LA HISTORIA DE CHILE Y GONZALO VIAL CORREA
"No hay que suponer que sus escritos derivaron de simples ejercicios intelectuales o, como sostienen algunos, de su visión pesimista acerca del desenvolvimiento del Chile republicano. Derivaron, como se ha advertido, fundamentalmente de la práctica".
FERNANDO SILVA VARGAS
PENSAMIENTO La trayectoria de su formación y convicciones:
Un gran intelectual activo y multifacético
Una colectividad tiene la obligación de conservar la memoria de quienes han sido, realmente, los que han contribuido al desarrollo intelectual de sus componentes. Y el balance de su labor demuestra lo mucho que le debe nuestro país a Gonzalo Vial.
El Mercurio Artes y Letras 1 de noviembre de 2009
FERNANDO SILVA VARGAS
Trato de reconstruir los primeros días de clases en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica en ese lejano año 1957. Pero los recuerdos son imprecisos y giran en torno a los amplios pasillos del segundo piso de la casa central al que se abrían las salas de clases, y a las informaciones confusas y contradictorias que los más enterados daban acerca de los profesores. Había pretendido seguir el curso de Historia del Derecho con Jaime Eyzaguirre, pero ese año se había hecho cargo del que entonces se llamaba Historia Constitucional de Chile, que correspondía al segundo año de la carrera. Y en lugar de Eyzaguirre cabía elegir entre dos profesores jóvenes, que tal vez habían sido sus ayudantes: Gonzalo Vial y Armando de Ramón. Aunque no los conocía, sabía bien quién era el primero. Un par de años antes su hermano, mi profesor de Histología en la Escuela de Medicina, había procurado orientarme ante mi notoria carencia de vocación, y me había sugerido el estudio del Derecho como el más apropiado para personas de intereses variados y ninguno lo suficientemente fuerte como para justificar la elección de una carrera. Y me habló de su hermano que, sin tener una especial inclinación hacia el Derecho, había estudiado esa disciplina con éxito y sin que le provocara un especial rechazo.
Pero cuando llegué a inscribirme en el curso de Gonzalo Vial, ya se había completado su cuota de alumnos, por lo que hice Historia del Derecho con Armando de Ramón. Pero si bien ambos profesores eran completamente independientes, en una oportunidad se organizó, con algunos alumnos de ambos cursos que mostraban interés en la disciplina, una suerte de seminario en que cada participante elegía un tema, lo estudiaba y hacía después una disertación. Veo a Gonzalo, entonces de 27 años, muy alto y muy delgado, sentado junto a otros alumnos en unos asientos muy próximos y que lo obligaban a dificultosos esfuerzos para acomodar sus largas extremidades, mirando a los expositores con curiosidad a través de sus anteojos redondos, y haciendo observaciones siempre certeras y llenas de ironía. No sospechaba entonces que ese joven profesor ya había recibido su bautismo político trabajando con Jorge Prat, cuando era ministro de Hacienda del Presidente Carlos Ibáñez, y con Arturo Fontaine, su subsecretario. Este dato no deja de ser importante, pues puede ayudar a comprender su visión histórica de Chile.
Sus primeras publicaciones
Después de haber completado el curso de Historia Constitucional de Chile con Jaime Eyzaguirre y haber recibido de éste el impulso hacia las disciplinas históricas, mis encuentros con Gonzalo Vial fueron más frecuentes. Es imposible olvidar ese modestísimo altillo en que funcionaba Extensión Cultural de la Universidad Católica, a cargo de Eyzaguirre, con Juanita Subercaseaux como secretaria, y con la presencia permanente de Javier González y ocasional de Gonzalo Vial.
Precisamente allí funcionaba una organización virtual que Eyzaguirre había creado en 1954 al alero de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la universidad y que, denominada Instituto de Investigaciones Históricas, en algún momento fue conocida como Instituto de Historia. Esta entelequia le permitió publicar algunas obras de colaboradores y amigos dedicados a las disciplinas históricas y que con el tiempo se convertirían en investigadores de reconocida calidad, como Armando de Ramón, Carlos Oviedo Cavada, O. de M., y Walter Hanisch S. J. Pero también al amparo del Instituto de Historia se inició la publicación de la revista "Historia". Ya en la fundación del Instituto de Investigaciones Históricas había participado el jovencísimo Gonzalo Vial, y, años después, intervino activamente en la preparación de los primeros números del anuario.
