DE NUESTROS SOCIOS, Hugo Zepeda Coll
Sin descanso. Tiene 75 años y está más activo que nunca. Hace clases en 6 universidades. No tiene tiempo para pensar en sus recuerdos, afirma, porque siempre le surgen proyectos nuevos.
Vida de hogar. En su departamento frente al Parque Bustamante, donde vive junto a su señora, Sofía Törey, se da el lujo de gozar de un jardín frondoso y de su biblioteca.
El Mercurio Emol.com Revista del Sabado sábado 26 de mayo de 2012
Hugo Zepeda, abogado, ex sacerdote, demonólogo
"He sido un transgresor"
Fue sacerdote, pero colgó la sotana a los 50 y se casó con el amor de su vida. Fue político y acaba de jurar, a los 75, como abogado.
Por Claudio Gaete H.
Fotos Sergio López
El miércoles 23 fue uno de los días más felices de su vida. Él y su hijo juraron juntos como abogados. "Único caso en la historia", dice orgulloso Hugo Zepeda Coll. Él comenzó sus estudios a mediados de los 50, egresó en 1959, pero recién el año pasado retomó su carrera, hizo su práctica y escribió su memoria. "Me saqué un 7, al igual que mi hijo, pero en la universidad él siempre tuvo mejores notas que yo, es brillante", afirma.
Su titulación es el final de la larga jornada de este hombre renacentista, que ha incursionado en política, teología, leyes, docencia, y televisión; es amante del arte y la historia. En la década de los 90 comenzó a incursionar en la televisión. "Tertulia", primero, en Canal 13 cable, y después en "Buenos días a todos", de TVN, donde habla de fenómenos paranormales.
Su última aventura es en el cine. El 7 de junio se estrena la película "El misterio de los helechos", de Diego González Durney, una historia de hechos sobrenaturales filmada en el sur de Chile y donde Hugo Zepeda se interpreta a sí mismo. "Me habría gustado haber sido actor", dice con picardía.
Tiene 75 años y está más activo que nunca. Hace clases en 6 universidades, se pasa la noche corrigiendo pruebas y estudiando. No tiene tiempo para pensar en sus recuerdos, afirma, porque siempre le surgen proyectos nuevos.
Vive en un departamento frente al Parque Bustamante. Está en un primer piso, así que se da el lujo de tener un patio frondoso y tranquilo. El resto son centenares de libros, antiguos la mayoría, y una gran quietud que sólo se rompe cuando su poderosa voz expresa su pensamiento.
Pero es gracias a la televisión que ha logrado ser más conocido, debido a sus dichos sobre el demonio y los fenómenos paranormales. Sus palabras han provocado muchos comentarios en Twitter y aunque él no tiene cuenta, sus amigos le abrieron una página en Facebook que ya copó la cuota máxima de amigos: 5 mil. Ya se encargaron de abrir otra página en la cual tiene más de siete mil adherentes.
Luego de entrar a la televisión cultivó una amistad con Felipe Camiroaga. En el living de su departamento hay una fotografía del animador que le regaló su padre, Jorge, con la siguiente dedicatoria: "Queridos Hugo y Sofía, permítanme compartir con ustedes el tesoro más grande que Dios me dio".
La fecha es abril de este año. Tanto Jorge Camiroaga como Fernanda Hansen, la ex polola del animador, han estado comiendo en la casa de Hugo Zepeda. Él se refiere a ella como "la Fernandita" y pese a la partida del animador, el cariño persiste.
Antes de su muerte estuvo invitado en su casa de Chicureo que, posteriormente, se incendió. De hecho, el animador le preguntó en una ocasión si era posible que alguien le pudiera desear mal. "Hay cosas que se le pueden hacer a la gente, espero que en el caso suyo no ocurra, pero puede ocurrir", fue su respuesta.
-Y cuando se quemó su casa, ¿se juntó con él?
-A los dos días. Lo noté muy triste. Pero para mí la tristeza mayor de Felipe fue el día anterior a su viaje a Juan Fernández, cuando otros canales lo atacaron. Decían que supuestamente se había hecho cirugía, en fin, cosas de farándula. A él lo afectó mucho.
