Fred Vargas
Cultural
Las novelas policiales de Fred Vargas
El crimen lleva tiempo
El Pais viernes 27 de noviembre de 2009
Las novelas policiales de Fred Vargas
El crimen lleva tiempo
El Pais viernes 27 de noviembre de 2009
Mercedes Estramil
EN FRANCIA, Fred Vargas es el nuevo nombre de la novela policial. Se trata de un seudónimo, y corresponde a una arqueóloga e historiadora, Frédérique Audoin-Rouzeau (1957). Firma en masculino en parte para acortar su nombre y como continuación de un juego iniciado por su gemela, una pintora que adoptó el apellido Vargas en homenaje al personaje de Ava Gardner en el film La condesa descalza, de Joseph L. Mankiewicz. En apariencia, está muy lejos de las razones que pudieron tener en el siglo XIX señoras como Amandine Dupin, Cecilia Böhl de Faber o Mary Ann Evans, quienes para que sus trabajos fueran tomados en serio firmaron como George Sand, Fernán Caballero y George Eliot respectivamente. Sin embargo, el siglo XX también tuvo reconocidas escritoras que jugaron a la ambigüedad. Karen Blixen firmó Isak Dinesen, Phyllis Dorothy James ocultó su género en las iniciales (P. D. James), y aun la autora más vendida de hoy aceptó disfrazar su "Joanne" por el contundente J. K. (Rowling) para que los editores publicaran Harry Potter, su saga mágica. A Fred Vargas tampoco le ha ido mal.
Sin formación literaria específica, empezó a escribir para entretenerse, y algunas de sus novelas fueron hechas en pocas semanas. Prefiere llamarlas novelas "de enigmas" antes que "negras". Comparte a medias los consejos de la estadounidense Sue Grafton, cuando ésta señala que hay que documentarse, investigar y actualizarse muy bien antes de escribir una novela policial. A diferencia de las de Grafton, sus tramas no tienen una fecha exacta y el mundo mental de sus personajes pesa más que la realidad circundante.
También a diferencia de Grafton, que presenta siempre a la misma detective mujer (Kinsey Millhone) Vargas ha ido cambiando de policía investigador -un poco como las británicas Agatha Christie o P.D. James- aunque en su caso y hasta ahora son siempre hombres. El cuarentón Jean-Baptiste Adamsberg lidera la mayoría de sus títulos incluidos los últimos cinco (El hombre del revés, 1999; Huye rápido, vete lejos, 2001; Bajo los vientos de Neptuno, 2004; La tercera virgen, 2006 y Un lugar incierto, 2008), donde además de resolver casos profundiza o dilata su romance con una huidiza joven.
PLANIFICACIÓN. Una estrategia de Vargas es su lentitud expositiva para ir llegando al crimen, sembrando a partir de sucesos en apariencia inocuos la convicción de que lo habrá. Ese mecanismo de generar tensión toma forma verosímil considerando la psicología de sus investigadores: intuitivos, obcecados, pacientes. Tipos capaces de ir hasta el fin del mundo o dar marcha atrás cien veces si una corazonada se los exige. Son herederos de Poe en esa capacidad de resolver el delito casi sin salir de casa, ejercitando la observación y la deducción. Poseen la escuela de la calle, pero también un bagaje cultural importante. Excepto en el plano sentimental, son éticamente irreprochables, y aunque trabajan con un equipo de expertos suelen resolver en solitario.
En El hombre de los círculos azules (1996), alguien dibuja círculos de tiza por las calles de la ciudad, colocando dentro de ellos distintos objetos (una moneda, un destornillador, un reloj) y una misma leyenda escrita. Lo que para muchos puede ser la obra de un maníaco, una broma o una instalación artística, para el comisario Adamsberg es, sin sombra de duda, el preámbulo de un crimen. Aunque éste recién se concrete en la página 53. En Vargas, la preparación del delito, brutal en su ejecución, suele contener una puesta en escena bastante artística y atrapante. Un homenaje al humor teórico de Thomas de Quincey, para empezar. Otra cosa es que la resolución, luego de muchas páginas de conversación y falsas pistas, sea jugosa en términos narrativos. Aun siendo una novela compleja y amena, El hombre.... se rifa el desenlace a la carta poco creíble del personaje disfrazado que engaña a todos.
