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Editor: Neville Blanc

Sunday, March 20, 2011

LEER

CULTURA
Cómo leer 'El Quijote' en tres horas
Un correcto entrenamiento del ojo permite llegar a leer hasta 2.000 palabras por minuto
elcorreo.com 20.03.11 - 02:52 -
MARIBEL MARTÍNEZ

LECTORES ILUSTRES

HONORÉ DE BALZAC NOVELISTA FRANCÉS (1799-1859)
Su ojo abarcaba siete u ocho líneas de un único vistazo, y con una sola palabra podía captar el sentido de toda la frase.

JOHN STUART MILL ECONOMISTA Y FILÓSOFO (1806-1873)
La habilidad de Mill era bien conocida por sus coetáneos. Tardaba más en darle la vuelta a una página que en leerla.

THEODORE ROOSEVELT PRESIDENTE DE EE UU (1858-1919)
Durante los ocho años que estuvo en la Casa Blanca (1901-1909) llegaba a leer tres libros diarios.

JOHN F. KENNEDY PRESIDENTE DE EE UU (1917-1963)
Leía entre 1.200 y 2.000 palabras por minuto. Cuando era senador, hizo un curso de lectura rápida con Evelyn Wood.


Los primeros cursos fueron a las fuerzas aéreas, para ayudarles a distinguir al enemigo
A mayor rapidez de lectura, mayor concentración porque se hacen menos paradas. Mire su reloj. Cuando acabe de leer estas páginas habrán pasado más o menos 6 minutos. 360 segundos en los que habrá realizado alguna parada, releído alguna palabra y repetido otras en voz alta. Lo normal. Sin embargo, sepa que hay quien tardará menos de un minuto en leer lo mismo que usted. En apenas 36 segundos, este celérico lector logrará percibir y comprender cada una de las más de 1.200 palabras de este reportaje.
Algo muy parecido a lo que hacía el presidente estadounidense John F. Kennedy, que en el rato en que desayunaba le daba tiempo a engullir cinco periódicos de pe a pa, y además se enteraba de absolutamente todo lo que le interesaba.
Parece un don propio de superdotados. Una rara cualidad al alcance de unos pocos cuando, en realidad, se trata de una habilidad que se puede aprender para optimizar el tiempo que dedicamos a la lectura. «Somos lo que leemos», decía Borges. Para conseguirlo sólo se necesitan dos requisitos: saber leer y ser constante en la práctica, sobre todo, durante el aprendizaje. «Cualquier persona lo puede desarrollar con el entrenamiento adecuado», asegura Encarna López, asesora del Programa Integral de Lectura (PIL) que permite en cuatro meses llegar a leer 2.000 palabras por minuto con una comprensión total. Otros especialistas, sin embargo, consideran que el límite humano está en 1.000-1.200 palabras para que la capacidad de entendimiento no merme. En todo caso, muy lejos de nuestra velocidad de lectura habitual, que oscila entre 200 y 250 palabras por minuto. A un lector rápido le costaría poco más de tres horas leer las 380.000 palabras de 'El Quijote',sin perder un detalle.

