SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Wednesday, October 07, 2009

JAVIER BARRIENTOS SE INCORPORA A LA SOCIEDAD DE BIBLIOFILOS CHILENOS



Javier Barrientos
Historiador, chileno
Un joven profesor de filosofía del derecho, nacido en Ancud, que nos abre a una visión de un derecho que da cuenta del alma y de las lágrimas.
Javier Barrientos hace un retrato muy vivo de Andrés Bello, el jurista que fundó Chile y su Código Cívil desde las desilusiones y la nostalgia.
Una conversación apasionante y original, en la que aparecen Portales, el Mio Cid, Lastarria, y una radiografía al ser profundo de Chile.
Año: 2005





1
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TRANSCRIPCIÓN DE ENTREVISTA A JAVIER BARRIENTOS
Esta entrevista al historiador Chileno, Javier Barrientos, fue grabada en Santiago de Chile.
Abril, 2005.
Agradecemos la transcripción de esta entrevista a René Rojas.
CW:
Antiguamente, en las clases de literatura de castellano; los grandes profesores eran capaces de recitar ese comienzo extraordinario de uno de los grandes poemas de la literatura española medieval. Me refiero al poema del Mio Cid. Ese comienzo, ese momento dramático, en que el Mio Cid sale al exilio, incomprendido por su propio rey, y el texto dice:
De los sos oios tan fuerte-mientre lorando
Tornaua la cabeça e estaua-los catando.
Vió puertas abiertas e vços sin cannados,
Alcandaras uazias sin pielles e sin mantos,
E sin falcones e sin adtores mudados.
Sospiró Myo Çid ca mucho auie grandes cuydados.
Ffabló Myo Çid bien e tan mesurado:
Grado a ti sennor padre que estas en alto,
Esto me an buelto myos enemigos malos.
1
Este comienzo del poema del Mio Cid debe haber sido uno de los trozos favoritos de –no me atrevo a decir si el padre de la patria o uno de los fundadores del orden chileno– me refiero a Andrés Bello. Se dice que leyendo y estudiando el Poema del Mio Cid, Andrés Bello llegó a un contacto con el Derecho Romano, que lo llevaría tal vez a alguna epifanía y que terminaría en este Código Civil, que ha sido la piedra angular de esta extraña y lejana república que es Chile.
Para hablar de códigos, para hablar de poemas que inspiran códigos, para hablar de fundadores de la patria que son juristas y poetas, está conmigo Javier
Barrientos; profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Diego Portales. Un joven investigador, pero un joven que lleva sobre sus hombros una cantidad de libros impresionantes publicados; ¿Cuántos libros, Javier?
JB:
Pues creo que quince más menos…
1 “Cantares del Cid Campeador, conocidos con el nombre de Poema del Cid” -- Ed. facsímil. Cantar de Mio Cid. Original: Madrid, M. Rivadeneyra, 1864.
2
CW:
Quince libros y una cantidad infinita de artículos. La historia de Javier es una historia muy hermosa. Quizás él mismo nos la pueda contar: parte en Ancud, sigue en Santiago y en Zaragoza. Y es una historia de un hombre muy joven que vive sumergido en los archivos, publicando artículos muy técnicos y muy especializados. Un hombre que hace hablar los archivos históricos. Gracias Javier por estar aquí en esta conversación, en este programa; bienvenido…
JB.
Gracias, yo contento de estar aquí, y también porque dentro de esa biografía mía si hay algo creo yo que puede definirme, también en estar perdido entre estos papeles antiguos, es mi especie de visión aristotélica y esa frase que yo rescato de Aristóteles –y por eso que la traigo aquí al comenzar, para recibirte como huésped y también yo como huésped recibirme aquí– que el pensar es una forma superior de vida.
CW:
Que linda frase, hermosa…
JB:
Esa frase aristotélica: el pensar es una forma superior de vida, por eso vengo con esa disposición a vivir este momento.
CW:
Javier, tu historia comienza en Ancud, y Ancud forma parte de Chiloé, Chiloé es una isla que tiene una historia especial dentro de esta otra isla que es Chile: ¿Qué tiene que ver tu origen, tu historia y tu infancia con tu propio camino y tu pasión tal vez por la historia? ¿Cómo te marcó ese origen?
JB:
Sí, me marcó la mirada de un mar, y de un mar curioso porque no es sólo el alma isleña la que llevo, sino que es haber vivido en un lado de la isla donde el sol nacía en el mar. Para mí fue una sorpresa, llegar al Chile histórico para mí fue descubrir que el sol –en el Chile histórico– moría en el mar. Por lo tanto yo veía el mundo desde otra perspectiva. A mí el sol me nacía en el mar y, por lo tanto, el sol para mí estaba permanentemente vinculado con el mar. Ese mar me unía al Chile histórico, en ese mar corría la sangre de una historia que no era tan común. Una historia que se me hacía distinta porque hablábamos distinto, porque pensábamos distinto y porque cuando cruzábamos el Canal de Chacao en aquella época –yo recuerdo alguna vez cruzarlo en lancha y no en trasbordador– uno iba a Chile. Uno iba a Chile. O sea, hay una conciencia de la diferencia, y yo creo que la conciencia de la diferencia ha marcado mucho mi trabajo. El vivir en Chiloé es asumir lo diferente.
CW:
¿Y qué es lo distinto de estos dos Chiloé-Chile? ¿Qué es lo que diferencia Chiloé de Chile?
3
JB:
Lo que lo diferencia es que la insularidad te construye una visión de ti completamente autosuficiente. El chilote sabe que depende sólo de sí, y que depende sólo de sus redes, y de unas redes que son pre modernas. Mientras que el Chile histórico, en el siglo XIX da el salto a la modernidad, y se destruyen las redes de lo pre moderno. Por lo tanto, tú encontrabas un Chiloé en el cual el intercambio de bienes se daba en una economía típicamente pre capitalista, o sea, la minga, el yoco en invierno cuando matas a un chancho, es una forma de intercambiar bienes fundado en la solidaridad y en el orden de la amistad. Mientras que el mercado en el siglo XIX, entre otras cosas por Andrés Bello, había logrado consolidarse como mecanismo que intercambia bienes. Chiloé, desde esa perspectiva, nos mostraba un mundo que se había ido, pero que estaba allí. Y quizás eso es también lo que motiva mi preocupación histórica. Chiloé era la historia retrasada. Era un alma que se había quedado allí, rodeada, con un mundo dado vuelta, y respecto del cual ni siquiera había interés en salir.
