CAZADOR DE LIBROS
CRÓNICA: LAS COLECCIONES DE EL PAÍS
El detective de los libros raros
JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ
El Pais 23/12/2010
Lucas Corso es el Philip Marlowe de las bibliotecas. Este memorable "cazador de libros", que irrumpió en El club Dumas y que encarnó Johnny Depp en la versión cinematográfica de Roman Polanski, se convirtió así en el primero de una larga serie de héroes cansados y mercenarios honestos que atravesarán casi toda la obra de Arturo Pérez-Reverte. Corso busca libros extraños para bibliófilos excéntricos y ambiciosos, y lo hace con el cuero curtido por cien andanzas y la mirada irónica de quien ha visto demasiado. Lo principal que ha visto de frente es la negrura y la estupidez que se esconden dentro de la propia naturaleza humana.
Corso merecía convertirse en un personaje de muchas novelas, pero queda consagrado en este único thriller cultural que sacudió los cimientos de la nueva literatura europea, hizo famoso a su autor y se transformó en una suerte de manifiesto a favor del folletín y el relato de aventuras.
Este artefacto narrativo se pone en marcha con un cadáver. Un librero que aparece ahorcado con el cordón de su propia bata y un ejemplar de El vizconde de Bragelonne a sus pies. Corso acepta dos encargos: constatar la veracidad de un manuscrito de El vino de Anjou, capítulo cuarenta y dos de Los tres mosqueteros, y más tarde, a pedido de otro inquietante librero especializado en demonología, la autenticidad de Las nueve puertas del Reino de las Sombras, uno de tres tomos perdidos por el mundo que habían sido editados durante 1666 en Venecia. Un texto que, según contaba la leyenda, había sido escrito por el mismísimo Satanás para su invocación.
Las eruditas peripecias de Corso están llenas de intriga y transcurren entre incunables, pergaminos, anticuarios, libreros, coleccionistas y falsificadores. Un laberinto en el que van cometiéndose asesinatos y donde flota siempre un raro clima de ominosa conspiración. Pero esa conspiración no sólo es criminal, también es literaria. Una mujer se mueve como la Milady de Dumas, y otra como la Irene Adler de Conan Doyle. La trama que se le presenta a Corso le hace pensar que está viviendo dentro de una novela. Y que esa novela tiene rasgos sobrenaturales, algo que pone en jaque su mente socarronamente racionalista.
Los misterios que acarrean aquellos dos encargos comienzan a entrecruzarse y Pérez-Reverte no se priva de sembrar pistas lúdicas, colocar cuadros sinópticos y reproducir xilografías con frases en latín. Página a página el misterio se ahonda. La historia, la cultura, la superstición, la literatura, el amor y el mal juegan cartas con el autor, que al final se sale con la suya. Ha tomado al lector de las solapas y la ha arrastrado por un mundo glamoroso y cruel. Allí está la vieja y culta Europa rezumando peligro y también fascinación.
El club Dumas se convirtió en un modelo que siguieron después muchos escritores internacionales, con resultados que fueron desde lo ingenioso hasta lo opaco o esperpéntico. Pérez-Reverte fue el primero y más brillante, y no se contentó con detenerse en ese territorio: siguió adelante buscándose a sí mismo en otra clase de thrillers, en narraciones históricas y sobre todo en la novela de aventuras, donde es rey en castellano desde la creación del capitán Alatriste.
Es probable, sin embargo, que jamás regrese a Corso, que con su bolsa de lona, sus gafas con montura de acero y su petaca de ginebra Bols sigue seguramente su camino entre libros antiguos, "chacales de Gutemberg y pirañas de las ferias de anticuario", como describe el narrador ficcional de la novela: Boris Balkan. Es precisamente Balkan a través de quien habla Pérez-Reverte cuando dice que "una novela o una película nacida para el simple consumo puede convertirse en obra exquisita... Relatos llenos de arquetipos a los que el público acude para gozar, consciente o inconscientemente, con la estrategia de las repeticiones argumentales y sus pequeñas variaciones; con la dispositio más que con la elocutio... De ahí que el folletín, incluso el serial televisivo más tópico, puedan ser objeto de culto tanto para un público ingenuo como para uno exigente... El truco de los esquemas, sus variaciones y repeticiones, es tan viejo que incluso Aristóteles se refiere a él en su Poética. Y en realidad, ¿qué es el serial televisivo sino una modalidad actualizada de la tragedia clásica, el gran drama romántico o la novela alejandrina?.
En ese pequeño monólogo cabe toda la intencionalidad artística de este incansable novelista español, esta reencarnación de Dumas y Galdós que cree en lo que hace y que siempre nos contagia con su enorme y devastadora fe.
