Una reciente edición en gallego del Códice Calixtino, mostrada ante la catedral de Santiago
Cultura
Fallos de seguridad, ladrones a punta de pistola... los distintos «modus operandi» de los robos del siglo
La desaparición del «Códice Calixtino» reabre el debate sobre las medidas de seguridad
J.M.SÁNCHEZ
Día 09/07/2011 - 10.46h
EFE .
Fallos de seguridad, ladrones a punta de pistola... los distintos «modus operandi» de los robos del siglo
La desaparición del «Códice Calixtino» reabre el debate sobre las medidas de seguridad
J.M.SÁNCHEZ
Día 09/07/2011 - 10.46h
EFE .
Una reciente edición en gallego del Códice Calixtino, mostrada ante la catedral de Santiago
El Códice Calixtino, al descubierto
Cronología: Principales robos de cuadros en museos del mundo desde el año 2000 Muchas novelas y películas han centrado su trama en el robo de piezas de arte, pero esto ha dejado de ser mera ficción. Mientras continúa la búsqueda del «Códice Calixtino», el mundo del arte entristece por la pérdida de este tesoro de la humanidad. ¿Cómo se produjo? ¿Qué falló? ¿Quién es el responsale? La policía ha estrechado el cerco en las últimas horas y ha aplicado severos controles de entrada y salida de Santiago de Compostela para localizar a los supuestos ladrones del manuscrito. Sin demasiado éxito.
Son esos «pequeños» errores en las medidas de seguridad y vigilancia lo que ha permitido a lo largo de la historia reciente la sustracción de tantas y tantas otras obras de arte, como «Cabeza de mujer», de Pablo Picasso, que fue robada de la galería de arte Weinstein, en San Francisco (EE.UU.), por un hombre que paseó como Pedro por su casa por las instalaciones. Cogió el cuadro con sus propias manos y se montó en un taxi al que había telefoneado previamente. No fue ningún asalto de película, pero sí un robo con mucho arte.
Uno de los robos más importantes del siglo XX tuvo como objetivo el cuadro más famoso del artista Leonardo da Vinci, cuya imagen de mujer comporta grandes misterios. Eran otros tiempos (1911). Sí, «La Gioconda», que se encuentra permanentemente vigilada, fue descolgada de las paredes del Museo del Louvre (París) por un carpintero italiano y exempleado del museo llamado Vincenzo Perugia que, vistiendo una gabardina blanca similar a la utilizada por el personal, llegó y se la llevó sin problema alguno. Decía haberlo hecho «por admiración» pero realmente fue cazado cuando intentaba venderla a la Galería degli Uffizi (Florencia), lo que permitió entonces que galeristas y responsables de arte abrieran el debate acerca de las medidas de seguridad.
Se ponía la primera piedra. Y es que había que proteger y custodiar las obras. «Gracias por la pésima seguridad», rezaba una nota dejada por los ladrones de «El Grito», de Eduar Munch, que fue robado de la Galería de Arte de Oslo en 1994. Esta obra ha sufrido otras intentonas. Ha estado de aquí para allá. Diez años después de aquello volvió a ser «mangado» para, otra vez, ser recuperado en 2006. Sin resolverse se encuentra todavía uno de los episodios peor recordados de la historia del arte. El museo Isabella Stewart Gardner «perdió» en 1990 varias piezas importantes (valoradas en más de 300 millones de dólares), entre ellas «Tormenta en el mar de Galilea», del pintor holandés Rembrandt, uno de los maestros del Barroco.
Agonizaba el año 1999, era Nochevieja y todos presagiaban buenos augurios con la entrada del nuevo año. Había fuegos artificiales; esa estruendosa situación fue aprovechada por un ladrón, que accedió al Museo Ashmolean (Oxford) para hacese con el «Paisaje de Auvers-sur-Oise», del impresionista Paul Cézanne, valorado en 3 millones de dólares. La obra continúa en paradero desconocido una década después. Cuentan que se ha utilizado como pieza de cambio del narcotráfico, lo que ha propiciado el nacimiento de la Asociación para la Investigación de Crímenes de Arte (ARCA), que asegura que se cometen cada año unos 100.000 robos de arte.
Además de Cézanne, en 2008 se robaron del museo de Zúrich varios cuadros de Edgar Degas, Vincent van Gogh y Claude Monet, valorados en más de 112 millones de euros. Fue el mayor golpe en el mundo del arte en los últimos 20 años, decían. En este caso, el «modus operandi» fue totalmente distinto a los anteriores ejemplos. Tres hombres encapuchados se introdujeron en el museo a primera hora de la tarde a punta de pistola y obligaron a los empleados a tirarse al suelo. Los ladrones pedían un importante rescate. Una semana después del asalto la policía suiza pudo recuperar dos de los cuadros.
