y una entrevista a su editor, don Pedro Pablo Zegers.
Creo que hay que considerar que el valor de los epistolarios no puede reducirse a su condición de fuentes de datos para reconstruir un período o situación determinados, como lo hacía el modelo positivista decimonónico. Los epistolarios de grandes escritores son generalmente literarios. Ejemplo de esto son las Cartas de Amor de Gabriela y de Manuel Magallanes Moure. Cartas que fueron escritas sin que ambos poetas se conocieran y que, sin embargo, expresan por parte de ella una notable intimidad. Sólo al final, cuando se produjo el encuentro, cambia el tono de la escritura. La cercanía se ha tornado lejanía. Lo ficticio, lo creado, ha dado paso a lo real.
No ocurre así en las cartas Mistral-Dana, que están precedidas por un acercamiento previo. Pero también en ellas hay una carga poética que la realidad no hace desaparecer. Tal vez esto explique el mayor número de cartas de Gabriela; y que ello no sea el resultado de un acto de Doris Dana. Aun en textos que parecen totalmente biográficos, la línea que separa poesía y vida en la Mistral, es muy tenue. He afirmado muchas veces que "poéticamente habitó sobre la Tierra". Así, algunas contradicciones o diferentes versiones acerca de un hecho no nacen del deseo de engañar. En la carta del 21 de mayo de 1949 se dice "yo te ruego que no me escribas" y más adelante en la misma carta "No sé por qué causa yo vivo esta pesadilla de que tú me rehúses una carta de diez líneas, diciéndome qué cosa ocurre". El legado entregado por Doris Atkinson es enorme. ¿Por qué elegir estas cartas? Debe haber textos con temas de gran interés: culturales, políticos, religiosos, etc. Pienso que elegir un epistolario es un modo relativamente fácil de aproximación y que puede resultar por sus características sui generis, atractivo al lector común. Hoy la obra de Mistral no despierta gran interés, "no vende". Concuerdo con las afirmaciones de Sonia Montecino: "En un contexto anegado de voyerismo y fisgoneo, de goce perverso por los comidillos de la farándula, un libro como éste puede entenderse como una cultura que busca solazarse con lo íntimo". ¿Será que estamos repitiendo la historia de las incomprensiones e injusticias de las cuales ella fue y otras veces creyó ser objeto? Hubo muchas cosas imaginadas o mal interpretadas por la autora, pero también hubo cosas objetivas. Alejamiento del padre, dificultad para ser aceptada en la Escuela Normal, obtención del Nobel de Literatura seis años antes que el Premio Nacional. Sin emitir juicio sobre preferencias sexuales, creo que algunas afirmaciones del editor en la entrevista influyen en la interpretación, aunque él afirme lo contrario: "Lo dejo abierto ex profeso. Yo puedo tener mi interpretación lógica y real, la puedo tener absolutamente clara". Más adelante dice "dejo la puerta abierta hacia la verdad". Estas afirmaciones llevarán a conclusiones que, desde el punto de vista poético, carecen de importancia; y que dificultan ver la fuerza literaria de lo que Armando Uribe llama con justicia "poesía en prosa".
* Doctora en Literatura, Universidad de Chile.
Leer a Mistral es también una acción política
La publicación de "Niña errante" es de un gran valor simbólico: Gabriela Mistral es un ícono nacional de reconocimiento global, que tal vez como ningún otro represente en toda su complejidad a Chile. Su voz nos llega desde el pasado. Voz de una niña que nace en 1889 y que aún hoy, en el año 2009 (ciento veinte años después), es capaz de removernos, y que todavía tiene la frescura y vitalidad para infundirnos vida nueva. ¿Cómo vamos a cambiar los chilenos en nuestras creencias y costumbres, en nuestras decisiones, al recibir un legado como éste?
En la escritura de estas cartas Gabriela Mistral nos pone delante de los ojos partes incómodas pero fundamentales de nuestro ser social: la manera como nos relacionamos con aquello que es distinto, diverso. ¿Cómo hoy integramos el pluralismo a nuestra imagen de nosotras y nosotros como comunidad? ¿Qué formas y cuerpos de humanidad siguen despertando en nuestro tiempo odio social? Se trata de una escritura que emerge desde un cuerpo determinado, el cuerpo de Gabriela Mistral, y desde la experiencia de ese cuerpo es que escribe. Y el cuerpo también es político.
