DE NUESTROS SOCIOS: EDUARDO CASTRO
José Manuel Zañartu, de Editorial Zig-Zag.Eduardo Castro, de Editorial Universitaria.
Foto:JOSE LUIS RISSETTI
El Mercurio Santiago de Chile Revista de Libros, domingo 27 de noviembre de 2011
Diálogo
Eduardo Castro y José Manuel Zañartu
Testigos y protagonistas de la edición en Chile
Llegaron al mundo editorial a mediados del siglo XX y han dedicado toda una vida a esta vocación. De esa experiencia, de la valoración actual del libro, de los hábitos de lectura, de sus propias y particulares vivencias hablaron en esta cita.
María Teresa Cárdenas
Se saludaron como dos buenos amigos. Y como tales posaron juntos para las fotos. "Nunca en mi vida me habían fotografiado tanto", decía uno, y él otro lo reafirmaba con una carcajada. Eduardo Castro, de Universitaria, y José Manuel Zañartu, de Zig-Zag, fueron convocados para hablar de lo que más conocen, de la actividad que tempranamente marcó sus destinos: la edición de libros.
A sus 87 años, Eduardo Castro ha decidido colgar los guantes. Una decisión difícil para quien llegó con sólo 23 años a colaborar con su amigo Arturo Matte (1924-1965) en la cooperativa de alumnos que en 1947 daría origen a la emblemática editorial Universitaria. Egresado de Ingeniería Civil en la Universidad de Chile, apoyó a su compañero en este proyecto que pretendía dar a los estudiantes un acceso más fácil y económico a los libros de estudio. La historia, contada por el mismo Castro en un breve documento, realmente emociona. Sobre todo después de que esta prestigiosa empresa, constituida como sociedad anónima -con un 80 % de las acciones en manos de la U. de Chile y el resto en particulares-, enfrentara la quiebra a fines de los 90, por mala -o sencillamente fraudulenta- administración de un gerente. Perdieron la imprenta y la casa de María Luisa Santander, todavía están pagando una millonaria deuda y sólo les queda una de las casi veinte librerías que tenían en todo el país.
Aunque finalmente -por recomendación de sus hijos- ha decidido renunciar a la editorial, el hasta ahora editor general de Universitaria está atento a los nuevos desafíos y a las urgentes correcciones que requiere el mundo del libro.
José Manuel Zañartu (1927), gerente editor de Zig-Zag, inició su carrera -después de haber hecho estudios de Arquitectura en la UC y una licenciatura en Filosofía y Letras en Universidad Complutense de Madrid- como director literario de Editorial del Pacífico, en 1956. Dos años más tarde fundó con su amigo José Manuel Vergara la Editorial del Nuevo Extremo -luego Editorial Pomaire-, y como gerente de producción trabajó en Santiago, Buenos Aires y Barcelona. En 1967 llegó a la Empresa Editora Zig-Zag y después de un paréntesis de cinco años -durante los cuales vivió en España y fue director gerente de Ediciones Rodas-, en 1979 volvió a esta misma editorial. Su retorno lo llevó además a la presidencia de la Cámara Chilena del Libro entre 1980 y 1981 y como tal fue uno de los gestores de la primera versión de la Feria del Libro.
Lo que "amenaza" al libro
Tres décadas después de ese primer encuentro de editores, escritores y libreros en el Parque Forestal, José Manuel Zañartu opina sobre la nueva realidad que enfrenta el mundo editorial y particularmente sobre la presencia del libro digital en esta última versión de la Feria del Libro en la Estación Mapocho:
-Yo estuve preguntando y me dijeron que muy poca gente se había interesado. O sea los e-books , los tablets y todo eso es algo que en Chile todavía está lejano. Es evidente que los editores tenemos que asumirlo, de hecho estamos empezando a digitalizar nuestros libros, pero vemos que va a ser lento. Durante bastante tiempo van a convivir ambos.
Eduardo Castro agrega:
-Tengo un defecto a la vista y me cuesta mucho leer, entonces esta tabletita con letra grande es estupenda para mí.
Lo que es un hecho es que ninguno de los dos lo ve como una amenaza.
