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Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Sunday, July 14, 2013

viajes y travesías



Opiniones:
¿Qué libro me llevó a viajar?

Impulsamos a nueve destacados escritores y exploradores nacionales a reflexionar sobre las lecturas que terminaron convirtiéndose en un acicate para sus viajes y travesías más inolvidables.

MAUREEN LENNON ZANINOVIC 

El Mercurio Artes y Letras Santiago de Chile
domingo 14 de julio de 2013
Actualizado a las 11:16 hrs.


 Beltrán Mena, entre Tocqueville, Pérez Rosales y Thomas Wolfe
"Las ganas de viajar no se las debo a los libros, sino a una acequia que pasaba frente a mi colegio, cuando era muy chico, y donde arrojaba hojitas para ver como se las llevaba el agua mientras esperaba que me fuesen a buscar. Las ganas surgían de una tubería misteriosa donde desaparecían con destino desconocido. Nada que ver los libros en ese asunto.

Pero si los libros no encendieron el fuego del viaje, sin duda lo alimentaron; en este sentido puedo recomendar algunos que resultaron especialmente inflamables: 'Quince días en las soledades americanas' (Tocqueville), 'Recuerdos del pasado' (Pérez Rosales) , el viaje de Mungo Park, 'Los trazos de la canción' (Bruce Chatwin), 'El enamorado de la Osa Mayor' (Sergiusz Piasecki), 'Los diarios de Colón' y las cartas de Cortés, varios libros de Conrad, 'La isla misteriosa' (Verne), 'On the Road' (Jack Kerouac), 'Pesadilla de aire acondicionado' (Henry Miller)... ¿otro? 'Moravagine' (Blaise Cendrars), ¿uno más? 'Del tiempo y el río'(Thomas Wolfe). Y si cupiera otro, el 'Alejandro Magno' (Johann Gustav Droysen)".
Esteban Cabezas: "El laberinto de la soledad", de Octavio Paz
"Si bien antes libros como 'Pedro Páramo', de Juan Rulfo, o 'Bajo el volcán', de Malcolm Lowry, me habían atraído a México, fue este libro el que me hizo indispensable llegar a conocer a los mexicanos. Ya en la universidad leía la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, pero fue tras conocer 'El laberinto de la soledad' que quise viajar a esas tierras y conocer a su gente. Si a esto agregamos el amor por el tequila y por la comida picante, el plato estaba servido. A través de los ensayos de Paz sobre las formas de sentir y pensar de sus coterráneos se me despertó un deseo de conocer un país y a sus habitantes como nunca antes".
Elicura Chihuailaf y la gran aventura de viajar
"Es el Libro de la Naturaleza el que me invitó y me lleva -a cada instante- a la gran aventura de viajar. Venimos desde el oriente, desde el Azul de las estrellas, me dijo mi abuela en su relato a orillas del fogón. Al Azul retornaremos. Desde entonces, la energía de mi espíritu indaga -con más sigilo cada día- en las estaciones de la vida. Es infinito el mundo que rodea mi casa en Kechurewe. Cada estero / flor / pájaro / insecto / árbol es un misterioso país. Entro a una piedra y es en Atenas donde estoy, mirando las columnas de la Acrópolis abrazadas por la memoria y el calor. Voy a un árbol y escucho la conversación de una barcaza que sueña su viaje por el Sena de París. Entro a una nube y estoy en Tiawanaku o subiendo quizás las escaleras de la Luna en Teotihuacán".
Marta Blanco: "Veinte mil leguas de viaje submarino"
"Se me dio fácil el viaje por una afortunada conjunción. Viajé con varios libros a Estados Unidos, a los 8 años, a un hospital en Boston gracias a la determinación de mi abuelo, que no dudó en salvarme la vida cuando estaba muriendo; el corazón fallaba. En el hospital tomé uno al azar: 'Veinte mil leguas de viaje submarino', de Julio Verne.

Yo no sabía qué era una legua ni un submarino ni siquiera un narval. Las descripciones del objeto misterioso, la posibilidad de que fuera o no fuera un ser vivo, la aventura. ¡No podía dejar de leer!

Comencé así la expedición interior. Seguí el rumbo inesperado, esos personajes misteriosos me sacaron de un manotazo del dolor y del miedo. El capitán Nemo, secreto hombre de tez aceitunada. Y el órgano, los pulpos gigantescos, el mar, los peces. Leer fue la puerta a la imaginación. A las palabras. Leer fue estar viva y sana en medio del mar, aprendiendo el mundo. Viajar y leer es, para mí, casi lo mismo".
María José Viera-Gallo bajo el influjo de Homero
"La Odisea, de Homero: La leí muy niña, a una edad en que todo lo percibes sin filtro, en imágenes y no discursos. Creo que el largo viaje de Ulises por las islas griegas me mostró muchas cosas: que todos los viajes, por muy insignificantes que sean, se transforman en una aventura sin retorno; que el viaje es siempre más interior que exterior; que no todos los viajes son deseados, ni recreativos ni mucho menos por placer, que algunos pueden ser otra cosa, una prueba, un castigo, un proceso, una pregunta; que los viajes son más iniciaciones que escapes, que el viaje más difícil es el de regreso a casa, y que aunque te alejes 20 kilómetros, siempre volverás transformado después de un viaje.

