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Editor: Neville Blanc

Saturday, January 30, 2010

EDUCACIÓN Y CULTURA


Pedro Gandolfo
El Mercurio Sábado 23 de Enero de 2010
Educación y cultura

La nueva institucionalidad cultural que rige en Chile desde el gobierno del Presidente Lagos contiene algunos beneficios innegables, pero también algunos perjuicios (no deseados, por cierto). Entre ellos, el más importante a mi entender es que separó orgánicamente la gestión pública de la educación y de la cultura.

En la tradición de Occidente (y también de otras grandes civilizaciones), al contrario, ha sido una constante que la creación, conservación, transmisión y difusión de la cultura se concentren en instituciones educacionales (la academia, el liceo, las universidades, los centros de estudios, las escuelas); es en estas instituciones, sobre todo, donde se "cultiva", palabra que, en su sentido más prístino, recuerda que la creación de los bienes simbólicos, su apreciación y disfrute requieren de una aplicación, disciplina y educación sistemáticas. No es posible separar educación y cultura. Los pobres resultados que las encuestas oficiales e independientes muestran en muchas áreas de las artes y la cultura están, sin duda, relacionados con los también pobres resultados de nuestra educación.

Es cierto que hoy es patente una tendencia a la "deslocalización" (el término no es mío) de la cultura. Los nuevos medios tecnológicos de comunicación e información, en efecto, dispersan su formulación, circulación y disfrute. Internet, la radio, la televisión, las redes sociales virtuales no sólo son vías de transmisión y acceso no formalizado, sino que también modifican el contenido mismo de los bienes culturales y artísticos que se están generando. Pero esta tendencia centrífuga debería, a mi entender, dar lugar a una intensificación en aquellas instituciones tradicionales de un discurso que articule, oriente, enseñe a discernir, ponga a las nuevas generaciones en diálogo con los creadores del pasado y del presente. Es preciso construir puentes de modo veloz, y la educación sigue siendo el camino para ello.

Ahora que estamos a sólo poco más de un mes de la instalación de un nuevo gobierno, quizás sería bueno considerar que las auténticas políticas culturales, las que cosecharán los mejores frutos para nuestra cultura, no son aquellas que se puedan llevar a cabo a través del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes, sino por medio del Ministerio de Educación. En concreto, me refiero a la revisión de los planes y programas de estudios en disciplinas como la literatura, las artes, la filosofía y la historia.

En el área que yo más conozco -la literatura-, el tiempo que se dedica a su estudio, el enfoque metodológico, la calidad de los textos de estudios se caracterizan por su pobreza y, por qué no decirlo, por una inquietante estulticia.

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