UN CHILENO NOTABLE
Santiago de Chile
domingo 4 de septiembre de 2011
Reista de Libros El Mercurio Emol
Nueva versión Clásico latino
Juan Cristóbal Romero reescribe el "Arte poética" de Horacio
El autor presentó en el Instituto de Chile su versión en endecasílabos de uno de los textos más influyentes de la literatura universal.
Pedro Pablo Guerrero
"Pero todos los votos se los lleva/ quien combina lo útil con lo dulce", traduce Juan Cristóbal Romero (1974) el muy citado verso "Omne tulit punctum, qui miscuit utile dulci", del "Arte poética" de Horacio, como ha llegado a conocerse su "Epístola a los Pisones", en la que ofrece una serie de consejos a un padre y a sus hijos que desean incursionar en la poesía. El texto de 476 versos, escritos con un lenguaje directo, coloquial y lleno de símiles, se transformó con el tiempo en una carta de navegación para muchas generaciones de autores que, como Virgilio o Dante, han buscado con sus obras deleitar e instruir al mismo tiempo.
Cinco años demoró Romero en trasladar a endecasílabos los hexámetros latinos, guiado por la idea "de que las versiones modernas de poemas clásicos deben ofrecer al lector una experiencia que imite o finja al menos los atributos del original". En este caso, el laconismo, la sencillez, la moderación y la economía asociados a la "doctrina horaciana del buen callar", según expresó el profesor Antonio Arbea en la concurrida presentación del libro que se realizó el jueves en el Instituto de Chile, bajo el patrocinio de la Academia Chilena de la Lengua.
Canon literario por excelencia
Poeta, ingeniero civil de la Universidad Católica, con un posgrado en Harvard y gerente general del Fondo Esperanza, Juan Cristóbal Romero aprendió latín de manera autodidacta hacia 1998, cuando intentó traducir a Catulo. Este esfuerzo no prosperó, pero en 2006 publicó el Libro segundo de las cartas de Horacio . El gusto por las formas clásicas, la rima y la métrica tradicional se reflejan en Marulla (2003), Rodas (2008) y XXXIII poemas (2010), así como en las antologías El viejo laurel (2004), que reúne los versos de Armando Uribe, y El soneto chileno (2010).
-¿Cuál fue tu motivación personal para traducir nuevamente a Horacio?
-Sus cartas literarias, y en particular el "Arte poética", son textos a los que llegué como consecuencia de mi interés en sus odas. Quise encontrar en ellos los criterios bajo los cuales sus poemas breves, piezas casi perfectas, habían sido compuestos. Con esta traducción no pretendo promover un manifiesto propio, sino más bien trasladar al castellano de la forma más fiel que he podido, y del modo en que mejor sé hacerlo, que es en verso, aquello que Horacio pensaba sobre la buena poesía y el oficio poético. Sus sentencias fueron el canon sobre el cual se crearon gran parte de las obras perdurables o no, durante diecinueve siglos. Si consideramos al "Arte Poética" como un comentario de la "Poética" de Aristóteles, habría que añadir otros cuatro siglos de vigencia. Probablemente el tratado de Horacio represente el canon literario por excelencia.
-¿Cuál fue el principal desafío que enfrentaste?
-Conseguir la edición de las cartas literarias de Horacio de C.O. Brink, cuyo aparato crítico es esencial para una traducción del "Arte poética". Es una edición muy cara y no he tenido noticia de que haya una disponible en Chile. Tuve acceso a ella a través de Cristóbal Joannon, quien pacientemente digitalizó en Holanda las 1.500 páginas de la edición.
-¿Quiénes revisaron tu trabajo?
-Antonio Arbea generosamente revisó la versión final de la edición y recomendó una serie de observaciones, tanto filológicas como de estilo que fueron incorporadas. También colaboró, y de manera significativa, Joannon, a quien debo mucha de las noticias contenidas en las notas finales.
-¿Qué diferencia tu versión de otras traducciones al español?
-A excepción de los neoclásicos, como Iriarte o Martínez de la Rosa, lo común ha sido que las traducciones en castellano de las cartas y sátiras de Horacio se hagan en prosa. Mi propósito en cambio fue intentar una traducción en verso, con lo que busqué ofrecer al lector moderno una versión que reprodujera los atributos poéticos del original: la limitación silábica, el ritmo periódico y la interrupción de la continuidad sintáctica.
-¿Qué trabajos especializados sobre Horacio consultaste?
