contra ese embrujo del poder
Agustín Squella
El Mercurio Viernes 05 de Febrero de 2010
Librerías en verano
Sea en invierno o en verano, siempre obtienes una recompensa cuando entras a una librería y pasas un buen rato en ella, incluso si sales con las manos vacías, puesto que entonces tus pasos se encaminarán a la que se encuentre más próxima, aguijoneados por la esperanza de que esta vez no resultarás defraudado.
En invierno las librerías son lugares cálidos en los que guarecerse, mientras que durante el verano te reciben con la jubilosa luz que reflejan las cubiertas. En invierno las librerías tienen un atractivo similar al de bares y cafés, y en verano producen un efecto parecido al que causa la repentina visión de una pradera bañada de sol. Huelen distinto también, a perfume sutil en invierno y a leña seca en verano. Y los libros que habitan en ellas, cual huéspedes de una posada cuyo dueño se regocija con el tintineo del cencerro adosado a la puerta tanto si entran como salen, susurran débilmente sus ocultos contenidos en los días invernales, mientras que en verano hablan con voz entera al lector ansioso y a la par desprevenido que circula entre las colmadas y relucientes bandejas.
Lo que busco en las librerías son novelas, pero si se trata de mencionar lecturas para este verano, partiré por una obra inclasificable, que tanto se parece a una novela como a un ensayo, a una composición política y a un tratado de psicología, y que es de Javier Cercas, el autor de "Soldados de Salamina" y "La velocidad de la luz", dos espléndidas novelas, y cuya última entrega, aquella a la que me refiero, titulada "Anatomía de un instante", narra prodigiosamente aquel 23 de febrero de 1981, cuando toda España enmudeció, una parte de ella por temor y la otra por complicidad, a raíz de que el coronel Tejero había irrumpido a tiros en el recinto del Congreso de los Diputados y desafiado la transición a la democracia. Y si pocos lectores pueden estar dispuestos a pasar 762 páginas para enterarse de la vida de un escritor, de "Gabriel García Márquez. Una vida", de Gerald Martin, habría que decir en su favor que se trata de un volumen que permite saborear con lujo de detalles el suculento derredor familiar del escritor caribeño y el atractivo y a la vez complejo contorno político, literario y periodístico de su legendaria existencia. Ni apologética ni crítica, la monumental obra de Martin, con mirada casi de anatomista, sigue muy de cerca las vicisitudes de un hombre sólo en apariencia extrovertido, y que, no obstante padecer una sensación insidiosa y angustiante de fragilidad y de sembrar aquí y allá versiones muy distintas de los episodios más importantes de su vida, ha sabido negociar con éxito, a cada paso, la construcción de su propia e indiscutida celebridad.
Pasando ahora a las novelas, además de "Invisible", un envolvente relato del talentoso Paul Auster, 2009 nos regaló la traducción de dos muy buenas, ambas de Richard Yates. Me refiero a "Vía revolucionaria" y a "Las hermanas Grimes". Yates tuvo una vida difícil y fue poco cotizado en su tiempo. Admiraba a su compatriota F. Scott Fitzgerald, quien tampoco las tuvo todas consigo, lo cual me hace recordar otra joya para este verano, "El gran Gatsby", del segundo de esos autores, novela justamente celebrada por la crítica en su nueva edición de 2009, y en cuya línea final puede leerse la verdad de que "luchamos como barcos contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado". Y de aquel inolvidable prólogo que Luis Domínguez escribió para la edición de Nascimento de la misma obra, en 1971, recuerdo una idea que vale tanto para el narrador norteamericano como para García Márquez, a saber, que la carrera de un escritor puede ser una lucha contra la descomposición, la soledad y la muerte, aunque en el caso del autor colombiano también contra ese embrujo del poder que lo ha confundido toda la vida.
El Mercurio Viernes 05 de Febrero de 2010
Librerías en verano
Sea en invierno o en verano, siempre obtienes una recompensa cuando entras a una librería y pasas un buen rato en ella, incluso si sales con las manos vacías, puesto que entonces tus pasos se encaminarán a la que se encuentre más próxima, aguijoneados por la esperanza de que esta vez no resultarás defraudado.
En invierno las librerías son lugares cálidos en los que guarecerse, mientras que durante el verano te reciben con la jubilosa luz que reflejan las cubiertas. En invierno las librerías tienen un atractivo similar al de bares y cafés, y en verano producen un efecto parecido al que causa la repentina visión de una pradera bañada de sol. Huelen distinto también, a perfume sutil en invierno y a leña seca en verano. Y los libros que habitan en ellas, cual huéspedes de una posada cuyo dueño se regocija con el tintineo del cencerro adosado a la puerta tanto si entran como salen, susurran débilmente sus ocultos contenidos en los días invernales, mientras que en verano hablan con voz entera al lector ansioso y a la par desprevenido que circula entre las colmadas y relucientes bandejas.
Lo que busco en las librerías son novelas, pero si se trata de mencionar lecturas para este verano, partiré por una obra inclasificable, que tanto se parece a una novela como a un ensayo, a una composición política y a un tratado de psicología, y que es de Javier Cercas, el autor de "Soldados de Salamina" y "La velocidad de la luz", dos espléndidas novelas, y cuya última entrega, aquella a la que me refiero, titulada "Anatomía de un instante", narra prodigiosamente aquel 23 de febrero de 1981, cuando toda España enmudeció, una parte de ella por temor y la otra por complicidad, a raíz de que el coronel Tejero había irrumpido a tiros en el recinto del Congreso de los Diputados y desafiado la transición a la democracia. Y si pocos lectores pueden estar dispuestos a pasar 762 páginas para enterarse de la vida de un escritor, de "Gabriel García Márquez. Una vida", de Gerald Martin, habría que decir en su favor que se trata de un volumen que permite saborear con lujo de detalles el suculento derredor familiar del escritor caribeño y el atractivo y a la vez complejo contorno político, literario y periodístico de su legendaria existencia. Ni apologética ni crítica, la monumental obra de Martin, con mirada casi de anatomista, sigue muy de cerca las vicisitudes de un hombre sólo en apariencia extrovertido, y que, no obstante padecer una sensación insidiosa y angustiante de fragilidad y de sembrar aquí y allá versiones muy distintas de los episodios más importantes de su vida, ha sabido negociar con éxito, a cada paso, la construcción de su propia e indiscutida celebridad.
Pasando ahora a las novelas, además de "Invisible", un envolvente relato del talentoso Paul Auster, 2009 nos regaló la traducción de dos muy buenas, ambas de Richard Yates. Me refiero a "Vía revolucionaria" y a "Las hermanas Grimes". Yates tuvo una vida difícil y fue poco cotizado en su tiempo. Admiraba a su compatriota F. Scott Fitzgerald, quien tampoco las tuvo todas consigo, lo cual me hace recordar otra joya para este verano, "El gran Gatsby", del segundo de esos autores, novela justamente celebrada por la crítica en su nueva edición de 2009, y en cuya línea final puede leerse la verdad de que "luchamos como barcos contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado". Y de aquel inolvidable prólogo que Luis Domínguez escribió para la edición de Nascimento de la misma obra, en 1971, recuerdo una idea que vale tanto para el narrador norteamericano como para García Márquez, a saber, que la carrera de un escritor puede ser una lucha contra la descomposición, la soledad y la muerte, aunque en el caso del autor colombiano también contra ese embrujo del poder que lo ha confundido toda la vida.
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