Federico Gana Johnson
Columnistas
El Mercurio Domingo 24 de marzo de 2013
Nunca es tarde para escribir bien
"En mi lugar', compendio de catorce piezas de extensión breve, publicado a una edad poco habitual, se lee de corrido, produce genuino deleite y, valga la redundancia, hace sentir ganas de que Gana Johnson continúe la promisoria senda que este volumen anuncia..."
Federico Gana Johnson es nieto del gran Federico Gana, fundador del criollismo nativo y autor de Días de campo (1915), para muchos la mejor colección de cuentos editada en Chile. Por lo general, no es pertinente sacar a colación el parentesco entre escritores, pero en este caso hay elementos que unen al clásico de nuestras letras con Gana Johnson quien, dicho sea de paso, nació casi 20 años después de la muerte de su abuelo. Y lo que liga a ambos salta a la vista: un tono menor y sin estridencias, la sencillez en la descripción directa de las cosas, ausencia de melodrama, insinuación más que parloteo explícito, en suma, un estilo contenido, discreto, lo que en estos días se agradece mucho.
En mi lugar , compendio de catorce piezas de extensión breve, publicado a una edad poco habitual, se lee de corrido, produce genuino deleite y, valga la redundancia, hace sentir ganas de que Gana Johnson continúe la promisoria senda que este volumen anuncia. Nada falta ni nada sobra en cada una de estas historias, tampoco hay tropiezos y aun cuando resulta evidente que algunas son mejores, ninguna desentona en el armonioso conjunto, sabiamente forjado. Da la impresión de que emplear una prosa así es fácil, cuando en verdad ocurre lo contrario; tras la frescura y liviandad de pluma, hay un reconcentrado trabajo, en el que se nota, asimismo, una larga carrera como periodista en medios escritos -entre otros, en este diario-. Y si agregamos que no hay sexo ni sensacionalismo, se redobla el placer que produce este libro.
"La señorita Valdés" inaugura la secuencia y proporciona el tono básico de los episodios siguientes: un notario asiste a un congreso en Concepción y rememora a una joven de inusitada belleza, a quien retrató cuarenta años atrás, porque "tenía que captarle el alma"; obviamente, se había enamorado de ella. Al regresar tanto tiempo después, la busca en vano, ya que además olvidó su nombre de pila. "Dulce novia" también se centra en un personaje femenino; una empleada doméstica prepara la torta de su imaginario matrimonio, con un detalle que sería patético si no fuera divertido: las figuras que coronan el pastel están hechas con mazapán de maní en vez de almendras y ella "sabía que el maní molido producía más consistencia y textura menos delicada". Hay una vasta galería de mujeres, por lo común mayores, que ejercen una influencia decisiva en los que las rodean: la formidable matriarca en "La dueña del cielo", ex profesora y amiga de Gabriela Mistral ("escribía sobre los niños que no tenían zapatos y se les ponían azules los pies desnudos con el frío"); la innominada religiosa de "Mano de monja", que cree pecar al interesarse por un profesor algo especial; la hermana y la madre en "Hojas secas"; la anciana desmemoriada que, junto al protagonista, contempla, sin entender, el arrasamiento de un barrio en "Demolición". Todas son de misa diaria o dominical y la fe parece un asunto esencial para ellas, si bien nunca sabemos si era una cuestión de forma o de fondo. Y todas van cubiertas de la cabeza a los pies, con trajes largos, difíciles de manejar y peinados que requerían horas de elaboración. Sea que vivan en fundos o en la ciudad, son reliquias de un pasado que aún pervive en tantas manifestaciones de nuestra convivencia.
"Abrigo" presenta un cuadro diametralmente distinto. Miguel Campos, el héroe, conoció épocas dichosas: nació en Osorno, fue marinero y en Santiago terminó convertido en mendigo: "Si yo les contara pero a quién si uno que después de todo es borracho pero culto sabe cómo es la vida de artista. Tengo a dos por quinientos estas fotografías de Janfri Vógar, digo que se las tomó el día que lo dejó la mina en Casablanca como a mí me pasó igual pero no me importa". "Julia, la única", es la costurera y masajista de un club de fútbol de última categoría, compuesto por chicos pobres y desarrapados.
"Compás de espera" es una suerte de diario sin fechas, con detalles tal vez nimios: no obstante, el desenlace se presta para especulaciones. "Pantuflas azules", el título más extenso de la compilación, revela claramente el oficio de reportero practicado por décadas: la absurda aventura de un ciudadano detenido durante un fin de semana, sin que conozcamos los motivos, a pesar de ser un texto en primera persona, posee, por momentos, la frialdad y el desapego de una crónica policial.
Así, En mi lugar demuestra, una vez más, que nunca es tarde para escribir bien, sobre todo si se hace con la modestia y la solvencia de Gana Johnson.
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En mi lugar
Federico Gana Johnson Editorial Travesía, Santiago, 2012, 109 Páginas.
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