-Fueron mayormente de autores anglosajones: Primeramente Brink y Blakeney, seguidos de Rudd, Wickhan y Kilpatrick, cuyo trabajo es en el fondo un comentario aclarador, y a escala humana, de la monumental obra de los dos primeros.
-Has dicho que no te gusta la palabra "traducción", sino la de "versión". ¿Cuál es la diferencia entre ambos términos?
-Una forma de aclarar la posible diferencia entre versión, traducción e imitación es considerar las distinciones y recomendaciones que hace Dryden para traducir a Horacio. Él identifica tres grados de traducción: la traducción literal, metáfrasis ; la traslación o versión, paráfrasis ; y la imitación, mímesis . Si bien toda traducción oscila entre los tres estados, Dryden recomienda tender hacia la paráfrasis o traducción liberal, aquella en que el traductor no pierde nunca de vista al autor, con el objeto de no extraviarse, y donde se atiende más al sentido del texto que a las palabras. Es bastante similar a lo que señaló Cicerón: "No creí necesario traducir palabra por palabra, pero conservé el valor y fuerza de todas ellas: no las conté, sino que las pesé". O como dice Alfonso Reyes: "Ni literal hasta perder el género del idioma, ni interpretativa al punto de olvidar el original".
"Se debe ser leal a uno mismo"
-Comparas la traducción con una alquimia mayor y te presentas como un "humilde alquimista". ¿Qué se pierde y qué se gana en el proceso de transmutación?
-Cualquier traducción es un juego de omisiones y de acentos. Esta particular traducción, si bien es fiel al sentido del original, dista de ser un trabajo filológico. Un latinista habría tomado en algunos casos decisiones distintas a las mías, guiado por válidas aprensiones lingüísticas. Mi propósito fue escribir un poema en verso con las restricciones y atributos de la versificación castellana. Qué se gana y se pierde con esta decisión, es algo sobre lo que le corresponde al lector juzgar.
-La crítica ha elogiado tu "notable rigor métrico". ¿Prefieres una poesía medida, tradicional, al verso libre que hoy predomina?
-Uno puede estar equivocado en lo que es bueno y malo. Los gustos y los juicios pueden cambiar; pero uno debe ser leal a uno mismo y confiar en su propio gusto. Trato de escribir poesía como creo que debo hacerlo y de la manera en que mis poetas preferidos lo han hecho.
-Si tuvieras que tomar partido, ¿a qué tradición poética adscribirías tu obra?
-La tradición española más o menos reciente: Jorge Guillén, Luis Cernuda, Jaime Gil de Biedma, así como esa rama de la tradición chilena que integra a Julio Vicuña Cifuentes, Carlos Pezoa Véliz y Gabriela Mistral, me han permitido validar mis propias preferencias poéticas: rigor formal, lenguaje directo, laconismo e importancia del pensamiento sobre el alarde retórico.
-Horacio dice que en muchos oficios se tolera la mediocridad, pero nunca en la poesía. ¿Se viola este principio en el Chile actual?
-En toda época hay poetas que toman la poesía, utilizando un símil horaciano, como un juego de niños. No es una característica exclusiva de este tiempo. Pero así como los hay descuidados, siempre habrá poetas que saben utilizar con destreza sus herramientas de trabajo. Y este tiempo tampoco es una excepción. Son varios los poetas menores de 40 que han demostrado muy buena técnica. Mi crítica, si tengo una, es que lamentablemente muchos de esos poetas han confundido técnica con poesía y no han comprendido que la primera es sólo un requisito para la segunda.
-"No basta que un poema sea hermoso./ Debe tener encanto y conducir/ el ánimo del público a su arbitrio", escribe Horacio. ¿Crees que es válido emocionar o la poesía sólo debe describir?
-Desconozco qué clase de poesía se debe escribir hoy día; qué es lo mal o bien visto por la crítica contemporánea. Hay poemas que me gustan simplemente por la forma en que están escritos, por su estructura, por la dicción o la utilización del lenguaje; otros, por lo que dicen. A veces eso que dicen me da risa, otras me hace pensar o me consuela; otras me da pena. No se me ocurre una razón para impedir que un poema no pueda emocionar si así se lo propone su autor.
-¿Cuál es, en tu opinión, la enseñanza más perdurable de Horacio en "Arte poética"?
