LA TERCERA EDICION IMPRESA | jueves 19 de julio de 2012

Libro de lujo rescata a Rugendas, el alemán que retrató el Chile del siglo XIX

El volumen contiene 96 pinturas y dibujos del artista que recorrió el país entre 1834 y 1842.


por Denisse Espinoza

En Chile, Juan Mauricio (Johann Moritz) Rugendas vivió ocho años intensos: hubo viajes exóticos, mucha pintura y romance. Era la idea. Tenía 19 años cuando el pintor alemán decidió embarcarse en su primera travesía a América, fascinado como tantos otros europeos por las leyendas del nuevo mundo. Contratado como ilustrador por el científico prusiano G. H. von Langsdorff, Rugendas viajó a Brasil en 1822 y allí vivió tres años.

A su regreso a Alemania, con un portafolio lleno de litografías y dibujos, el artista sabía que su destino era volver a América. Primero editó, en París, un libro que cimentó su fama: Voyage pittoresque dans le Brésil, y luego trabó amistad con Alexander von Humboldt, el famoso americanista europeo, quien lo alentó para continuar su romántica empresa.

De la mano de este, Rugendas aprendió a combinar su pasión artística con el registro fidedigno de la naturaleza y el espíritu científico. En 1831, con el dinero de la venta de unas obras, el pintor se puso otra vez en ruta. La primera parada fue México, donde pasó tres años. Fue expulsado del país, por colaborar en la huida de José Morán y Miguel Santa María, acusados de intentar derrocar al general Antonio López de Santa Anna.

Así, aunque su amigo Humboldt le advirtió que regiones como Argentina o Chile no tenían mayor interés: “un pintor como usted ha de buscar lo grande”. Rugendas arribó al puerto de Valparaíso en 1834. Aquí se integró rápido a la élite local, recibió varios encargos, y por ocho años se desempeñó como el más avezado antropólogo visual.

La memoria pictórica de Rugendas se recopila por primera vez en un libro de lujo que llega esta semana a librerías por Origo Ediciones: Rugendas, su viaje en Chile, 1834-1842. “La presencia de Rugendas en Chile dejó una huella profunda. Su propia obra, con más de un millar de dibujos y acuarelas y unos 150 óleos, constituye el principal vestigio de cómo se aproximó al país, su geografía y su naturaleza, sus habitantes y tradiciones”, apunta el experto en Rugendas, Pablo Diener, a cargo de esta investigación y quien además hizo la curatoría de sendas retrospectivas, en 1998 y 2007, en el Museo de Bellas Artes. El actual volumen contiene 96 reproducciones de dibujos, acuarelas y óleos de sus mejores obras, incluida la famosa pintura El huaso y la lavandera, perteneciente a la pinacoteca nacional y otras obras de colecciones privadas y museos alemanes.

Romance y aventuras

En Chile, Rugendas encontró nuevos aliados. Su viaje coincidió con la expedición del Beagle, y figuras como Charles Darwin y el ilustrador Conrad Martens, avalaron su trabajo. Por otro lado, fue asiduo a las tertulias santiaguinas, visitaba la casa de la cantante Isidora Zegers, se codeaba con diplomáticos y políticos como Andrés Bello o Vicente Pérez Rosales, y en su paso por Linares encontró el amor de Carmen Arriagada, hija de un adinerado hacendado y esposa de otro alemán.

Con ella, el pintor inició una larga y apasionada correspondencia, mientras tanto plasmaba la geografía y costumbres locales. A veces, Rugendas exageraba con sus aventuras: “¡Vaya con los volcanes!.. Caballero, ¿me toma Ud. por la discípula de Humboldt? El Tupungato ocupa toda la carta, ya se ve, !es un cerro tan alto! ”, escribe Arriagada en una de sus cartas, en las que basa Diener buena parte de su investigación.

Rugendas registró el valle central, Valparaíso, Talca y luego el sur, viajando por el cauce del Biobío y Concepción. En 20 de febrero de 1835 se produce el terremoto en esa zona, pero el pintor ya está en Santiago. Así y todo, gracias al testimonio del oficial inglés Thomas Sutcliffe, reconstruye escenas en pinturas. También visita la ciudad luego de la catástrofe e incluso viaja a Juan Fernández. En pleno conflicto mapuche, el pintor viajó a Arauco y recorrió la zona junto a un familiar del cacique de los picunches.

En 1842 decide dejar Chile. Meses antes se había caído de un caballo, mientras viajaba por los Andes, accidente que con los años le produjo inmovilidad y sordera. Eso sí, Rugendas siguió viajando un par de años más por Perú, Bolivia y otra vez Brasil. En 1846 terminaba su travesía y en esa época ya comentaba en una carta: “Dirán que perdí mi tiempo, pero me divertí y eso ya basta. Nosotros, los artistas, no somos tan inútiles como piensan. Mire, usted, la pesada carreta de Chile ya está comenzando a rarear y es substituida por los aligerados vehículos de Europa, el chiripá de los hijos del Plata no aparece ya más, sino en el fondo de las misiones. ¿Quién conservaría para la historia esos tipos de los pueblos y de las épocas si no fuese el pintor?”.