La revista, cuya primera entrega data de 1961, pretendía recoger trabajos de profesores de la universidad, pero, fundamentalmente, ejercer de manera sistemática una labor crítica de la producción histórica sobre Chile. Para Jaime Eyzaguirre lo fundamental de la revista debía ser la sección denominada Fichero Bibliográfico, cuya preparación se encomendó, desde el primer número, a la acuciosidad y laboriosidad de Javier González. Especial cuidado se puso, asimismo, en la elaboración de las reseñas críticas, que, en verdad, no solían ser particularmente misericordiosas.
Gonzalo Vial se había licenciado en Derecho en 1954, con la máxima distinción y con todos los premios de rigor. Jaime Eyzaguirre lo llevó a la Escuela de Pedagogía de la Universidad Católica, donde impartió el curso de Historia de Chile de los siglos XVI y XVII. Y en la Facultad de Derecho inició su carrera, que resultó breve, como profesor de Historia del Derecho. También en la Escuela de Sociología dio un curso de Historia Social de Chile y América. Aunque Gonzalo Vial ejercía activamente la profesión -uno de sus procuradores describió en una ocasión, asombrado, su intensísimo ritmo de trabajo y su capacidad para ir a lo medular de los problemas que se le planteaban-, se hacía tiempo para impartir sus cursos, para investigar y para publicar. La multiplicidad de sus actividades le impidió el trabajo en los archivos, pero el manejo agudo y novedoso de las fuentes impresas le permitió abordar variadísimas materias. Su temprano interés en ahondar en la estructura social de Chile lo llevó a escoger, como tema de su tesis de licenciatura -en esos años recibía el nombre más modesto de "memoria de prueba"-, el régimen legal del africano en el país, que se publicó en 1957, y que recibió el Premio "Miguel Cruchaga Tocornal" de la Academia Chilena de la Historia. Que esta materia estaba preocupando a los historiadores lo demuestra el hecho de que dos años después Rolando Mellafe diera a luz su conocida obra sobre los africanos en Chile.
Su ingreso a la Academia de la Historia
En 1961 la atención de Vial se dirigió hacia los aztecas. Y mostró, sobre la base de una abundante bibliografía y de un inteligente manejo de numerosas crónicas, un cuadro del pueblo mexica muy similar al que hoy se ofrece en una exposición londinense sobre Moctezuma, y que ha causado honda impresión: una cultura avanzada, refinada y construida sobre un complejísimo sistema de continuos sacrificios humanos. Como cabía esperar, la reconstrucción hecha entonces por Gonzalo Vial produjo rechazo entre ciertos antropólogos. A continuación sus intereses se enfocaron hacia dos materias específicas: la estructura social chilena durante la monarquía, y la independencia. En artículos publicados en "Historia" y en el "Boletín de la Academia Chilena de la Historia", Gonzalo Vial puso énfasis en los cambios experimentados en materia social en el siglo XVIII, más concretamente en lo relativo a la discriminación. Y respecto de la Independencia procuró hacer un balance acerca de las ideas existentes entre los historiadores nacionales al respecto.
En 1964 Gonzalo Vial ingresó a la Academia Chilena de la Historia, donde le correspondió como tesorero desempeñar un destacado papel en su administración. Reelegido, sirvió ese oficio hasta marzo de 1977. Pudo también conocer y tratar a distinguidos cultores de la disciplina, como Aniceto Almeyda Arroyo y Guillermo Feliú Cruz, ambos dotados de una gigantesca erudición, que fue bien aprovechada por el novel académico. La actividad de Vial en el campo de la Historia parece detenerse en la segunda mitad del decenio de 1960. La explicación es sencilla: por una parte, los "cambios estructurales" que tan de moda se pusieron durante el gobierno de Eduardo Frei lo obligaron a intensificar su labor profesional; por otra, la reforma universitaria de 1967 lo indujo a abandonar la Universidad Católica, institución a la que le había dedicado sus mejores y más desinteresados esfuerzos.