También aprendí que viajar por mar es lejos el mejor de los viajes y que las islas son enigmas".
Mauricio Electorat: "Anábasis"
"No hay un solo libro que me haya llevado al viaje, porque me fui muy joven de Chile, a los 21 años, y a esa edad el viaje se lleva en la piel, como el anhelo de libertad o las ganas de conocer o de saber... Tampoco hay un solo libro que me haya marcado desde este punto de vista, sino muchos, desde La Odisea a los poemas de Jorge Teillier. Quizás, lo que mejor encarna el viaje para mí sea justamente la poesía, o mejor dicho, ciertos poemas: los parajes de la desolación de Jorge Teillier, que entroncan tan bien con los de Trakl, pero también los paisajes remotos y épicos de El Cid. Ahora, si tuviera que escoger un solo libro y un poeta, diría de inmediato: 'Anábasis', de Saint-John Perse. 'Portes ouvertes sur le sable/ portes ouvertes sur l'exil', versos en los que me pareció leer, siempre, como una cifra de mi propio destino (pero quizás sea el destino de todo escritor)".
Patricio Jara: Bukowski
"Entre 1993 y 1995 leí casi todo Bukowski, y, veinte años después, cuando conocí San Francisco, recorrí durante una tarde completa el circuito entre Chinatown y el barrio de North Beach, donde está la librería City Lights rodeada de bares, pizzerías, tiendas porno, salones de masaje tailandés, consultas dentales, lavanderías, pequeños hoteles y antros encabezados por el Club Hustler de Larry Flynt.

Bukowski no pasó tanto tiempo en esas calles en subida, las más despiertas de la ciudad, pero algunos de sus relatos reflejaban muy bien el espíritu de contracultura que allí se vive. En San Francisco, Bukowski dio recitales masivos, protagonizó escándalos y riñas. Lo mismo en Berkeley, en las avenidas aledañas a la universidad, llenas de hippies ancianos y tiendas de música, donde parrandeó e hizo lecturas públicas memorables en los 70.

En ninguna parte, sin embargo, vi un cartel que rindiera culto a su figura ni había una ruta literaria llena de solemnidad. Eso fue mejor: sólo el recuerdo espontáneo mantiene el sabor verdadero".
Poli Délano: África-Hem
"No fue un solo libro, sino tres, del mismo autor. En los años de universidad, cuando se publicaban mis primeros cuentos en diarios y revistas de Santiago, leí con bastante afán todo lo que pude encontrar de Hemingway. Mis deseos de conocer cierta zona de África se gestaron en la nouvelle 'Las nieves del Kilimanjaro', el cuento 'La breve vida feliz de Francis Macomber' y la crónica ensayo 'Verdes colinas de África'. No me gusta la caza, pero sí los animales, y en esos días pensé que alguna vez tendría que solazarme viendo girafas, rinocerontes, leones, impalas, elefantes o búfalos corriendo libres por las tierras de su hábitat bajo unos cielos multicolores que imaginé violentos. Algunos años después conseguí un pasaje a Nairobi en el vuelo inaugural de una línea aérea, llegué a la capital de Kenia, tomé pieza en un hotel barato, y antes de dos días las emprendí en un safari que recorrió las reservas de Tsavo y Amboseli, tierras que remecen las entrañas, muy pobladas de cuanta bestia salvaje existe, y que rodean al monte en cuya cima nevada, según Hemingway, alguna vez se encontró un leopardo congelado. Mis vivencias las estampé en 'Lo primero es un morral', crónica de viaje que más tarde convertí en novela breve: 'Los caminos de la víbora'".
Mauricio Purto: "El viaje a Ixtlán", de Carlos Castaneda
"Recuerdo momentos de pura emoción leyendo 'El mar viviente' de Jacques Cousteau, en la biblioteca de mi papá, que era un estudio de medicina, lleno de sorpresas. Tenía 11 años y viajé con Cousteau, recreando en la imaginación sus peripecias por el mar y el mundo submarino. ¡Yo quería conocer eso! Quería conocer el mundo y sus secretos. Fue una necesidad que creció hasta desbordarse. Ahí estaban el mar y la montaña que ejercen en mí fascinación. De niño acostumbré a nadar largas distancias en el mar con mi padre, y el libro de Cousteau fue un acicate. Luego conocí la libertad de las cumbres y los viajes que tienen como telón de fondo una montaña, contando sus historias. Hasta hoy. El descubrimiento lo hice a través de mi tío Juan. Con él aprendí a caminar días enteros por las serranías de la cordillera de la costa. Entonces los libros de Castaneda me prendaron. 'El viaje a Ixtlán', sobre todo. Y su conclusión con esos versos de Juan Ramón Jiménez que canta Gatti: 'Y yo me iré... Pero los pájaros quedarán... Cantando y mi jardín... También permanecerá'. En ese libro estaba otro Juan, también caminante, Don Juan, el chamán, y el camino del guerrero, que caza poder acechando y viendo. Y me lanzó en el camino como un 'beatnik', al más puro estilo de 'Into the Wild' de Krakauer, o 'Los vagabundos del Dharma' de Kerouac. Corría 1986 y llegó el llamado de la montaña hasta el Everest. Entonces empecé a escribir".

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