NUESTRO CONSOCIO CARLOS ALBERTO CRUZ, viviendo con sus crímenes
La Revista del Sabado, El Mercurio de Santiago.
Dueño de un espíritu absolutamente renacentista, es conocido por sus estupendas colecciones que incluyen auténticos cuadros del Siglo de Oro español y por su osadía al construir grandes casas e hitos urbanos, como la Torre Entel y Santa María, en su momento iconos de modernidad. Dos mundos que en este renombrado arquitecto chileno se reúnen por un sentido de la perfección tan fuerte, que lo tiene convertido en ermitaño. La excelencia tiene un costo muy grande, distancia a la gente, asegura el hombre que confiesa abrigar menos sueños que temores.
Texto, Soledad Villagrán Varela
Retrato, José Luis Rissetti
Hay que distinguir: Carlos Alberto, me dicen los que me tratan con respeto; Chupo, los que me conocen de toda la vida; y Chupito, que es lo más horrible que hay, me dicen los que quieren denigrarme, explica el arquitecto Carlos Alberto Cruz Claro, sobre los alcances del apodo que heredó de su padre a quien también lo llamaban así, aunque nunca supe por qué. De lo que sí tiene certeza, es que él le inculcó la pasión por el arte, las obras y las colecciones, aunque aclara que este hobby se ha dado naturalmente entre su parentela. Con menos de cuatro años él figuraba atesorando tapas de botella, y un poquito más grande sumó a su adicción, monedas y medallas. Recuerda por ejemplo que no pudo más de emoción cuando su mamá le trajo de Grecia un conjunto de monedas de la época de Alejandro Magno: Ahí no cabía en mi pellejo, me levantaba en las noches para ver si no se las habían robado, eso debe haber sido por el 51, cuenta el hombre de 67 años que se supo un pájaro raro desde su infancia.- Nadie se entretenía conmigo, los niños no venían a ver la colección de monedas como correspondía dice, sacando a relucir los recuerdos de una niñez que define como solitaria, a pesar de la presencia de sus tres hermanas y de sus padres que lo convirtieron en hijo predilecto. No jugaba fútbol, los juguetes ni los inflaba no eran de mi zoológico pero sí leía con avidez. Como era enfermizo, se devoró en cama la enciclopedia Espasa completa, con sus setenta volúmenes. Para mí el conocimiento tenía un prestigio que me fascinaba. ¿Y todavía tiene la idea de ser un pájaro raro?- Se va sublimando con el tiempo, pero es real, porque si yo pienso no tengo amigos con quienes compartir mis gustos, no tengo a nadie con quien hablar del Siglo de Oro español sostiene sin ningún dejo de duda, sentado en un sofá de cuero en un lugar que debe ser de los más insólitos e inesperados de Santiago: una galería inmensa, donde están dispuestas según todos los estándares de la museografía internacional, más de veinte pinturas españolas del Siglo XVII, de autores como Luis Tristán, José Antolínez, Luis de Morales El Divino, y Diego Velázquez. Es su museo personal, proyectado y construido por él, en los faldeos del sitio donde estableció su residencia hace 35 años, en La Pirámide. Realmente hermoso este lugar...- Y por qué menos comenta Carlos Alberto, quien conserva al interior de su casa algunas de las valiosas colecciones que ha armado con un rigor único, que incluye el deber de recorrer el espacio con guantes blancos. Entre ellas unas cien piezas de platería hispanoamericana, su favorita; más de cinco mil libros entre los que se cuentan maravillas como el primer ejemplar de Salomé, de Oscar Wilde, firmado por su autor; la de sellos y billetes chilenos y la de fotografía, que hoy está exponiéndose en Estados Unidos, y que armó considerando el criterio de interpretar a unos 70 artistas internacionales, mostrando el panorama de esta disciplina entre 1880 y 1924. En los 48 mil m2 de su propiedad también hay jardines preciosos donde se dejan ver interesantes esculturas. Un verdadero reino que podría ser de uso público si logra donar parte de la colección, la que sus hijos han tenido la generosidad de ceder, como herederos naturales. Para ello se fundó Cedaria, institución que busca establecer los contactos internacionales que auspicien la idea, porque ya no se entusiasmaron ni el gobierno ni las universidades chilenas a las que se les ofreció el proyecto.