Rescatan a Braulio Arenas
LA TERCERA EDICION IMPRESA
domingo 18 de marzo de 2012
Rescatan a Braulio Arenas, el surrealista al que los escritores le quitaron el saludo
Miembro del grupo Mandrágora, Arenas tuvo un radical giro al apoyar a Pinochet.
por Roberto Careaga C.
Ampliar Le había costado años, décadas, pero Braulio Arenas había logrado dejar atrás esa afrenta a Pablo Neruda en 1940, cuando le rompió un discurso frente a un repleto Salón de Honor de la Universidad de Chile. Incluso, Arenas había dado un paso al costado y sus años en La Mandrágora estaban en la memoria de su agitada juventud surrealista. En 1976 era otro. Tampoco era el allendista de los días de la Unidad Popular. Era otro. Tanto que, ya instalada la dictadura, escribió el himno Chile es así, donde atacaba a la UP y celebraba a la Junta Militar : "Era la angustia por doquier,/ era el hampón y era el terror,/ el tribunal al que se dio/ falsa etiqueta popular (…) / Chile es así:/ no tiene nada que ocultar,/ aquí no hay Muro de Berlín".
No se lo perdonaron. Tras el poema, Arenas oficializó su relación con el gobierno militar y, cuando murió, en 1988, prácticamente toda la escena literaria chilena le había dado la espalda. Estaba refugiado en el pinochetismo. "Nadie quería encontrarse con él. Se distanció de todo", cuenta Pedro Lastra, mientras que Germán Marín recuerda haberlo visto poco antes de su muerte, solo, ya algo desconectado de la realidad: Arenas le propuso llevarlo donde Lucía Pinochet hija para que le contara lo que sucedía en Chile.
Poeta, novelista, traductor, el siempre trajeado Arenas fue uno de los grandes ninguneados de las letras chilenas del siglo XX. Hasta hoy cae el olvido sobre su obra, pese a intentos de reeditar sus libros o halagos de autores como César Aira. Hay un nuevo intento: Ediciones UDP reedita La casa fantasma y otros poemas, volumen que, además de rescatar el poemario de 1962, suma poemas escogidos por Marín y prólogo de Rafael Gumucio.
Hacia lo desconocido
Un libro residual. Así llamó José Donoso a La casa fantasma en la revista Ercilla: "En él se ven los residuos de un anterior y juvenil compromiso literario de Arenas, con el surrealismo, pero que con el andar de los años se ha transformado en idioma propio", opinaba el autor de Coronación, registrando un camino que Arenas echó a andar en los 50: abandonar el surrealismo. "Comprendí que me repetía en textos automáticos, como un burro dando vueltas en la noria", diría.
Según Ernesto Pfeiffer, editor de la antología de Arenas Realidad desalojada (2009), el poeta inició una nueva etapa con Discurso del gran poder (1952), un poema de compleja arquitectura que evitaba los tics surrealistas. Su giro llevaría a Jorge Teillier a incluirlo en la cofradía de los poetas láricos, sobre todo después del libro Ancud, Castro y Achao (1953). En La casa fantasma apenas se oye al exaltado Arenas mandragórico. "Aquella tarde, / todas las tardes dirán aquella tarde. / Todos los besos de amor se repetirán en aquel beso. / Todos los mares se repetirán en este náufrago", escribe solitario.
Muertos sus padres a los 15 años, Arenas (1913-1988) vivió toda su vida con sus tres hermanas. Ni ellas ni él se casaron nunca. El jamás trabajó. En 1938, con 25 años, Arenas puso en acción junto a Teófilo Cid, Enrique Gómez Correa y Jore Cáceres el grupo surrealista La Mandrágora. Discípulos de Vicente Huidobro llamaban a "buscar lo desconocido, penetrar en el misterio, huir de los concursos, de premios literarios, de la lepra y de Neruda".
Bendecidos por André Breton, bajaron el telón oficialmente en 1948, con una exposición con obras de Magritte, Hans Arp y Roberto Matta, entre otros. Pero el golpe que hizo temblar a la literatura chilena lo dieron en 1940: durante un homenaje en la Universidad de Chile a Neruda por su tarea social al gestionar el salvataje de cientos de españoles en el Winnipeg, irrumpe La Mandrágora. Arenas, con su porte de nadador, dice a viva voz: "Este señor no tiene solvencia moral, no ha dado cuenta de dineros de colectas para refugiados españoles". Y luego agarró el discurso del vate y lo rompió en pedazos.
Arenas salió sin un rasguño de la Chile, pero el arrojo le costó caro. Según Germán Marín, por décadas "su sino literario nunca quedó en buen pie". Volodia Teitelboim y Fernando Alegría, entre otros, lo castigarían por años. Este último, anota Marín en su libro Antes de que yo muera, una noche, al final de un día de juerga, le pidió con su mejor tono de patrón de fundo que fuera a la esquina de Merced "a buscar unas putas". Arenas quedó "inmóvil, herido en su dignidad". Luego se echó a llorar. Marín lo supo ahí: Arenas "arrastraba un oscuro resentimiento".
De "irrestricto apoyo al poder", como alguna vez dijo Enrique Lafourcade, Arenas intentó sin frutos acercarse a los gobiernos de Carlos Ibáñez del Campo y Salvador Allende. Vivía de sus hermanas, hacía traducciones del francés, escribía para revistas. Durante la UP escribía en Plan, publicación ligada al Partido Comunista, y era considerado un escritor cercano a la izquierda. Por eso, cuando cruzó a la vereda de la Junta Militar, la escena literaria chilena le quitó el saludo. Después de su poema Chile es así, Gonzalo Rojas escribió: "Dios pronto le dé ese Premio / Nacional a Braulio y el de Estocolmo si es posible / para que acabe de una vez / con su rencor de payaso pobre".
Esperó un par de años, pero llegó: en 1984, Arenas recibió el Premio Nacional de Literatura. Como escribió Lihn, el galardón "que esperó -y desesperó años y años- llegó mal y tarde. ¿Por qué tenía que buscárselo en tales condiciones? (...) Un 11 de septiembre, Arenas se exilió en el colaboracionismo patético, histérico y exagüe".
Tras el premio, Arenas almorzó con los escritores Martín Cerda y Carlos Iturra. Tuvo otro almuerzo con el ministro del Interior, Sergio Onofre Jarpa. Terminaría sus días como jurado de concursos oficialistas, inaugurando estatuas de O'Higgins y Prat en plazas de pueblos perdidos. Nunca trabajó para la dictadura. Dinosaurio Arenas, Braulio Apenas, le decían. Había sido un poeta revolucionario, pero el descrédito cayó sobre él cubriendo una obra misteriosa, sentimentalmente derrotada, de incesante búsqueda y muy rara vez leída.
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