CW:
¿Y qué perdió y que ganó el Chile con ese salto a la modernidad? ¿Qué perdimos y
que ganamos, crees tú?
JB:
Perdimos tal vez aquello que ahora la pos-modernidad nos comienza a mostrar. Perdimos
–yo creo que– la preponderancia de la vida del alma. Chile pierde el alma individual. Las
personas perdemos el alma individual con el tránsito al siglo XIX. Ahora ¿Qué ganamos?
Quizás ganamos los puntos de referencia. Quizás en el siglo XIX por primera vez
comenzamos a tener conciencia de que el mundo existe más allá del desierto y más allá
de la cordillera. Y claro, el tener un punto de referencia para mirarte a ti mismo es muy
valioso. Creo que quizás, desde una perspectiva amplia, puede ser esa la…
CW:
Es difícil para un chileno mirar con distancia qué es Chile, por algo nos hacemos a
cada rato esta pregunta; ¿Qué somos? Vuelven a aparecer libros que se escriben
sobre la identidad, etcétera. Y también a veces es difícil, para alguien que ha
recorrido América latina –por ejemplo un mochilero, un gringo que viene, que ha
estado en Colombia, en Venezuela, en México, en Perú– y llega a este país. Es un
país que –a mí por lo menos– me produce una extrañeza. ¿No se si compartes esa
extrañeza? Y si tú tuvieras que contárselo a alguien de afuera: ¿Qué es Chile? ¿Qué
es lo que es el Chile, qué es lo que lo hace ser distinto del resto de América latina?
¿Y qué es –a lo mejor– lo que lo hace ser parte de América latina? No se por donde
va ir tu respuesta.
4
JB:
Si, somos un país distinto. Somos un país distinto, yo alguna vez incluso a mis alumnos – con cierto ánimo provocador– les suelo decir que no sólo en el aeropuerto deberíamos
exigirles, por reciprocidad, pago a ciertos países, sino que deberíamos cobrar entrada.
Porque somos un país digno de ser observado y de que nos observemos. Pero ahora
¿Por qué? Porque hemos vivido de la palabra. Hemos vivido de la palabra. Y hemos
vivido de una palabra que ha alcanzado unas dimensiones de profundidad y de altura que
no existen en otros lugares ¿Qué queremos, o qué entiendo yo por vivir de la palabra?
Aquí nuestra historia común siempre la hemos ligado a nuestros relatos, y a un relato que
se desvincula de la realidad. Que se desvincula por completo de la realidad. Por lo tanto,
lo que nos ha importado de nuestro país es aquel relato común que hemos ido
construyendo. O, a veces un relato común que se nos ha impuesto. Ahora, ese relato ha
sido virtuoso en el sentido de generar que nos adecuemos al propio relato, y por lo tanto,
eso genera –en el observador externo– que cuando tú conversas con un chileno y le dices
cualquier cosa, y él te dice “no” –cosa muy rara, no sabemos decir “no”, porque el “no” es
violencia y también tenemos cierto temor a la violencia– cuando tú dices “no” y estás entre
chilenos, nosotros inmediatamente sabemos si ese “no” es sí, si ese “no” es no; un
extranjero jamás. Nuestros niveles de relato son los que nos diferencian. En el resto de
América el relato no ha llegado a esa profundidad. Lo que quizás ha llegado a la
profundidad, en otros países de América, es el arte; la imagen, la expresión visual.
Nosotros no somos un país de gran representación visual, durante el XIX y durante buena
parte del XX, pero si somos un país de relato desde un Pedro de Valdivia.
CW:
¿Somos cuenteros, eso quieres decir tú?
JB:
No, no somos cuenteros. No somos cuenteros porque la diferencia estriba en que nosotros construimos nuestra verdad. Por lo tanto cuando contamos, estamos contando nuestra verdad. Es una verdad que portamos en el alma, pero que hemos construido. Es como si de algún modo hubiéramos asumido esa visión de ese –también precioso– poema de Octavio Paz que se llama ¿Águila o sol?: abolida la distancia entre el hombre y la cosa, imaginar es crear, y nombrar, nacer (sic)2. Cuando nosotros en Chile nombramos, creamos. Y creamos la realidad.
CW:
Por eso somos un país de poetas ¿No? 2 El original dice: Abolida la distancia entre el nombre y la cosa, nombrar es crear, e imaginar, nacer. “Un poeta” de Octavio Paz.
5
JB:
Tal vez. Es que si uno lee las cartas de Pedro de Valdivia… esto ya nos viene de allí. O sea, un extremeño, completamente loco –que es parte de herencia también que mantenemos– llega aquí y lo primero que hace es escribir. O sea, se sienta allí, al borde del Mapocho, y escribe. Y escribe un país que no existe. Y un país que sus ojos no ven. Pero lo escribe. Y entonces tú dices: ¡pero que pasa aquí! Hay algo en esta tierra, hay algo en este rincón, que te mueve a ver tu vida y tu futuro como un relato.
CW:
¿Y qué es lo que es?
JB:
(Suspira) Yo creo que es eso, o sea, un suspiro. Yo creo que es eso, un suspiro, porque este país es melancólico. Hay alguna razón que nos conmueve el alma cuando uno llega.
Y no sólo cuando tú llegas, es quizás –y yendo al Derecho– una especial concepción de pertenencia y de domicilio. Andrés Bello define por allí el domicilio, pero hubo un romano que lo superó. En el siglo II hay una preciosa definición de domicilio que yo creo que es la que explica ese suspiro entre nosotros. Dice: ¿Qué es el domicilio? Es aquel lugar, de aquel que cuando tú no estás, tus amigos dicen que te has ido; y que cuando vuelves tú dices: he llegado.
CW:
Que hermoso.
JB:
Esa que es una definición jurídica, está en un texto de Justiniano, es lo que te genera un suspiro. Nosotros aquí no definimos al país tanto por la materialidad, lo definimos por una constelación de sensaciones que te sitúan el alma en un espacio singular.