Mañana viernes, El club Dumas, por 7,95 euros con EL PAÍS.
El detective de los libros raros
JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ
El Pais 23/12/2010
Lucas Corso es el Philip Marlowe de las bibliotecas. Este memorable "cazador de libros", que irrumpió en El club Dumas y que encarnó Johnny Depp en la versión cinematográfica de Roman Polanski, se convirtió así en el primero de una larga serie de héroes cansados y mercenarios honestos que atravesarán casi toda la obra de Arturo Pérez-Reverte. Corso busca libros extraños para bibliófilos excéntricos y ambiciosos, y lo hace con el cuero curtido por cien andanzas y la mirada irónica de quien ha visto demasiado. Lo principal que ha visto de frente es la negrura y la estupidez que se esconden dentro de la propia naturaleza humana.
Corso merecía convertirse en un personaje de muchas novelas, pero queda consagrado en este único thriller cultural que sacudió los cimientos de la nueva literatura europea, hizo famoso a su autor y se transformó en una suerte de manifiesto a favor del folletín y el relato de aventuras.
Este artefacto narrativo se pone en marcha con un cadáver. Un librero que aparece ahorcado con el cordón de su propia bata y un ejemplar de El vizconde de Bragelonne a sus pies. Corso acepta dos encargos: constatar la veracidad de un manuscrito de El vino de Anjou, capítulo cuarenta y dos de Los tres mosqueteros, y más tarde, a pedido de otro inquietante librero especializado en demonología, la autenticidad de Las nueve puertas del Reino de las Sombras, uno de tres tomos perdidos por el mundo que habían sido editados durante 1666 en Venecia. Un texto que, según contaba la leyenda, había sido escrito por el mismísimo Satanás para su invocación.
Las eruditas peripecias de Corso están llenas de intriga y transcurren entre incunables, pergaminos, anticuarios, libreros, coleccionistas y falsificadores. Un laberinto en el que van cometiéndose asesinatos y donde flota siempre un raro clima de ominosa conspiración. Pero esa conspiración no sólo es criminal, también es literaria. Una mujer se mueve como la Milady de Dumas, y otra como la Irene Adler de Conan Doyle. La trama que se le presenta a Corso le hace pensar que está viviendo dentro de una novela. Y que esa novela tiene rasgos sobrenaturales, algo que pone en jaque su mente socarronamente racionalista.
Los misterios que acarrean aquellos dos encargos comienzan a entrecruzarse y Pérez-Reverte no se priva de sembrar pistas lúdicas, colocar cuadros sinópticos y reproducir xilografías con frases en latín. Página a página el misterio se ahonda. La historia, la cultura, la superstición, la literatura, el amor y el mal juegan cartas con el autor, que al final se sale con la suya. Ha tomado al lector de las solapas y la ha arrastrado por un mundo glamoroso y cruel. Allí está la vieja y culta Europa rezumando peligro y también fascinación.
El club Dumas se convirtió en un modelo que siguieron después muchos escritores internacionales, con resultados que fueron desde lo ingenioso hasta lo opaco o esperpéntico. Pérez-Reverte fue el primero y más brillante, y no se contentó con detenerse en ese territorio: siguió adelante buscándose a sí mismo en otra clase de thrillers, en narraciones históricas y sobre todo en la novela de aventuras, donde es rey en castellano desde la creación del capitán Alatriste.
Es probable, sin embargo, que jamás regrese a Corso, que con su bolsa de lona, sus gafas con montura de acero y su petaca de ginebra Bols sigue seguramente su camino entre libros antiguos, "chacales de Gutemberg y pirañas de las ferias de anticuario", como describe el narrador ficcional de la novela: Boris Balkan. Es precisamente Balkan a través de quien habla Pérez-Reverte cuando dice que "una novela o una película nacida para el simple consumo puede convertirse en obra exquisita... Relatos llenos de arquetipos a los que el público acude para gozar, consciente o inconscientemente, con la estrategia de las repeticiones argumentales y sus pequeñas variaciones; con la dispositio más que con la elocutio... De ahí que el folletín, incluso el serial televisivo más tópico, puedan ser objeto de culto tanto para un público ingenuo como para uno exigente... El truco de los esquemas, sus variaciones y repeticiones, es tan viejo que incluso Aristóteles se refiere a él en su Poética. Y en realidad, ¿qué es el serial televisivo sino una modalidad actualizada de la tragedia clásica, el gran drama romántico o la novela alejandrina?.
En ese pequeño monólogo cabe toda la intencionalidad artística de este incansable novelista español, esta reencarnación de Dumas y Galdós que cree en lo que hace y que siempre nos contagia con su enorme y devastadora fe.
Mañana viernes, El club Dumas, por 7,95 euros con EL PAÍS.
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