La amistad entre ambos comenzó hace unos dos años. "Yo empecé a conocer el aspecto humano de Felipe. Un hecho concreto: una señora me paró en la calle y me dijo que tenía a su hermana postrada en cama desde hacía más de 20 años y que estaba con cáncer. Me dijo que lo único que veía en las mañanas era 'Buenos días a todos' y que le gustaría mucho conocer a Felipe. Le pedí el teléfono. Fui donde Felipe y le conté. Él me dijo que fuéramos a verla esa misma tarde. Estuvimos unos 45 minutos con ella y Felipe mostró una gran delicadeza, habló mucho con ella. La mujer se sentía tan bien y recuerdo que al final le dio un abrazo y un beso y ella miró a Felipe y le dijo: 'Nadie, a mis 71 años, me había besado y abrazado con tanto afecto, cariño y ternura como usted'. Él no dijo nada de eso a la gente y yo mantuve silencio sobre esto hasta después de su muerte".
"YO NO ERA UN HOMBRE MÍSTICO"
Su viaje en la vida ha sido cautivante. Después de egresar de derecho, dejó en suspenso la carrera para hacer clases de historia en un liceo de Coquimbo. Luego fue diputado entre 1961 y 1969 por Coquimbo y La Serena por el Partido Liberal. Al cabo de su segundo período, abandonó la política por la Teología y se convirtió en sacerdote. Unos 15 años después dejó los hábitos y se casó con el amor de su juventud, Sofía Törey, con quien tuvo un hijo.
Al final de su segundo período en la Cámara ya estaba cansado de la política. "El 69 quería retirarme porque me daba cuenta de que mi labor en el congreso era un tanto estéril. Yo era un hombre muy apasionado y muchas veces adoptaba posiciones más por corazón que por razonamiento. Postulé por Concepción, sabiendo que iba a perder, porque quería ayudar a que volviera al senado don Francisco Bulnes", recuerda.
Comienzó a reflexionar sobre lo que quería hacer con su vida y la Teología comenzó a surgir cada vez con más fuerza en su cabeza.
-Yo no era un hombre místico, era un hombre liberal. No tenía virtudes de carácter religioso y discutía mucho con mi profesor Máximo Pacheco, quien era un gran admirador de Tomás de Aquino. Era una persona muy crítica, tenía muchas dificultades con las autoridades de la Iglesia, muchas veces por razones políticas. Era un poco rebelde. No tuve educación religiosa, siempre estudié en colegios laicos. A lo mejor por esa razón conservo la fe hasta hoy. También tenía reuniones con amigos en el convento de Santo Domingo, y fui encontrando un camino en el que podía combinar mis inquietudes intelectuales con lo que propiamente dice la fe y la religión. Y me dije: "bueno aquí uno se convierte totalmente o no se convierte".
-Hay gente que se convierte pero no deja de lado sus relaciones, la formación de una familia.
-Cuando era joven había estado pololeando con mi señora actual. Estuvimos mucho tiempo, de 1961 al 67 y yo creo que ella se aburrió en el fondo. Terminamos y al poco tiempo se casó y se fue a vivir a Estados Unidos. Yo la conocí cuando era chica porque vivía en Coquimbo y nos conocimos desde muy jóvenes. Estuvo en Estados Unidos unos 15 años y cuando volvió a Chile dejé el sacerdocio y me casé con ella. Es muy raro que un cura cuelgue las sotanas por una mujer. Son otros los problemas que tiene y ve en una mujer la solución.
-¿Qué quiere decir?
-Que en el fondo, un pastor que se enamora, no es que se enamore directamente sino que tiene alguna situación vocacional previa, que no marcha bien y descubre que hay otros horizontes.
-¿Qué pasó con usted cuando ella se casó?
-Después tuve otras amigas y pololas. Pero todo esto coincidía con que yo sentía una decepción de la política hace tiempo.
-¿Qué tiene que ver su decepción de la política con no querer una relación permanente de pareja?
