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Editor: Neville Blanc

Monday, June 07, 2010

LA GRAVEDAD TERRIBLE EN EL ESPACIO




Todos quieren a Rothko
De origen judío, Rothko huyó cuando niño de Rusia a EEUU, donde consiguió la consagración como pintor. Siempre ignorado en su país natal, hoy tiene su reivindicación, con una muestra de 13 óleos en Moscú.

por Denisse Espinoza


La Tercera - 07/06/2010 - 08:37
El 25 de febrero de 1970, Mark Rothko fue encontrado en el suelo de su taller en Nueva York, tendido sobre un charco de sangre. Murió luego de infringirse profundos cortes en sus brazos con una navaja de afeitar. La autopsia reveló, además, una sobredosis de antidepresivos. El artista ruso estaba mal: su matrimonio había terminado y, tras diagnosticársele un aneurisma, no podía beber, fumar y pintar cuadros de gran tamaño.

El suicidio transformó la lectura de su obra. Los marrones, negros y violetas que dominaron su trabajo en los últimos años, fueron entendidos como síntoma depresivo. Su pintura cobró una gravedad terrible, efecto que, por cierto, Rothko siempre buscó. Temía que curadores y coleccionistas adquirieran sus cuadros por moda, o que sólo lo vieran como un gran colorista. Quería, en sus propias palabras, "expresar las emociones humanas básicas, la tragedia, el éxtasis, la condenación".

A pesar de su desconfianza, el pintor no pudo evitar el éxito. En los 60, sus cuadros llegaron a colecciones de la familia Rockefeller, se codeó con la elite política y tuvo una gran retrospectiva en el MoMA de Nueva York. Pero su fama era dispareja: mientras en EEUU su obra era tema de conversación en la escena artística, en Rusia, su país natal, se lo ignoraba. Cuarenta años después de su muerte, esto parece haber cambiado. Hasta agosto, el Garage Center for Contemporary Culture de Moscú acoge la mayor exposición que se haya realizado sobre Rothko en Rusia. Los 13 lienzos que conforman la muestra Into the unknown world simbolizan la vuelta del artista a la ciudad de la que se vio obligado a salir con su familia en 1913, cuando tenía 10 años.

En EEUU su popularidad nunca ha decaído y algunos medios hablan de una "Rothkomanía": la casa de subastas Sotheby's vendió una de sus obras en 25 millones de dólares, su vida acaba de llegar a Broadway en el montaje Red (con entradas agotadas) y Barack Obama eligió un cuadro suyo para colgarlo en la Casa Blanca. Y por cierto, Don Draper, el protagonista de Mad men, tiene un Rothko en su oficina.

Rectángulos puros



Hijo de un farmacéutico judío, Marcus Rothkowitz nació en Dvinsk, Rusia. Fue el único de sus tres hermanos que estudió en un jéder, escuela que enseña judaísmo y lengua hebrea. Su familia se fue a EEUU por temor a la violencia antisemita.

En Nueva York se formó como artista y ya en los años 20, el nombre de Mark Rothko comenzó a sonar en los círculos artísticos junto al de otros jóvenes, como Adolph Gottlieb, Barnett Newman y Joseph Solman. De lo figurativo pasó a la abstracción, siempre buscando lo espiritual en su pintura: quería plasmar "la esencia de lo esencial". A fines de los 40 lo consiguió. Grandes rectángulos de color puro y bordes borrosos fueron el sello de su obra. Los críticos sugieren que su inspiración fue un terrible recuerdo de niñez que él mismo comentó varias veces: "Se llevaron a los judíos del pueblo hacia los bosques y los hicieron cavar una fosa común. Siempre estuve atormentado por esa tumba cuadrada".

Ya nacionalizado estadounidense, en 1958, el artista fue convocado para instalar 40 lienzos en un nuevo restaurante de lujo, el neoyorquino The Four Season. Rothko cambió su formato horizontal por el vertical, para combinar con columnas, puertas y ventanas. Dos años después cambió de opinión. Devolvió el dinero y se quedó con las obras. "Odio el arte. Para mí, ha dejado de ser una aventura desconocida en territorio desconocido, para transformarse en un mercado", sentenció.

En 1964 armó un nuevo proyecto, más acorde a sus convicciones artísticas: La capilla Rothko, en Texas, diseñada por él y con 14 cuadros negros que invitan al visitante a perderse en una sensación de vacío infinito, olvidando los egos humanos.

Nunca volvió a Rusia y su muerte definió el destino de estas últimas y emblemáticas obras. El mismo día de su suicidio, los lienzos del Four Season llegaron como donación a la Tate Gallery de Londres. Un año después de su muerte, en 1971, se abrieron las puertas de la Capilla Rothko.

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