CW:
Tal vez Chile no tenía nada, en comparación a otras cosas que tenían otros países ¿Y tal vez, esa carencia de riquezas exuberantes y evidentes –como lo era en México o en Perú– hizo que buscáramos la riqueza en otra parte? En la creación, en el relato o en la historia, o en…
6
JB:
Sí, quizás en esto uno podría decir que –uno podría parangonar– la diferencia entre Roma y esas ciudades itálicas… y las ciudades griegas, digo. La polis griega, por su situación geográfica, no puede crecer hacia los lados. Está allí entre montañas y el mar. Y por lo tanto, el griego se ve obligado a crecer hacia el pensamiento. A nosotros nos pasa algo igual; un desierto, un mar, una cordillera nos impide crecer, nos impide extendernos. Pero sí nos mueve a crecer hacia otra parte. Ahora, si ese crecimiento tú lo encuentras en el lenguaje, es el mejor crecimiento, porque el lenguaje hace parir la realidad. Y Chile no ha sido más que eso, o sea, un parto de unos náufragos que se quedan aquí, con destino a no marcharse. Ahora, la única opción que tienen es hacer parir el barco que les salvará.
Ahora, un barco que les salvará, pero que no les va a llevar a otro puerto porque ya están aquí.
CW:
Andrés Bello es un personaje que yo se que te fascina y te ha interesado
muchísimo. Acaba de salir un libro que se llama La pasión por el orden editado por
Iván Jaksic, un interesantísimo libro sobre Andrés Bello. Y Andrés Bello, de alguna
manera, tal vez puede explicar o conectarse con esto que estamos conversando.
Andrés Bello, por un lado es poeta, y por otro lado es un gran jurista. Y es un
hombre que funda un orden y que prácticamente uno podría llamarlo el padre de la
patria ¿Sería el padre de la patria –entre paréntesis– Andrés Bello? Más que
O’Higgins, o más que… ¿Quién es el padre de la patria, en realidad? ¿Quién es el
padre de Chile?
JB:
Lo que está claro es que no tenemos abuelo (hay risas). Sí, Bello es un padre. Ahora, yo
creo que es un pater familiae, no sé si padre de la patria. Yo tengo poco conocimiento
respecto de la patria, porque la patria es una realidad que se construye a partir de un
imaginario del siglo XIX. Pero sí Bello es un padre, Bello opera como padre. Y claro, un
Bello que ya en Caracas había comenzado su preocupación por el Mío Cid, y que en
Londres… Bello es el primero que –por eso que atinada la lectura de este Cid saliendo de
Burgos– Bello es el primero en hacer una edición crítica de los manuscritos del Mío Cid;
no llegó a terminarla ni a publicarse. Pero cuando se hizo el estudio de esa edición por
Menéndez Pidal la calificó –naturalmente– como la mejor. ¿Ahora, por qué este Bello es
un padre? Porque tiene la experiencia paterna, tiene esa experiencia romántica paterna
de quien –yo suelo decirlo– ha emprendido un viaje; llega a un Londres inhóspito, casa
por primera vez, enviuda pronto, queda con tres hijos, vuelve a casar; no lo pasa bien en
Londres, salvo intelectualmente, y viaja de vuelta. Es el viaje del Ulises que retorna, no a
la casa paterna, pero sí allí donde están sus antiguos dioses. Y aquí él va a intentar lo que
hace todo romántico después del fracaso: intentar construirse ese universo donde pueda
sobrevivir a su fracaso.
7
CW:
¿Se podría decir, Javier, –perdón– leyendo un poco la biografía, por ahí leí que
perdió muchos hijos, unas cartas muy tristes y muy amargas por el dolor, da la
impresión que es un hombre que viene de muchas desilusiones; uno podría decir
que tal vez –jugando– el Código Civil de Andrés Bello es el fruto de las desilusiones
de Andrés Bello frente a ciertas cosas? Y si es así, ¿De qué viene desilusionado
Andrés Bello?
JB:
Sí, fíjate que esta es una muy aguda observación tuya, porque no se me había ocurrido,
pero es cierto, el Código uno podría verlo en esa clave. Es un código de desilusión,
porque el primer código es el Código francés de 1805… –precisamente es el 1804,
celebramos el bicentenario el año pasado3– y es el código de los revolucionarios. O sea,
la burguesía triunfante de la revolución francesa, ilusionada, quiere cambiar el mundo y
cree que el Derecho le va a permitir construir un nuevo orden. En cambio uno mira
nuestro Código, y ve que nuestro Código ni es revolucionario, ni quiere cambiar el mundo,
ni está ilusionado con una transformación. Todo lo contrario, y aquí quizás –en eso
también lo advierte muy bien Jaksic– nuestro Código es el código del orden. Ahora ¿Qué
orden? El orden anterior al viaje, o sea, el orden que yo tenía antes de viajar. O sea, antes
de viajar, en Caracas, había un orden social determinado que no lo quiero cambiar.
CW:
¿Una Ítaca?
3 La entrevista se realizó el año 2005.
8
JB:
Exactamente. O sea, he vuelto y ese orden lo quiero conservar, y lo quiero conservar en
el Código. Y por eso la estructura de la familia en el Código, es una estructura
completamente anterior al viaje. Por eso encontramos un Código que tiene mucho de preilustrado,
un Código en que están esos maravillosos artículos de las abejas que huyen de
la colmena o de las palomas que abandonan el palomar. Unos preciosos versos –
además– en tres o cuatro artículos. Pero, en definitiva, un Código que no apuesta a la
ilusión. Bello sabe que el Derecho puede tener una que otra virtud, pero la que no tiene es
la de cambiar la realidad. Es lo mismo que Bello piensa en el orden político, hay un
maravilloso artículo de Bello publicado en El Araucano sobre las constituciones, y esto es
lo que lo hará coincidir con Portales, desde otro ángulo. Bello es el primero que entre
nosotros diferencia entre lo que es la constitución escrita y la constitución real. El dice: “en
América tenemos una constitución real que es la que nace del corazón, del
comportamiento de las personas, la que uno siente y vive, y que no necesita de artículos.
Ahora, tenemos una constitución escrita que nace de un gabinete que al mediodía se
saluda con salvas y por la tarde se la patea y se la escupe; yo –dice– opto por la
constitución histórica”. Ahora, esa constitución histórica es la constitución anterior al viaje.