JMZ: -La amenaza yo la veo por otro lado: por las opciones que tiene hoy día la gente, especialmente los niños y los jóvenes. Cada vez son más las obligaciones académicas, desde muy chicos. Y dentro de ese poco tiempo libre, tienen una cantidad gigantesca de opciones: los juegos de computación, internet con todas sus posibilidades, la televisión. La lectura es una de las tantas opciones.
EC: -Coincido contigo, porque me parece que las costumbres y el internet han liquidado lo poco que quedaba de hábito de lectura. Y la lectura es fundamental: desarrolla el intelecto, la imaginación, el pensamiento lógico, todo. Como tú dices, las opciones son infinitas, y la lectura implica un esfuerzo.
-Los optimistas y los defensores de internet dicen, sin embargo, que en la red la gente también lee.
EC: -Pero es una lectura fragmentaria, que no obedece a una lógica. Leen trocitos de cosas. En la lectura es fundamental la concentración, porque leer un libro completo obliga a la mente a trabajar, y se desarrolla. Como el deporte, la persona haciendo deporte tiene mejores hábitos físicos que sin hacerlo.
JMZ: -De lo que no hay duda es de que los libros que sólo contienen información están sufriendo mucho con internet. Es más rápido y más fácil si uno quiere informarse de algo, apretar un par de teclas. La enciclopedia, los diccionarios están muy amenazados. Otra cosa es el problema de la validación de lo que aparece en internet, por lo cual a los niños hay que enseñarles a desarrollar el espíritu crítico. Porque cuando buscas algo en internet y tratas de ratificarlo, al menos yo, siempre encuentro fallas.
EC: -La lectura desarrolla el pensamiento crítico; internet, no.
Un símbolo de estatus
Ambos llegaron a la edición a mediados del siglo veinte, una época que ha sido considerada la edad de oro del libro chileno.
-¿Era distinta la valoración social del libro en esa época?
EC: -Yo diría que había más respeto por el libro y por la edición. A la gente el libro la vestía, la dignificaba. Hoy día, no.
JMZ: -Tienes razón, una persona lectora tenía cierto hálito de respeto. Era más normal fotografiarse con un libro como símbolo de estatus. Hoy día puede ser el automóvil u otra cosa.
EC: -Y desde hace ya unos quince o veinte años tú ves por ejemplo que en la televisión jamás hay un libro, una biblioteca, un estante, nada. El mundo de la televisión borró el libro.
JMZ: -Eso se puede ver también en la arquitectura. Hoy día entras a una gran casa en La Dehesa, por ejemplo, y no hay ninguna habitación destinada a biblioteca.
EC: -Hace algunos años, a una ministra de la Vivienda se le sugirió de parte del mundo del libro que cada casa nueva que se construyera tuviera al menos un estantito para unos cincuenta libros. Y lo había tomado bien, pero cambió el gabinete y se acabó todo. Yo no veo en las altas autoridades que el libro se respete. Se habla mucho de que quieren una educación de calidad, pero la educación de calidad sin libro no existe.
JMZ: -Se ha hablado poco de la calidad y mucho de problemas de otro tipo, la matrícula, los precios, las becas, que no es el eje del problema de la educación para nada. La palabra "libro" nunca ha aparecido.
EC: -Yo creo que todo este movimiento estudiantil erró porque se ha centrado en la educación superior, y el problema para mejorar la educación en Chile es la prebásica y la básica. Y desde ahí ir mejorando la calidad de los profesores y los recursos. Sólo así puede surgir una buena educación.
-¿Como ven el futuro del libro?
EC: -Nos hemos puesto de acuerdo con Arturo Infante y Pablo Dittborn por parte de la Cámara, Pablo Slachevsky, Francisco Huneeus y Juan Carlos Saéz por parte de los Editores de Chile, para presionar al ministro de Cultura para que saque la Política del Libro, que es fundamental. El libro es caro y no hay protección alguna. Y por otra parte, una real política de fomento de la lectura es indispensable. Tuvimos una reunión con el ministro, que está muy de acuerdo, pero los avatares de todos los días hacen que no se concrete.
Thomas Mann pirata
-¿Cuánto ha cambiado el rol del editor en estos años?
