Alberto Manguel
Cómo convertir la erudición en best-seller
El último libro del autor que, como Umberto Eco, logró difundir su pasión lectora y hacer de la cultura un éxito de ventas.
Las bibliotecas, ya sea la mía o las que comparto con una mayor cantidad de lectores, siempre me han parecido lugares gratamente disparatados, y hasta donde alcanza mi memoria siempre me ha seducido su lógica laberíntica, la cual sugiere que la razón (si no el arte) gobierna una acumulación cacofónica de libros. Siento el placer de la aventura cuando me pierdo entre estantes atestados de libros con la seguridad supersticiosa de que una jerarquía de letras o de números me conducirá algún día al destino prometido." El fragmento –reconocible tanto por el estilo como por la temática– pertenece a "La biblioteca de noche", el último libro de Alberto Manguel, el autor que inscribiéndose en la tradición inaugurada por Umberto Eco logró que la erudición se convirtiera en best-seller. La cantidad de ejemplares vendidos de "Una historia de la lectura" es una prueba de que la pasión libresca puede ser contagiosa cuando se sabe cómo transmitirla. Y este autor políglota nacido en la Argentina, cuya primera lengua, sin embargo, es el inglés, que se nacionalizó canadiense pero vive en Francia, sabe muy bien de qué modo hacerlo. Este nuevo libro, que ha recibido el Premio Grinzane Cavour de Ensayo 2007, se refiere tanto a la intimidad de las bibliotecas personales como a las grandes bibliotecas emblemáticas, ya se trate de la de Alejandría –la famosísima que se destruyó el fuego y la nueva que se construyó para compensar, por lo menos simbólicamente, esa gran pérdida– o de la Biblioteca Nacional de Francia, la del Museo Británico o la del Congreso de los Estados Unidos. Pero al igual que en "Una historia de la lectura", su libro más difundido, también en éste habla desde su experiencia personal con los libros, desde la felicidad que éstos le brindaron a lo largo de su vida, desde su íntima relación con los textos, es decir, desde la subjetividad y no desde la erudición pedante. Para Manguel, como para todo lector apasionado, las bibliotecas no son sólo depósitos de libros, sino espacios simbólicos. Y más allá del orden que los volúmenes guarden en los estantes, existen entre ellos relaciones secretas que los vinculan entre sí. Lo que dicen excede en mucho el sentido literal: en ellos está escrita la vida del lector. Un biblioteca es también una forma de autobiografía. La biblioteca personal. Como no podía ser de otro modo, Manguel se refiere también a su propia biblioteca del pequeño pueblo de Mondion, Francia, donde reside desde hace algunos años. Esta biblioteca personal alberga muchos más libros que los que habitualmente tienen las bibliotecas particulares: cerca de 50.000 volúmenes. "La biblioteca en la que finalmente he reunido mis libros –dice– fue en sus comienzos, en algún momento del siglo XV, un granero encaramado sobre una colina al sur del Loira. Aquí, durante los años anteriores a la era cristiana, los romanos erigieron un templo en honor a Dionisios, la deidad de esta zona productora de vino; doce siglos después, una iglesia cristiana sustituyó al dios del éxtasis de la embriaguez por el dios que convirtió la sangre en vino." En este capítulo que tiene por título "La biblioteca como mito" Manguel inaugura la enumeración de las diferentes formas en que una biblioteca puede ser considerada: como orden, como espacio, como poder, como sombra, como azar, como isla, como imaginación... como hogar. El día y la noche le imponen dos órdenes diferentes: "Durante el día, en la biblioteca reina el orden. Me muevo con un propósito concreto, a lo largo y a través de los corredores de letras, en busca de un nombre o de una voz, convocando los libros a mi presencia de acuerdo con la clasificación que tienen asignada. (...) Pero de noche el ambiente cambia. Los sonidos son más ahogados, los pensamientos se hacen oír con mayor fuerza. (...)Me convierto en una especie de fantasma. Los libros son ahora la presencia real, y soy yo, su lector, quien, por medio de rituales cabalísticos y letras a medias vislumbradas, es convocado y atraído hacia cierto volumen y cierta página." La distinción tiene que ver con el título del libro. Manguel habla de la biblioteca de noche, aquella que se aleja de los órdenes impuestos. Calímaco, el primer bibliotecario, le dio a la biblioteca de Alejandría un orden alfabético. Los bibliotecarios que lo sucedieron encontraron o creyeron encontrar formas más eficientes de agrupar el material disponible. George Perec habla de otras muchas formas distintas de ordenamiento: por continentes o países, por colores, por fecha de adquisición o publicación, por formatos, por géneros, por períodos literarios, por idiomas, por prioridades de lectura, por la encuadernación, por series. Sin embargo, en una biblioteca, según Manguel, todo orden es provisional. Pero más allá de todos los ordenamientos posibles, existe uno subjetivo, personal, "afectivo". Es precisamente este orden "nocturno" el que le interesa al autor. Es por eso que se encarga de aclarar que no es su objetivo escribir "la" historia de la forma en que se ordenaron y preservaron los libros. "Me propuse hace varios años –dice con énfasis– no compilar una nueva historia de las bibliotecas ni añadir un tomo más a los ya dedicados en número alarmante a la bibliotecnología." Igual que en "Una historia de la lectura", en este nuevo libro los datos históricos son pasados por un tamiz sentimental, personal, que los vuelven próximos.Bibliotecas virtuales. Manguel no se refiere sólo a "las bibliotecas sólidas de madera y papel", sino también a aquellas intangibles que sólo se vislumbran en los parpadeos de la pantalla. Según él, la naturaleza humana no es naturalmente "monógama", por lo que los textos tradicionales y los virtuales no se excluyen mutuamente. Por el contrario, ambos se complementan. Internet es una suerte de inmensa biblioteca cuya inmensidad no puede remitir sino a la de Alejandría. Pero existe una diferencia entre una y otra. "Si la Biblioteca de Alejandría –afirma– fue el símbolo de nuestra ambición de omnisciencia, la Red es el símbolo de nuestra ambición de omnipresencia: la biblioteca que contenía todo se ha convertido en la biblioteca que contiene cualquier cosa." Para Manguel, internet, con su sensación de infinitud, no ha reducido la vieja sensación de infinitud de las bibliotecas tradicionales, "simplemente le ha conferido una especie de intangibilidad tangible." Quizás tampoco ambas difieran en aquello que se busca en su historia. "¿Qué es lo que busco, pues, –se pregunta el autor– al final de la historia de mi biblioteca?" No es ni una revelación, ni un conocimiento, ni una iluminación, ni una experiencia. El propio Manguel contesta: "Consolación, quizá. Quizás consolación". l
Mónica López Ocón mlopez@perfil.com.ar Fotos: Cedoc y gentileza de Editorial Norma.
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