NUESTROS SOCIOS OPINAN, Jaime Antúnez Aldunate
El Mercurio Martes 08 de Junio de 2010
Diatribas del P. Berríos
Jaime Antúnez Aldunate
Fiel a su costumbre, Felipe Berríos, S.J., se despide de su audiencia, antes de emprender camino a Burundi, deleitándose en lanzar un rocket que con inusual osadía apunta esta vez “del Papa para abajo”.
No faltan en Chile sacerdotes, sentencia. Más bien le parece que sobran. Los que faltan son aquellos que califica de “sencillos”, que muestren el Evangelio no como una moral (defecto que padecen a su juicio también muchos de nuestros obispos), exordio sorprendente si se considera que, como es habitual en sus declaraciones y artículos, la entrevista que concede a revista Sábado (05.06.10) constituye una letanía de apreciaciones morales, cargadas incluso de inocultable reductivismo sociológico-político.
Fuera con el “infantilismo” de que los sacerdotes deban pensar como sus obispos, pues la Iglesia no es una “dictadura”, dice. Olvidando la obvia interrelación de cultura y espíritu que supone la unión en la caridad, alega que lo anterior es distinto sólo cuando se trata de dogmas de fe. Su olvido, sin embargo, le pasa la cuenta a renglón seguido, pues descarga con entusiasmo profético una serie de diferencias propias en cuestiones dogmáticas o que tocan al dogma de manera directa o indirecta, sin reparar en la contradicción de su enunciado.
No es del caso repetir, por ya demasiado conocidas, las argumentaciones que formula aquí el P. Berríos acerca del divorcio (del que acabamos de saber que superó en Chile el número anual de matrimonios), sobre el condón (“discutí con los obispos y no me supieron argumentar”, postula), o en torno al problema del homosexualismo (tema del que la Iglesia universal, también en Chile, ha hablado sobradamente). Más que en la fuerza de una verdad que puede sonar incómoda, sus argumentaciones se apoyan en recursos mediáticos de fácil circulación.
Sí, entretanto, conviene reparar en su porfiado error doctrinal respecto de la eucaristía que, con cuidado, omite recordar le valió que la autoridad jerárquica lo obligara en alguna oportunidad a retractarse públicamente. Dice ello relación con su impugnación de la doctrina formulada explícitamente por San Pablo (1 Cor 11, 27-29) y acogida por el magisterio católico de todos los siglos, según la cual debe estarse espiritualmente preparado para recibir la sagrada comunión. En su entrevista, el P. Berríos vuelve sinuosamente sobre su particular posición en el tema, como lo hace también en artículo de igual tenor publicado el 15 de mayo en la misma revista Sábado, titulado “Un cambio profundo en la Iglesia”.
Lo anterior, de suyo muy grave, toma el verdadero corpus de magisterio paralelo en la Iglesia —o más precisamente de “antimagisterio”— cuando el P. Berríos nos dice que desde el Pablo VI de la encíclica Humane vitae a Ratzinger, la Iglesia se deslizó “en dirección opuesta a lo señalado por el Concilio” (Revista Sábado, 15. 05.10), doctrina suya que rubrica en la entrevista de su despedida el pasado sábado con esta afirmación estruendosa: “El Papa Juan Pablo II le hizo mucho daño a la Iglesia”.
Nadie con sentido común postularía que sea necesario defender la persona ni la obra del venerable Papa Juan Pablo II frente a las diatribas del P. Berríos, por mucho que nos duelan y ofendan. Hay aquí otra cosa en la que sí creo verdaderamente urgente reparar, dado el momento que vive la Iglesia Católica. Se lo hice presente al propio P. Berríos, en correo del domingo 16 de mayo que no respondió.