-Es que a pesar de que tenía algunas pololas, sopesaba esas relaciones con lo que iba naciendo en mí, que era esta vocación sacerdotal. Hasta que tomé una decisión: 'Este es mi camino'. Y entré al convento de Los Dominicos, en la Recoleta Domínica. Luego estudié en Roma, donde saqué el título de licenciado en Teología y volví a Chile en 1976 como profesor de la Universidad Católica de Valparaíso. Estuve en la orden unos 15 años, contando el noviciado. Los primeros años son como el pololeo y el noviazgo, es decir, todo es hermoso, todo es idealismo.
-¿Qué cambió después?
-Desgraciadamente, cuando alguien se retira de la Iglesia no hace otra cosa que echarle la culpa a la institución. Yo no. Creo que en mi caso fundamentalmente fue flaqueza de mi parte en el sentido que tenía poca perseverancia en muchas cosas y sobre todo, no poder soportar ciertas situaciones que son normales en la vida religiosa, como la convivencia.
-Siendo usted un liberal, ¿no tuvo problema en acatar ciertos dogmas de la Iglesia?
-Mire, primero una cosa que nadie me cree, yo respetaba los votos, partiendo por el de castidad. Respetaba también el de pobreza. Hasta el día de hoy, basta que me vean en la calle. No tengo ningún interés por las cosas materiales. Mi problema es con ciertas convivencias que son normales en la Iglesia, pero en mi caso, tal vez porque es una vocación tardía no podía adaptarme bien. Yo creo que ahí hubo un motivo que en gran parte fue culpa mía.
-¿Por qué se culpa?
-Porque, primero, tengo la culpa y, en segundo lugar, porque uno tiene que perseverar cualquiera que sean las circunstancias de su vocación y yo no perseveré. No era un problema de fe. Eran problemas humanos, fundamentalmente. A veces me transformaba en una persona conflictiva sin quererlo. En un convento siempre es difícil la convivencia, por eso se dice que la vida en común es la mayor penitencia. Para mí, los religiosos que perseveran son verdaderos santos. Yo tengo muy buena opinión de la vida religiosa, nunca vi nada que fuera incorrecto en el orden moral o por el estilo. Pero me sentía mucho mejor cuando me mandaban a estudiar a Buenos Aires o cuando viví en Roma, porque siempre tenía un contraste cuando volvía a Chile, posiblemente por mi propio carácter. Yo no culpo ni a la institución ni a los hermanos dominicanos. Yo era distinto. No soy de convivir, reconozco que a mí me cuesta convivir en comunidad, es un defecto mío. Me cuesta.
En esa lucha interna estaba cuando su amor de juventud regresa a Chile tras separarse de su marido. Él le había escrito sólo un par de veces, básicamente para informarle la muerte de algún pariente. Un conocido común arregló un encuentro y posterior a ello se retomó la relación. "Y fue ahí cuando tomé una decisión y dije: 'Señor, yo puedo resistir todo, pero no quiero llevar una doble vida'".
Tenía casi 50 años cuando colgó la sotana. Quien más sufrió con su decisión fue su padre, pese a que era agnóstico. "No podía entenderlo, decía que cómo era posible, qué va a decir la gente, creía que le iban a echar la culpa a él".
Han pasado más de 25 años y a los dos hijos de ella, se unió un tercero. "Es un hijo maravilloso. Intelectualmente superior, mucho más que yo. Moralmente muy sólido, es un chico buenísimo", dice sin ocultar su orgullo.
AMIGO DE KARADIMA
Zepeda sabe que siempre ha hecho uso de su libertad a la hora de tomar sus decisiones. "Debo reconocer que siempre he sido un reivindicador de mi libertad y eso muchas veces me ha transformado en transgresor". Pero el hecho que haya dejado el sacerdocio no significa que haya abandonado la fe ni el amor a Dios. Y menos su cariño por la Iglesia.