Él no cree –como hemos creído durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX– que lo que
nos va a hacer felices y que lo que nos va a ordenar y a reconciliar, es tener una buena
constitución. Bello no tiene ninguna preocupación por la Constitución. Es lo mismo que le
ocurrirá a Portales: cuando se va a redactar la Constitución del ’33, Portales se va a
Valparaíso, no tiene la menor preocupación por un texto, la realidad…
CW:
Y sin embargo existe esta idea, en el sentido común, de que somos un país
legalista, apegado a la ley, al texto, a los códigos ¿Cuánto de verdad hay en eso, y
de donde viene esa idea?
JB:
Sí, esa idea, en parte ya es una idea castellana muy antigua. El castellano, ya desde el
Medioevo, es un hombre de Derecho. Es un hombre de Derecho, y nosotros lo fuimos
también, siempre lo fuimos hasta principios del siglo XIX. Un hombre de Derecho en
sentido amplio, nuestra propia independencia se construye sobre el Derecho y se justifica
sobre el Derecho. Ahora, el siglo XIX quizás, producto de la ilustración, nos convierte de
un hombre de Derecho en un hombre de ley. Y en eso sí que el pensamiento ilustrado
caló profundamente. Vamos a creer profundamente en la virtud de la ley. En una virtud de
la ley que fue también destacada por Bello, pero en una virtud de la ley como ordenadora.
Bello creía en la ley en cuanto conservadora del orden; el ilustrado, a diferencia de Bello,
cree en la ley como solucionadora. Es como si la ley se convirtiera en sortilegio:
promulgar una ley es combatir al destino.
CW:
Es que es una visión mágica de la ley.
9
JB:
Claro, efectivamente. El ilustrado, el hombre de la revolución francesa; la pandilla del siglo
XVIII es, a pesar de su racionalismo, es profundamente mítica. Sólo que ha convertido el
mito en una cierta idea racional, pero claro, cuando uno dice: es que aquí se desborda el
río Mapocho, hay un terremoto, y claro, inmediatamente: ¡hay que dictar una ley! Pero
claro, hay que dictar una ley porque es el sortilegio. O sea, antes arrojábamos una
doncella al volcán, ahora no: dictamos una ley para aplacar la furia. Es una cosa muy
curiosa.
CW:
Oye, Bello, si uno tendría que clasificarlo en esta –quizás es una división tonta y tal
vez inoperante hoy día– liberales-conservadores ¿Qué es lo que era: era un liberal o
un conservador? ¿Era una mezcla de las dos cosas, o no entra dentro de esa
clasificación?
JB:
Sí, mira, esto es muy interesante –disculpa que yo…– siempre mis alumnos me suelen
decir que soy un hombre de eternos prólogos y de nunca contenidos; y haré un pequeño
preámbulo: el dualismo liberal-conservador lo usamos en distintos sentidos en la historia y
en el lenguaje coloquial, y por eso normalmente no nos entendemos, y por eso tampoco
sabemos a que dividirnos. Pero Bello claramente es un liberal económico. Este es un
punto que nadie ha destacado normalmente de Bello. Bello en Inglaterra asume por
completo el liberalismo; por su contacto con el liberalismo inglés, además él va a ser
maestro de Mill, y él implanta en el Código Civil un orden económico absolutamente
liberal. Y eso explica porque en Chile, desde el siglo XIX hasta hoy día, el liberalismo
económico es algo que todos –cual más, cual menos– compartimos.
CW:
¿Por eso prendió aquí el liberalismo?
10
JB:
Y por eso prendió el liberalismo, porque el liberalismo tuvo un armazón jurídico que ya lo
tenía todo preparado cuando las formas neoliberales en el XX vienen simplemente a
reinstalarse. Pero luego, liberal: ¿En qué otro sentido se puede ser? En materia de
pensamiento uno podría decir que sí; Bello para su época es un pensamiento. Esa
preciosa frase, dos veces repetida en el mejor discurso que se haya escrito en Chile –que
es el de instalación de la universidad del estado– que en el piélago del universo, todas las
verdades se tocan. En el piélago del universo todas las verdades se tocan, y lo dice a
propósito de que hay una facultad de teología en la universidad del estado y que hay una
facultad de ciencias exactas, pero si la teología tiene sus verdades y las ciencias exactas
tienen sus verdades en el piélago del universo, todas las verdades se tocan. Eso se
puede leer en clave liberal. Se puede leer en clave liberal, pero en clave de lenguaje:
Bello, contrariamente a lo que la polémica de la generación del ’42 suponía, Bello no es
un hombre aferrado al lenguaje antiguo. Bello es un hombre consciente del poder de la
palabra. El poder de la palabra, el conocer el lenguaje, el vivir el lenguaje y el hacer parir
la realidad con el lenguaje es lo que le preocupa. Y sus formas no son sólo formas
antiguas. Esa traducción o semi-traducción del poema ve a rezar hija mía –lo recuerdo
ahora…
CW:
Ah, la oración, esa maravillosa. Oración por todos ¿No?
JB.
…Porque la escribe cuando se ha muerto una de sus hijas, ya que mencionaba las
pérdidas de Bello. Ve a rezar hija mía lo escribe precisamente para esa hija a la cual no
pudo olvidar nunca y él lloraba cuando recordaba a su hija y también cuando recordaba a
su madre.
CW:
¿Te lo leo acá? Dice:
“Ve a rezar, hija mía. Ya es hora
de la conciencia y el pensar profundo:
cesó el trabajo afanador y al mundo
la sombra va a colgar su pabellón”.
JB:
Esto nos anticipa, en la lectura, algunas de las claves de la escritura de Darío.
CW:
¿Sería un precursor de Darío, Andrés Bello?
JB:
Yo creo que hay un cierto parentesco, un cierto parentesco en el uso del lenguaje entre
Bello y Darío.
11
CW:
Alguien dijo…
JB:
Quizás sea –disculpa– quizás porque Darío también llega a este puerto en un viaje.
CW:
Claro, hay una cita que leí por ahí, que dice que Bello, el que lo supo todo, Virgilio
sin Augusto, y pintor de nuestra zona ¿Qué te dice esto: Virgilio sin Augusto?