Fue el encandilamiento de amplios sectores políticos hacia la izquierda radical, con el espejismo cubano como telón de fondo, lo que llevó a varios, Vial entre ellos, a crear un órgano periodístico que recogiera visiones diferentes y que en ese momento estaban claramente en minoría, Nació así en 1967 la revista Portada y, más adelante, en 1971, tras la victoria de Allende, la revista Qué Pasa, que dirigió desde su fundación hasta 1977. Allí Vial advirtió la importancia de los medios periódicos para difundir la historia y, de hecho, hasta poco antes de su muerte colaboró activamente escribiendo en el diario La Segunda sobre los últimos períodos presidenciales.
Sus extensas lecturas, su conocimiento íntimo de hechos importantes de los cuales estuvo muy cercano y su capacidad ilimitada para escribir con soltura y amenidad lo llevaron a diseñar un proyecto de gran envergadura: una historia de Chile que se iniciara con el fin del gobierno de Balmaceda y que llegara a nuestros días. Ignoro si la concibió como una continuación de la que Francisco Antonio Encina había dado por concluida con Balmaceda, pero siguió un esquema similar. Le dedicó mucho tiempo a este trabajo. Recuerdo que me envió los originales del tomo primero, lo que puede haber ocurrido en 1979 o 1980. En todo caso, en 1981 se inició la publicación de esa magna obra.
Extensa bibliografía
Conspiró contra su avance la circunstancia de que, en forma paralela, comenzara a escribir y a dar a las prensas otras obras, en ocasiones vinculadas a la principal que estaba elaborando. Así, en el decenio de 1980 preparó, junto a otros autores, algunos textos para la enseñanza media. Se explica su preocupación por esta área por la experiencia que él y su cónyuge habían ganado en lo relativo a la educación. Fue no sólo un imperativo ético lo que llevó a ambos a dedicarse con ahínco a ella, sino la convicción de que lo único que garantiza la existencia y la consolidación de un país razonable es una educación de calidad para sus habitantes, pero para todos ellos, al margen de su condición económica. Y marido y mujer demostraron con hechos que, en contra de lo que hoy se predica, personas carentes de "capital cultural" pueden, si son bien estimuladas y orientadas, obtener logros mucho mayores que las que tienen en forma sobreabundante tal capital.
Y mientras Gonzalo Vial destinaba parte importante de su tiempo a la Fundación Barnechea y al ejercicio de la abogacía, la "Historia de Chile" debía competir con otros títulos que irían apareciendo en el decenio de 1990, varios de ellos con colaboradores. De 1991 es "Balmaceda y la Guerra Civil", con Fernando Bravo Valdivieso y Francisco Bulnes Serrano como coautores; de 1993, "Pensamiento y vida de Adolfo Ibáñez"; de 1995, "Consejo de Defensa del Estado: 100 años de Historia" (que apareció sin su nombre); "Historia del Senado de Chile, con Pablo Valderrama y David Vásquez como coautores, y "Arturo Prat", tal vez la más lograda biografía de nuestro héroe. En 1996 Gonzalo Vial entregó "Jorge Alessandri 1896-1986: una biografía", con Patricia Arancibia y Álvaro Góngora como coautores, y al año siguiente, con los mismos, "La Sudamericana de Vapores en la Historia de Chile". En 1998 se publicó, con Vial como editor, "Análisis crítico del régimen militar", y al año siguiente, "Una trascendental experiencia académica: Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Católica de Chile". En 2002 Vial publicó, junto a Álvaro Góngora y Alexandrine de la Taille, "Jaime Eyzaguirre en su tiempo". Pero ese mismo año apareció también, en dos volúmenes, "Pinochet: una biografía".
Como si todo esto no bastara, no pudo Gonzalo Vial abandonar la actividad periodística, que tanto lo apasionó. Semanalmente, y durante años, su columna en el vespertino "La Segunda" era seguida con interés por tirios y troyanos, porque se sabía que siempre originaba polémicas apasionadas, salpicadas con la ironía del autor. Y como le preocupaba la calidad del periodismo, formó parte, desde su fundación y durante muchos años, del Consejo de Ética de los Medios de Comunicación Social.