- Hasta este momento ha fallado por cosas chiquititas, y sólo va resultar cuando se den las estrellas, porque estoy convencido de que todas las cosas humanas relativamente grandes necesitan un momento estelar. Sé que esto no es un negocio para nadie y sólo va a resultar cuando alguien se enamore como yo de este periodo y diga: Mira, esto es bueno que lo vean en conjunto. La herencia del carácter La osadía de Carlos Alberto Cruz para liderar desafíos descomunales, algo se explica en el temple de otros hombres que le preceden en su familia, dentro de los que emergen con fuerza la figura de su padre y su tío, Alberto y Carlos Cruz Eyzaguirre.- Eran muy elegantes, se vestían en Roma, en Londres, y tenían un gran aprecio por la apariencia exterior, tanto que de no ser por la calidad de su obra arquitectónica hubieran podido aparecer muy superficiales, pero realmente superaban eso y más bien imprimían una sensación de dominio muy grande. Pasearse por el centro con mi papá, era asistir a una cantidad infinita de venias y saludos con el sombrero, donde él expiraba la palabra ¡salud! cada vez que lo saludaba alguien que conocía. Era un paseo principesco, cuenta el hijo que gozaba en estas andanzas y que le siguió los pasos estudiando planos y proyectos. ¿Qué es lo que más le gusta de ser arquitecto?- Lo que no me gusta lo tengo clarísimo. Me molesta no poder terminar de expresarme con las obras antes de que los clientes entren a las correcciones. Me gusta que tengan la confianza suficiente y en eso han habido muchos y muy positivos clientes en mi vida, pero también ha habido muchos y muy apurados clientes que quieren una determinada cosa y lo han elegido a uno sólo como intermediario. ¿Y frente a eso, qué hace usted, lo acepta así no más o patalea un poco?- Pataleo harto, pataleo mucho, porque realmente la vida se va entre los dedos, y cada vez que haces una obra que es incompleta frente a tus deseos, frente a tus pensamientos, frente a tu imaginación, ese espacio no se recobra, se fue la obra que pudo ser. Y no siempre por culpa del cliente, muchas veces es por uno, que no está a la altura del desafío. ¿Qué siente, cuando pasa por al lado de una obra suya en la que considera que faltó?- Nada, uno tiene que aprender a vivir con sus crímenes. Con la perspectiva del tiempo, ¿cuál es la lectura que hace de la Torre ENTEL o de la Torre Santa María?- Habría que conversar tanto sobre ellas... Hay que compararlas con lo que estaba pasando en el país en ese momento, ver cuáles eran las alternativas, porque uno no podía parar la Torre ENTEL sobre un pilar, por mucho que hubiera estado contento de hacerlo. Deben ser leídas entre las líneas que son las líneas de la vida de la arquitectura, estuvieron ahí, produjeron mucha satisfacción cuando se ejecutaron y después han tenido una vejez. No lo dice muy contento.- Yo lo dejaría en vejez no más. La vejez tiene cosas confusas pero yo creo que todavía hay que mirarlas con más tiempo, porque te digo, hay cosas hechas en 1890 que han ganado enormemente estos últimos años. ¿Cómo fue ver la Torre Santa María en llamas?- Yo soy histérico con ese tipo de cosas, y tenía señalado todo cómo se debía operar, cómo se debía construir, porque realmente siempre he sido histérico, y como soy un pesimista la veía en llamas desde el primer día. Y pasó lo que no tenía que pasar, que colocaran una goma para pegar las alfombras que era una goma inflamable... Habría querido ser más riguroso- comenta sobre el fatídico episodio. Allí, en el mismo edificio tiene su oficina, desde la que ha liderado gran parte de su producción, donde las grandes casas son sus predilectas. Es algo que yo hago con especial gusto y especial éxito, sí, esa es la verdad; a mí me quedan bien. Son bonitas, vivibles, afirma Cruz, quien sostiene que lo que más le importa es lograr la habitabilidad de los espacios que diseña y la expresión formal de los materiales. En mi galería puedes ver cómo subió la piedra en los muros y cómo el acero está doblado en el techo, no hay nada recubierto, son como niñas piluchas, están con todo a la vista. Otro de sus celebrados aciertos es la restauración de la casa La Calamina, ubicada en el Paseo Gervasoni, en Valparaíso, ubicada al lado de la Casa Mirador de Lukas. Fuimos con mis hijos a verla, la encontramos genial, que tenía carácter, escala y un olor guardado a galleta. Se trató de mejorar y quedó rica, ambientada con cosas muy bonitas que podrían haber estado allí a finales del siglo XIX. ¿O sea que cuando usted va allá es un caballero del siglo XIX?