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Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Editor: Neville Blanc

Thursday, November 03, 2011

EL RESFRIADO

Un resfriado de tres años

Según el profesor Ronald Eccles, de la Universidad de Cardiff y director del Comité Europeo para el Estudio del Resfriado, una persona que viva 75 años tendrá unos 200 resfriados. Teniendo en cuenta que los síntomas duran entre 5 y 6 días, eso equivale a pasarse unos tres años de la vida estornudando y tosiendo.


Literatura y resfriado


Benito Pérez Galdós describe magistralmente el proceso catarrral a través de uno de los protagonistas de su novela “Fortunata y Jacinta”.


El Delfín no tenía paciencia para soportar las molestias de un simple catarro, y se desesperaba cuando le venía uno de esos rosarios de estornudos que no se acaban nunca. Empeñábase en despejar su cabeza de la pesada fluxión sonándose con estrépito y cólera.

—Ten paciencia, hijo -le decía su madre-. Si fuera una enfermedad grave, ¿qué harías?.

—Pues pegarme un tiro, mamá. Yo no puedo aguantar esto. Mientras más me sueno, más abrumada tengo la cabeza. Estoy harto de beber aguas. ¡Demonio con las aguas! No quiero más brebajes. Tengo el estómago como una charca. ¡Y me dicen que tenga paciencia! Cualquier día tengo yo paciencia. Mañana me echo a la calle.

—Falta que te dejemos.

—Al menos ríanse, cuéntenme algo, distráiganme. Jacinta, siéntate a mi lado. Mírame.

—Si ya te estoy mirando. Estás muy guapito con tu pañuelo liado en la cabeza, la nariz colorada, los ojos como tomates...

—Búrlate; mejor. Eso me gusta... Ya te daría yo mi constipado. No, si no quiero más caramelos. Con tus caramelos me has puesto el cuerpo como una confitería. Mamá...

—¿Qué?

—¿Estaré bueno mañana? Por Dios, tengan compasión de mí, háganme llevadera esta vida. Estoy en un potro. Me carga el sudar. Si me desabrigo, toso; si me abrigo, echo el quilo...


Fleming no tomó antibióticos


Años antes de morir, pero ya en la cumbre de la fama, Alexander Fleming hubo de guardar cama una vez como consecuencia de un agudo resfriado. Cuando, ya restablecido, le preguntaron qué plan había seguido para curarse, respondió risueñamente:

—Uno muy antiguo: cama y whisky abundante.

—¡Cómo! ¿Y no tomó antibióticos?

—¡No, por Dios! -exclamó-. De antibióticos, ni hablar.












































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