testamento intelectual del historiador británico Tony Judt
El rescate del siglo XX
'Pensar el siglo XX', testamento intelectual del historiador británico Tony Judt, es el libro del año para los críticos de 'Babelia'
El País Cultura 29 DIC 2012 - 01:15 CET
1 Pensar el siglo XX
Tony Judt con Timothy Snyder. Traducción de Victoria Gordo del Rey. Taurus
Nadie de los que han votado Pensar el siglo XX como el mejor libro del año lo ha hecho por considerar las tristes circunstancias en las que se produjo y fue escrita esta conversación de Tony Judt, un enfermo de esclerosis lateral amiotrófica que tenía pocas oportunidades de verla impresa, y su colega y admirador Timothy Snyder. En esa misma época angustiosa había surgido también un breve pero intenso panfleto sobre la crisis de civilización que todavía nos aqueja, Algo va mal (2010), y una sugestiva autobiografía ordenada por ámbitos temáticos, El refugio de la memoria (2010), ambos dictados por el autor y transcritos por manos amigas. Lo que sucedió es que todos reconocimos en estos libros la lucidez, la libertad y la inteligencia que nos habían deslumbrado en los dos inmediatamente anteriores, la síntesis histórica sobre la historia europea posterior a 1945, Posguerra (publicado en 2005, traducido en 2006), con enorme éxito internacional, y los brillantes ensayos de Sobre el olvidado siglo XX (2008), escritos casi todos para las exigentes páginas de The New Yorker.En la conversación se habla a menudo de la doble condición de 'insider' y 'outsider' como formas de socialización y disposiciones de ánimo
El análisis de esta trayectoria marca el sistema conjuntivo que pactaron Snyder y Judt para la escritura de Pensar el siglo XX. El arranque de cada capítulo es un memorándum autobiográfico de Judt que plantea lo sustancial del tema y que va dando paso a las matizaciones, apostillas o sugerencias de su colega y, al cabo, a un diálogo animado entre dos hombres de distinta edad (el entrevistador es veinte años más joven) y biografía (Snyder es un norteamericano de Ohio), aunque ambos compartan el mismo interés por la cultura centroeuropea y la misma aversión a los dos totalitarismos del siglo XX, el fascismo y el comunismo. Snyder escribe al frente de su prólogo que “este es un libro de historia, una biografía y un tratado de ética”, porque recuerda, sin duda, que la definición de historiador que más complacía a Judt era aquella que los hacía “filósofos que enseñan mediante ejemplos”. En las páginas de los capítulos 7 (‘Unidades y fragmentos: historiador europeo’) y 8 (‘La edad de la responsabilidad: moralista estadounidense’), que se refieren respectivamente a la escritura de Posguerra y a la participación en los debates políticos de las revistas norteamericanas de los últimos diez años, encontraremos a un defensor del concepto clásico de la historia (“la historia es un relato moral”), que prefiere como arrimo la referencia de las Humanidades a la de las llamadas Ciencias Sociales y que se confiesa poco amigo de las corrientes poshistóricas de patente francesa, o de las surgidas al calor de los Cultural Studies. Y a quien no le quita el sueño la querella de hogaño entre la Historia profesional y la Memoria histórica, concebida como una suerte de democratización de la primera: “Son hermanastras que se odian —apunta en sus conversaciones— y son inseparables porque comparten una herencia indivisible”. El objetivo de la Historia es la dilucidación de la verdad y no un acto personal de reconciliación o de querella con el pasado: la “verdad de la autenticidad”, le cuenta a Snyder, “es distinta de la verdad de la honestidad. Del mismo modo, la verdad de la caridad es diferente de la verdad de la crítica”.
Pero en los artículos de ese libro no había tenido inconveniente en manifestar su antipatía por la megalomanía obstinada de Juan Pablo II,
Estas briosas afirmaciones y la nostalgia del pensamiento de quien las dijo es lo que —a mí, cuando menos— me han llevado a considerar estas conversaciones de Judt y Snyder como el mejor libro del año pasado. Hubo otros excelentes, sin duda, pero ninguno nos habla tan claramente de la estirpe rahez del poder financiero y de la estupidez de sus corifeos políticos y periodísticos, dedicados al resignado masoquismo (los sacrificios nos harán dignos de la felicidad futura) y al cuidadoso desmantelamiento de aquello que, desde hace más de cien años, tanto ha contribuido a la libertad y la dignidad de los seres humanos.
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