- No, yo soy el que soy nomás, un caballero aquí o allá- aclara riéndose, quien a pesar de su apego por el pasado, se declara un optimista de las nuevas generaciones de arquitectos y del desarrollo urbano. Hacen falta determinadas cosas, pero el resultado general es que estamos haciendo una ciudad mucho más digna de lo que era. ¿Aunque eso implique destruir barrios completos?- Desgraciadamente sí, no se pude tener todo al mismo tiempo.La soledad de un señor renacentistaSeparado hace años, Carlos Alberto vive acompañado sólo por su numeroso personal de servicio. Su círculo próximo lo integran sus cinco hijos tres mujeres y dos hombres, éstos también arquitectosy un selecto grupo de amistades. Está consciente de que es su sentido de la perfección el que lo ha conducido a vivir una experiencia que él considera lo solitaria. Me gusta demasiado la excelencia y eso tiene un costo muy muy grande. Distancia a la gente, hace que uno sea demasiado crítico de las cosas, cuando no hay nada excelente al final.- Se ha terminado apartando del mundo porque es de un perfeccionismo extremo. Yo le digo a mis clientes que siempre van a ser más fáciles que mi padre; porque él nos educó a punta de mazazos, es un hombre duro, como son los caballeros antiguos, con sus costumbres; se almuerza en la mesa y hay que estar vestidos de cierta manera- , declara su hijo mayor, Alberto. A la vez no duda en calificar a su padre como un hombre renacentista, universal por la profundidad de su cultura. Su hija Teresa, pintora, aprecia su capacidad de ir al fondo de la cosas eso lo hace muy cercano. Siempre quiere que sus hijos estemos felices, sin imponerse, como también admira la apertura que tiene para ver el mundo. Esta cualidad que destaca su hija revela, en parte, cómo ha podido ser amigo de gente tan distinta a él. Por ejemplo, que a pesar de ser un hombre de derecha, que participó en la gestación de RN y la UDI, haya sido amigo de Pablo Neruda. Él era un gran coleccionista, coleccionaba todas las mugres de este mundo, boletos de carro... Teníamos un mundo en común que compartíamos en forma muy simpática. O también, que sin ser especialmente religioso, cuente con la amistad de años de Gabriel Guarda O.S.B., Premio Nacional de Historia 1984.- Soy amigo de la parte mala del padre Guarda dice entre risas. Yo comprendo que es un sacerdote muy exitoso, pero también hay un ser humano con todas sus debilidades que son las que compartimos, las colecciones, los afanes. Él es un aficionado a la excelencia, a la historia, comprende perfectamente bien lo que yo estoy buscando, y yo trato de hacerlo al mismo nivel que él- , confiesa. ¿Y a usted qué lo hace feliz, caminar por su jardín, contemplar sus cuadros, por ejemplo?- No, más que todo es el deber cumplido. Es súper fome, pero a la larga es eso, no soy una persona de grandes felicidades ni grandes desdichas- , sostiene Carlos Alberto quien considera que la paternidad ha sido lejos lo más importante en su vida. Mis hijos han resultado bastante más capaces de lo que imaginaba, porque uno de tanto educarlos les disminuye el perfil. ¿Hay algo que considere pendiente?- Voy a contestar como César Vallejo: morir en París un día de lluvia. Pero no, yo tengo cobardías más que deseos. Lo más tremendo sería que alguien cercano a mí muriera antes que yo, para eso no estoy preparado. Y así tengo una serie de cobardías del mismo tipo, como cambiar muy fuerte la forma de vida. Todas las cosas que impliquen un cambio en la continuidad de la vida, me gustan nadita.
Soledad Villagrán Varela.
Soledad Villagrán Varela.
Labels: Los Socios
<< Home