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Editor: Neville Blanc

Monday, March 22, 2010

MISTRAL Y NERUDA



Libros conmemorativos Quinto Congreso de la Lengua
Neruda y Mistral, antologías paralelas

El Mercurio Revista de Libros Santiago de Chile domingo 21 de marzo de 2010 Actualizado a las 6:38 hrs.
Dos volúmenes publicados por Alfaguara y la Real Academia, en ediciones económicas ($7.500) y de gran calidad, compendian lo mejor de los dos poetas chilenos que recibieron el Nobel.

Pedro Pablo Guerrero
La RAE propone y la Placa de Nazca dispone. Del cancelado Quinto Congreso de la Lengua, que convocó en Valparaíso la Asociación de Academias de la Lengua Española, sólo quedan como testimonios materiales los libros que se iban a presentar durante el encuentro. Encuentro que sus organizadores dieron de todas formas por realizado, en virtud de uno de esos entrañables formulismos que heredamos de España junto con el idioma, el apego a la letra y el hidalgo respeto de las apariencias que ha dado origen, entre otras conmovedoras expresiones, a perlas semánticas como "se acata, pero no se cumple".

Por si quedara todavía alguna duda acerca de la realización del congreso, sus convocantes suben, poco a poco, las decenas de ponencias que sólo por accidente nadie alcanzó a escuchar, pero que ahora se podrán leer en el mundo de las ideas puras: la página virtual creada por la ínclita academia que "limpia, fixa, y da esplendor" (www.congresodelalengua.cl). Como quien dice, el plenario imaginario de un congreso imaginario, con participantes imaginarios, al que esta vez no tuvo la oportunidad de faltar Nicanor Parra. El antipoeta chileno, que acaba de publicar una antología en España, era uno de los invitados estelares, junto a Gonzalo Rojas, Mario Vargas Llosa, Jorge Volpi y Jorge Edwards.

Los terremotos pasan, los libros quedan. Superado el sismo o seísmo, según prefieren decir los españoles, quedan en pie dos columnas: las estupendas antologías conmemorativas de Pablo Neruda y Gabriela Mistral, encomendadas respectivamente a Hernán Loyola y Cedomil Goic, integrantes de la Academia Chilena de la Lengua, que alguna vez fueron compañeros de carrera en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.

Si en congresos anteriores, la RAE y su Asociación de Academias encargaron a Santillana ediciones masivas, baratas pero bien hechas, de El Quijote y Cien años de soledad , en el caso de Chile, tierra de poetas, según dicen, estaba claro cuál iba a ser el género a honrar. Lo difícil era elegir. ¿Neruda o Mistral? En una decisión salomónica, las academias optaron por los dos. ¿Y por qué no también Huidobro?, se preguntó más de alguien. ¿O De Rokha? ¿Y los poetas vivos? Pero se impuso el criterio de nombres consagrados por el canon. La presentación de la antología Gabriela Mistral en verso y prosa recuerda que el título de la convocatoria del Quinto Congreso era: "América en la lengua española". Y a renglón seguido argumenta: "Qué mejor para ello (...) que hacer resonar en homenaje, con un timbre nuevo y amplificado, las voces de los hijos de Chile que el Premio Nobel reconoció como voces de América".

Y hubiera sido aún mejor sin las erratas que afean ambas antologías. Un pecado del que, por lo visto, ni siquiera se libra la RAE.

Contra la Gabriela de organdí

La antología de Goic recoge los cuatro libros editados por la autora: Desolación , Ternura , Tala y Lagar , junto a una selección de poemas inéditos y dispersos del "Poema de Chile" y del Legado de Gabriela Mistral. Urge hacer una edición crítica con todas las variantes de sus textos, clama el antologador, quien se ajusta, en la mayoría de los casos, a la edición de las Poesías completas de Mistral editadas en 1966 por Aguilar.

Memorables son los textos preliminares de la antología. Gonzalo Rojas recuerda a la poeta que le dio ánimo cuando otros, de Silva Castro a Teófilo Cid, lo desanimaban; los mismos, acusa Rojas, que la atacaban y excluían a ella. "Soy mistraliano, ¿y qué?", desafía estratégicamente el poeta de Lebu, harto de "Santiago-capital-de-no-sé-qué".