En otra novela temprana, Los que van a morir te saludan (publicada en 1994 pero escrita en los ochenta), con la que Vargas misma admite haber fracasado, es el trazado de personajes lo que falla. El asesinato en Roma de un francés coleccionista de arte tiene demasiado tinglado alrededor: muerte por cicuta, un obispo pecador, contrabando a gran escala, personajes con nombres significativos y poco espesor (Claudio, Tiberio y Nerón), y un pasado amoroso entre la principal sospechosa y el investigador Richard Valence. Otro aspecto que distancia en términos emocionales la escritura de Vargas es que no genera empatía entre sus víctimas y el lector.
PUZZLE CRIMINAL. El más fracasado de todos es Louis Kehlweiler, ex-policía de origen alemán, cervecero y cincuentón, que trilla las calles por su cuenta en Más allá, a la derecha (1996), cargando en su bolsillo un sapo con el que suele conversar. Y es que, taciturno y todo, Kehlweiler es el más conversador y tierno de los detectives de Vargas. El hallazgo casual de un huesito, que enseguida identifica como un trozo de falange de un dedo de pie humano semi digerido por un perro (sic), lo pone en la pista de un pit-bull, de sus dueños, y de una serie de crímenes, además de relacionarlo con un amor del pasado. En esta novela el hilo del relato se desenrolla directo como una sucesión de hallazgos; del hueso al muerto y al autor del crimen.
Otras son más complejas y dan cuenta del gusto de Vargas por la digresión. En ese sentido sus personajes secundarios son fundamentales, aunque algunos sean borrados sin más (es el caso aquí de la vieja ex prostituta Marthe). Otros sirven de nexo involuntario con el asesino al mismo tiempo que guardan secretos vinculados al detective (la oceanógrafa Mathilde en varias novelas), o son colaboradores con curiosas vidas privadas, como el adjunto Danglard o Marc Vandoosler.
En uno de sus mejores títulos, el puzzle que debe armar Adamsberg tiene piezas que hay que ir a buscar a la Edad Media. Huye rápido, vete lejos cuenta la historia de una venganza. Alguien se dedica a marcar con un número rojo las puertas de los apartamentos en distintos edificios parisinos, en tanto en las afueras un pregonero propaga avisos anónimos sobre la llegada inminente de la peste. Luego algunos habitantes de las puertas no protegidas con la señal son hallados muertos, y aunque sus cuerpos presentan picaduras de pulgas de rata, las muertes son violentas. Se advierte que la autora, especializada por su profesión en transmisión de epidemias, disfruta con el armado de la intriga, manteniendo abiertas varias líneas de expectativa. El medievalista Vandoosler, que de día trabaja haciendo limpiezas, ayuda a Adamsberg a desentrañar una madeja que, por supuesto, tiene hilos sobrantes. Con frecuencia, Vargas muestra que detrás de un simple crimen se mueve un vasto y complicado universo.
En la lista de prioridades explicativas que maneja la novela policial, las de Vargas comienzan con el "cómo lo hizo", siguen por el "quién lo hizo" y responden no del todo el "por qué". Para sus investigadores la mente criminal deja de ser interesante en cuanto la ponen al descubierto, incluso con poca dosis de euforia, en parte porque intuyen desde el comienzo que detrás del crimen más elaborado anida el móvil más vulgar: algún mezquino tipo de interés personal.
LOS QUE VAN A MORIR TE SALUDAN. 2002, 190 págs.
HUYE RÁPIDO, VETE LEJOS. 2003, 331 págs.
EL HOMBRE DE LOS CÍRCULOS AZULES. 2004, 196 págs.