JB:
Bello no necesitaba de un Augusto. No necesitaba de un Augusto. Mario Góngora –que
es quizás uno de los primeros que ve con ojos distintos a Bello– señala que Bello es el
prototipo del intelectual y no el del político. El prototipo del que está detrás del poder. Ya
apuntaba a algo, ya ha seguido en cierto modo esa línea. Pero Bello no tiene pasión por
el poder, por lo tanto, no necesita de un Augusto, porque él sabe que el trabajo del poeta,
el trabajo de Virgilio –claro, el trabajo de un Virgilio que construye la historia nacional
romana.
CW:
Un poeta legislador…
JB:
Una Eneida; en ese sentido…
CW:
¿El Código Civil sería nuestra Eneida?
JB:
El Código Civil es nuestra Eneida porque es nuestro viaje sin retorno (risas). O sea,
nuestro Código Civil es nuestro viaje sin retorno. Porque todo pasa por el Código. Ahora,
lo que no puede ocurrir es que pasemos sobre el Código. En un detalle tonto… quizás
nuestra última gran transformación social de este orden pre-viaje es haber introducido el
divorcio vincular el año pasado. Pero claro, cuando se introdujo el divorcio vincular no se
ha tocado el Código, o sea, está en una ley fuera del Código. Y nuestro Código, si tú
puedes leer nuestro artículo 1024 del Código Civil, nos sigue diciendo que el matrimonio
es indisoluble. Aquí están nuestros niveles de lenguaje, o sea, nuestro Código pre-viaje
nos sigue diciendo “usted se une para toda la vida”, y ese lenguaje lo compartimos todos.
4 Artículo 102. El matrimonio es un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemente, y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y de auxiliarse mutuamente.
12
CW:
Javier, ¿Y cómo es el ocaso de Andrés Bello? ¿Cómo termina él? Esta especie de
Virgilio o Homero, no sé si Virgilio o Homero sería, ¿Más Virgilio o más Homero, es
Andrés Bello?
JB:
Más Homero creo yo. Más Homero porque Bello no necesita ver, si hacemos cuenta de
un Homero ciego. Bello no necesita ver, necesita sólo la palabra… Es que el ocaso de
Bello, es también el ocaso de ese mundo anterior al viaje. Ese mundo anterior al viaje.
Nada cambia en nuestro país hasta que Bello muere. Bello muere en 1865, y muere de la
mejor manera como se puede morir. Porque Bello, en la casa de la universidad del
estado, rector de la universidad, enfermo desde hace unos años, parapléjico, tendido en
una silla, inmovilizado; enferma y está allí en su lecho de muerte, sobre la tarde, las
ventanas algo abiertas, la brisa entra, se mueven las cortinas. Se mueven las cortinas, y
en su lecho agonizante ¿Qué ve Bello? No ve cortinas, no ve cortinas: ve olas, y sobre las
olas ¿Qué ve? No ve barcos, no ve barcos: ve palabras. Ahora ¿Qué palabras ve? No ve
las palabras de alguien que espera la otra vida, no ve las palabras que recuerda de su
madre: ve las palabras de Homero, ve los versos de la Odisea. Y no los ve en castellano –
naturalmente–: los ve en griego.
CW:
Los ve en griego…
JB.
¡Los ve en griego! Y allí agonizante, este paralítico lee y recita los versos de Homero. Y
muere leyendo los versos de Homero. Se hunde, se hunde con Homero, y con él se
hunde el antiguo régimen en Chile. El ocaso del viaje, y del mundo anterior al viaje, se
entierra con Homero. O sea, que manera más hermosa de acabar con el mundo antiguo
en nuestro país y de empezar con un mundo nuevo.
CW:
Si tú tuvieras que escoger, así arbitrariamente en este Código –a propósito de la
palabra– momentos epifánicos del Código Civil. Los que a ti más te gusten, quizás
uno o dos, tal vez un fragmento (le entrega el Código Civil)…
JB.
(Mientras lo observa) ¡Momentos epifánicos!
CW:
O bellos o interesantes o que te parezcan…
13
JB:
Hay múltiples. Yo tengo una gran dificultad con los números, porque el Código también es
artilugio de números, cada artículo tiene sus números y yo tengo una particular dificultad
con los números. Cuando les explico a veces a mis alumnos sobre los números y les doy
alguna fecha sobre algún hecho histórico, les suelo decir que si les doy una fecha, sólo de
una cosa pueden estar seguros: que esa no es. Por lo tanto, me cuesta encontrar… Pero
aquí, por ejemplo, cuando Bello distingue los tipos de animales: se llaman animales
bravíos o salvajes los que viven naturalmente libres e independientes del hombre, como
las fieras y los peces; domésticos los que pertenecen a especies que viven
ordinariamente bajo la dependencia del hombre como las gallinas, las ovejas; y
domesticados –y aquí la belleza– los que sin embargo de ser bravíos por su naturaleza se
han acostumbrado a la domesticidad y reconocen en cierto modo el imperio del hombre5.
En cierto modo… Este artículo, que además tiene ritmo: hay una construcción en doce
sílabas; tiene una cosa notable, porque no utiliza el ilativo, Bello da ejemplos. Porque el
usar la “i” habría roto la cadencia; si hubiera dicho “como las gallinas y las ovejas” se le
habría roto: Como las gallinas, las ovejas; como las fieras, los peces.
Es un precioso artículo, pero hay –a propósito de esto– hay otro también muy, muy
notable. Muy notable. Que está por aquí mismo. Que yo lo mencionaba rato atrás, que es
un artículo también muy conocido: el artículo 6196: las abejas que huyen de la colmena y
posan en árbol que no sea del dueño de ésta, vuelven a su libertad natural, y cualquiera
puede apoderarse de ellas, y de los panales fabricados por ellas… En cambio, las
palomas que abandonan un palomar y se fijan en otro, se entenderán ocupadas
legítimamente por el dueño del segundo, siempre que éste no se haya valido de alguna
industria para atraerlas y aquerenciarlas.
Porque eso es notable de estos dos artículos, porque –fíjate tú– las abejas huyen; las
palomas abandonan ¿Por qué las abejas huyen y por qué las palomas abandonan? Esto
no se trata de un simple recurso para evitar el empleo dos veces de las palabras. Claro,
una paloma abandona porque la paloma tiene hogar. La paloma tiene hogar, tiene casa,
construida no por ella: a la paloma le han construido el palomar, le han construido la casa,
la han llevado allí y sólo aquel al que han llevado a algún lugar lo puede abandonar.