Así lo expresa con claridad, en carta dirigida a Benedicto XVI largamente difundida por distintos medios, el obispo italiano de la diócesis de San Marino-Montefeltro, Luigi Negri. En las antípodas de la posición que proclama Felipe Berríos, S.J., Negri llama a no esconderse —ante el vendaval desatado en los medios contra la Iglesia por la miserable experiencia de pedofilia de algunos clérigos— detrás de falsos moralismos ni en ingenuidades culturales o antropológicas. Si ha asomado una crisis de credibilidad en la Iglesia a pesar de tener al frente el extraordinario magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI es, afirma, porque se admiten demasiadas excepciones al magisterio del Papa, dando espacio a “magisterios paralelos que debilitan la fuerza de la Iglesia desde el punto de vista intelectual y cultural”. Con profunda lógica, y desafiando lo “políticamente correcto”, cita la opinión de un gran teólogo actual que le escribe lo siguiente: la pedofilia ciertamente desfigura el rostro de la Iglesia, pero la herejía lo desfigura aún más.
Con la óptica del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, Negri apela a esa necesaria reforma de la inteligencia y del corazón en la Iglesia —“demasiadas malas teologías, exégesis vacías, desacuerdos explícitos con el Magisterio envilecen hoy la cultura de la Iglesia”— de la que podrá seguir una reforma moral, un nuevo florecimiento de la santidad y de la misión, fuerte, alegre, martirial. “En los momentos más graves de su historia, la Iglesia siempre experimentó todo esto”, concluye.
Diatribas del P. Berríos
Jaime Antúnez Aldunate
Fiel a su costumbre, Felipe Berríos, S.J., se despide de su audiencia, antes de emprender camino a Burundi, deleitándose en lanzar un rocket que con inusual osadía apunta esta vez “del Papa para abajo”.
No faltan en Chile sacerdotes, sentencia. Más bien le parece que sobran. Los que faltan son aquellos que califica de “sencillos”, que muestren el Evangelio no como una moral (defecto que padecen a su juicio también muchos de nuestros obispos), exordio sorprendente si se considera que, como es habitual en sus declaraciones y artículos, la entrevista que concede a revista Sábado (05.06.10) constituye una letanía de apreciaciones morales, cargadas incluso de inocultable reductivismo sociológico-político.
Fuera con el “infantilismo” de que los sacerdotes deban pensar como sus obispos, pues la Iglesia no es una “dictadura”, dice. Olvidando la obvia interrelación de cultura y espíritu que supone la unión en la caridad, alega que lo anterior es distinto sólo cuando se trata de dogmas de fe. Su olvido, sin embargo, le pasa la cuenta a renglón seguido, pues descarga con entusiasmo profético una serie de diferencias propias en cuestiones dogmáticas o que tocan al dogma de manera directa o indirecta, sin reparar en la contradicción de su enunciado.
No es del caso repetir, por ya demasiado conocidas, las argumentaciones que formula aquí el P. Berríos acerca del divorcio (del que acabamos de saber que superó en Chile el número anual de matrimonios), sobre el condón (“discutí con los obispos y no me supieron argumentar”, postula), o en torno al problema del homosexualismo (tema del que la Iglesia universal, también en Chile, ha hablado sobradamente). Más que en la fuerza de una verdad que puede sonar incómoda, sus argumentaciones se apoyan en recursos mediáticos de fácil circulación.
Sí, entretanto, conviene reparar en su porfiado error doctrinal respecto de la eucaristía que, con cuidado, omite recordar le valió que la autoridad jerárquica lo obligara en alguna oportunidad a retractarse públicamente. Dice ello relación con su impugnación de la doctrina formulada explícitamente por San Pablo (1 Cor 11, 27-29) y acogida por el magisterio católico de todos los siglos, según la cual debe estarse espiritualmente preparado para recibir la sagrada comunión. En su entrevista, el P. Berríos vuelve sinuosamente sobre su particular posición en el tema, como lo hace también en artículo de igual tenor publicado el 15 de mayo en la misma revista Sábado, titulado “Un cambio profundo en la Iglesia”.
Lo anterior, de suyo muy grave, toma el verdadero corpus de magisterio paralelo en la Iglesia —o más precisamente de “antimagisterio”— cuando el P. Berríos nos dice que desde el Pablo VI de la encíclica Humane vitae a Ratzinger, la Iglesia se deslizó “en dirección opuesta a lo señalado por el Concilio” (Revista Sábado, 15. 05.10), doctrina suya que rubrica en la entrevista de su despedida el pasado sábado con esta afirmación estruendosa: “El Papa Juan Pablo II le hizo mucho daño a la Iglesia”.