No sólo estudiantes

Incluso menos tiempo le llevaría a Olga Agustín leer la obra cumbre de la literatura española, puesto que es capaz de llegar hasta 2.900 palabras por minuto. Lo ha conseguido practicando mucho. «Tengo una gran movilidad visual», explica esta madrileña de 27 años. «Al principio fue muy duro. Tenía que leer un texto en zig-zag, de esquina a esquina, durante un minuto. Los primeros días salía mareada porque tenía que ir cada vez más rápida». Las primeras veces, ese minuto le parecía una eternidad. Ahora para ella no es más que un juego.
Olga realizó el curso hace un año, mientras preparaba unas oposiciones para maestra a las que no se pudo presentar por motivos personales. Ahora está inmersa en un nuevo proceso, y su capacidad de lectura le está facilitando mucho una tarea que para la mayoría de opositores es una auténtica pesadilla. No sólo estudiantes le sacan partido a esta habilidad. Profesionales como médicos, abogados, notarios y periodistas suelen figurar en la nómina de alumnos de este tipo de cursos. Al PIL incluso asisten funcionarios del Ministerio del Interior. Aunque la mejor excusa para aprender es el placer de la lectura.
La necesidad de sistematizar estas técnicas de lectura veloz surgió a principios del siglo XX, cuando el volumen de información escrita aumentó y su acceso se democratizó. Pedagogos y científicos aprendieron las técnicas de quienes gozaban de esta capacidad de forma innata. Existen diferentes métodos para aumentar la velocidad de lectura, y todos comparten la misma base: conseguir disminuir los saltos que el ojo humano hace para leer una línea. Fue el oftalmólogo francés Emile Javal quien observó en 1878 que el ojo, al leer, realiza saltos y pausas. En éstas, los símbolos se transforman en significado en el cerebro y se produce el 'milagro' de la lectura. Fortaleciendo los músculos del ojo y ampliando su campo de focalización podemos disminuir las paradas y aumentar la velocidad. ¿Cómo? Mediante gimnasia ocular. Una serie de ejercicios para desterrar los malos hábitos, como la vocalización y las regresiones, e incorporar otros como la lectura de arriba hacia abajo, en lugar de izquierda a derecha.
Los primeros cursos se impartieron a pilotos de fuerzas aéreas después de la I Guerra Mundial al constatar que perdían segundos vitales en el combate para identificar al enemigo entre los aviones que se aproximaban. Empezaron a aplicar el 'método taquistoscópico', con el que se proyectaban imágenes de aviones en una pantalla en pocos segundos y debían distinguir a los suyos. Poco a poco se aumentaba la cantidad de aviones proyectados y se reducía el tiempo de exposición hasta acostumbrar al ojo. Sobre esta idea surgieron los primeros cursos de lectura rápida, sólo que en vez de aviones, proyectaban palabras.
La gran precursora del método moderno de lectura rápida fue Evelyn Wood, a principios de los años 50. Definía su técnica como «comprensión por acumulación» y se basaba en la concentración en grupos de palabras como unidades de pensamiento. Su método, 'Reading Dynamics', lo puso en marcha la Universidad de Utah en 1959.

De 8 a 80 años

«La madurez intelectual no influye a la hora de desarrollar esta habilidad», explica Encarna López. A sus clases acuden alumnos de entre 8 y 80 años, todos con las mismas posibilidades de éxito. Porque, al final, de lo que se trata es de entrenar el ojo como lo hacemos con otros músculos del cuerpo, pero sin agujetas. Así lo preparamos para que pueda soportar grandes velocidades. «El objetivo es ampliar el rango de focalización del ojo», describe la asesora. «Con esto conseguimos poner la misma atención en todo lo que el ojo percibe. Al leer entendemos lo que vemos en un ángulo de entre 1 y 3 grados, lo que supone, como máximo, tres palabras a la vez, por lo que se dan varios saltos en una única línea. Con un buen entrenamiento, podemos ampliar hasta 10 grados y abarcar toda la frase».
«El primer paso es enseñar al ojo a percibir grandes listados de palabras de cuatro letras», detalla Leandro Prieto, coordinador de tutorías del PIL. El ojo deja de moverse de izquierda a derecha y empieza a hacerlo de arriba abajo. «A esa velocidad es muy difícil leer», expone López. «Lo que hacemos es reconocer la información que pasa por nuestra vista».
El rango de palabras va aumentando progresivamente hasta que las palabras dan lugar a frases, las frases a párrafos y llega un momento en que el ojo se acostumbra a leer por bloque, en vertical y sin perder tiempo. «Las palabras dejan de ser unidades independientes y entran a formar parte de un contexto mucho mayor que facilita captar la idea», continúa Prieto. «El entrenamiento te lleva a identificar la palabra sin necesidad de leerla por sílabas».
Al repaso de las listas de palabras con un taquistoscopio, que permite ver los vocablos uno a uno por su ventanita, siguen otros ejercicios, como la separación de dos palabras con espacios en blanco. «Cada vez estos huecos son mayores para obligar al ojo a ampliar su campo de focalización», detalla el coordinador. También resultan muy útiles los laberintos, ya que el ojo se tiene que mover en direcciones.
A mayor rapidez de lectura y rango de focalización, además, se consigue una mayor concentración. «¡No es una contradicción!», exclama Prieto. «Al hacer menos paradas, la mente se distrae menos y la información entra mucho más fácilmente». Las palabras adquieren un mayor sentido cuando se leen asociadas con otras. Cuantas más palabras a la vez capte el ojo, mejor las procesa el cerebro.
Algo de lo que se dio cuenta muy pronto Luis López, empresario de 37 años que realizó el curso hace tres años. «Mi 'microprocesador' (cerebro) funciona mucho más rápido», asegura. «He ganado en agilidad mental. Sigo disfrutando mucho de la lectura, pero ahora me lleva mucho menos tiempo y le saco un mayor partido».
Vuelva a mirar el reloj. Olga Agustín y Luis López deben estar ya inmersos en la lectura del 'XL Semanal'.

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