MÁS ALLÁ, A LA DERECHA. 2006, 234 págs. Todos editados en Madrid por Siruela y distribuidos en Uruguay por Gussi.
EN FRANCIA, Fred Vargas es el nuevo nombre de la novela policial. Se trata de un seudónimo, y corresponde a una arqueóloga e historiadora, Frédérique Audoin-Rouzeau (1957). Firma en masculino en parte para acortar su nombre y como continuación de un juego iniciado por su gemela, una pintora que adoptó el apellido Vargas en homenaje al personaje de Ava Gardner en el film La condesa descalza, de Joseph L. Mankiewicz. En apariencia, está muy lejos de las razones que pudieron tener en el siglo XIX señoras como Amandine Dupin, Cecilia Böhl de Faber o Mary Ann Evans, quienes para que sus trabajos fueran tomados en serio firmaron como George Sand, Fernán Caballero y George Eliot respectivamente. Sin embargo, el siglo XX también tuvo reconocidas escritoras que jugaron a la ambigüedad. Karen Blixen firmó Isak Dinesen, Phyllis Dorothy James ocultó su género en las iniciales (P. D. James), y aun la autora más vendida de hoy aceptó disfrazar su "Joanne" por el contundente J. K. (Rowling) para que los editores publicaran Harry Potter, su saga mágica. A Fred Vargas tampoco le ha ido mal.
Sin formación literaria específica, empezó a escribir para entretenerse, y algunas de sus novelas fueron hechas en pocas semanas. Prefiere llamarlas novelas "de enigmas" antes que "negras". Comparte a medias los consejos de la estadounidense Sue Grafton, cuando ésta señala que hay que documentarse, investigar y actualizarse muy bien antes de escribir una novela policial. A diferencia de las de Grafton, sus tramas no tienen una fecha exacta y el mundo mental de sus personajes pesa más que la realidad circundante.
También a diferencia de Grafton, que presenta siempre a la misma detective mujer (Kinsey Millhone) Vargas ha ido cambiando de policía investigador -un poco como las británicas Agatha Christie o P.D. James- aunque en su caso y hasta ahora son siempre hombres. El cuarentón Jean-Baptiste Adamsberg lidera la mayoría de sus títulos incluidos los últimos cinco (El hombre del revés, 1999; Huye rápido, vete lejos, 2001; Bajo los vientos de Neptuno, 2004; La tercera virgen, 2006 y Un lugar incierto, 2008), donde además de resolver casos profundiza o dilata su romance con una huidiza joven.
PLANIFICACIÓN. Una estrategia de Vargas es su lentitud expositiva para ir llegando al crimen, sembrando a partir de sucesos en apariencia inocuos la convicción de que lo habrá. Ese mecanismo de generar tensión toma forma verosímil considerando la psicología de sus investigadores: intuitivos, obcecados, pacientes. Tipos capaces de ir hasta el fin del mundo o dar marcha atrás cien veces si una corazonada se los exige. Son herederos de Poe en esa capacidad de resolver el delito casi sin salir de casa, ejercitando la observación y la deducción. Poseen la escuela de la calle, pero también un bagaje cultural importante. Excepto en el plano sentimental, son éticamente irreprochables, y aunque trabajan con un equipo de expertos suelen resolver en solitario.
En El hombre de los círculos azules (1996), alguien dibuja círculos de tiza por las calles de la ciudad, colocando dentro de ellos distintos objetos (una moneda, un destornillador, un reloj) y una misma leyenda escrita. Lo que para muchos puede ser la obra de un maníaco, una broma o una instalación artística, para el comisario Adamsberg es, sin sombra de duda, el preámbulo de un crimen. Aunque éste recién se concrete en la página 53. En Vargas, la preparación del delito, brutal en su ejecución, suele contener una puesta en escena bastante artística y atrapante. Un homenaje al humor teórico de Thomas de Quincey, para empezar. Otra cosa es que la resolución, luego de muchas páginas de conversación y falsas pistas, sea jugosa en términos narrativos. Aun siendo una novela compleja y amena, El hombre.... se rifa el desenlace a la carta poco creíble del personaje disfrazado que engaña a todos.
