HISTORIA DEL PARLAMENTO CHILENO
El Mercurio Revista del Sabado sábado 24 de julio de 2010
Un Parlamento sin historia
Resulta que la Biblioteca del Congreso no tiene atribución sobre los archivos, porque, valga la redundancia, es una biblioteca y no un archivo.
Sol Serrano
Me pregunto cuántos parlamentarios hoy día en ejercicio saben que en un año más, el 4 de julio de 2011, la honorable institución a la que pertenecen con gran orgullo cumple su propio Bicentenario.
No he escuchado ni leído una sola palabra que indique alguna conciencia sobre aquello, o si ese aniversario importa en algún sentido. Puede que me equivoque, pero no se ven señales de que el tema exista.
A mí me importa muy especialmente. Como historiadora, claro, pero sobre todo como ciudadana. Hace alrededor de un año y medio empecé a averiguar si el Congreso tenía algo pensado para su Bicentenario. Me interesaba la posibilidad de hacer una investigación con mis alumnos sobre su historia, desde un punto de vista que no fuera el legislativo, que se conoce más, ni tampoco una pomposa historia institucional. Nos interesaba estudiarlo desde la representación política, desde las prácticas electorales; finalmente, desde la ciudadanía.
Empezamos el trabajo y como puede imaginar cualquier persona con dos dedos de frente, una historia del Congreso, requiere los archivos del Congreso. Vaya sorpresa... no logramos saber dónde estaban. Resulta que la Biblioteca del Congreso, una institución espléndida con una rica sección histórica, no tiene atribución sobre los archivos, porque, valga la redundancia, es una biblioteca y no un archivo. Entonces empezó un peregrinaje que terminó en informaciones vagas. Raya para la suma, lo que logramos averiguar es que cada Cámara tiene su propio archivo histórico arrumado en cajas, al parecer en Valparaíso, y no se admite el acceso, a no ser que sea en compañía de un parlamentario.
Mi capacidad de lobby para saber si era así fue igual a cero y no tuve suficiente perseverancia para terminar la indagación. Puede ser que esté equivocada, pero, sea como sea, llegar a esos archivos es difícil y confuso. Ello parece congruente con la indiferencia de los parlamentarios sobre su propia identidad histórica.
Esto no es un asunto profesional de historiadores. Es más grave.
La inauguración del Congreso el 4 de julio de 1811 es la consecuencia directa y completa el primer ciclo que abre la Junta de Gobierno de 1810. Fue el momento, nada más ni nada menos, en que los diputados empezaron a deliberar sobre una nueva forma de gobierno y redactaron el borrador de lo que sería el primer reglamento constitucional publicado dos años después. Ese reglamento, escrito principalmente por Juan Egaña, empieza con aquella frase que por primera vez se pronunció en este país: "Todos los hombres nacen libres, iguales e independientes".
Los chilenos no éramos ni libres ni iguales ni independientes. Tratar de lograrlo ha sido el horizonte de nuestra historia y es todavía un horizonte por conquistar. Es, finalmente, el sentido de nuestra democracia. Esa frase no se dijo en el Cabildo Abierto de 1810, sino en el Congreso en 1811.
Es una paradoja -espero que no sea un síntoma- que tengamos un Congreso con una larga historia y un Congreso que parece cuidarla tan poco.
Comente esta columna en http://blogs.elmercurio.com/revistasabado/
Un Parlamento sin historia
Resulta que la Biblioteca del Congreso no tiene atribución sobre los archivos, porque, valga la redundancia, es una biblioteca y no un archivo.
Sol Serrano
Me pregunto cuántos parlamentarios hoy día en ejercicio saben que en un año más, el 4 de julio de 2011, la honorable institución a la que pertenecen con gran orgullo cumple su propio Bicentenario.
No he escuchado ni leído una sola palabra que indique alguna conciencia sobre aquello, o si ese aniversario importa en algún sentido. Puede que me equivoque, pero no se ven señales de que el tema exista.
A mí me importa muy especialmente. Como historiadora, claro, pero sobre todo como ciudadana. Hace alrededor de un año y medio empecé a averiguar si el Congreso tenía algo pensado para su Bicentenario. Me interesaba la posibilidad de hacer una investigación con mis alumnos sobre su historia, desde un punto de vista que no fuera el legislativo, que se conoce más, ni tampoco una pomposa historia institucional. Nos interesaba estudiarlo desde la representación política, desde las prácticas electorales; finalmente, desde la ciudadanía.
Empezamos el trabajo y como puede imaginar cualquier persona con dos dedos de frente, una historia del Congreso, requiere los archivos del Congreso. Vaya sorpresa... no logramos saber dónde estaban. Resulta que la Biblioteca del Congreso, una institución espléndida con una rica sección histórica, no tiene atribución sobre los archivos, porque, valga la redundancia, es una biblioteca y no un archivo. Entonces empezó un peregrinaje que terminó en informaciones vagas. Raya para la suma, lo que logramos averiguar es que cada Cámara tiene su propio archivo histórico arrumado en cajas, al parecer en Valparaíso, y no se admite el acceso, a no ser que sea en compañía de un parlamentario.
Mi capacidad de lobby para saber si era así fue igual a cero y no tuve suficiente perseverancia para terminar la indagación. Puede ser que esté equivocada, pero, sea como sea, llegar a esos archivos es difícil y confuso. Ello parece congruente con la indiferencia de los parlamentarios sobre su propia identidad histórica.
Esto no es un asunto profesional de historiadores. Es más grave.
La inauguración del Congreso el 4 de julio de 1811 es la consecuencia directa y completa el primer ciclo que abre la Junta de Gobierno de 1810. Fue el momento, nada más ni nada menos, en que los diputados empezaron a deliberar sobre una nueva forma de gobierno y redactaron el borrador de lo que sería el primer reglamento constitucional publicado dos años después. Ese reglamento, escrito principalmente por Juan Egaña, empieza con aquella frase que por primera vez se pronunció en este país: "Todos los hombres nacen libres, iguales e independientes".
Los chilenos no éramos ni libres ni iguales ni independientes. Tratar de lograrlo ha sido el horizonte de nuestra historia y es todavía un horizonte por conquistar. Es, finalmente, el sentido de nuestra democracia. Esa frase no se dijo en el Cabildo Abierto de 1810, sino en el Congreso en 1811.
Es una paradoja -espero que no sea un síntoma- que tengamos un Congreso con una larga historia y un Congreso que parece cuidarla tan poco.
Comente esta columna en http://blogs.elmercurio.com/revistasabado/
<< Home