Gran aporte en educación
Tal vez el servicio mayor que le hizo Gonzalo Vial a nuestro país fue, también a través de su columna periodística, crear conciencia acerca de la forma en que debía abordarse el problema educacional chileno. Si leyéramos las publicadas en los años correspondientes a los últimos gobiernos, podríamos advertir, con aterradora claridad, los efectos de las múltiples, disparatadas, contradictorias y costosísimas medidas que nuestros expertos educacionales se han dado el gusto de imponer. Pero para Vial, con lo absurdo que resultaban ser muchos de esos experimentos, había un problema de mayor envergadura tras el fracaso de nuestro sistema educacional: la sistemática y planificada destrucción de la familia.
No hay que suponer que sus escritos derivaron de simples ejercicios intelectuales o, como sostienen algunos, de su visión pesimista acerca del desenvolvimiento del Chile republicano. Derivaron, como se ha advertido, fundamentalmente de la práctica. Pero no se ocupó sólo de la educación básica y media. No se puede dejar de mencionar que la gran revolución experimentada por la educación superior chilena en el siglo XX tiene un autor muy preciso: Gonzalo Vial en su breve paso por el Ministerio de Educación durante el gobierno de Pinochet. En efecto, gracias a él hoy existen las llamadas universidades privadas, algunas de las cuales han alcanzado, en menos de 30 años, sorprendentes niveles de excelencia. Gracias a él, hoy el número de universitarios que constituyen la primera generación con estudios superiores supera ampliamente al de hijos de universitarios. Por la fundamental gestión de Vial, el viejo y combativo lema de "universidad para todos" del decenio de 1960 se convirtió en realidad en la única forma racional posible: permitiendo, más bien, facilitando la creación de nuevas universidades.
Una colectividad tiene la obligación de conservar la memoria de quienes han sido, realmente, los que han contribuido al desarrollo intelectual de sus componentes. Y el balance de su labor demuestra lo mucho que le debe nuestro país a Gonzalo Vial.
Aporte educacional:
Por la fundamental gestión de Vial, el viejo y combativo lema de "universidad para todos" del decenio de 1960 se convirtió en realidad en la única forma racional posible: permitiendo, más bien, facilitando la creación de nuevas universidades.
Fundación Barnechea:
Marido y mujer demostraron con hechos que, en contra de lo que hoy se predica, personas carentes de "capital cultural" pueden, si son bien estimuladas y orientadas, obtener logros mucho mayores que las que tienen en forma sobreabundante tal capital.
Trato de reconstruir los primeros días de clases en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica en ese lejano año 1957. Pero los recuerdos son imprecisos y giran en torno a los amplios pasillos del segundo piso de la casa central al que se abrían las salas de clases, y a las informaciones confusas y contradictorias que los más enterados daban acerca de los profesores. Había pretendido seguir el curso de Historia del Derecho con Jaime Eyzaguirre, pero ese año se había hecho cargo del que entonces se llamaba Historia Constitucional de Chile, que correspondía al segundo año de la carrera. Y en lugar de Eyzaguirre cabía elegir entre dos profesores jóvenes, que tal vez habían sido sus ayudantes: Gonzalo Vial y Armando de Ramón. Aunque no los conocía, sabía bien quién era el primero. Un par de años antes su hermano, mi profesor de Histología en la Escuela de Medicina, había procurado orientarme ante mi notoria carencia de vocación, y me había sugerido el estudio del Derecho como el más apropiado para personas de intereses variados y ninguno lo suficientemente fuerte como para justificar la elección de una carrera. Y me habló de su hermano que, sin tener una especial inclinación hacia el Derecho, había estudiado esa disciplina con éxito y sin que le provocara un especial rechazo.