Nadie con sentido común postularía que sea necesario defender la persona ni la obra del venerable Papa Juan Pablo II frente a las diatribas del P. Berríos, por mucho que nos duelan y ofendan. Hay aquí otra cosa en la que sí creo verdaderamente urgente reparar, dado el momento que vive la Iglesia Católica. Se lo hice presente al propio P. Berríos, en correo del domingo 16 de mayo que no respondió.
Así lo expresa con claridad, en carta dirigida a Benedicto XVI largamente difundida por distintos medios, el obispo italiano de la diócesis de San Marino-Montefeltro, Luigi Negri. En las antípodas de la posición que proclama Felipe Berríos, S.J., Negri llama a no esconderse —ante el vendaval desatado en los medios contra la Iglesia por la miserable experiencia de pedofilia de algunos clérigos— detrás de falsos moralismos ni en ingenuidades culturales o antropológicas. Si ha asomado una crisis de credibilidad en la Iglesia a pesar de tener al frente el extraordinario magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI es, afirma, porque se admiten demasiadas excepciones al magisterio del Papa, dando espacio a “magisterios paralelos que debilitan la fuerza de la Iglesia desde el punto de vista intelectual y cultural”. Con profunda lógica, y desafiando lo “políticamente correcto”, cita la opinión de un gran teólogo actual que le escribe lo siguiente: la pedofilia ciertamente desfigura el rostro de la Iglesia, pero la herejía lo desfigura aún más.
Con la óptica del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, Negri apela a esa necesaria reforma de la inteligencia y del corazón en la Iglesia —“demasiadas malas teologías, exégesis vacías, desacuerdos explícitos con el Magisterio envilecen hoy la cultura de la Iglesia”— de la que podrá seguir una reforma moral, un nuevo florecimiento de la santidad y de la misión, fuerte, alegre, martirial. “En los momentos más graves de su historia, la Iglesia siempre experimentó todo esto”, concluye.
El Mercurio Revista del Sabado sábado 5 de junio de 2010
La polémica despedida del sacerdote Felipe Berríos
"No me están echando ni estoy arrancando"
Hoy parte al África no por dos años, como se ha dicho, sino que "hasta que Dios quiera". En esta entrevista defiende al actual Papa en su lucha contra los abusos sexuales -"por eso está bastante solo"- critica a Juan Pablo II, opina que el nuevo arzobispo de Santiago debiera ser monseñor Ezzati, Goic o Lizama, y que, en cambio, una eventual elección de Juan Ignacio González "sería un retroceso para la unidad del país".
Por Raquel Correa
A muchos de sus seguidores les duele el alma. Y seguro que sus detractores, que no son pocos, echarán de menos algunas de las polémicas que generó desde su tradicional columna en "Sábado". El cura Berríos, el Padre Felipe o simplemente Felipe, partía hoy a Burundi, un pueblo miserable, con sectas en fiera guerrilla permanente.
Ingresó a la Compañía de Jesús el 31 de julio de 1977, y asegura que nunca se ha arrepentido, si bien no todo le ha sido fácil.
Ordenado en 1989, insiste en que desde que se hizo cura ha vivido "profundamente feliz, con una sensación de plenitud".
-¿Ninguna crisis?
-Siempre esperé la crisis. Compañeros míos la vivieron muy fuerte. Hasta hoy la he esperado y no llega. Claro que he producido muchas crisis -ríe-. La verdad es que es una gracia de Dios. Nunca he tenido una pizca de duda de que esto es mi vocación.
-¿Se cansó de ser tan mediático?
-No. Nunca me he tragado el cuento. A los 28 años fui a Tanzania y eso me marcó. Ahí uno se juega la vida.
-Ustedes se preguntan "¿Qué haría Cristo en mi lugar?". ¿Piensa que dejaría a Chile botado y se iría al África?
-Sí -afirma sin dudar-. Aquí hay mucha gente bien preparada. Es un país con un ingreso per capita de US$ 14 mil y en Burundi no llega a los US$ 700. Allá el problema es el hambre y el sida. Ya cumplí un ciclo. Ahora me toca ir a jugármela allá. Siempre pensé en irme. Soy cura para dar a conocer una buena noticia, propagar el Evangelio.
