FERMANDOIS, BUSTOS Y SCHNEUER
El cobre, "viga maestra" de Chile
El Mercurio Revista de Libros 13 de septiembre de 2009
Cristián Garay
Joaquín Fermandois, Jimena Bustos y María José Schneuer han acometido el magno trabajo de conectar la discusión pública con la explotación del cobre. Recurriendo a toda suerte de documentación -en la que resaltan los fondos del Archivo de Ministerio de Relaciones Exteriores-, han reconstruido un período suficientemente largo: 1945 a 2008. El país tiene una larga tradición de ciclos productivos -plata, guano, salitre y por cierto cobre- que han sido objeto de minuciosos relatos, tanto respecto de su explotación como de las empresas que los hicieron posible. Pero en este texto los autores abordan un tema no menor, y que podría llamarse la economía política del cobre; es decir, lo que se pensó e hizo en la discusión de las políticas públicas respecto de su explotación. Es cierto que no han faltado textos ni personajes -Radomiro Tomic y Salvador Allende en primer lugar- que evidencien esta relevancia. Fue Allende el que popularizó en 1951 la tesis de que el precio fijado por Washington durante el conflicto mundial había sido una gigantesca estafa a la sociedad y Estado chilenos. Como los autores señalan, éste fue el motivo central de la recriminación al país del norte y de la construcción de la idea de una deuda con nuestro país, que culminó en el proceso de expropiación de la gran minería del cobre durante el gobierno de la Unidad Popular.
Aunque los autores demuestran que la discusión respecto del valor del cobre en esos años adolecía de incoherencias, es evidente que este pensamiento tuvo su origen en la prosaica realidad de que las entradas fiscales eran inferiores a sus gastos. Las reivindicaciones sobre el cobre aparecen así como una manera de solucionar los problemas fiscales, y siempre con la promesa de que sus réditos permitirían el despegue de Chile. Para el equipo no hay duda de que esto explica la progresión de "compensaciones" en el convenio con la Metals Reserve en 1942, el convenio de Washington de 1951, y el Nuevo Trato de 1955. Lentamente, los gobernantes chilenos, especialmente los radicales e Ibáñez, fueron exigiendo nuevas concesiones, un camino anunciado para la nacionalización, la que fue ampliamente consensuada, tanto en lo político como empresarial. Ella impulsó primero la chilenización del cobre con Frei, que situaba al Estado chileno como accionista mayoritario de las minas (51%), con excepción de Anaconda, y luego la nacionalización sin indemnización de Allende.
En el contexto de las privatizaciones del gobierno militar, el tema se separó de su imbricación con la Guerra Fría cuando se decidió pagar las indemnizaciones a las mineras expropiadas. Durante el gobierno militar se cambia la política minera, se apuesta por la masificación de la producción y la entrada de nuevos actores privados en el sector.
En síntesis, el cobre no ha perdido actualidad y puede afirmarse que los chilenos construimos una interpretación funcional a la opinión de que habíamos sido estafados por las mineras extranjeras durante las posguerra, opinión que excedió los límites de la izquierda, y se transformó en un lugar común de total aceptación. Asimismo, sigue constituyendo la "viga maestra" (Allende), la "riqueza providencial" (Tomic) o, como quiera llamársele, de la economía chilena, no obstante su diversificación. No ha habido capacidad, en cambio, de venderlo con valor agregado, ni tampoco de pensar en su reemplazo. Como dicen los autores, cada vez que hay síntomas de malestar, el cobre será un punto destacado de los debates públicos. Y en este plano tendremos este excelente libro para entender el tema.
Joaquín Fermandois, Jimena Bustos y María José Schneuer han acometido el magno trabajo de conectar la discusión pública con la explotación del cobre. Recurriendo a toda suerte de documentación -en la que resaltan los fondos del Archivo de Ministerio de Relaciones Exteriores-, han reconstruido un período suficientemente largo: 1945 a 2008. El país tiene una larga tradición de ciclos productivos -plata, guano, salitre y por cierto cobre- que han sido objeto de minuciosos relatos, tanto respecto de su explotación como de las empresas que los hicieron posible. Pero en este texto los autores abordan un tema no menor, y que podría llamarse la economía política del cobre; es decir, lo que se pensó e hizo en la discusión de las políticas públicas respecto de su explotación. Es cierto que no han faltado textos ni personajes -Radomiro Tomic y Salvador Allende en primer lugar- que evidencien esta relevancia. Fue Allende el que popularizó en 1951 la tesis de que el precio fijado por Washington durante el conflicto mundial había sido una gigantesca estafa a la sociedad y Estado chilenos. Como los autores señalan, éste fue el motivo central de la recriminación al país del norte y de la construcción de la idea de una deuda con nuestro país, que culminó en el proceso de expropiación de la gran minería del cobre durante el gobierno de la Unidad Popular.
Aunque los autores demuestran que la discusión respecto del valor del cobre en esos años adolecía de incoherencias, es evidente que este pensamiento tuvo su origen en la prosaica realidad de que las entradas fiscales eran inferiores a sus gastos. Las reivindicaciones sobre el cobre aparecen así como una manera de solucionar los problemas fiscales, y siempre con la promesa de que sus réditos permitirían el despegue de Chile. Para el equipo no hay duda de que esto explica la progresión de "compensaciones" en el convenio con la Metals Reserve en 1942, el convenio de Washington de 1951, y el Nuevo Trato de 1955. Lentamente, los gobernantes chilenos, especialmente los radicales e Ibáñez, fueron exigiendo nuevas concesiones, un camino anunciado para la nacionalización, la que fue ampliamente consensuada, tanto en lo político como empresarial. Ella impulsó primero la chilenización del cobre con Frei, que situaba al Estado chileno como accionista mayoritario de las minas (51%), con excepción de Anaconda, y luego la nacionalización sin indemnización de Allende.
En el contexto de las privatizaciones del gobierno militar, el tema se separó de su imbricación con la Guerra Fría cuando se decidió pagar las indemnizaciones a las mineras expropiadas. Durante el gobierno militar se cambia la política minera, se apuesta por la masificación de la producción y la entrada de nuevos actores privados en el sector.
En síntesis, el cobre no ha perdido actualidad y puede afirmarse que los chilenos construimos una interpretación funcional a la opinión de que habíamos sido estafados por las mineras extranjeras durante las posguerra, opinión que excedió los límites de la izquierda, y se transformó en un lugar común de total aceptación. Asimismo, sigue constituyendo la "viga maestra" (Allende), la "riqueza providencial" (Tomic) o, como quiera llamársele, de la economía chilena, no obstante su diversificación. No ha habido capacidad, en cambio, de venderlo con valor agregado, ni tampoco de pensar en su reemplazo. Como dicen los autores, cada vez que hay síntomas de malestar, el cobre será un punto destacado de los debates públicos. Y en este plano tendremos este excelente libro para entender el tema.
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