Entonces, leer a Mistral no es sólo un acto estético, sino que inevitablemente remite a una acción política, esto es, a una acción que se refiere a los asuntos ciudadanos que son el tejido base de cómo nos construimos y nos imaginamos como sociedad. Su texto se inserta en un momento en que -como país- se están recién abriendo espacios de reconocimiento para las minorías sexuales, al tiempo que todavía siguen cerrados los caminos para el reconocimiento de los pueblos originarios y sus derechos ancestrales, que fueron tan importantes para Mistral.
Es más, la correspondencia a Doris Dana editada en "Niña errante" cumple con revelar el dorso de la escritura pública de Gabriela Mistral, al igual que lo hicieron las cartas que ella le escribió a Manuel Magallanes Moure. Es notable como, en ambos epistolarios, se reconoce un aire de familia: una fuerte pasión expresada en función de una salvación vital, la polarización de los roles y características de los amantes, la inseguridad y los celos, la queja y angustia por el silencio del otro, el miedo a que otros lean las cartas y estrategias para sortear el control social; además de la rica relación de Mistral para con su trabajo y forma de escribir, los problemas y planificaciones económicas y la preocupación por la salud (tanto física como espiritual) propia y del amado o la amada.
Como en el caso de las que dirigió a Magallanes, estamos ante cartas de amor, apasionadas y eróticas. La diferencia entre ambas son los escenarios. Las primeras fueron escritas por una joven aún no internacionalmente famosa ni económicamente solvente, que se dirige a un hombre mayor que ella, de fama nacional, racialmente "adecuado" y de familia adinerada. Las segundas comienzan con las respuestas de Mistral a una de las pocas cartas que se conservan de Doris Dana. La seducción es ahora entre dos mujeres: Dana se acerca a Mistral con la misma admiración con la que tal vez esta última se acercó Magallanes Moure.
El invaluable aporte de "Niña errante" es una historia de amor cuya escritura no sólo nos aporta un contrapunto para leer la obra de Mistral, sino que nos interpela desde el pasado respecto a cómo los chilenos y las chilenas integramos a nuestra identidad nacional la humanidad y afectividad de la gran intelectual que fue Gabriela Mistral. ¿Si no se la ha leído con propiedad y masivamente en todos estos años, seremos capaces de leerla ahora? ¿Cómo aprender de y con ella acerca de valores como la tolerancia y respeto por la diversidad tanto génerico sexual, como de clase y raza?
"Niña errante" nos llama a enfrentar nuestra propia identidad como comunidad, como sociedad, interpelándonos desde el pasado a abrirnos hacia el futuro y soñar junto con Mistral en una tierra utópica llamada Chile.
* Autora de "¿Qué será de Chile en el cielo? Poema de Chile de Gabriela Mistral", LOM Ediciones, 2003.
No influye en su obra
El rumor en torno al safismo de Gabriela Mistral venía rodando en Chile desde los años treinta; su aspecto abonaba la sospecha.
Recientemente el feminismo en su rama sáfica ha hurgado en cuanta mujer pudiese ser incorporada a tal estandarte: eminente candidata, Gabriela Mistral. De modo que este libro que mucha gente deplora por inoportuno o irrespetuoso, era inminente, era inevitable. Más aun, acechado por la curiosidad chismosa y morbosa que prensa y reality-shows han fomentado en nosotros, basureando la cultura.
Pedro Pablo Zegers ha respondido a tal demanda, al iniciar precisamente con estas cartas la divulgación del legado de Gabriela Mistral que la Biblioteca Nacional tiene la responsabilidad de volver accesible en un plazo de cinco años.
Gabriela Mistral comenzó amando hombres y viró amando mujeres: bisexualizó. Este nivel síquico quedó solo poetizado durante su fase hetero; el otro, quedó retenido y acaso inédito: en dos cartas Gabriela Mistral dice que le envía a Doris Dana poemas expresando lo que siente hacia ella.