Mientras que una abeja ha construido su hogar, y aquel que ha construido lo suyo, no lo
abandona: se ve obligado a huir.
CW:
Aquí hay un rigor, un manejo de la palabra, del lenguaje impresionante ¿No se ha
perdido de alguna manera eso radicalmente en Chile, es decir, ese rigor, esa
prolijidad, esa capacidad de ordenar el mundo y de expresarlo a través de un
lenguaje tan estético y tan bello? ¿No lo hemos perdido, no se acabó ese Chile
definitivamente? Hay alguien, un escritor chileno, que dijo: se acabó Chile ¿Qué
piensas tú de esa afirmación? Se acabó ese Chile, donde las cosas se hacían bien,
donde había un rigor, una prolijidad, incluso en el lenguaje, en las palabras…
5 Artículo 608 del Código Civil.
6 Lee un fragmento del Art. 620 y luego del Art. 621.
14
JB:
Sí, ese Chile se acabó. Ese Chile se acabó. El mundo construido sobre la palabra, que es
nuestro mundo desde mi visión, se acabó. Nuestra palabra es tan pobre y es tan pobre
que ya no sólo podemos hablar con nosotros mismos. Y si no somos capaces de hablar
con nosotros mismos es absolutamente imposible el diálogo con el otro. La falta de la
palabra explica muchas veces que ese lugar lo ocupe la violencia. Y claro, cuando tú
tienes quinientas palabras aprendidas, de las cuales la mitad son conectores y el otro
tercio son palabras malsonantes, te has convertido en un mudo por completo. Entonces
no puedes decirte más que tonterías a ti mismo, y no sólo no puedes decirte más que
tonterías, sino que lo que es más grave: no puedes crear belleza. Y en un país en el cual
se pierde la palabra, se pierde la belleza. Y lo feo comienza a ganar terreno. Y lo feo en
los códigos que son monumentos a la estulticia y a la ignorancia. Ahora esto… Sí, si son
monumentos a la estulticia y a la ignorancia, sin tener que entrar a los ejemplos de las
torpezas legislativas (más risas), que son múltiples. Había una notable muy reciente, pero
notabilísima. Cuando se quiso despenalizar el adulterio, se dictó la ley para
despenalizarlo, entonces se redefinió el adulterio sólo para efectos civiles y se decía:
comete adulterio la mujer casada que yace con varón que no es su marido y el varón que
yace con mujer con la que no está casado. Lo cual significaba que cualquier hombre,
soltero o casado, por el sólo hecho de yacer con mujer cometía adulterio ¡O sea, medio
Chile era adúltero! Y hubo, claro, que dictar una ley de un artículo único a los pocos
meses para introducirle la palabra casado a la palabra varón, lo cual es una torpeza que
no tiene que ver con la fealdad. Pero claro, cuando uno lee todo tipo de cosas, cuando
uno lee la prensa, cuando tú lees un anuncio en una estación de metro, francamente son
incomprensibles. No porque el publicista haya querido aguzar el ingenio para
convencernos de las bondades del producto, sino porque contrarían las reglas más
básicas de la gramática. Ese Chile se perdió, y claro, al perderse eso, tú ya no te puedes
nombrar, no puedes nombrar al otro, no puedes contar tu historia; reduces tu historia. Tu
historia queda comprendida en cuatro verbos y en tres sustantivos.
CW:
Hay otro personaje que aparece en nuestra historia, y que algunos lo consideran
más importante que Bello. También podría ser uno de los fundadores. Otros le
quitan la importancia, que es Diego Portales, cuyo cadáver acaba de aparecer. Aquí
tengo unas fotografías, no se si la encuentro. Estas fotos impactaron al país,
cuando fue redescubierto el cadáver de Portales en la Catedral Metropolitana ¿Por
qué todo este revuelo en torno al aparecimiento del cadáver de Portales y tú le ves
–para utilizar un término junguiano– una sincronía, nos está diciendo algo esta
aparición de Portales hoy, en el Chile de hoy? Hablemos un poco de Portales a
partir de este cadáver redescubierto, Javier.
JB:
Mira, yo diría que más que redescubrir a Portales –y para tomar desde allí el comentario–
lo que ha ocurrido, en sentido clásico, ha sido la invención del cadáver de Portales.
15
CW:
¿Cómo es eso?
JB:
Portales ha sido inventado a propósito de estos trabajos en nuestra Catedral. Porque
inventar, inventar en el sentido clásico de invenio, del latín invenio; algo que viene a mí,
pero que viene a mí por un descubrir pensando. Inventar significa mostrar lo que ya
estaba allí, pero que no se había visto. Portales ha estado allí enterrado, sus huesos han
estado allí desde que lo pusieron en la Catedral, pero se nos olvidó. Se nos olvidó. Por
alguna razón que deberíamos explicarnos, Portales dejó de ser Portales y pasó a ser,
simplemente, las palabras que decíamos sobre Portales. Y volvemos aquí a cuanto nos
importa a nosotros el relato y el discurso. Portales fue nuestra metáfora para explicarnos.
Para explicarnos con una u otra finalidad, pero él dejó de ser importante, y la discusión
que hemos tenido sobre Portales en los últimos veinte, treinta o cuarenta años, o en
cualquier momento; no ha sido sobre Portales, ha sido sobre los relatos que hemos
construido sobre Portales. Aquí no discutimos sobre Portales, sino que discutimos si fue o
no fue el constructor del orden. Ahora, ¿por qué discutimos esto? Porque alguien lo dijo.
Ahora claro, inventamos hoy día a Portales, pero inmediatamente de inventado Portales
sus huesos dejan de ser importantes. Desde el momento en que un laboratorio nos dice
“sí, era Portales”, ya deja de importarnos Portales; y se vuelve a situar el relato portaliano
en nuestro interés.
CW:
¿Cuál es tu juicio sobre Portales? Tu juicio histórico y comparémoslo un poco con
Bello, así brevemente; la figura, el arquetipo. Son dos arquetipos; Andrés Bello es
un arquetipo y Portales otro.
JB.
