ENTREVISTA
Confesiones de un incansable pintor
Benjamín Lira:
"Los artistas hacemos uno o tres cuadros en la vida"
Expone una significativa antología en la Sala Matta del
Museo Nacional de Bellas Artes, con varios trabajos -desde los años 70 a hoy-
nunca antes vistos en Chile. Lira se reencuentra aquí con su pasado y revela a
"Artes y Letras" pasajes desconocidos de su biografía y arte.
CECILIA VALDÉS URRUTIA
Al interior de la Sala Matta, un variado y numeroso público -llegado,
incluso, de regiones- se pasea y detiene frente a las pinturas de diversas
épocas y los volúmenes de cabezas en cerámica y bronce de Benjamín Lira. La
primera parte de la muestra sorprende: hay cuadros nunca antes vistos, de los
años 70, que citan a maestros del Renacimiento. Otra faceta inédita es un gran
conjunto de retratos más libres, realizados con infinitas capas pictóricas o
casi sin materia, más figurativos o que se ubican al límite de la abstracción.
Sobresalen sus desconocidos cuadernos, en pintura o acuarela, que por fin se
decidió a mostrar. "En cada uno de ellos estudió un tema: la figura, el espacio,
la abstracción o el collage ", nos detalla.
El impecable montaje de la exposición que hizo el propio artista, conocido
por su extrema rigurosidad -con la ayuda de su hija única, la arquitecta Olimpia
Lira-, enriquece el diálogo de las obras realizadas durante más de 40 años de
trayectoria.
Benjamín Lira Valdés (1950) reconoce estar contento con el resultado de la
muestra, "aunque siento que ésta no es una retrospectiva. Faltan mis collages y
las fotografías. Creo, además, que quizá no logro transmitir bien mi evolución
del color, que es tan importante".
La exhibición lleva por título "Obras de estudio". Y responde a que estos
trabajos provienen de sus estudios, "es decir, de mis talleres de pintura, de
dibujo, del taller donde voy a trabajar la cerámica y el de grabados. Están aquí
mis obras emblemáticas". La retrospectiva completa -más sus collages y objetos-
contendrá el nuevo libro de Lira que aparece en noviembre, con cerca de 400
páginas a todo color (con el auspicio de Celfin, bajo la Ley de Donaciones
Culturales), el que será subido también a la web del museo.
Con siluetas de tesoros
-¿Qué le pasa al ver sus obras?
"Es una gran oportunidad de diálogo con obras desde 1973 a 2012. Había
pinturas que no las veía hace décadas. Estaban guardadas en bodegas. Pero estoy
demasiado encima para poder digerir todas estas emociones. Ha sido un volver
hacia atrás".
"Me pasó -agrega- una experiencia digna de psicoanálisis. La misma semana que
empecé el traslado de obras al museo sucedió un percance en mi taller de
Providencia. El vecino de arriba tuvo un desperfecto en el baño y empezó a
gotear sobre un closet donde guardaba unos 700 dibujos. Debí sacar dibujo por
dibujo, secarlos cada uno y luego ponerlos como una torta. Fue un remezón y un
volver hacia atrás. Eran obras que tenía desde 1964 hasta 1974, pero alcancé a
salvarlas en un 90 por ciento. Eso no es todo. Para el libro tenía que restaurar
una cerámica de 1966 y, como soy ordenado, al hacerlo encontré la misma caja de
témpera que había usado entonces. Tenía 16 años. Volví a la época del colegio,
del Craighouse, cuya sede estaba en la casa que había sido del famoso arqueólogo
Fernando Márquez de Plata. Ahí en las murallas quedaban huellas de las siluetas
donde habían estado los cuadros, los sarcófagos y otras cosas que me imaginaba
de ese mundo".
-A los nueve años usted había partido con clases de dibujo con Dinora
Doudchitzky.
"Sí, ella y Nemesio Antúnez hacían clases para niños, los días sábado en el
Museo de Arte Contemporáneo. Nosotros íbamos en trole, con José Domingo
Peñafiel, por nuestro propio interés. Era otro Santiago. Ahí nos daban papel y
dibujábamos mucho: esos eran los dibujos que guardaba en el closet".
-Tiene que haber dibujado desde más chico...
"Sí. Mi manera de relacionarme fue a través del dibujo y de hacer monos en
plasticina. Tenía dislexia y el arte me ayudó a comunicarme. Me costaba mucho
leer y escribir. En cambio, tenía una memoria visual privilegiada. Tuve la
suerte de que mi primera aproximación al arte fue en casa de mi abuelo materno
(don Salvador Valdés Morandé), a través de los cuadros de próceres que tenía. Me
los conocía de memoria y lo extraordinario era que todos esos personajes eran
familiares; para mí eran gente viva".
El Renacimiento
-El dibujo, ¿es esencial?
"No sé realmente si es esencial. Me interesa mucho y creo que estructura la
obra. Durante un tiempo la línea fue muy importante y sigue siéndolo. Pero voy
dibujando también con la pintura y hago texturas a través del dibujo".