Si la calle está de fiesta y hay algarabía es un buen momento para acometer un robo de tal calibre. En medio de los festejos del Carnaval de Brasil, un grupo de hombres armados sustrajeron en 2006 del Museo de Rio de Janeiro cuatro obras de gran valor, que no estaban aseguradas: «La danza», de Pablo Picasso; «Los dos balcones», de Salvador Dalí; «Jardín de Luxemburgo», de Henri Matisse; y «Marina», de Claude Monet.
En el Museo de Arte moderno de París se produjo otro espectacular robo de cinco obras de Picasso, Matisse, Amedeo Modigliani, Georges Braque y Fernand Léger, por un valor cercano a los 500 millones de euros, y que volvió relanzar de manera espectacular el incendiario debate sobre la seguridad de los grandes museos. Responsables de la exposición señalaron que el sistema de alarmas antirobo no funcionaba desde hacía dos meses. Nadie lo arregló, se quejaron en su momento, pero nadie lo arregló. Demasiado tarde. Se aprovecharon.
Se dieron cuenta de su desaparición poco antes de la apertura al público. Allí, se percataron de la existencia de una ventana abierta. Consultaron las cámaras de vigilancia y observaron a un hombre introduciéndose en el museo. Espectacular y simple al mismo tiempo. Alarmas que no funcionan, una ventana de fácil acceso y varios candados que pueden romperse con facilidad. Los ingredientes perfectos para un robo. Tampoco había que ser demasiado profesional. Entre eso y el tamaño del cuadro... ya que algo parecido sucedió en 2007 con el autorretrato en óleo de Van Mieris, que fue «limpiado» a plena luz del día cuando la Galería de New South Wales (Sydney) fue abierta al público.
El pintor malagueño ha estado siempre en el punto de mira. En 2004 se robó un célebra cuadro de Picasso: «Nature morte a la charlotte», valorado en 2,5 millones de euros, y en 2007 otros dos («Maya y la muñeca» y «Retrato de Jacqueline») de la casa parisina de la nieta del pintor. Afortunadamente, en muchas tantas ocasiones el robo no es perpetrado. Tras pasar varios días huído, el cocinero Moisés Manuel de Lima Sobrinho se entregó como sospechoso de planear un robo en 2008 de dos obras del Museo de Arte de Sao Paulo (MASP). Los nervios le traicionaron. No es fácil colocar las obras en el mercado ilegal. Las que suelen robarse son demasiado conocidas como para poder venderse en el mercado libre, por lo que normalmente se apunta a la tesis del «secuestro» a cambio de un rescate.
En el caso de España se producen anualmente entre 200 y 250 robos de objetos de Patrimonio Artístico Nacional en España. En 2007 desvalijaron parte de la Biblioteca Nacional y se llevaron dos importantes mapamundis, que formaban parte de la obra Ptolomeo Cosmografía. Muchos son recuperados, como el «Encuentro de Cristo con los discípulos de Emaús», de El Greco, que fue robado en 1981.
Cronología: Principales robos de cuadros en museos del mundo desde el año 2000 Muchas novelas y películas han centrado su trama en el robo de piezas de arte, pero esto ha dejado de ser mera ficción. Mientras continúa la búsqueda del «Códice Calixtino», el mundo del arte entristece por la pérdida de este tesoro de la humanidad. ¿Cómo se produjo? ¿Qué falló? ¿Quién es el responsale? La policía ha estrechado el cerco en las últimas horas y ha aplicado severos controles de entrada y salida de Santiago de Compostela para localizar a los supuestos ladrones del manuscrito. Sin demasiado éxito.
Son esos «pequeños» errores en las medidas de seguridad y vigilancia lo que ha permitido a lo largo de la historia reciente la sustracción de tantas y tantas otras obras de arte, como «Cabeza de mujer», de Pablo Picasso, que fue robada de la galería de arte Weinstein, en San Francisco (EE.UU.), por un hombre que paseó como Pedro por su casa por las instalaciones. Cogió el cuadro con sus propias manos y se montó en un taxi al que había telefoneado previamente. No fue ningún asalto de película, pero sí un robo con mucho arte.
Uno de los robos más importantes del siglo XX tuvo como objetivo el cuadro más famoso del artista Leonardo da Vinci, cuya imagen de mujer comporta grandes misterios. Eran otros tiempos (1911). Sí, «La Gioconda», que se encuentra permanentemente vigilada, fue descolgada de las paredes del Museo del Louvre (París) por un carpintero italiano y exempleado del museo llamado Vincenzo Perugia que, vistiendo una gabardina blanca similar a la utilizada por el personal, llegó y se la llevó sin problema alguno. Decía haberlo hecho «por admiración» pero realmente fue cazado cuando intentaba venderla a la Galería degli Uffizi (Florencia), lo que permitió entonces que galeristas y responsables de arte abrieran el debate acerca de las medidas de seguridad.