Sí, son dos desilusionados, y en ese sentido la comparación es posible; desde la falta de
ilusión. Ahora, han llegado a la desilusión por razones distintas: Bello ha llegado a la
desilusión romántica, Portales ha llegado a la desilusión pragmática. Un comerciante, que
se arruina después de la independencia, y que ve la imposibilidad de la vida práctica; y
desde esa perspectiva coinciden. Y desde esa perspectiva ellos están más atentos a los
hechos que a otro tipo de cuestiones, pero, más que esa sintonía, no hay. Ahora, Portales
en el momento concreto y clave, toma ciertas decisiones o inspira ciertas decisiones en el
gobierno, pero son decisiones accesorias, que…
CW:
¿No era un visionario?
16
JB:
No, aquí quizás con esto no mantengo la opinión común; Portales no era un visionario.
Portales era un hombre también anterior a un viaje, Portales es un hombre que cree
mucho en la organización anterior, es un hombre que desconfía bastante de las ideas
ilustradas. Esa tan manoseada carta a Cea, respecto de la cual se han levantado tantos
falsos testimonios históricos al leerla; allí nos dice claramente que él no participa de esta
idea de una democracia representativa y de una soberanía popular. O sea, para nada,
para nada; el cree en un gobierno absolutamente distinto, en un gobierno de la flor y nata;
no es un visionario, él cree en una serie de ideas que vienen de la época anterior: la
educación, el orden e imponerlo a como de lugar. Pero si Portales hubiera hecho lo que
hizo, y no hubiera existido una cabeza que hubiera mantenido en el tiempo ese discurso,
desde la enseñanza, como lo hizo Bello; desde la prensa, como lo hace Bello; desde el
Senado, como lo hace Bello; todo habría sido distinto.
El mérito –quizás– que también les une, es que ellos representan esa generación que yo
llamo de los no-fanáticos, y que es lo que nos diferencia de otros países
hispanoamericanos.
CW:
¿Y cuáles son los fanáticos?
JB:
La mayoría de los países hispanoamericanos, cuando hacen la independencia, ven
triunfar a los fanáticos; que son una serie de personas de muy buenas intenciones, pero
completamente borrachas de los ideales de la revolución francesa y del independentismo
revolucionario. Y que con completa desconexión de la realidad hispanoamericana,
pretenden convertir a nuestra América mestiza en una plaza de la Bastilla. Y eso es
absolutamente imposible.
CW:
Después será el Palacio de Invierno…
JB:
Claro. Entonces, claro, cuando esta gente triunfa, lo hace no sólo queriendo construir un
país sobre la base de una revolución. O sea, pero que cosa más patética, que muchos
países nuestros, incluso nosotros en el XIX, llamemos a lo que pasa en nuestros países la
revolución de la independencia. Aquí no hubo revolución. Destruyen el país antes de del
viaje. Lo destruyen, y una vez destruido el país antes del viaje, asumen la tarea titánica de
construir el país revolucionario; y en eso está todo Hispanoamérica hasta el día de hoy.
Entre nosotros, esos fanáticos, que pueden haber sido tres o cuatro: Camilo Henríquez,
un Manuel Rodríguez entrando a caballo en el Congreso; desaparecen en el curso de
1817 a 1830. Y no nos queda ningún fanático de esos. Y en 1830 aparecen estos
desilusionados del fanatismo y nos dicen: “no, el mundo anterior al viaje”.
CW:
¿Y Lastarria, qué arquetipo sería dentro de esta historia, de este relato?
17
JB:
Lastarria, que fue discípulo de Bello; Lastarria comienza su vida, propiamente tal, a la
muerte de Bello. Como todos los liberales. Los liberales han estado bajo el manto de este
hemipléjico de la Alameda, cuando se muere Bello el ’65, allí comienza el mundo liberal.
O sea, si no es coincidencia que el liberalismo en Chile, y nuestro tránsito hacia ideas
liberales, aparezca desde la muerte de Bello. Lastarria es un liberal, pero… Lastarria es
un sujeto curioso. Es un sujeto curioso, porque tiene un defecto –a mi juicio– que es lo
que no me lo hace resultar simpático; que es un hombre de pocas convicciones. Es un
hombre que lee mucho, que se preocupa; pero que encuentra un texto, se enamora, se
fanatiza. Entonces, se fanatizó de Bentham, pero inmediatamente que leyó a Ahrens, se
fanatizó con Ahrens; luego conoce a Constant, se fanatiza con Constant; luego lee un
texto sobre el régimen federal en Estados Unidos y se fanatiza con el federalismo
norteamericano. Entonces, es un hombre que tiene una serie de ideas muy distintas que
uno puede seguir políticamente a lo largo de su vida; todas ellas si marcadas por el signo
de una cierta idea liberal en materia política, pero sumado a la inconstancia. Sumado a la
inconstancia, la variabilidad y la inconstancia son los dos lastres de Lastarria; él cree que
su genio es tal, que basta con que pronuncie las ideas, con que presente los proyectos,
para que ellos florezcan solos.
CW:
Bueno, ¿Eso no es una confianza muy chilena en la palabra? ¿No es muy chileno
eso?
JB:
Sí, yo creo que… no se sí tan chileno, pero sí es bastante liberal. Es bastante liberal,
desde esa perspectiva. El liberal tiene una suerte de confianza mítica y mágica, en que
sus pensamientos y sus reglas, caminan solas. O sea, que cosa más mágica que creer
que el mercado funciona solo. Eso no es más que propio del estado mítico antes del paso
a la razón, o sea; el estado no funciona solo, pero el liberal cree eso. Por lo tanto, yo creo
que eso es mucho más liberal que propio de nuestro carácter nacional.
CW:
Otra de tus investigaciones –vamos a dar un salto aquí– pero muy interesantes me
parecieron, en los textos que he podido leer, es que tú te has dedicado a investigar
últimamente las lágrimas en el Derecho. Y eso sí que es interesante y extraño,
explícame un poco que hace un profesor de Filosofía del Derecho estudiando las
lágrimas en el Derecho.
