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Editor: Neville Blanc

Sunday, June 20, 2010

SARAMAGO, EL ATEO PREOCUPADO DE DIOS




Reacciones Ante la muerte del Premio Nobel 1998:
José Saramago en la mirada de los críticos

Autor de Ensayo sobre la ceguera , El hombre duplicado , El Evangelio según Jesucristo , Todos los nombres y su aclamada novela El año de la muerte de Ricardo Reis , entre otras obras, Saramago murió este viernes en su casa de Lanzarote, donde vivía desde hace dos décadas. Más allá de sus polémicas declaraciones, lo que queda ahora es su obra y sobre ésta se pronuncian los críticos.

Santiago de Chile
domingo 20 de junio de 2010
Actualizado a las 6:37 hrs.
El Mercurio Revista de Libros

M.T.C. Luis Vargas Saavedra
Ha cesado Saramago, y es como si un Amazonas se hubiera detenido con todo su colosal tonelaje de aguas y seres. Abarcándolo en sus novelas, ensayos, libretos, diarios, crónicas, teatro, parece ser no un escritor sino un conjunto, un equipo, una institución incesante. Tamaña variedad de géneros y de temas, de visiones y de búsquedas, desafía a quienes lo lean pretendiendo resumirlo o dar su esencia. Me parece que hay debajo y a través de sus textos un ansia de verdad, de sentido existencial, de metafísica, que difícilmente podía resolver dados su ¿ateísmo? o ¿agnosticismo? (entre ambos fluctúa y varía). Y para tornar aún más complejo el panorama, esas inquietudes se expresan en una serie de experimentos estéticos, que zigzaguean desde el barroco enardecido al surrealismo modernizado. Y así como ha sido capaz de una prosa tan recovequeada como ese estilo arquitectónico que en su Portugal llaman "manuelino", de igual manera ha sido diestro en una redacción escueta y hasta aséptica. Es decir, este polígrafo gobernaba una cantidad de asuntos y de modo comparable a la surtida tubería de un órgano. Hallaremos en él de todo: blasfemias y epifanías. Incluso enigmas alegóricos como el de esa Iberia partida en dos como un iceberg seco y candente, escindiéndose para navegar ¿por qué y para dónde? Acaso esa balsa de piedra simboliza a toda Europa, o a todo el Occidente, resquebrajado y en disgregación. Este es el rango de meditaciones proféticas o el disparo de denuncias angustiadas que nos asesta, ético y ecológico, esperanzado en que haya esperanza.

Próximo libro: "Saramago en sus palabras"
Para octubre tenía prevista editorial Alfaguara la publicación de un nuevo libro del autor portugués, en el que se reúnen sus opiniones sobre literatura, política y la vida en general. "Es un catálogo de reflexiones personales, literarias e ideológicas elaborado a partir de declaraciones del autor recogidas en la prensa escrita", puntualiza Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara España. El trabajo de selección y edición estuvo a cargo del español Fernando Gómez-Aguilera, quien escribe en el prólogo:

"Valoradas con el horizonte que ofrece el trascurso del tiempo, estas declaraciones fragmentarias constituyen hoy un valioso caudal de información y de presentación de ideas y valores éticos, así como un estimulante ejercicio de disidencia y de contestación pública. En ellas está Saramago, el testimonio de un librepensador en el que resuenan formidablemente las tensiones, anhelos y fracasos de nuestra era. Pero la taracea ofrecida en este libro aporta asimismo un compendio de sabiduría. Cada esquirla supone una ráfaga de iluminación y de sentido, configurando la imagen de una personalidad brillante y compleja, capaz de radiografiar al ser humano y a su circunstancia, de diagnosticar sus males y de sugerir antídotos o de confirmar decepciones y frustraciones. Saramago observa, analiza y saca conclusiones poderosas formuladas mediante frases robustas y sugerentes".

En la voz de José Saramago, en tanto, se lee:

"Yo soy una persona pacífica, sin demagogia ni estrategia. Digo exactamente lo que pienso. Y lo hago en forma sencilla, sin retórica. La gente que se reúne para escucharme sabe que, con independencia de si coincide o no con lo que pienso, soy honesto, que no trato de captar ni de convencer a nadie. Parece que la honestidad no se usa mucho en los tiempos actuales. Ellos vienen, escuchan y se van contentos como quien tiene necesidad de un vaso de agua fresca y la encuentra allí. Yo no tengo ninguna idea de lo que voy a decir cuando estoy frente a la gente. Pero siempre digo lo que pienso. Nadie podrá decir nunca que le he engañado. La gente tiene necesidad de que le hablen con honestidad" (2003).