-El Renacimiento y artistas como Bellini parecen sí ser esenciales.
"Más que el Renacimiento, la historia del arte es un hilo conductor de mi
obra. Pero siento que comencé a ver tal vez de una manera demasiado didáctica.
Hasta 1975 era consciente del arte contemporáneo pero no lo había visto
verdaderamente. Esta muestra comienza justamente con una pintura sobre Bellini y
con una interpretación de un cuadro de Piero della Francesca, que me llamó
poderosamente la atención. Me interesó esa figura del Duque, cómo está pintada
con la luz, los colores, y además por esa cosa objetual. Mi obra tiene que ver
con eso. No soy un artista conceptual, soy matérico 100 por ciento".
-¿Y qué le pasa con Leonardo? ¿Le influye?
"Me interesan todos los anatomistas, y los que estudian el cuerpo
científicamente. Mis obras de 1973 miran esas figuras a las que se les ven las
venas. Siempre me interesó mucho ver las radiografías del cuerpo".
-Cita también a Ingres y a Munch .
"Munch me interesa mucho por la figura aislada, aunque el aislamiento de mi
figura va por un camino distinto. Es el ser humano tratando de encontrar un
equilibrio, entre lo interno y lo externo. En cuanto a Ingres, cuando compartía
el taller con Gonzalo Cienfuegos, decidimos tomar la misma pintura y recrearla.
Para mí, fue mi primera pintura al óleo con ese nivel de detalle".
-Usted trabaja una neofiguración, pero lo abstracto se asoma.
"¡Absolutamente!, incluso las obras en cerámica tienen una fase bastante
abstracta. Trabajo con la figura humana pero no son retratos: vienen de la
imaginación. Me interesa mucho la pintura abstracta y siento que mis figuras son
muy abstractas. Y las voy construyendo muy lento
. Hago sólo cuatro o
cinco pinturas al año, y cinco esculturas. Pero al mismo tiempo trabajo en otras
cosas como los collages y los cuadernos".
-El color es una constante.
"Es protagonista. Es muy importante en la pintura y también en la escultura,
dado por el fuego. Hay una etapa en los años 90-94, cuando recién volví a Chile
desde Nueva York, que me costó mucho trabajar con él. Luego usé sólo los
primarios y desde fines de los 90 empecé a emplear libremente el color. Pero
ahora estoy agobiado con el color. Creo que volveré al blanco y negro".
-Con la materialidad no se cansa.
"Lo táctil es esencial. Es parte del lenguaje. Trabajo lo áspero, lo liso y
las diferencias que va dando el lenguaje táctil. Y me gusta mucho trabajar con
papel, porque me da mucha libertad y tiene esa cualidad de dar distintos
grosores".
-¿Y qué pasa con la belleza?
"No es un objetivo. Tengo otros fines que no se llaman belleza, como el
equilibrio y que una obra tenga fuerza".
-¿Qué persigue con esos seres aislados, silenciosos ?
"Pueden estar en silencio pero no los siento solos. Hoy es difícil estar
solo. Hay pocos espacios para esa situación de crecimiento personal que se
necesita. Me interesa la condición humana".
-¿Reconoce alguna de sus etapas particularmente emblemática ?
"Mi obra es consistente y hay un hilo conductor. Trabajo las cosas hasta que
quedo conforme. No le creo mucho a la intuición, porque esto es también un
aprendizaje de paciencia. El trabajar en la misma tela se transmite en la
obra".
-¿Cuáles han sido sus principales luchas artísticas ?
"Prácticamente he hecho sólo una sola pintura: una figura en un espacio. Pero
pretendo poder hacerla de una manera tal que se vaya renovando. Creo que los
artistas hacemos uno o tres cuadros en la vida que pueden ir cambiando, de ahí
parten otras cosas. Obviamente mis collages que nunca los he mostrado son
distintos a mis pinturas, pero se relacionan 100 por ciento. Otras que son más
paisajes también se conectan. Y del mundo de la fotografía he sacado la textura,
la arquitectura. Hay otras cosas que me interesan como el jazz, el arte popular,
lo etnográfico, la arqueología. Mi obra se beneficia de todo ello. Pero ahora lo
único que quiero es encerrarme en mi taller. Necesito estar en mis estudios. Es
mi brújula".
El Mercurio Artes y Letras Santiago de Chile domingo 28 de octubre de
2012 Actualizado a las 6:06 hrs.
Crítica de arte
Museo Nacional de Bellas Artes y Galería D21:
Una
mirada global a Benjamín Lira
WALDEMAR SOMMER
La actual exposición del Museo Nacional de Bellas Artes nos proporciona una
mirada global a la obra del muy conocido artista nacional Benjamín Lira (1950).