Se ponía la primera piedra. Y es que había que proteger y custodiar las obras. «Gracias por la pésima seguridad», rezaba una nota dejada por los ladrones de «El Grito», de Eduar Munch, que fue robado de la Galería de Arte de Oslo en 1994. Esta obra ha sufrido otras intentonas. Ha estado de aquí para allá. Diez años después de aquello volvió a ser «mangado» para, otra vez, ser recuperado en 2006. Sin resolverse se encuentra todavía uno de los episodios peor recordados de la historia del arte. El museo Isabella Stewart Gardner «perdió» en 1990 varias piezas importantes (valoradas en más de 300 millones de dólares), entre ellas «Tormenta en el mar de Galilea», del pintor holandés Rembrandt, uno de los maestros del Barroco.
Agonizaba el año 1999, era Nochevieja y todos presagiaban buenos augurios con la entrada del nuevo año. Había fuegos artificiales; esa estruendosa situación fue aprovechada por un ladrón, que accedió al Museo Ashmolean (Oxford) para hacese con el «Paisaje de Auvers-sur-Oise», del impresionista Paul Cézanne, valorado en 3 millones de dólares. La obra continúa en paradero desconocido una década después. Cuentan que se ha utilizado como pieza de cambio del narcotráfico, lo que ha propiciado el nacimiento de la Asociación para la Investigación de Crímenes de Arte (ARCA), que asegura que se cometen cada año unos 100.000 robos de arte.
Además de Cézanne, en 2008 se robaron del museo de Zúrich varios cuadros de Edgar Degas, Vincent van Gogh y Claude Monet, valorados en más de 112 millones de euros. Fue el mayor golpe en el mundo del arte en los últimos 20 años, decían. En este caso, el «modus operandi» fue totalmente distinto a los anteriores ejemplos. Tres hombres encapuchados se introdujeron en el museo a primera hora de la tarde a punta de pistola y obligaron a los empleados a tirarse al suelo. Los ladrones pedían un importante rescate. Una semana después del asalto la policía suiza pudo recuperar dos de los cuadros.
Si la calle está de fiesta y hay algarabía es un buen momento para acometer un robo de tal calibre. En medio de los festejos del Carnaval de Brasil, un grupo de hombres armados sustrajeron en 2006 del Museo de Rio de Janeiro cuatro obras de gran valor, que no estaban aseguradas: «La danza», de Pablo Picasso; «Los dos balcones», de Salvador Dalí; «Jardín de Luxemburgo», de Henri Matisse; y «Marina», de Claude Monet.
En el Museo de Arte moderno de París se produjo otro espectacular robo de cinco obras de Picasso, Matisse, Amedeo Modigliani, Georges Braque y Fernand Léger, por un valor cercano a los 500 millones de euros, y que volvió relanzar de manera espectacular el incendiario debate sobre la seguridad de los grandes museos. Responsables de la exposición señalaron que el sistema de alarmas antirobo no funcionaba desde hacía dos meses. Nadie lo arregló, se quejaron en su momento, pero nadie lo arregló. Demasiado tarde. Se aprovecharon.
Se dieron cuenta de su desaparición poco antes de la apertura al público. Allí, se percataron de la existencia de una ventana abierta. Consultaron las cámaras de vigilancia y observaron a un hombre introduciéndose en el museo. Espectacular y simple al mismo tiempo. Alarmas que no funcionan, una ventana de fácil acceso y varios candados que pueden romperse con facilidad. Los ingredientes perfectos para un robo. Tampoco había que ser demasiado profesional. Entre eso y el tamaño del cuadro... ya que algo parecido sucedió en 2007 con el autorretrato en óleo de Van Mieris, que fue «limpiado» a plena luz del día cuando la Galería de New South Wales (Sydney) fue abierta al público.
El pintor malagueño ha estado siempre en el punto de mira. En 2004 se robó un célebra cuadro de Picasso: «Nature morte a la charlotte», valorado en 2,5 millones de euros, y en 2007 otros dos («Maya y la muñeca» y «Retrato de Jacqueline») de la casa parisina de la nieta del pintor. Afortunadamente, en muchas tantas ocasiones el robo no es perpetrado. Tras pasar varios días huído, el cocinero Moisés Manuel de Lima Sobrinho se entregó como sospechoso de planear un robo en 2008 de dos obras del Museo de Arte de Sao Paulo (MASP). Los nervios le traicionaron. No es fácil colocar las obras en el mercado ilegal. Las que suelen robarse son demasiado conocidas como para poder venderse en el mercado libre, por lo que normalmente se apunta a la tesis del «secuestro» a cambio de un rescate.
En el caso de España se producen anualmente entre 200 y 250 robos de objetos de Patrimonio Artístico Nacional en España. En 2007 desvalijaron parte de la Biblioteca Nacional y se llevaron dos importantes mapamundis, que formaban parte de la obra Ptolomeo Cosmografía. Muchos son recuperados, como el «Encuentro de Cristo con los discípulos de Emaús», de El Greco, que fue robado en 1981.
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