-Para mí el dolor que me produce todo lo que ha pasado con la Iglesia en los últimos años es horroroso. Que sacerdotes tengan amistades con personas adultas, bueno, no está bien, pero lo comprendo, está dentro de la humana debilidad. Pero este asunto de la pedofilia, no se puede entender. Yo ya estoy pensando que a lo mejor es un estado sicopático. Ahora, pese a todo lo que ha pasado, ¡sigue pasando! Fíjese usted, hemos hablado de los sacerdotes, pero las personas que trasladan niños en los buses, profesores en los colegios, profesores de kindergarten, realmente no lo puedo entender, es una cosa realmente perturbadora.
-El padre Karadima está recluido en un convento a pocos metros de su casa, ¿usted lo conoce?
-Sí, lo conozco. Soy amigo del padre Karadima. No lo he visitado porque tiene prohibido las visitas, pero me gustaría conversar largo con él. Nunca sospeché nada del padre Karadima, pero las pruebas y las mismas declaraciones de la Iglesia son mucho más contundentes que las de la ley chilena. Me gustaría conversar con el. Nunca le voy a retirar mi amistad, al contrario y conozco a varios sacerdotes formados por él de los cuales tengo una altísima opinión. Para mí ha sido una herida bastante grande.
-Usted participó en Tertulia, en Canal 13 cable con el sacerdote Luis Eugenio Silva, ¿habló con él después de su intento de suicidio?
-Él es muy amigo de Germán Becker, también es amigo mío. Hemos tratado esto con mucha prudencia porque Luis Eugenio es un buen sacerdote, un hombre muy culto. Es difícil explicarse su situación. Yo creo que son situaciones que pueden pasarle a cualquier persona en un momento determinado de la vida. Es tan misterioso lo que ocurre en el alma humana que nadie es capaz de desentrañarlo exactamente. Para mí ha sido un asunto difícil y doloroso, pero me tranquiliza algo, veo que el padre Silva lentamente se está recuperando. Yo lo he visto, él está bien. Estas cosas pasan, pero lo importante es cómo se sigue después.
-Usted ha salido ahora como un experto demonólogo, y dice que el demonio está presente y que quiere hacernos creer que no existe.
-Creo que la pérdida de la creencia de que existe el demonio ha afectado la fe en Dios porque al no existir este ángel malo que es el autor de las cosas malas, la gente siente que no tiene necesidad de Dios. Este es uno de los problemas que tiene hoy la religión. Yo respeto mucho a los sacerdotes, mi impresión es que cuando predican, ya no tienen tanto contenido doctrinal como antes, no enseñan. Y sobre todo, las prédicas que se prolongan por 30 ó 40 minutos y en un matrimonio por 50 minutos. Una misa no puede durar más de 45 -50 minutos. No hay un orden en esta materia, cada sacerdote dice la misa como él quiere y hay una cierta anarquía al respecto y es lo que provoca que mucha gente se esté alejando de la Iglesia.
-¿No cree que ese alejamiento se debe a los escándalos sexuales en que se ha visto envuelta?
-Efectivamente, esa es una causa, ahora último. La gente está muy decepcionada de la Iglesia en cuanto institución. Pero creo que la juventud ha separado la institucionalidad de la Iglesia con la fe en Dios.
-¿Está satisfecho con su vida?
-Estoy satisfecho de lo que ha sido mi vida. No ha sido una vida inútil y trato de estar en el mundo porque creo que uno tiene una misión. Me compadezco mucho con el sufrimiento humano. Hay gente rica que sufre casi más que la gente pobre, teniéndolo todo, y para qué decir los pobres.
-¿De qué se arrepiente?
-Que en mi juventud no tenía la sensibilidad que tengo ahora.
"Para mí la tristeza mayor de Felipe fue el día anterior a su viaje a Juan Fernández, cuando otros canales lo atacaron. A él lo afectó mucho".
"Es muy raro que un cura cuelgue las sotanas por una mujer. Son otros problemas que tiene y ve en una mujer la solución".
"Me gustaría conversar con él (Karadima). Nunca le voy a retirar mi amistad, al contrario. Para mí ha sido una herida bastante grande".
Por Claudio Gaete H.
Fotos Sergio López.
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