Adolfo Castañón traza una reveladora semblanza de la poeta elquina, destacando sus estrechos vínculos con la intelectualidad mexicana, en particular con Alfonso Reyes y Vasconcelos, a quien dirige una carta de feroz sinceridad. Sobre Desolación (1922), Castañón observa: "Es un libro más que escrito, inscrito, esculpido en carne y hueso por la voz de una mujer fuerte, una varona hembruna que, como ave de presa, parecía alimentarse de carne cruda (...) sin por ello renunciar a la delicadeza, al tacto, con que su oído interior escucha las batallas de su propio cuerpo". La sagacidad del mexicano descubre lo que en Chile vienen repitiendo desde hace años, y también en esta antología, Grínor Rojo y Adriana Valdés, empeñados en desmentir las "leyendas blancas" y esas candorosas "nubes de organdí" de las que se burló la propia Mistral.

Aportando lecturas y testimonios personales, Carlos Germán Belli repara en los motivos escatológicos, de ultratumba, que traspasan la poesía mistraliana, mientras que el lingüista argentino Pedro Luis Barcia se detiene en su prosa, difundida a través de la prensa, y cada vez más apreciada por la crítica (algo que en Chile debemos agradecer a las recopilaciones pioneras de Roque E. Scarpa y Luis Vargas Saavedra), haciendo notar que uno de los fundamentos de su Premio Nobel fue el haber "hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano". Barcia indica en su estudio: "Claro está que esto alude a su labor difundida y abundantemente prosada, y no a su lírica".

En "Gabriela Mistral: el significado de un Nobel", el profesor español Darío Villanueva indaga en las razones del Premio, contextualizando la obra mistraliana en la perspectiva universalista de la Weltliteratur concebida por Goethe, y refrendada por la Academia Sueca. Distinción que mucho le debe también, no hay por qué negarlo, a las habilidades de la diplomacia chilena y, en especial, a las gestiones de Alejandro Gumucio. Nada es producto del azar. Mistral era dueña de su destino. Elocuente es al respecto la anécdota que Barcia selecciona entre la maraña de menudencias biográficas que abundan en otros libros. En 1907, la joven maestra ocupaba el puesto de inspectora en el Liceo de Niñas de La Serena. Su directora, una alemana extraordinaria y temible, le da una lección de vida: "Una vez me llamó a su salón y yo me quedé embobada mirando dos grandes cuadros, que eran grabados de Goethe y de Schiller. Ella me dijo más o menos esto. 'Los escritores se dividen solo en estos dos tipos. Los de Goethe son los sensatos y los que llegan a grandes posiciones; los alocados se parecen a Schiller, sin que valgan nunca lo que él tampoco y como no lo alcanzan no llegan nunca a nada'".

Después de este recuerdo, ¿se puede juzgar como una ingenuidad la carta (admirativa, suplicante, mal escrita) y los poemas que, cinco años más tarde, Lucila Godoy le envió a Rubén Darío desde un liceo de Los Andes?

Neruda, materialista natural

Sorprenderá al desprevenido lector (todos lo somos) la suma de "coincidencias" que, a pesar de distancias poéticas y políticas, acercan a Neruda y Mistral en cuestiones decisivas. Primero, la conciencia del valor de la propia obra y la consiguiente necesidad de reconocimiento. Ambos poetas de provincia trabajaron por alcanzar el máximo galardón de las letras mundiales. No esperaron a que les cayera del cielo. Hicieron campaña, golpearon puertas, movieron influencias. Poco dejaron a la suerte.

Segundo, y esto es lo más sorprendente, desde puntos de partida distintos -materialista uno, religioso el otro- ambos confluyeron en el interés por la relación profunda entre el amor y la muerte. Casi todos los estudios incluidos en la antología de Goic se detienen largamente en "Los sonetos de la muerte", textos que, incluso antes de ser recogidos en Desolación , estremecieron a los lectores que se encontraron con sus primeras versiones en las páginas de "El Mercurio" de Antofagasta (1912) y en los Juegos Florales de 1914. Imposible olvidarlos. "Del lecho helado en que los hombres te pusieron" es un verso sobrehumano.

En cuanto a Neruda, es la profesora española Selena Millares, en uno de los estudios encargados por Hernán Loyola, quien mejor advierte la obsesión del vate por el tópico del amor de ultratumba. A propósito de Quevedo y su celebérrimo soneto "Amor constante más allá de la muerte" ("Polvo serán, mas polvo enamorado"), Neruda escribió: "Jamás el grito del hombre alcanzó más altanera insurrección: nunca en nuestro idioma alcanzó la palabra a acumular pólvora tan desbordante".