Pero cuando llegué a inscribirme en el curso de Gonzalo Vial, ya se había completado su cuota de alumnos, por lo que hice Historia del Derecho con Armando de Ramón. Pero si bien ambos profesores eran completamente independientes, en una oportunidad se organizó, con algunos alumnos de ambos cursos que mostraban interés en la disciplina, una suerte de seminario en que cada participante elegía un tema, lo estudiaba y hacía después una disertación. Veo a Gonzalo, entonces de 27 años, muy alto y muy delgado, sentado junto a otros alumnos en unos asientos muy próximos y que lo obligaban a dificultosos esfuerzos para acomodar sus largas extremidades, mirando a los expositores con curiosidad a través de sus anteojos redondos, y haciendo observaciones siempre certeras y llenas de ironía. No sospechaba entonces que ese joven profesor ya había recibido su bautismo político trabajando con Jorge Prat, cuando era ministro de Hacienda del Presidente Carlos Ibáñez, y con Arturo Fontaine, su subsecretario. Este dato no deja de ser importante, pues puede ayudar a comprender su visión histórica de Chile.
Sus primeras publicaciones
Después de haber completado el curso de Historia Constitucional de Chile con Jaime Eyzaguirre y haber recibido de éste el impulso hacia las disciplinas históricas, mis encuentros con Gonzalo Vial fueron más frecuentes. Es imposible olvidar ese modestísimo altillo en que funcionaba Extensión Cultural de la Universidad Católica, a cargo de Eyzaguirre, con Juanita Subercaseaux como secretaria, y con la presencia permanente de Javier González y ocasional de Gonzalo Vial.
Precisamente allí funcionaba una organización virtual que Eyzaguirre había creado en 1954 al alero de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la universidad y que, denominada Instituto de Investigaciones Históricas, en algún momento fue conocida como Instituto de Historia. Esta entelequia le permitió publicar algunas obras de colaboradores y amigos dedicados a las disciplinas históricas y que con el tiempo se convertirían en investigadores de reconocida calidad, como Armando de Ramón, Carlos Oviedo Cavada, O. de M., y Walter Hanisch S. J. Pero también al amparo del Instituto de Historia se inició la publicación de la revista "Historia". Ya en la fundación del Instituto de Investigaciones Históricas había participado el jovencísimo Gonzalo Vial, y, años después, intervino activamente en la preparación de los primeros números del anuario.
La revista, cuya primera entrega data de 1961, pretendía recoger trabajos de profesores de la universidad, pero, fundamentalmente, ejercer de manera sistemática una labor crítica de la producción histórica sobre Chile. Para Jaime Eyzaguirre lo fundamental de la revista debía ser la sección denominada Fichero Bibliográfico, cuya preparación se encomendó, desde el primer número, a la acuciosidad y laboriosidad de Javier González. Especial cuidado se puso, asimismo, en la elaboración de las reseñas críticas, que, en verdad, no solían ser particularmente misericordiosas.
Gonzalo Vial se había licenciado en Derecho en 1954, con la máxima distinción y con todos los premios de rigor. Jaime Eyzaguirre lo llevó a la Escuela de Pedagogía de la Universidad Católica, donde impartió el curso de Historia de Chile de los siglos XVI y XVII. Y en la Facultad de Derecho inició su carrera, que resultó breve, como profesor de Historia del Derecho. También en la Escuela de Sociología dio un curso de Historia Social de Chile y América. Aunque Gonzalo Vial ejercía activamente la profesión -uno de sus procuradores describió en una ocasión, asombrado, su intensísimo ritmo de trabajo y su capacidad para ir a lo medular de los problemas que se le planteaban-, se hacía tiempo para impartir sus cursos, para investigar y para publicar. La multiplicidad de sus actividades le impidió el trabajo en los archivos, pero el manejo agudo y novedoso de las fuentes impresas le permitió abordar variadísimas materias. Su temprano interés en ahondar en la estructura social de Chile lo llevó a escoger, como tema de su tesis de licenciatura -en esos años recibía el nombre más modesto de "memoria de prueba"-, el régimen legal del africano en el país, que se publicó en 1957, y que recibió el Premio "Miguel Cruchaga Tocornal" de la Academia Chilena de la Historia. Que esta materia estaba preocupando a los historiadores lo demuestra el hecho de que dos años después Rolando Mellafe diera a luz su conocida obra sobre los africanos en Chile.
