GONZALO VIAL Y PERIODISMO
Pero, aparte de su preocupación por el deterioro de la institución familiar y su efecto negativo para la superación de la pobreza, sin duda fue la educación -a cuya extensión con verdadera calidad entre los menores de escasos recursos dedicó buena parte de su actividad y sus recursos- el tema que más lo motivó.
Gonzalo Vial Correa
con su familia (mujer, hermano e hijos) en la presentación de su último libro,
la biografía de Agustín Edwards Mac Clure.
Jaime Martínez WilliamsPASADO Y PRESENTE Su labor en la prensa:
Gonzalo Vial, periodista con opinión
Chile ha perdido con la muerte de Gonzalo Vial el caso más notable, por lo duradero en el tiempo, lo realista en su descripción de los hechos y lo consistente en sus juicios doctrinarios, de un periodismo de opinión que para muchos constituyó un auténtico magisterio.
El Mercurio Artes y Letras 1 de noviembre de 2009
Jaime Martínez Williams
Es buen desafío para un historiador el de ejercer activamente el periodismo y una ventaja para éste contar con esa visión. A Gonzalo Vial, su vocación por la historia le permitió entender mejor las raíces, vinculaciones y proyección de cada noticia importante en su larga presencia en los medios de comunicación. Al ser el Chile del siglo XX el tema principal de sus estudios, veía los hechos del presente como parte -y a menudo como confirmación- de una secuencia iniciada en esa "herida abierta" en la unidad nacional por la ruptura del consenso doctrinario, que a su juicio marcó la evolución de la república ya desde antes de su primer Centenario.
Quizás por eso, su labor periodística -que no prescindía de una mirada atenta para captar, con un humor nada de escaso, detalles y gestos significativos en los hechos y en las personas- lideró más de una vez proyectos de prensa independiente y aportó siempre con indiscutible claridad su juicio personal, girando en torno de los valores esenciales que le parecían comprometidos en la avalancha noticiosa por el predominio actual del relativismo. Para comprobarlo, baste recordar tres de sus tareas más extensas en este ámbito.
En enero de 1969, la preocupación por el rumbo del país lo llevó a asumir la dirección de la naciente revista "Portada". El año anterior, Jaime Eyzaguirre había reunido a un grupo de sus discípulos y amigos con la intención de formar un equipo de distintas especialidades académicas para analizar la realidad nacional y proponer ideas que "hicieran el peso" a las que surgían de algunos centros originados en los movimientos de reforma universitaria. Pero Jaime murió en un accidente en el mes de septiembre, y Julio Philippi le pidió a ese grupo que cumpliera con aquella última iniciativa suya, para lo cual la revista pareció un primer paso adecuado. De hecho, ella prolongó su publicación hasta después de producido el golpe militar con numerosos artículos sobre temas de interés público, incluidos los de Vial, que, como le ocurría con frecuencia, despertaron polémica.
La llegada al gobierno de Salvador Allende lo decidió junto a otros colaboradores de "Portada" a fundar en abril de 1971 "Qué Pasa", centrada específicamente en la actualidad semanal, por lo que dejó su responsabilidad anterior para dirigirla por cerca de cinco años, hasta que resolvió concentrarse en la redacción de su Historia de Chile, sin perjuicio de seguir escribiendo parte de los editoriales. Al presentar ambas revistas al público, destacó su carácter renovador aunque no revolucionario (como era la moda), e independiente, pero no neutro, y en el primer caso, además, su inspiración católica y en el segundo, una información "orientada y orientadora". "Las cosas no nos darán lo mismo", señaló, lo que no obstaba a que -algo insólito en ese tiempo- abriera sus páginas a la opinión de columnistas de tendencias ajenas, cuando no opuestas.
Bajo su dirección, "Qué Pasa" criticó duramente a la Unidad Popular y consideró inevitable la intervención de las Fuerzas Armadas, y luego apoyó las políticas del régimen militar en relaciones exteriores, defensa, economía y educación (incluso, años después, Gonzalo fue ministro de esta última cartera), así como la elaboración de una nueva Carta Fundamental y el proceso de retorno a la institucionalidad democrática contra quienes insistían en demorarlo. También condenó las acciones terroristas y las gestiones tendientes a reducir la ayuda externa al país, en especial en cuanto al material de disuasión bélica.
En un período difícil para la prensa, más allá de opinar sobre cada hecho de importancia, dio cuenta no sólo de los actos de violencia de los grupos en rebeldía sino, con las limitaciones conocidas, de la represión ejercida contra los sectores políticos cuya actividad había sido prohibida. Asimismo, Gonzalo Vial señaló en forma reiterada el deber de la autoridad de respetar los derechos fundamentales tanto de la población pacífica como de los perseguidos por los organismos de seguridad, lo que le acarreó la activa enemistad del jefe de la DINA. Una muestra de su coherencia al respecto -aunque hoy cueste apreciar lo que ello implicaba en agosto de 1975- fue su editorial titulado "¿Faltan 119 chilenos?", a raíz de la matanza atribuida a luchas internas de grupos de izquierda en Argentina.
