SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

My Photo
Name:
Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Sunday, October 11, 2009

MANUEL ROJAS ARGENTINO DE NACIMIENTO


Manuel Rojas, sus años desconocidos en Argentina
Hijo de padres chilenos, el autor de Hijo de ladrón nació en Buenos Aires y vivió hasta los 16 años al otro lado de la cordillera. El viernes se descubrirá una placa en su honor en una escuela de Boedo. El homenaje, que es fruto de la pasión de un lector (Jorge Guerra), no hace más que subrayar el olvido que existe en Chile por este gigante de la novela.

por Andrés Gómez Bravo

La Tercera 11/10/2009 - 13:15
El escritor Manuel Rojas (1896-1973)
Estaban en el patio de la escuela. Era una clase de composición oral: a partir de una palabra tenían que construir una oración. La palabra era corazón. El profesor preguntó a varios niños y recibió respuestas vagas. Hasta que llegó a Manuel Rojas. El futuro escritor dijo: "Yo guardo en mi corazón las últimas palabras que dijo mi padre al morir". Guau. El padre de Rojas había muerto, pero él no lo había visto ni había escuchado sus últimas palabras. Fue un exitazo. Todos lo felicitaron. Menos su mamá: mentiroso, le dijo.
Manuel Rojas recordaba ese episodio como su primer triunfo literario. El escritor tenía entonces 10 años y cursaba tercero básico en el Colegio Campero de Buenos Aires. Hijo de chilenos, había nacido en 1896 en la capital argentina. Y vivió su infancia y adolescencia, hasta los 16 años, al otro lado de la cordillera.
Son los años argentinos de Manuel Rojas. El eslabón perdido de su historia. Su período de formación, decisivo como suele ser la niñez y prácticamente desconocido en Chile.Autodidacto y patiperro, en Buenos Aires vivió en diferentes barrios, entre ellos Boedo. Entre los 8 y los 10 años vivió en calle Colombres. "Es en esa casa en la que pasé mi verdadera infancia, en sus calzadas, en sus aceras, en las dos esquinas de esa calle con la de Independencia, que llegué a conocer tanto como a mi madre y que guardo en mi cerebro como una fotografía que nunca se desvanecerá", anotó en su libro Imágenes de infancia y adolescencia.A pasos de esa casa estaba el Colegio Campero, hoy Escuela Martina Silva Gurruchaga. El viernes se inaugurará allí una placa recordatoria de Rojas. El acto es patrocinado por la Cancillería y la embajada chilena, pero es fruto del poder de la literatura. O mejor dicho, de la pasión de un lector: el arquitecto Jorge Guerra.
EL GIGANTE DORMIDO

Admirador de Rojas, Guerra trabaja en una investigación sobre la infancia del escritor en Buenos Aires, Santiago, Rosario y Mendoza. En 2007 estuvo en Boedo y tomó contacto con la Junta de Estudios Históricos del Barrio. Supo que la escuela aún existía y el año pasado la visitó. Llevó libros del escritor para la biblioteca y le planteó la idea de una placa recordatoria a la directora, Matilde del Valle. Paralelamente y después de mucho insistir, logró apoyo de la Dirección para la Comunidad de Chilenos en el Exterior (Dicoex), de la Cancillería. Con esto, Guerra quiere iniciar el rescate de la figura y de la obra de Rojas, uno de los más grandes narradores chilenos, hoy prácticamente olvidado.
Autor indispensable de la literatura local, en 1951 Rojas publicó Hijo de ladrón, una novela que cruza autobiografía y ficción, y que remeció las raíces de la novela chilena. Con ella Rojas trajo la modernidad narrativa y se convirtió en "nuestro Faulkner". Para Carlos Droguett, era "el mejor escritor chileno": un gigante en una tierra de pigmeos. Sin embargo, su obra ha perdido presencia: duerme en las colecciones escolares.
"Hay que volver a darle dignidad a Manuel Rojas", dice Germán Marín. Como editor del sello Random House, tenía el proyecto de hacer una antología de sus cuentos, pero no prosperó. Pese a tener una vida cargada de aventuras, no existe tampoco una biografía suya. Ni siquiera una edición de su correspondencia. Para Marín, la responsabilidad es compartida: entre editores, familia y la "desidia del mundo académico".
Es sintomático, de hecho, que la recuperación de su infancia y el acto en la escuela de Buenos Aires sea fruto de la pasión de un lector, no de un investigador especializado. Una excepción en este panorama (que afecta, por lo demás, a buena parte de los autores nacionales) será la edición que para el 2010 tiene pensada realizar la Universidad Diego Portales de cinco ensayos escritos por Rojas que permiten comprender sus filiaciones con otros autores y su pasión por la novela.
APRENDIZAJE