El libro adquiere ahora el valor de un verdadero testamento.

Pedro Gandolfo
Quiero prevenir que la obra de Saramago no me resulta (salvo sus cuadernos autobiográficos y sus crónicas de viaje) mayormente atractiva. De un lado, pienso que ese narrador "posmoderno" que lo caracteriza, con su ironía crítica y guiños metaliterarios, no logra efectos subversivos poderosos (sea que se dirija contra el Estado, la Iglesia Católica o el capitalismo) porque incurre en el predecible error de algunos intelectuales de creer que basta con atacar unilateralmente a los poderes públicos instituidos sin pasar por el mismo cedazo crítico a los individuos e intelectuales que cooptan a esos poderes. El resultado: una crítica plana, maniquea, machacona y necesariamente poco profunda. De otro lado, la imaginación de Saramago se desliza fácilmente, en mi opinión, a fábulas semialegóricas que, a diferencia de otros grandes autores del siglo XX, reducen al lector a una minoría de edad, planteándole una interpretación unívoca, elemental, sin opciones. En esas fábulas tampoco hay lugar para el desarrollo de los personajes curiosamente ahogados en un exceso de convicciones y certidumbres filósoficas y políticas. El "tono sapiencial y compasivo" me parece demasiado de poco espesor y cargado de lugares comunes como para celebrar su obra de ficción.

Camilo Marks
Fernando Pessoa es uno de los grandes poetas del siglo XX y Ricardo Reis fue uno de los heterónimos que utilizó. En 1985, José Saramago era, a los 63 años, un nombre desconocido y de la noche a la mañana se convirtió en uno de los autores europeos más leídos con El año de la muerte de Ricardo Reis , suceso mundial de crítica y bestseller instantáneo en muchos países.

La popularidad internacional que en breve tiempo logró un escritor exigente no es fácil de explicar. Desde El año... y luego con títulos como El evangelio de Jesucristo o Ensayo sobre la ceguera , la prosa de Saramago demanda al lector que siga sus múltiples registros, que capte sus guiños, que no se desanime por las divagaciones que inserta y que acepte los arcaísmos, giros populares, pasajes poéticos y el tono oral de este estilo. Saramago elabora novelas para lectores sagaces, más inteligentes que los personajes, pues se ven forzados a desentrañar, con curiosidad y fascinación, la trama que se oculta detrás de una sobrecogedora orquestación literaria.

En sus narraciones, intenta construir un concepto homérico de la novela, o sea, un lugar de confluencia de todas las expresiones: drama, filosofía, historia, poesía. Sin duda, el éxito de Saramago puso de golpe a Portugal y Lisboa en la geografía literaria, originó con El año... una boga muy saludable por los poemas de Pessoa y produjo un interés creciente por una rica y pujante literatura.

Su propia figura y sus ficciones interpelan a hombres y mujeres de hoy, plantean preguntas sin respuesta, son turbadoras e inquietantes; en suma, hacen de su creador uno de los escasos grandes novelistas del pasado reciente.

José Promis
José Saramago fue lo que podríamos llamar un escritor tardío. Después de publicar su primer libro en 1947, no volvió a hacerlo de manera sistemática sino hasta la década de los años setenta, con una sola excepción a mediados de 1966. Y es realmente durante la década de los años ochenta cuando su nombre comienza a adquirir el prestigio que tenía antes de su recién ocurrido fallecimiento. Esto no impide que Saramago sea ejemplo de los sobresalientes escritores nacidos en las dos primeras décadas del siglo XX cuya obra constituye la síntesis de las grandes características y cambios que ha experimentado la sociedad occidental durante ese siglo. Por su estilo, Saramago es un último auténtico vanguardista, sumamente preocupado por el individualismo de la forma. Su prosa ignora la puntuación tradicional para convertir el lenguaje narrativo en un flujo que nunca se detiene, y con frecuencia el autor recurre a imágenes y situaciones maravillosas en sus relatos. A la vez, Saramago fue durante toda su vida un convencido y auténtico marxista que nunca olvidó sus ideales sociales. Entre los grandes temas de su obra reaparecen siempre la inquietud por la condición humana en general, por la soledad que amenaza a los individuos en las grandes urbes, por la necesidad de la solidaridad y por los medios para conservar la dignidad en la sociedad contemporánea. Pero creo que Saramago también expresa en sus obras el escepticismo y la desconfianza que se siente hoy hacia la posibilidad de conseguir esos ideales. Por eso descubrimos una suerte de ironía hacia las afirmaciones de las voces narrativas de sus relatos y a pesar de que se definía como ateo, hay en su obra una indudable preocupación por la divinidad.

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