En esa ocasión, además de aludir a las "oscuras sospechas" que originaba la versión oficial, afirmó: "El fondo del problema reside en que hay 119 chilenos que faltan, que se dan por muertos en territorio extranjero, pero cuyo último rastro se pierde en Chile y a algunos de los cuales inclusive se los afirma detenidos aquí. Su calidad de miristas o extremistas es una mera suposición. Aunque lo fueran, por lo demás, obviamente sus derechos de chilenos y de seres humanos serían los mismos". En 1985, al señalar las responsabilidades por la solución al problema de las violaciones a los derechos humanos (más allá de la penal de los autores) distingue la policial; la política, del Gobierno, sobre todo de los ministros de Interior y Defensa, y la histórica, del Presidente de la República. Posteriormente colaboraría en la Comisión Rettig y en la Mesa de Diálogo, donde no fue acogida una propuesta suya para avanzar en el tema de los detenidos desaparecidos.
Su tercera tarea periodística de larga duración fue como columnista semanal del diario "La Segunda", con un estilo muy personal incluso en el uso de la tipografía, una sólida argumentación y una admirable constancia en la defensa de los valores que le daban sentido a su vida, que mostró hasta en sus últimos días pese a su grave enfermedad. Algunos de sus juicios lo situaron en el centro de debates apasionados, incluso con políticos y altos funcionarios públicos, sobre todo cuando se referían a aspectos doctrinarios del catolicismo o a políticas oficiales, como la de la salud reproductiva. Pero, aparte de su preocupación por el deterioro de la institución familiar y su efecto negativo para la superación de la pobreza, sin duda fue la educación -a cuya extensión con verdadera calidad entre los menores de escasos recursos dedicó buena parte de su actividad y sus recursos- el tema que más lo motivó. Baste decir que sin su insistencia es probable que la subvención escolar continuara siendo misérrima (aunque él diría que los aumentos prometidos ahora por tirios y troyanos seguirán yendo a fondo perdido mientras no alcancen el monto realmente necesario).
Chile ha perdido así con la muerte de Gonzalo Vial el caso más notable, por lo duradero en el tiempo, lo realista en su descripción de los hechos y lo consistente en sus juicios doctrinarios, de un periodismo de opinión que para muchos constituyó un auténtico magisterio.
"El fondo del problema reside en que hay 119 chilenos que faltan, que se dan por muertos en territorio extranjero, pero cuyo último rastro se pierde en Chile y a algunos de los cuales inclusive se los afirma detenidos aquí. Su calidad de miristas o extremistas es una mera suposición. Aunque lo fueran, por lo demás, obviamente sus derechos de chilenos y de seres humanos serían los mismos".
Editorial escrito por Gonzalo Vial
en revista Qué Pasa, agosto de 1975.
Es buen desafío para un historiador el de ejercer activamente el periodismo y una ventaja para éste contar con esa visión. A Gonzalo Vial, su vocación por la historia le permitió entender mejor las raíces, vinculaciones y proyección de cada noticia importante en su larga presencia en los medios de comunicación. Al ser el Chile del siglo XX el tema principal de sus estudios, veía los hechos del presente como parte -y a menudo como confirmación- de una secuencia iniciada en esa "herida abierta" en la unidad nacional por la ruptura del consenso doctrinario, que a su juicio marcó la evolución de la república ya desde antes de su primer Centenario.
Quizás por eso, su labor periodística -que no prescindía de una mirada atenta para captar, con un humor nada de escaso, detalles y gestos significativos en los hechos y en las personas- lideró más de una vez proyectos de prensa independiente y aportó siempre con indiscutible claridad su juicio personal, girando en torno de los valores esenciales que le parecían comprometidos en la avalancha noticiosa por el predominio actual del relativismo. Para comprobarlo, baste recordar tres de sus tareas más extensas en este ámbito.
En enero de 1969, la preocupación por el rumbo del país lo llevó a asumir la dirección de la naciente revista "Portada". El año anterior, Jaime Eyzaguirre había reunido a un grupo de sus discípulos y amigos con la intención de formar un equipo de distintas especialidades académicas para analizar la realidad nacional y proponer ideas que "hicieran el peso" a las que surgían de algunos centros originados en los movimientos de reforma universitaria. Pero Jaime murió en un accidente en el mes de septiembre, y Julio Philippi le pidió a ese grupo que cumpliera con aquella última iniciativa suya, para lo cual la revista pareció un primer paso adecuado. De hecho, ella prolongó su publicación hasta después de producido el golpe militar con numerosos artículos sobre temas de interés público, incluidos los de Vial, que, como le ocurría con frecuencia, despertaron polémica.