JMZ: -Antes, uno no se preocupaba tanto del mercado como de encontrar un buen libro. Ahora uno va primero al mercado a ver cuáles son los temas que interesan, cuáles son los programas de estudio para ver qué libros se están pidiendo o qué autores están interesando. No sé, Eduardo, si tú estás de acuerdo.
EC: -Totalmente de acuerdo. A la generación nuestra le interesaba la calidad de los libros. Hoy día es el mercado. Este libro se vende o no se vende. No importa que sea bueno o malo.
-¿Cómo ha sido para ustedes adaptarse a esa nueva realidad?
JMZ: -Dificilísimo. En realidad en 50 años ha habido más cambios que en 500, desde Gutenberg.
EC: -Nosotros, por ser una editorial universitaria, tal vez estábamos más protegidos.
JMZ: -Cuando yo partí editando, que fue absolutamente una aventura porque creamos una empresa con José Manuel Vergara y el capital eran 500 mil pesos que nos prestó una tía de él, lo único que pensábamos era encontrar un buen libro. Fuimos a Buenos Aires a la agencia International Editors. Había un inglés todavía, de bastante edad en esa época. Nos dijo: una editorial para empezar tiene dos posibilidades, o grandes autores o un gran capital para márketing. Cuál es la posibilidad de ustedes. Ninguna. Entonces, muy simpático, nos ofreció conseguir algunos de los primeros libros de grandes autores que no se habían publicado en muchos años: Somerset Maughan, Evelyn Waugh, Chesterton. Pagamos anticipos de 150 dólares. Así empezó a caminar la cosa. Tenía razón el gringo. Pero eso no funciona hoy.
EC: -Nosotros le publicamos al propio Vargas Llosa Los Jefes . Pasó por acá y nos dio los derechos por amistad no más. Le pagamos un anticipo de 500 dólares.
-¿A partir de cuando la edición se transforma en una actividad más profesional?
JMZ: -Eso partió unos diez años después de terminada la Segunda Guerra Mundial; durante la guerra, Chile quedó prácticamente desabastecido, dejaron de llegar libros de España, porque la navegación comercial era muy riesgosa. Zig-Zag empezó a publicar sin tener los derechos, incluso a Thomas Mann. Los pagó muchos años después.
EC: -¿Tú dices que a Thomas Mann lo editaron pirata primero y después le pagaron?
JMZ: -Varios años después, y no sólo a él. Se pagaron una serie de derechos. Incluso Lo que el viento se llevó , porque todavía tengo el contrato. Esos libros no llegaban. Además había muy buenos traductores. Hernán del Solar traducía del alemán, del francés, del inglés. Y por otro lado, varios refugiados peruanos, Luis Alberto Sánchez y todos ellos, crearon un pequeño grupo intelectual muy valioso. Llegaron pobrísimos, y Zig-Zag los ayudaba pidiéndoles traducciones y adaptaciones de libros para niños. A Thomas Mann le sorprendió mucho que La montaña mágica fuera best seller en Chile, porque ni siquiera lo era en España.
Años después, José Manuel Zañartu tuvo que negociar con Carmen Balcells los derechos para publicar Los veinte poemas de amor... , de Neruda. La respuesta no llegó nunca, lo que obligó al editor, ya enfrentado a los plazos de la imprenta, a elaborar en un fin de semana una Antología de Vicente Huidobro para reemplazarlo. "Por suerte yo conocía bien la obra de Huidobro", dice Zañartu. "Terrible la Carmen Balcells", agrega Castro.
-¿Ha cambiado también la relación con los escritores?
JMZ: -Sí. Los autores hoy día tienden mucho, y ese es un problema para los editores chilenos, a irse con editoriales que ellos creen que pueden sacarlos rápidamente del país. Y la verdad es que las promesas son bien falsas, porque a la postre no ocurre.
-¿Había más contacto antes entre los escritores y editores?
JMZ: -Yo no asistí nunca, pero está el caso de George Nascimento, que tenía una tertulia semanal donde acudían los escritores, sobre todo el grupo criollista, Mariano Latorre, Luis Durand.
EC: -Nosotros también las hicimos, en esa salita chica que había al lado de la librería. La organizó la Estercita Matte. Iban montones de escritores chilenos, incluso algunos que venían de Buenos Aires. Era sensacional. Un periodo muy bonito. Pero se perdió. Con el golpe militar se perdió todo eso.
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