En otra novela temprana, Los que van a morir te saludan (publicada en 1994 pero escrita en los ochenta), con la que Vargas misma admite haber fracasado, es el trazado de personajes lo que falla. El asesinato en Roma de un francés coleccionista de arte tiene demasiado tinglado alrededor: muerte por cicuta, un obispo pecador, contrabando a gran escala, personajes con nombres significativos y poco espesor (Claudio, Tiberio y Nerón), y un pasado amoroso entre la principal sospechosa y el investigador Richard Valence. Otro aspecto que distancia en términos emocionales la escritura de Vargas es que no genera empatía entre sus víctimas y el lector.
PUZZLE CRIMINAL. El más fracasado de todos es Louis Kehlweiler, ex-policía de origen alemán, cervecero y cincuentón, que trilla las calles por su cuenta en Más allá, a la derecha (1996), cargando en su bolsillo un sapo con el que suele conversar. Y es que, taciturno y todo, Kehlweiler es el más conversador y tierno de los detectives de Vargas. El hallazgo casual de un huesito, que enseguida identifica como un trozo de falange de un dedo de pie humano semi digerido por un perro (sic), lo pone en la pista de un pit-bull, de sus dueños, y de una serie de crímenes, además de relacionarlo con un amor del pasado. En esta novela el hilo del relato se desenrolla directo como una sucesión de hallazgos; del hueso al muerto y al autor del crimen.
Otras son más complejas y dan cuenta del gusto de Vargas por la digresión. En ese sentido sus personajes secundarios son fundamentales, aunque algunos sean borrados sin más (es el caso aquí de la vieja ex prostituta Marthe). Otros sirven de nexo involuntario con el asesino al mismo tiempo que guardan secretos vinculados al detective (la oceanógrafa Mathilde en varias novelas), o son colaboradores con curiosas vidas privadas, como el adjunto Danglard o Marc Vandoosler.
En uno de sus mejores títulos, el puzzle que debe armar Adamsberg tiene piezas que hay que ir a buscar a la Edad Media. Huye rápido, vete lejos cuenta la historia de una venganza. Alguien se dedica a marcar con un número rojo las puertas de los apartamentos en distintos edificios parisinos, en tanto en las afueras un pregonero propaga avisos anónimos sobre la llegada inminente de la peste. Luego algunos habitantes de las puertas no protegidas con la señal son hallados muertos, y aunque sus cuerpos presentan picaduras de pulgas de rata, las muertes son violentas. Se advierte que la autora, especializada por su profesión en transmisión de epidemias, disfruta con el armado de la intriga, manteniendo abiertas varias líneas de expectativa. El medievalista Vandoosler, que de día trabaja haciendo limpiezas, ayuda a Adamsberg a desentrañar una madeja que, por supuesto, tiene hilos sobrantes. Con frecuencia, Vargas muestra que detrás de un simple crimen se mueve un vasto y complicado universo.
En la lista de prioridades explicativas que maneja la novela policial, las de Vargas comienzan con el "cómo lo hizo", siguen por el "quién lo hizo" y responden no del todo el "por qué". Para sus investigadores la mente criminal deja de ser interesante en cuanto la ponen al descubierto, incluso con poca dosis de euforia, en parte porque intuyen desde el comienzo que detrás del crimen más elaborado anida el móvil más vulgar: algún mezquino tipo de interés personal.
LOS QUE VAN A MORIR TE SALUDAN. 2002, 190 págs.
HUYE RÁPIDO, VETE LEJOS. 2003, 331 págs.
EL HOMBRE DE LOS CÍRCULOS AZULES. 2004, 196 págs.
MÁS ALLÁ, A LA DERECHA. 2006, 234 págs. Todos editados en Madrid por Siruela y distribuidos en Uruguay por Gussi.
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