-Su aporte: exponer una poética que da las claves de su propia vigencia: unidad, equilibrio, técnica y buen criterio.
domingo 4 de septiembre de 2011
Reista de Libros El Mercurio Emol
Nueva versión Clásico latino
Juan Cristóbal Romero reescribe el "Arte poética" de Horacio
El autor presentó en el Instituto de Chile su versión en endecasílabos de uno de los textos más influyentes de la literatura universal.
Pedro Pablo Guerrero
"Pero todos los votos se los lleva/ quien combina lo útil con lo dulce", traduce Juan Cristóbal Romero (1974) el muy citado verso "Omne tulit punctum, qui miscuit utile dulci", del "Arte poética" de Horacio, como ha llegado a conocerse su "Epístola a los Pisones", en la que ofrece una serie de consejos a un padre y a sus hijos que desean incursionar en la poesía. El texto de 476 versos, escritos con un lenguaje directo, coloquial y lleno de símiles, se transformó con el tiempo en una carta de navegación para muchas generaciones de autores que, como Virgilio o Dante, han buscado con sus obras deleitar e instruir al mismo tiempo.
Cinco años demoró Romero en trasladar a endecasílabos los hexámetros latinos, guiado por la idea "de que las versiones modernas de poemas clásicos deben ofrecer al lector una experiencia que imite o finja al menos los atributos del original". En este caso, el laconismo, la sencillez, la moderación y la economía asociados a la "doctrina horaciana del buen callar", según expresó el profesor Antonio Arbea en la concurrida presentación del libro que se realizó el jueves en el Instituto de Chile, bajo el patrocinio de la Academia Chilena de la Lengua.
Canon literario por excelencia
Poeta, ingeniero civil de la Universidad Católica, con un posgrado en Harvard y gerente general del Fondo Esperanza, Juan Cristóbal Romero aprendió latín de manera autodidacta hacia 1998, cuando intentó traducir a Catulo. Este esfuerzo no prosperó, pero en 2006 publicó el Libro segundo de las cartas de Horacio . El gusto por las formas clásicas, la rima y la métrica tradicional se reflejan en Marulla (2003), Rodas (2008) y XXXIII poemas (2010), así como en las antologías El viejo laurel (2004), que reúne los versos de Armando Uribe, y El soneto chileno (2010).
-¿Cuál fue tu motivación personal para traducir nuevamente a Horacio?
-Sus cartas literarias, y en particular el "Arte poética", son textos a los que llegué como consecuencia de mi interés en sus odas. Quise encontrar en ellos los criterios bajo los cuales sus poemas breves, piezas casi perfectas, habían sido compuestos. Con esta traducción no pretendo promover un manifiesto propio, sino más bien trasladar al castellano de la forma más fiel que he podido, y del modo en que mejor sé hacerlo, que es en verso, aquello que Horacio pensaba sobre la buena poesía y el oficio poético. Sus sentencias fueron el canon sobre el cual se crearon gran parte de las obras perdurables o no, durante diecinueve siglos. Si consideramos al "Arte Poética" como un comentario de la "Poética" de Aristóteles, habría que añadir otros cuatro siglos de vigencia. Probablemente el tratado de Horacio represente el canon literario por excelencia.
-¿Cuál fue el principal desafío que enfrentaste?
-Conseguir la edición de las cartas literarias de Horacio de C.O. Brink, cuyo aparato crítico es esencial para una traducción del "Arte poética". Es una edición muy cara y no he tenido noticia de que haya una disponible en Chile. Tuve acceso a ella a través de Cristóbal Joannon, quien pacientemente digitalizó en Holanda las 1.500 páginas de la edición.
-¿Quiénes revisaron tu trabajo?
-Antonio Arbea generosamente revisó la versión final de la edición y recomendó una serie de observaciones, tanto filológicas como de estilo que fueron incorporadas. También colaboró, y de manera significativa, Joannon, a quien debo mucha de las noticias contenidas en las notas finales.
-¿Qué diferencia tu versión de otras traducciones al español?
-A excepción de los neoclásicos, como Iriarte o Martínez de la Rosa, lo común ha sido que las traducciones en castellano de las cartas y sátiras de Horacio se hagan en prosa. Mi propósito en cambio fue intentar una traducción en verso, con lo que busqué ofrecer al lector moderno una versión que reprodujera los atributos poéticos del original: la limitación silábica, el ritmo periódico y la interrupción de la continuidad sintáctica.
-¿Qué trabajos especializados sobre Horacio consultaste?