En 1950, un año antes de Hijo de ladrón, Manuel Rojas publicó Imágenes de infancia en la revista Babel. Fue la primera versión de sus memorias, que luego seguiría ampliando. "Manuel Rojas escribió sobre su infancia hasta su muerte, en 1973", cuenta Jorge Guerra. La última versión apareció 10 años después, en 1983.
Los padres de Rojas habían viajado a Argentina buscando mejores oportunidades. Vivieron en Parque Los Patricios, al sur de Buenos Aires, hasta 1900. Entonces volvieron a Chile. Aquí murió su padre. El médico le había recomendado que dejara el aguardiente y tomara leche, pero él no hizo caso. "Mi padre, que era hombre porfiado, dijo: Prefiero morir antes de parecer ternero. Y se murió", recordaría Rojas en una entrevista con el diario argentino La Opinión.Su madre pensó que tendrían mejores perspectivas en Argentina y en 1903 regresaron a Buenos Aires. Se instalaron en Colombre, en Boedo, un barrio de obreros y comerciantes, con una fuerte influencia anarquista. Rojas vivía callejeando: su madre trabajaba, no tenía parientes "y la calle me ofrecía conocimientos, aventuras, sorpresas".
Después pasaron al barrio de Caballito y a Flores, donde Rojas empezó a trabajar: pegó botones en una sastrería, hizo aseo en un consultorio para señoras gordas y se convirtió en "empleado de la empresa de mensajeros La Capital". En Flores, vivieron con una familia chileno española, "la familia que con el tiempo, y un poco desfiguradamente, constituye el núcleo familiar que aparece en mi novela Hijo de ladrón. El jefe de familia, Aniceto Hevia, era un ladrón español apodado El Gallego".
Su nueva casa estaría en Las Ranas, un sector desaparecido, medio pantanoso, donde abundaban esos anfibios. Su madre viajó a Chile y Rojas quedó al cuidado de un talabartero. Aprendió el oficio y en el taller aprendió también a "milonguear".
Al regreso de su madre, partieron a Rosario. Una estación muy significativa. Allí descubrió la literatura: leyó por primera vez a Salgari. Y mientras el mundo de los libros se aparecía a sus ojos, la infancia quedaba atrás. "Mi mamá volvió a empobrecer y tuve que trabajar en los talleres del Ferrocarril Central Argentino, como peón". Además, conoció el ambiente de los prostíbulos y los "cafés cantantes": sitios de rufianes, cuchilleros, ladrones y matones políticos. Al poco tiempo se instalaron en Mendoza: se acercaban a Chile. En 1912, con 14 años, Manuel Rojas trabajó en las faenas del ferrocarril en la cordillera. "Era una cosa durísima. Teníamos que hacer unos agujeros, unos hoyos en el suelo, romper piedras con dinamita y trabajar con barretas. Después poníamos unas vigas gruesas y techábamos con calamina".
Dos años después, cruzó a pie hasta Chile. Al otro lado, quedaba su infancia, en la que aprendió muchas cosas: "supe, por ejemplo, qué era el hambre, no una cualquiera sino una que puede hacer llorar a un niño. No porque lo hayan castigado a no comer un almuerzo o una comida, sino porque no había qué comer". Aprendió también que en el mundo "había patrones y trabajadores, ladrones y policías, ricos y pobres". Los seres que habitarían su mundo narrativo.

Circuit City Coupon
Circuit City Coupon