-Ha dicho "Encuentro fascinante evangelizar en Chile". ¿Entonces...?
-Uno tiene etapas. Estoy en la edad justa para entrar al África. De aquí a aprender el idioma...
-¿No se iba por dos años?
-No -replica despacito, como entregando un secreto-. Me voy hasta que Dios quiera. Al comienzo decía que me iba de por vida, pero sonaba "prepo". Ahora digo hasta que Dios quiera. De aquí a aprender francés y sentirme suelto, tendré 60 años. De repente se nos olvida que estamos prestados, no para siempre. Las grandes cuestiones de mi vida me las he jugado por intuición. Con 20 años de cura, pensé, éste es el momento, ¿para qué esperar más?
-Dijo que volvería a África cuando en Chile se terminaran los campamentos. ¿Se terminaron?
-Estructuralmente, sí. Antes veíamos los enormes campamentos como parte del paisaje. Hoy, microcampamentos, salvo el de Alto Hospicio. De 135 mil familias, quedan 20 mil en microcampamentos.
"Faltan sacerdotes sencillos"
Cuando llega el fotógrafo, anuncia riendo: "Voy a ponerme la chaqueta de los funerales, matrimonios y entrevistas". Y se pone una gastada casaca azul con cierre eclair, con la cruz en la solapa.
Ordenado sacerdote, fue director de la Universidad del Trabajador. Y creó Un Techo para Chile, que se extendió por varias naciones.
Contrario a la ayuda estatal a los pobres, opina:
-Todo lo que sea regalo hace más pobre al pobre. Jamás hay que regalar. Uno puede acompañar al pobre en su sufrimiento, pero no regalarle plata. Una de las torpezas de los países ricos con África es regalarle; por eso hoy es más pobre que antes. Somos conscientes de que no debe haber campamentos. Algo distinto es lo que pasa ahora, a raíz del terremoto y las mediaguas.
Felipe Berríos se va con un jesuita maltés y asegura que "la mejor manera de misionar es levantando mediaguas.
Ahí se pone en práctica la parábola del buen samaritano. Lo otro es un poco de proselitismo". Allá trabajará con refugiados que huyen por problemas de hambre o guerrilla.
-La idea -explica- es tratar de hacer una especie de escuela agrícola para generar alimentos: hay una hambruna muy fuerte.
-¿No le da miedo?
-Desde que sacamos el decreto Servicio de la Fe y la Promoción de la Justicia, nos han asesinado 73 jesuitas en Latinoamérica; en África a cinco. Es mucho más peligroso hablar de la justicia acá. Voy al África a compartir mi vida con gente que no tiene nada. No tengo ningún incentivo económico para irme a Burundi -agrega-. Ni me han echado ni estoy arrancando, como se rumorea. En la Compañía me enseñaron que todos somos irreemplazables, pero ninguno indispensable. Otro se hará cargo del Techo.
-¿Y su mamá?
-Mi mamá... sí, pues. Creo que la mejor manera de querer a mi mamá es siendo un hijo feliz.
-Habiendo escasez de sacerdotes en Chile...
-No creo que falten sacerdotes en Chile. Creo que sobran. Lo que falta son sacerdotes sencillos, cercanos a la gente, que no reten sino que acojan, que no se crean superiores al resto y que muestren el Evangelio no como una moral, sino como una buena noticia. Esos son los sacerdotes que faltan. De los otros, tenemos muchos. Y tenemos muchos obispos de esos también.
El cura polémico
Sostiene que "el verdadero poder está en la libertad de decir lo que uno piensa, sin calcular lo que va a perder". En honor a ello, ha enfrentado fuertes polémicas. La más conocida: las universidades de la "cota mil". Y cuando se iba a legislar el divorcio, la Iglesia hizo una fuerte campaña y él se manifestó contrario a esa campaña.
-¿Nadie le tiró las orejas?
-Sí. El Derecho Canónico nos da derechos y deberes y hemos entrado a un infantilismo que pareciera que los curas no debiéramos tener opinión, sino opinar exactamente lo que opina el obispo. No es así. La Iglesia no es una dictadura. En los dogmas tenemos que estar todos de acuerdo, pero hay otras cosas opinables.