No han aparecido. (Quizás haya uno solo publicado, "Padre Veedor", en Lagar II, agradeciéndole cuánto le ha dado, cuánto le ha recibido de cariño samaritano. No expresa eros sino ágape).
Esa postrimería sáfica se ha debido a soledad, a imperiosa necesidad de cariño para una mujer avejentada, achacosa, inestable, egocéntrica y mitómana. ¿Se mantuvo en un plano platónico? Estas cartas dejan entrever que no fue así alguna vez, tal como en el epistolario con Manuel Magallanes Moure donde le aclara que no es una platónica y que está dispuesta a entregársele físicamente a condición de que la trate con mucha dulzura porque ha tenido una mala experiencia. Ese trauma de violación que la dañara ante lo sexual puede haber motivado la búsqueda sáfica de un amor delicado.
¿Tiene efecto e importancia en su obra poética y en su obra en prosa?
No. No es tema .
Comparadas a la correspondencia con Victoria Ocampo que ha publicado impecablemente Elizabeth Horan y comparadas con algunas cartas a Palma Guillén de Nicolau que he publicado, la abrumadora mayoría de éstas a Doris Dana son deslucidas, monótonas, bobas y banales.
Por supuesto que surgen intermitentes fulgurazos verbales, pensamientos hondos y extraños, certeras opiniones políticas, y siempre con una redacción ágil y personal, una sintaxis hablada en expresivo léxico. Pero no abundan. Sí abundan y en forma obsesional, machacona y enervante: la hipocondría, la posesividad, la preocupación económica; de modo que tanta insistencia en las dolencias del hígado, del corazón, del cerebro, y tanta estrategia para obtener la presencia y la asistencia de una Doris Dana huidiza y promiscua, más tantas instrucciones sobre dineros por cobrar o invertir, merman esos ocasionales relámpagos de genialidad y encallan las cartas en reiteraciones prosaicas.
También estas cartas están muy por debajo de las enviadas a Manuel Magallanes Moure, Eduardo Barrios, Alone, Radomiro Tomic y Eduardo Frei Montalva. Y, por supuesto, a leguas por debajo de su poesía.
Gabriela Mistral destruía las cartas de amor; en consecuencia, este epistolario sólo contiene algunas pocas cartas de Doris Dana y algunos telegramas. No podemos tasarla en sus palabras mismas, se la infiere en las recriminaciones de Gabriela Mistral; por ello estamos ante un monólogo que daña el efecto dialogante, el vaivén de causa y efecto, intensificando así las obsesiones escritas por Gabriela Mistral . Además, dan la impresión de que Gabriela Mistral y Doris Dana eran una pareja, ignorando la importancia triangular de Palma Guillén, cuyas cartas deberían haber sido incorporadas al menos en citas claves .
En cuanto a la compilación, ella adolece de un cúmulo de fallas. Pedro Pablo Zegers no cumple con el protocolo standard de una edición textual de cartas y tampoco lo cumplen las otras colecciones de cartas publicadas por el Archivo del Escritor. No siempre da las referencias a lugar, aunque los originales la tengan, de modo que cuesta saber o deducir dónde están Mistral y Dana. Incluso, por la nota sobre Consuelo Saleva, pareciera que ignora cuándo Mistral vivió en Portugal con ella o cuándo residía en California.
La ordenación de las cartas yerra sin atender a las evidencias internas, a la relación causa y efecto, y se leen inconsistencias.
Zegers no indica cuántas cartas de Dana enviara a Mistral, quien suele aludirlas y comentarlas, ni cuántas han sido omitidas. La manía archivista de Dana, que no destruía nada, debió conservar sus propias cartas, en borrador o finalmente heredadas. Puede haber otras más.
No hay más que una referencia crítica, a Martín Cerda, como si Zegers no hubiese leído el trabajo de ningún otro investigador.
Y en especial falta una comprensión de cuánto es Mistral como genio, como inteligencia e imaginación, comentando los instantes en que las cartas lo demuestran.
* Crítico y profesor de Literatura.

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