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Editor: Neville Blanc

Friday, November 23, 2012

VALPARAÍSO

Agustín Squella


El Mercurio Viernes 23 de Noviembre de 2012


Ciudad loca


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De Valparaíso suele decirse que es una ciudad mágica, aunque a mí me parece algo mejor que eso: ciudad loca. Loquísima. Desquiciada. Loca su topografía, locos sus cerros, locas sus escaleras, locas sus casas que cuelgan como nidos, locos sus bares, locas sus esquinas, locas las jaulas voladoras que son sus ascensores, y loca también su historia. En 1536 fue nombrada mas no fundada por Juan de Saavedra, quien le dio su nombre en homenaje a Valparaíso de Abajo, su pueblo de Castilla, donde hay también un Valparaíso de Arriba. Pero vean ustedes la paradoja: pudiendo deber nuestro nombre a Valparaíso de Arriba, lo debemos al de Abajo.

El gobernador Ambrosio O'Higgins, ante los continuos enfrentamientos entre habitantes del Puerto y El Almendral, se vio obligado a dictar un decreto, en 1775, que declaró que ambos barrios pertenecían a la misma ciudad. ¿Derivarán de allí las continuas trifulcas que se producen en Valparaíso cada vez que se trata de diagnosticar su presente y de adoptar acuerdos acerca de su futuro? ¿Provendrá de deber su nombre a Valparaíso de Abajo el mal designio que persigue a una ciudad de naufragios, incendios, terremotos, pestes, saqueos, inundaciones, motines y asonadas?

La primera elección que hubo en Valparaíso luego de la independencia no fue política, sino religiosa. Tuvo lugar en 1826 y se trató de elegir al párroco de la ciudad, ganando Tomás González a Pedro Nolasco. Luego, en 1868, se convocó a un inusual plebiscito para designar al patrono de Valparaíso. Compitieron Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen María. Ganó por paliza el primero, en una manifestación del machismo porteño, aunque uno podría pensar que aún no llegaba el tiempo de las mujeres.

El primitivo escudo de la ciudad tuvo por motivo principal un velero, pero un alcalde conservador de los años 60 lo cambió por Nuestra Señora de las Mercedes del Puerto Claro. Bonito nombre, sin duda, pero tratándose de Valparaíso era mucho más pertinente un velero que una virgen. ¿Qué habrán imaginado a partir de entonces los marineros que navegaban ansiosos hacia Valparaíso para encontrarse con su leyenda de burdeles y cantinas al saber que el escudo de la ciudad había cambiado de esa manera?

Pero la cosa no para allí: la Piedra Feliz, una gran roca que penetraba en el mar embravecido de la avenida Altamirano, era el lugar escogido para suicidarse por parejas sin destino y hombres y mujeres solitarios que sufrían penas de amor, hasta que otro alcalde ordenó dinamitarla, tal como en el chiste de don Otto, que decidió vender el sofá en que su mujer le era infiel con su amigo Fritz.

Valparaíso es también puerto de naufragios: hay cientos de embarcaciones en el fondo de su bahía, y restos de viejas naves que sucumbieron y quedaron bajo el atrio de la Matriz, el Reloj Turri, la Facultad de Ingeniería de la Católica porteña, y el edificio de la Teletón en calle Brasil.

Ciudad pionera, desde luego: el más antiguo diario en lengua castellana, el más antiguo club de fútbol profesional de Chile y posiblemente de América, el primer cuerpo de bomberos, el primer alumbrado público a gas, los primeros tranvías con tendido eléctrico, el primer teléfono, el primer cinematógrafo, la primera librería, el primer canal de televisión, el primer trasplante de órganos, pero también el primer asesino en serie, Emile Dubois, ejecutado una fría mañana de 1907 por cuatro alevosos crímenes.

Cuando uno de sus elementos más característicos azota la ciudad, Valparaíso podría llamarse Valparaviento, y visto durante la noche desde cierta distancia, podría tomar el nombre de Valparaluces. Con la feliz iniciativa de Puerto de Ideas, cuya segunda versión acaba de finalizar exitosamente, la ciudad podría llamarse también Valparaideas.

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