-Fueron mayormente de autores anglosajones: Primeramente Brink y Blakeney, seguidos de Rudd, Wickhan y Kilpatrick, cuyo trabajo es en el fondo un comentario aclarador, y a escala humana, de la monumental obra de los dos primeros.
-Has dicho que no te gusta la palabra "traducción", sino la de "versión". ¿Cuál es la diferencia entre ambos términos?
-Una forma de aclarar la posible diferencia entre versión, traducción e imitación es considerar las distinciones y recomendaciones que hace Dryden para traducir a Horacio. Él identifica tres grados de traducción: la traducción literal, metáfrasis ; la traslación o versión, paráfrasis ; y la imitación, mímesis . Si bien toda traducción oscila entre los tres estados, Dryden recomienda tender hacia la paráfrasis o traducción liberal, aquella en que el traductor no pierde nunca de vista al autor, con el objeto de no extraviarse, y donde se atiende más al sentido del texto que a las palabras. Es bastante similar a lo que señaló Cicerón: "No creí necesario traducir palabra por palabra, pero conservé el valor y fuerza de todas ellas: no las conté, sino que las pesé". O como dice Alfonso Reyes: "Ni literal hasta perder el género del idioma, ni interpretativa al punto de olvidar el original".
"Se debe ser leal a uno mismo"
-Comparas la traducción con una alquimia mayor y te presentas como un "humilde alquimista". ¿Qué se pierde y qué se gana en el proceso de transmutación?
-Cualquier traducción es un juego de omisiones y de acentos. Esta particular traducción, si bien es fiel al sentido del original, dista de ser un trabajo filológico. Un latinista habría tomado en algunos casos decisiones distintas a las mías, guiado por válidas aprensiones lingüísticas. Mi propósito fue escribir un poema en verso con las restricciones y atributos de la versificación castellana. Qué se gana y se pierde con esta decisión, es algo sobre lo que le corresponde al lector juzgar.
-La crítica ha elogiado tu "notable rigor métrico". ¿Prefieres una poesía medida, tradicional, al verso libre que hoy predomina?
-Uno puede estar equivocado en lo que es bueno y malo. Los gustos y los juicios pueden cambiar; pero uno debe ser leal a uno mismo y confiar en su propio gusto. Trato de escribir poesía como creo que debo hacerlo y de la manera en que mis poetas preferidos lo han hecho.
-Si tuvieras que tomar partido, ¿a qué tradición poética adscribirías tu obra?
-La tradición española más o menos reciente: Jorge Guillén, Luis Cernuda, Jaime Gil de Biedma, así como esa rama de la tradición chilena que integra a Julio Vicuña Cifuentes, Carlos Pezoa Véliz y Gabriela Mistral, me han permitido validar mis propias preferencias poéticas: rigor formal, lenguaje directo, laconismo e importancia del pensamiento sobre el alarde retórico.
-Horacio dice que en muchos oficios se tolera la mediocridad, pero nunca en la poesía. ¿Se viola este principio en el Chile actual?
-En toda época hay poetas que toman la poesía, utilizando un símil horaciano, como un juego de niños. No es una característica exclusiva de este tiempo. Pero así como los hay descuidados, siempre habrá poetas que saben utilizar con destreza sus herramientas de trabajo. Y este tiempo tampoco es una excepción. Son varios los poetas menores de 40 que han demostrado muy buena técnica. Mi crítica, si tengo una, es que lamentablemente muchos de esos poetas han confundido técnica con poesía y no han comprendido que la primera es sólo un requisito para la segunda.
-"No basta que un poema sea hermoso./ Debe tener encanto y conducir/ el ánimo del público a su arbitrio", escribe Horacio. ¿Crees que es válido emocionar o la poesía sólo debe describir?
-Desconozco qué clase de poesía se debe escribir hoy día; qué es lo mal o bien visto por la crítica contemporánea. Hay poemas que me gustan simplemente por la forma en que están escritos, por su estructura, por la dicción o la utilización del lenguaje; otros, por lo que dicen. A veces eso que dicen me da risa, otras me hace pensar o me consuela; otras me da pena. No se me ocurre una razón para impedir que un poema no pueda emocionar si así se lo propone su autor.
-¿Cuál es, en tu opinión, la enseñanza más perdurable de Horacio en "Arte poética"?
-Su aporte: exponer una poética que da las claves de su propia vigencia: unidad, equilibrio, técnica y buen criterio.
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