18
JB:
Bueno, yo las estudio desde la ausencia. Desde la ausencia… porque el Derecho, en
general, quizás es demasiado estudiado desde su presencia. Y la ausencia –en esto yo
creo que comparto esa maravillosa idea de Günter Grass cuando dice: sólo aquello que
se ha perdido definitivamente, merece ser contado; o sea, sólo lo que tú has perdido
definitivamente, puedes contarlo– y como la historia no es más que un relato, el
percatarse que hoy día las lágrimas están ausentes, y están ausentes no sólo en el
Derecho, sino que en lo cotidiano; te lleva a preguntar: pero si están ausentes las
lágrimas ¿Hay alguna otra ausencia mayor que merezca ser contada, alguna ausencia
que pareciera definitivamente ida? Y claro, tú entre las frías páginas de las leyes, si hay
algo de lo cual te puedes dar cuenta, es que a lo mejor este viejo Código aún tiene alma;
pero las nuevas leyes carecen de alma. La ausencia es la ausencia del alma.
CW:
Cómo, perdón, quizás explicarlo bien ¿En que sentido las lágrimas están ausentes
en el Derecho? Si quizás podrías explicarlo a través de un caso…
JB:
Las lágrimas están ausentes del Derecho porque en el mundo anterior al siglo XVIII,
anterior a esta modernidad ilustrada, las lágrimas tienen un sitio en el Derecho, y tienen
un sitio en múltiples casos; por ejemplo, para decidir si un matrimonio era nulo o válido –
ya que estamos en temas matrimoniales– porque la mujer había sido obligada a contraer
matrimonio, una de las pruebas determinantes era si la mujer había llorado en el momento
de dar el sí.
CW:
¡Qué maravilla!
JB:
Porque la lágrima es vehículo de la verdad. En tu alma está el depósito de tu verdad, y tu
alma tiene un lenguaje; y el lenguaje del alma es el lenguaje de las lágrimas. Y por eso las
lágrimas pueden ser lágrimas que transporten la verdad desde tu cuerpo al mundo, o que
transporten también la mentira…
CW:
Las lágrimas de cocodrilo…
JB:
Las lágrimas de cocodrilo. Y por eso el Derecho tiene que comenzar a hacer una
taxonomía de las lágrimas; lágrimas verdaderas, lágrimas falsas, lágrimas de dolor,
lágrimas de alegría. Cuando se acusa a una mujer de haber asesinado a su marido, un
detalle judicial imprescindible, es averiguar si la mujer había derramado lágrimas o no.
Porque, claro, si al ver muerto a su marido había llorado, esas lágrimas podían ser
indiciarias de la verdad. Pero también podían ser indiciarias de ser lágrimas de cocodrilo,
porque podía llorar de alegría de haberse liberado de su marido.
19
CW:
Javier, de alguna manera lo que tu estás diciendo es que tuvimos un Derecho
anterior, ¿Al Derecho ilustrado sería, o racionalista?
JB:
Sí, sí…
CW:
Un Derecho más cercano a lo humano, a la subjetividad, a la dimensión interior del
hombre; y hoy día tendríamos un Derecho más frío, más objetivante, que, de alguna
manera ha escindido el cuerpo y el alma ¿Un poco eso estás diciendo?
JB:
Si, es exactamente eso, porque todo esto parte de una distinta concepción del hombre,
hasta la ilustración, hasta el racionalismo en el siglo XVIII en occidente todos
compartíamos la idea de que éramos un compuesto inescindible de cuerpo y alma. Hay
un jurista incluso que llega a decir en el XVI: un cuerpo sin alma, no es un cuerpo.
CW:
Todo el tema de la fisonomía…
JB:
Exactamente, todo el tema de la fisonomía y toda la idea de que no podemos
concebirnos, sino como esta unión esencial y substancial de cuerpo y alma. El siglo XVIII
y el racionalismo nos va a convertir, desde la perspectiva de las ciencias experimentales,
en un compuesto biológico; somos únicamente lo que es capaz de ser medido y
experimentado. Somos cuerpo; el alma, como no puede observarse, como no puede
experimentarse, no es propia de la ciencia, no es objeto de estudio científico. Y no sólo
eso, se llegará a decir: “aquello que la ciencia no demuestra, no existe”. Por lo tanto, el
alma ya no existe, el alma no interesa a la ciencia, y si el Derecho a partir del siglo XVIII,
quiere situarse del lado de la ciencia, sólo puede estudiar y regular aquello que es
científico en el hombre. Y por lo tanto, el alma, que no es cognoscible por la ciencia
experimental, queda fuera del Derecho.
CW:
Y cómo te imaginas –brevemente, para terminar– si tuvieras la posibilidad de
reinventar el Derecho –imaginemos, juguemos un poco– ¿Cómo construir un
Derecho? ¿Cuál te imaginas tú que es el Derecho que viene, que correspondería al
hombre de hoy día, al hombre contemporáneo, un Derecho con alma? ¿Desde qué
bases habría que inventar un nuevo Derecho? Si este Derecho no da cuenta de lo
que somos, de nuestra integridad.
20
JB:
Me pones en aprietos, pero sin duda una de las claves que habría que considerar, es la
maravilla de la diversidad. Porque cuando tú asumes que todos tenemos cuerpo y alma,
estamos asumiendo que cada alma es un sagrario individual e inconfundible con los otros.
CW:
Único e irrepetible, digamos…
JB:
Único e irrepetible. Que cada alma tiene un destino singular y una belleza propia. Y que tú
tienes, en el Derecho, que dar la posibilidad a esa pluralidad de almas, la búsqueda de su
vida bella y feliz. Cuando tú crees que hay una sola alma, que todos somos iguales…
CW:
¿Ese igualitarismo viene de la revolución francesa?
JB:
De la revolución francesa. Ese igualitarismo nos reduce a un solo destino, a una sola
felicidad y yo me resisto –me resisto– a que no tengamos la posibilidad de construir un
mundo en que la pluralidad, la diversidad y la profundidad insondable de cada alma, no se
vea reflejado en las reglas que nos hacen encontrarnos con el otro cada mañana.
CW:
Yo te quiero agradecer muchísimo, Javier, esta conversación y este recorrido;
bueno, yo creo que tú tienes una tarea, eres una persona muy joven, tal vez seas
nuestro próximo Andrés Bello para salir de esta curiosa, confusa y extraña llamada
pos modernidad como tú la llamaste al comienzo del programa. Gracias Javier por
haber estado en esta conversación.
JB:
Te lo agradezco a ti más.

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