-¿El divorcio, por ejemplo?
-Yo no he cambiado un ápice de lo que cree la Iglesia. El matrimonio sacramental es uno y para siempre.
Disentí en estigmatizar a los hijos de divorciados.
-Y reclamó contra el "protocolo" que impide a separados vueltos a casar asistir a ceremonias con el Papa.
-Eso es ridículo. El matrimonio es un privilegio y quien fracasa es alguien que sufre: tenemos que apoyarlo. Si se ve el matrimonio como una obligación y hay que castigar al que falla, ahí tenemos distintos puntos de vista.
-Cuando la Iglesia reaccionó contra la campaña gubernamental a favor de los anticonceptivos, usted discrepó.
-Dije que hay que educar a los jóvenes en una sexualidad consecuente con nuestros valores. Pero si un joven era incapaz de contenerse e iba a tener relación sexual con su polola o pololo o iba a tener una relación sexual de riesgo, tenía la obligación moral de usar condón. La tradición más ortodoxa de la Iglesia es la del mal menor
-sigue-. Me llamaron de la Conferencia Episcopal. Discutí con los obispos y no me supieron argumentar. Si el mal menor se aplica en lo económico, ningún problema. El sueldo mínimo es inmoral: una familia no puede vivir con $140 mil al mes. Pero si se sube al doble, habría más cesantía y más pobreza. En ese caso, se aplica el mal menor. ¿Por qué ahí no hay problema, pero sí lo hay en los temas sexuales?
-¿Qué opina del celibato?
-El ideal sería que se pudiera ordenar a gente casada y que los diocesanos pudieran ser casados, como en los primeros siglos. Creo que hay que replantearse lo del celibato: es una vocación, no debiera ser impuesto para todos los curas.
-A raíz de las mediaguas polemizó con el Gobierno...
-Llevamos trece años diciendo que no queremos chilenos viviendo en mediaguas. Son indignas. Desde hace cuatro años en el Techo construimos sólo casas definitivas de 50 a 80 metros cuadrados, con agua caliente, tres dormitorios. Pero estábamos en un terremoto y en un país soberbio que quiere soluciones traídas de Canadá o EE.UU. y no tenemos dinero para responder masiva y rápidamente a eso. Se demoraron 50 días en concluir que lo más efectivo, en la emergencia, era la mediagua.
Un arzobispo que aglutine
-¿Quien cree que va a ser el nuevo arzobispo de Santiago?
-Yo no soy bueno para estas especulaciones y nunca me han gustado mucho. Pero, esbozando una respuesta, creo que el nuevo arzobispo de Santiago estará entre Monseñor Ezzati, Goic o Lizama pues ellos tres tienen experiencia, edad adecuada, son acogidos ampliamente por diversos sectores católicos y no católicos y tienen el peso moral y el liderazgo para enfrentar la reconstrucción de la credibilidad que la Iglesia necesita. Son hombres de Dios.
-¿Y quién quiere usted que sea arzobispo de Santiago?
-Yo quisiera lo mejor para la Iglesia. Y eso sería un arzobispo que tenga el reconocimiento de todos los sectores para aglutinar a los católicos, y también la experiencia y el peso para enfrentar el delicado momento que vive la Iglesia y proyectarla con fuerza hacia el siglo XXI. En ese sentido, pienso que los tres antes nombrados cumplen con esos requisitos.
-¿Y si nombraran a monseñor Juan Ignacio González?
-Sería complicado para la unidad de la Iglesia. Él, cuando era abogado ligado al Opus Dei, trabajó con Sergio Rillón en la oficina llamada "de asuntos especiales de Gobierno" o de "enlace" entre la dictadura y la Iglesia que, en relidad, se podría decir que era de "soplonaje". Fueron tiempos muy duros para la Iglesia chilena, que muchas veces fue perseguida. Y él entonces trabajó para La Moneda y tengo entendido que también lo hizo en la secretaría General de la Presidencia y en el directorio de la empresa del diario La Nación. A finales de los ochenta dejó esto para ir a Roma, donde fue ordenado sacerdote y sacó un doctorado cuya tesis estaba relacionada con las capellanías castrenses en Chile. Nombrar a alguien que estuvo tan ligado a la dictadura como arzobispo de Santiago para el Bicentenario sería un retroceso para la unidad del país y una ofensa para muchos chilenos. Muchos en pro de la unidad de la Iglesia no dijimos nada con su nombramiento de Obispo, pero eso tiene un límite y ese límite sería que fuera nombrado arzobispo de Santiago. Con todo respeto yo haría pública mi protesta.