Permite, además, escudriñar la intimidad de una serie de cuadernos con
atractivos estudios y apuntes pictóricos. Dentro del conjunto de cuadros en
grandes y medianas dimensiones, ya la primera pintura, de 1973, anuncia
claramente el porvenir. En ella, y sobre cuatro soportes, asoma la fragmentación
en ángulos rectos y la abstracción de rasgo arquitectónico que caracteriza su
obra madura. Así, en el último trabajo expuesto, de 2012, se hallan esas
peculiaridades convertidas en decidido collage . Se trata, pues, de entornos
despedazados en coloquio con figuras de medio cuerpo -de cuerpo entero, a veces-
o, sobre todo, de cabezas, por lo general, en gran formato. Salvo tres
excepciones, resultan siempre protagonistas masculinos. Para comenzar, y nada
más que sobre la base de lo aquí exhibido, el prolífico año 1976 deja ver
sólidos tanteos alrededor de la historia del arte. Tenemos citas, más bien
paráfrasis de pintores del renacimiento e interpretaciones de su anatomía
típica. De ello nacen magníficas mitades de cuerpo, cuya porción superior
anticipa tanto los personajes clave de la plenitud de Lira, como sus esculturas.
Así, estas últimas se divisan en la multiplicación del dux belliniano, con su
lóbulo nasal protagónico. Asimismo, y de igual año, el dibujo Homo sapiens
ostenta las profundas deformaciones faciales que vendrán hacia mediados de los
90. Enseguida, del temprano 1977, la intervención a la Bañista del decimonónico
Ingres constituye una demostración de dominio pictórico notable.
Ocho años más tarde, otra participación femenina se da en Familia, al mismo
tiempo que la coloración deja atrás la parsimonia anterior. Más pronto, a partir
de 1987, el cromatismo siempre administrado con buen gusto se enciende,
estallando ahora multicolor. Igual año, asimismo, muestra la figura humana en
medio de un escenario en proceso de fragmentación, aunque la arquitectura se
encuentra todavía reconocible. Después, por un breve período -1994 y 1995-, la
amplia cabeza sufre alteraciones figurativas que le añaden una especie de
mordaza, un espiral de caracol o, simplemente, la hace explotar. A partir de la
segunda mitad de la década del 90, pareciera iniciarse la mayor plenitud de
Lira. Tenemos, por ejemplo, la hermosura de El primer hombre, donde éste se ve
inmerso, de cuerpo entero, dentro de un extenso espacio nocturno, que incluye
luces de la ciudad, un cielo oscuro y centelleantes astros rojos. Acá, la
coincidencia inesperada con la mirada de Van Gogh es digna de anotarse. Por otra
parte, desde 2003 hasta hoy el personaje humano del artista enfrenta, junto a su
soledad, la completa abstracción del entorno. La coloración intensa y luminosa
de éste, su despedazamiento formal lo convierte en un verdadero cosmos que
aparenta constituir la prolongación anímica de la cabeza vigorosa, de perfil o
de frente.
Entre 2004 y 2012 nacen las esculturas. Conforman cabezas en bronce fundido,
cerámica y esmalte o tela, que identifican monumentalidad y formato mayor.
Bastante poseen de autorretrato sujeto a variaciones. Potentes, de una seriedad
ensimismada y posiblemente sufrientes, se hallan erosionadas, afectadas por
hondas fisuras, con rostros que se comunican, sutilmente, con el vacío interior
de sus cráneos abiertos.
Lo último de Leppe
De la colección del dueño de Galería D21, se exponen 20 pinturas collages y
seis trabajos gráficos de Carlos Leppe (1952). La quieta permanencia del artista
en Buenos Aires, como agregado cultural de nuestro gobierno actual, acaso le ha
permitido reflexionar. Probable consecuencia de ello resultan las obras hoy
exhibidas. Sin duda miran éstas al pasado; a un pasado tanto autobiográfico como
al del arte del siglo XX. Informalismo y pop art campea en estos cuadros, en
desmedro de su pasado conceptual de performer . De esa manera, los materiales de
desecho, recortes de libros y periódicos, pelos y pajas, los objetos quebrados
conforman un amasijo denso con el grueso pigmento pictórico que arrasa sobre el
soporte. No obstante, tras el aparente caos existe una correcta estructuración.
Desde luego, hay pinturas de mayor intensidad visual que otras. Destaquemos, al
lado de la fotografía juvenil del autor, la unitaria y sintética ejecución con
forma cruciforme central; la realizada en azul totalitario y vibrante, rematada
por clavos del mismo color; la provista con una ancha bolsa colgante y chorreo
muy espeso de colores oscurecidos. O la que integra un marco dorado y donde
asoma un ave enigmática, capaz de recordarnos las insinuaciones expresivas del
mejor Leppe de antaño.
Obras de estudio Cuarenta años de pintura de Benjamín Lira
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes, Sala Matta
Fecha: hasta el 30 de diciembre
Carlos Leppe, pinturas Collages pictóricos de
2008-2011
Lugar: Galería D21
Fecha: hasta el 24 de noviembre
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