La llegada al gobierno de Salvador Allende lo decidió junto a otros colaboradores de "Portada" a fundar en abril de 1971 "Qué Pasa", centrada específicamente en la actualidad semanal, por lo que dejó su responsabilidad anterior para dirigirla por cerca de cinco años, hasta que resolvió concentrarse en la redacción de su Historia de Chile, sin perjuicio de seguir escribiendo parte de los editoriales. Al presentar ambas revistas al público, destacó su carácter renovador aunque no revolucionario (como era la moda), e independiente, pero no neutro, y en el primer caso, además, su inspiración católica y en el segundo, una información "orientada y orientadora". "Las cosas no nos darán lo mismo", señaló, lo que no obstaba a que -algo insólito en ese tiempo- abriera sus páginas a la opinión de columnistas de tendencias ajenas, cuando no opuestas.
Bajo su dirección, "Qué Pasa" criticó duramente a la Unidad Popular y consideró inevitable la intervención de las Fuerzas Armadas, y luego apoyó las políticas del régimen militar en relaciones exteriores, defensa, economía y educación (incluso, años después, Gonzalo fue ministro de esta última cartera), así como la elaboración de una nueva Carta Fundamental y el proceso de retorno a la institucionalidad democrática contra quienes insistían en demorarlo. También condenó las acciones terroristas y las gestiones tendientes a reducir la ayuda externa al país, en especial en cuanto al material de disuasión bélica.
En un período difícil para la prensa, más allá de opinar sobre cada hecho de importancia, dio cuenta no sólo de los actos de violencia de los grupos en rebeldía sino, con las limitaciones conocidas, de la represión ejercida contra los sectores políticos cuya actividad había sido prohibida. Asimismo, Gonzalo Vial señaló en forma reiterada el deber de la autoridad de respetar los derechos fundamentales tanto de la población pacífica como de los perseguidos por los organismos de seguridad, lo que le acarreó la activa enemistad del jefe de la DINA. Una muestra de su coherencia al respecto -aunque hoy cueste apreciar lo que ello implicaba en agosto de 1975- fue su editorial titulado "¿Faltan 119 chilenos?", a raíz de la matanza atribuida a luchas internas de grupos de izquierda en Argentina.
En esa ocasión, además de aludir a las "oscuras sospechas" que originaba la versión oficial, afirmó: "El fondo del problema reside en que hay 119 chilenos que faltan, que se dan por muertos en territorio extranjero, pero cuyo último rastro se pierde en Chile y a algunos de los cuales inclusive se los afirma detenidos aquí. Su calidad de miristas o extremistas es una mera suposición. Aunque lo fueran, por lo demás, obviamente sus derechos de chilenos y de seres humanos serían los mismos". En 1985, al señalar las responsabilidades por la solución al problema de las violaciones a los derechos humanos (más allá de la penal de los autores) distingue la policial; la política, del Gobierno, sobre todo de los ministros de Interior y Defensa, y la histórica, del Presidente de la República. Posteriormente colaboraría en la Comisión Rettig y en la Mesa de Diálogo, donde no fue acogida una propuesta suya para avanzar en el tema de los detenidos desaparecidos.
Su tercera tarea periodística de larga duración fue como columnista semanal del diario "La Segunda", con un estilo muy personal incluso en el uso de la tipografía, una sólida argumentación y una admirable constancia en la defensa de los valores que le daban sentido a su vida, que mostró hasta en sus últimos días pese a su grave enfermedad. Algunos de sus juicios lo situaron en el centro de debates apasionados, incluso con políticos y altos funcionarios públicos, sobre todo cuando se referían a aspectos doctrinarios del catolicismo o a políticas oficiales, como la de la salud reproductiva. Pero, aparte de su preocupación por el deterioro de la institución familiar y su efecto negativo para la superación de la pobreza, sin duda fue la educación -a cuya extensión con verdadera calidad entre los menores de escasos recursos dedicó buena parte de su actividad y sus recursos- el tema que más lo motivó. Baste decir que sin su insistencia es probable que la subvención escolar continuara siendo misérrima (aunque él diría que los aumentos prometidos ahora por tirios y troyanos seguirán yendo a fondo perdido mientras no alcancen el monto realmente necesario).
Chile ha perdido así con la muerte de Gonzalo Vial el caso más notable, por lo duradero en el tiempo, lo realista en su descripción de los hechos y lo consistente en sus juicios doctrinarios, de un periodismo de opinión que para muchos constituyó un auténtico magisterio.
"El fondo del problema reside en que hay 119 chilenos que faltan, que se dan por muertos en territorio extranjero, pero cuyo último rastro se pierde en Chile y a algunos de los cuales inclusive se los afirma detenidos aquí. Su calidad de miristas o extremistas es una mera suposición. Aunque lo fueran, por lo demás, obviamente sus derechos de chilenos y de seres humanos serían los mismos".
Editorial escrito por Gonzalo Vial
en revista Qué Pasa, agosto de 1975.
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