-Es una acusación grave a un obispo ¿No cree que lo está juzgando injustamente?
-No es una acusación, es recordar su pasado, del cual -que yo sepa- él nunca se ha arrepentido públicamente y está en su derecho de no hacerlo, pero también yo estoy en mi derecho de pensar que eso es un impedimento grave para un posible arzobispo de consenso, que busque la unidad entre los católicos y la sociedad en general.
"desacralizar a los curas"
-¿Cuál cree usted que es la raíz de la actual crisis en la Iglesia Católica?
-La Iglesia está en una tremenda crisis de credibilidad. Un grupo dentro de la Iglesia se fue separando del Concilio Vaticano Segundo, que propuso un sacerdocio común con los laicos, menos clerical: una Iglesia más abierta, más dialogante. Con esa frase tan linda: "Nada de lo humano nos es ajeno". Eso se fue yendo en el sentido opuesto y en un endiosamiento de los curas. También hubo un excesivo centralismo en el tema de la moral sexual y no de la moral social. Y ese secretismo...
-¿Viene desde arriba?
-Desde el Papa para abajo. El Papa Juan Pablo II le hizo mucho daño a la Iglesia. Y mucho bien en otros sentidos. Venía de una dictadura comunista y su gran lucha fue contra el comunismo. Creo que le hizo mella venir a Latinoamérica y darse cuenta que teníamos dictaduras tan feroces, pero católicas y de derecha.
Respecto a la baja de vocaciones sacerdotales, comenta:
-Una sociedad más materialista y egoísta, centrada en los beneficios, ha destruido el matrimonio y el sacerdocio. Hemos transformado la Comunión en un premio para los perfectos, cuando es alimento para los más débiles.
-¿Cómo se entienden casos como el del padre Maciel?
-Hay gente con una capacidad muy grande de "engrupir": el perfil de Maciel y de Paul Schaefer. Permitir que haya grupos tan cerrados es el caldo de cultivo para que personas así envuelvan a jóvenes más débiles.
-¿Personas enfermas?
-Si fueran enfermos, no tendrían responsabilidad. Y hay una cierta complicidad: los hemos dejado que creen estas verdaderas sectas. Usando la confesión como sistema de coerción.
-¿Se refiere a Karadima?
-Es el caso de Karadima contra quien hay testimonios irrefutables, como el de Kast. A esto ayuda el
secretismo y una Iglesia clasista.
-¿No diría, como el cardenal Errázuriz, que por suerte son poquitos?
-Jamás. No fue una frase feliz y creo que se ha arrepentido de decirla. Puede haber curas raros, lo que la gente no acepta es que sean amparados por la autoridad eclesiástica. Este secretismo es inaceptable. No puede ser que monseñor Ezzati se reúna con el Papa y diga que no conversaron este tema.
-¿Tiene esperanza en el Papa actual?
-Sí. Siempre se supo que la carpeta del caso Maciel estaba en el escritorio de Ratzinger, cuando era prefecto de la Doctrina de la Fe. Cuando Juan Pablo II estaba más disminuido, lo primero que hizo Ratzinger fue sacar a Maciel. Como Papa ha sido intransigente en este tema. Creo que por eso está bastante solo.
-¿Qué precio pagará la Iglesia?
-Se verá muy afectada, pero es una oportunidad de desacralizar a los curas. Una Iglesia más sencilla, más inspirada en el Evangelio, menos inquisidora. Hay curas maravillosos, que no salen en la tele, que acompañan a la gente, sencillos y humanos.
"Lo primero que hizo Ratzinger fue sacar a Maciel. Como Papa ha sido intransigente en ese tema".
"Juan Pablo II le hizo mucho daño a la Iglesia. Y mucho bien en otros sentidos".
Por Raquel Correa.
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