Jamás hasta Gabriela Mistral y el mismo Neruda, rebeldes que en su vida no aceptaron ni siquiera la muerte. Rebeldes de su propia rebeldía, como evidencia la Antología General de Loyola, y el ensayo en el que Alain Sicard acaricia la posibilidad de que Neruda sea un "materialista natural", postulando, en contra de la opinión compartida por muchos, incluido Borges, que el marxismo no fue en su caso "el núcleo generador de materialismo poético".

A diferencia de Goic, Loyola no agrupa los textos a partir de los libros que Neruda editó en vida, sino que les da un orden cronológico, según la época de composición, lo que arroja una sucesión de trabajos publicados, inéditos y póstumos, clasificados en etapas, como las vidas ejemplares de antaño: "Adolescencia y rebeldía (1918-1923); Viaje a través de la noche (1923-1926)...". Decisión coherente, si se considera que Loyola escribe para el grupo Planeta la segunda parte de la biografía de Neruda y que ya había editado, en Galaxia Gutenberg, los cinco tomos de sus Obras completas .

Leer ambas antologías al mismo tiempo, y sus enriquecedores estudios, deja una impresión de vidas paralelas que puede resultar exagerada, aunque debemos admitir que Neruda se asemeja a Mistral más de lo que creíamos. No llama recados a sus trabajos, pero al leerlos hoy parecen mensajes del más allá. El volumen aporta antecedentes sobre los años finales del poeta, abrumado por la sospecha del cáncer, los (justificados) celos de Matilde y la situación política chilena. En "El último Neruda", Jorge Edwards describe el aire de fin de mundo que trasuntan los últimos días y los últimos escritos del vate. Si en 1966 sintió la carta de los cubanos como una puñalada en la espalda, la Primavera de Praga marca el inicio del otoño de Neruda. Presiente entonces la muerte y se refugia en un amor clandestino (Alicia Urrutia) que Loyola vislumbra como "posibilidad de renacer". Un paraíso con su correspondiente Pareja Primordial: utopía personal, posmoderna, nutrida en sus lecturas postreras del Génesis, que se plasma en el libro La espada encendida (1970), en el que los amantes -Loyola dixit - "realizan el Amor huyendo de la Historia, del Apocalipsis planetario y del propio pasado para renacer en la primordial soledad del Sur del mundo (Patagonia)".

Ya en el Canto general Neruda parece entrever la posibilidad de partir nuevamente de cero, sensación propia de un continente histórica y geológicamente tan joven como lo es América. "Escribo para una tierra recién secada", dice el primer verso del "Canto general de Chile". Todo es ciclo en América: el sol tras el rocío de la mañana, la calma que sigue a las erupciones, las costas después de los maremotos...

Otros libros de la Academia de la Lengua





Conflicto, diálogo y desarrollo en pos de un desenlace son elementos característicos del género dramático. En Dramaturgia de la Academia Chilena de la Lengua (Seix Barral, 2010) es posible encontrar pescadores que prometen casarse con prostitutas si arriban a tierra firme, diálogos de primitivos oficinistas, clásicos desencuentros familiares, embarcaciones a la deriva, conflictivas fundaciones e incluso aparecen las palabras de don Sigmund Freud como guía para comprender el alma atormentada de un joven príncipe. En dos volúmenes ($9.900 cada uno) se presentan los textos de trece autores, fundamentalmente concebidos en el siglo XX. Llama la atención En el segundo piso, de José Ricardo Morales, que relata una curiosa relación de parejas vecinas en un edificio.

Juan Antonio Massone, profesor de Castellano de la Universidad Católica, fue el encargado de la selección, el prólogo y las notas de la publicación, que sólo contiene creaciones de autores que son o fueron miembros de la Academia Chilena de la Lengua, fundada en 1885. Los dos libros suman más de 500 páginas de amenas creaciones de dramaturgos, escritores, ensayistas o poetas que se atrevieron a cruzar, en algún momento, la frontera entre narrativa y teatro.

Giovanni Parodi dicta las cátedras de Psicolingüística y Lingüística de Corpus de la Universidad Católica de Valparaíso. Su último trabajo como editor se registra en Alfabetización académica y profesional en el siglo XXI: leer y escribir desde las disciplinas (Ariel, 2010, $9.900). La compilación de estudios recoge la necesidad de la alfabetización a nivel de educación superior y de contextos profesionales. En 386 páginas diversas posturas dialogan sobre los cambios en la comprensión y producción de textos (orales o escritos). El libro contiene el trabajo de doce equipos de investigación en España, Argentina, Chile, Colombia, España, México, Puerto Rico y Venezuela. "Partimos de una sola lengua, el español o castellano, pero damos cuenta de realidades diversas y de hallazgos variables en la misma lengua", señala Parodi en el prólogo.

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