Su ingreso a la Academia de la Historia
En 1961 la atención de Vial se dirigió hacia los aztecas. Y mostró, sobre la base de una abundante bibliografía y de un inteligente manejo de numerosas crónicas, un cuadro del pueblo mexica muy similar al que hoy se ofrece en una exposición londinense sobre Moctezuma, y que ha causado honda impresión: una cultura avanzada, refinada y construida sobre un complejísimo sistema de continuos sacrificios humanos. Como cabía esperar, la reconstrucción hecha entonces por Gonzalo Vial produjo rechazo entre ciertos antropólogos. A continuación sus intereses se enfocaron hacia dos materias específicas: la estructura social chilena durante la monarquía, y la independencia. En artículos publicados en "Historia" y en el "Boletín de la Academia Chilena de la Historia", Gonzalo Vial puso énfasis en los cambios experimentados en materia social en el siglo XVIII, más concretamente en lo relativo a la discriminación. Y respecto de la Independencia procuró hacer un balance acerca de las ideas existentes entre los historiadores nacionales al respecto.
En 1964 Gonzalo Vial ingresó a la Academia Chilena de la Historia, donde le correspondió como tesorero desempeñar un destacado papel en su administración. Reelegido, sirvió ese oficio hasta marzo de 1977. Pudo también conocer y tratar a distinguidos cultores de la disciplina, como Aniceto Almeyda Arroyo y Guillermo Feliú Cruz, ambos dotados de una gigantesca erudición, que fue bien aprovechada por el novel académico. La actividad de Vial en el campo de la Historia parece detenerse en la segunda mitad del decenio de 1960. La explicación es sencilla: por una parte, los "cambios estructurales" que tan de moda se pusieron durante el gobierno de Eduardo Frei lo obligaron a intensificar su labor profesional; por otra, la reforma universitaria de 1967 lo indujo a abandonar la Universidad Católica, institución a la que le había dedicado sus mejores y más desinteresados esfuerzos.
Fue el encandilamiento de amplios sectores políticos hacia la izquierda radical, con el espejismo cubano como telón de fondo, lo que llevó a varios, Vial entre ellos, a crear un órgano periodístico que recogiera visiones diferentes y que en ese momento estaban claramente en minoría, Nació así en 1967 la revista Portada y, más adelante, en 1971, tras la victoria de Allende, la revista Qué Pasa, que dirigió desde su fundación hasta 1977. Allí Vial advirtió la importancia de los medios periódicos para difundir la historia y, de hecho, hasta poco antes de su muerte colaboró activamente escribiendo en el diario La Segunda sobre los últimos períodos presidenciales.
Sus extensas lecturas, su conocimiento íntimo de hechos importantes de los cuales estuvo muy cercano y su capacidad ilimitada para escribir con soltura y amenidad lo llevaron a diseñar un proyecto de gran envergadura: una historia de Chile que se iniciara con el fin del gobierno de Balmaceda y que llegara a nuestros días. Ignoro si la concibió como una continuación de la que Francisco Antonio Encina había dado por concluida con Balmaceda, pero siguió un esquema similar. Le dedicó mucho tiempo a este trabajo. Recuerdo que me envió los originales del tomo primero, lo que puede haber ocurrido en 1979 o 1980. En todo caso, en 1981 se inició la publicación de esa magna obra.
Extensa bibliografía
Conspiró contra su avance la circunstancia de que, en forma paralela, comenzara a escribir y a dar a las prensas otras obras, en ocasiones vinculadas a la principal que estaba elaborando. Así, en el decenio de 1980 preparó, junto a otros autores, algunos textos para la enseñanza media. Se explica su preocupación por esta área por la experiencia que él y su cónyuge habían ganado en lo relativo a la educación. Fue no sólo un imperativo ético lo que llevó a ambos a dedicarse con ahínco a ella, sino la convicción de que lo único que garantiza la existencia y la consolidación de un país razonable es una educación de calidad para sus habitantes, pero para todos ellos, al margen de su condición económica. Y marido y mujer demostraron con hechos que, en contra de lo que hoy se predica, personas carentes de "capital cultural" pueden, si son bien estimuladas y orientadas, obtener logros mucho mayores que las que tienen en forma sobreabundante tal capital.
