Alejandrina Larraín en el arte de la encuadernación
El Mercurio VIVIENDA Y DECORACIÓN Sábado 24 de Octubre de 2009
Páginas milenarias
Un ordenado y luminoso taller en Pedro de Valdivia Norte es el escenario donde Alejandrina Larraín revive una ancestral técnica: la encuadernación, un oficio que conoció en España y que con pasión trata de conservar fiel a sus orígenes.
Texto, Claudia Pérez Fuentes
Páginas milenarias
Un ordenado y luminoso taller en Pedro de Valdivia Norte es el escenario donde Alejandrina Larraín revive una ancestral técnica: la encuadernación, un oficio que conoció en España y que con pasión trata de conservar fiel a sus orígenes.
Texto, Claudia Pérez Fuentes
Una libreta que compró hace más de veinte años en Madrid y que no se ha atrevido a usar porque la considera una reliquia, un tesoro, es la que inició a Alejandrina Larraín en el arte de la encuadernación.
Por entonces se encontraba estudiando Interiorismo Arquitectónico en la capital europea. Tenía claro su futuro, hasta que en una de sus tantas caminatas se encontró con el preciado objeto. "Llamó tanto mi atención que a partir de ese minuto decidí indagar en la encuadernación, oficio que en España es una arte milenario y valiosísimo".
Cuenta que su atracción por los libros tuvo algo que ver con este amor a primera vista que sintió por el oficio del que nunca más se separó. Estaba en uno de los lugares donde más se sabe de él y lo aprovechó. Con esa carga de conocimientos regresó a Chile y siguió perfeccionándose, casi de manera autodidacta, mirando y leyendo libros especializados, "practicando y metiendo las patas".
Es una apasionada de la técnica a la que entrega toda su energía y concentración. "Me aquieta el alma y la cabeza, me conecta con mi esencia", dice quien es dueña de un espíritu que siempre busca cosas nuevas para aprender. Así, armó un luminoso y pulcro taller en su casa de Pedro de Valdivia Norte (teléfono 9 733 8483), donde pasa horas e incluso se amanece.
En el más profundo silencio elabora delicados objetos -libretas de variados tamaños y hasta lápices- confeccionados con materiales igual de refinados.Papeles franceses hechos a mano, otros marmolados, cueros, gamuzas. Junto a ellos, herramientas de madera como la prensa, lomera (o pestaña), un telar del siglo XIX y los cuños de bronce que utiliza para los dorados.
"Este trabajo devuelve el valor de lo hecho a mano en un mundo invadido por los anillados de plástico", afirma Alejandrina, quien no hace ninguna pieza igual a la otra y trabaja principalmente a pedido, el único modo que le garantiza poder dedicarse todo lo necesario a una obra.
Por entonces se encontraba estudiando Interiorismo Arquitectónico en la capital europea. Tenía claro su futuro, hasta que en una de sus tantas caminatas se encontró con el preciado objeto. "Llamó tanto mi atención que a partir de ese minuto decidí indagar en la encuadernación, oficio que en España es una arte milenario y valiosísimo".
Cuenta que su atracción por los libros tuvo algo que ver con este amor a primera vista que sintió por el oficio del que nunca más se separó. Estaba en uno de los lugares donde más se sabe de él y lo aprovechó. Con esa carga de conocimientos regresó a Chile y siguió perfeccionándose, casi de manera autodidacta, mirando y leyendo libros especializados, "practicando y metiendo las patas".
Es una apasionada de la técnica a la que entrega toda su energía y concentración. "Me aquieta el alma y la cabeza, me conecta con mi esencia", dice quien es dueña de un espíritu que siempre busca cosas nuevas para aprender. Así, armó un luminoso y pulcro taller en su casa de Pedro de Valdivia Norte (teléfono 9 733 8483), donde pasa horas e incluso se amanece.
En el más profundo silencio elabora delicados objetos -libretas de variados tamaños y hasta lápices- confeccionados con materiales igual de refinados.Papeles franceses hechos a mano, otros marmolados, cueros, gamuzas. Junto a ellos, herramientas de madera como la prensa, lomera (o pestaña), un telar del siglo XIX y los cuños de bronce que utiliza para los dorados.
"Este trabajo devuelve el valor de lo hecho a mano en un mundo invadido por los anillados de plástico", afirma Alejandrina, quien no hace ninguna pieza igual a la otra y trabaja principalmente a pedido, el único modo que le garantiza poder dedicarse todo lo necesario a una obra.
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