Y mientras Gonzalo Vial destinaba parte importante de su tiempo a la Fundación Barnechea y al ejercicio de la abogacía, la "Historia de Chile" debía competir con otros títulos que irían apareciendo en el decenio de 1990, varios de ellos con colaboradores. De 1991 es "Balmaceda y la Guerra Civil", con Fernando Bravo Valdivieso y Francisco Bulnes Serrano como coautores; de 1993, "Pensamiento y vida de Adolfo Ibáñez"; de 1995, "Consejo de Defensa del Estado: 100 años de Historia" (que apareció sin su nombre); "Historia del Senado de Chile, con Pablo Valderrama y David Vásquez como coautores, y "Arturo Prat", tal vez la más lograda biografía de nuestro héroe. En 1996 Gonzalo Vial entregó "Jorge Alessandri 1896-1986: una biografía", con Patricia Arancibia y Álvaro Góngora como coautores, y al año siguiente, con los mismos, "La Sudamericana de Vapores en la Historia de Chile". En 1998 se publicó, con Vial como editor, "Análisis crítico del régimen militar", y al año siguiente, "Una trascendental experiencia académica: Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Católica de Chile". En 2002 Vial publicó, junto a Álvaro Góngora y Alexandrine de la Taille, "Jaime Eyzaguirre en su tiempo". Pero ese mismo año apareció también, en dos volúmenes, "Pinochet: una biografía".
Como si todo esto no bastara, no pudo Gonzalo Vial abandonar la actividad periodística, que tanto lo apasionó. Semanalmente, y durante años, su columna en el vespertino "La Segunda" era seguida con interés por tirios y troyanos, porque se sabía que siempre originaba polémicas apasionadas, salpicadas con la ironía del autor. Y como le preocupaba la calidad del periodismo, formó parte, desde su fundación y durante muchos años, del Consejo de Ética de los Medios de Comunicación Social.
Gran aporte en educación
Tal vez el servicio mayor que le hizo Gonzalo Vial a nuestro país fue, también a través de su columna periodística, crear conciencia acerca de la forma en que debía abordarse el problema educacional chileno. Si leyéramos las publicadas en los años correspondientes a los últimos gobiernos, podríamos advertir, con aterradora claridad, los efectos de las múltiples, disparatadas, contradictorias y costosísimas medidas que nuestros expertos educacionales se han dado el gusto de imponer. Pero para Vial, con lo absurdo que resultaban ser muchos de esos experimentos, había un problema de mayor envergadura tras el fracaso de nuestro sistema educacional: la sistemática y planificada destrucción de la familia.
No hay que suponer que sus escritos derivaron de simples ejercicios intelectuales o, como sostienen algunos, de su visión pesimista acerca del desenvolvimiento del Chile republicano. Derivaron, como se ha advertido, fundamentalmente de la práctica. Pero no se ocupó sólo de la educación básica y media. No se puede dejar de mencionar que la gran revolución experimentada por la educación superior chilena en el siglo XX tiene un autor muy preciso: Gonzalo Vial en su breve paso por el Ministerio de Educación durante el gobierno de Pinochet. En efecto, gracias a él hoy existen las llamadas universidades privadas, algunas de las cuales han alcanzado, en menos de 30 años, sorprendentes niveles de excelencia. Gracias a él, hoy el número de universitarios que constituyen la primera generación con estudios superiores supera ampliamente al de hijos de universitarios. Por la fundamental gestión de Vial, el viejo y combativo lema de "universidad para todos" del decenio de 1960 se convirtió en realidad en la única forma racional posible: permitiendo, más bien, facilitando la creación de nuevas universidades.
Una colectividad tiene la obligación de conservar la memoria de quienes han sido, realmente, los que han contribuido al desarrollo intelectual de sus componentes. Y el balance de su labor demuestra lo mucho que le debe nuestro país a Gonzalo Vial.
Aporte educacional:
Por la fundamental gestión de Vial, el viejo y combativo lema de "universidad para todos" del decenio de 1960 se convirtió en realidad en la única forma racional posible: permitiendo, más bien, facilitando la creación de nuevas universidades.
Fundación Barnechea:
Marido y mujer demostraron con hechos que, en contra de lo que hoy se predica, personas carentes de "capital cultural" pueden, si son bien estimuladas y orientadas, obtener logros mucho mayores que las que tienen en forma sobreabundante tal capital.
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