UNA LIBRETA DE APUNTES DEL JOVEN JOSÉ TORIBIO MEDINA
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Boletín de la
Academia Chilena de la Historia
Año LXXVII - Nº 121 - 2012 - 9-17
ISSN 0716-5439
UNA LIBRETA DE APUNTES DEL JOVEN DON JOSÉ TORIBIO
MEDINA (1851-1872)
por
Sergio Martínez Baeza 1
Por el año 1980, cuando yo me desempeñaba como Conservador de la Sala
Medina de la Biblioteca Nacional, encontré una pequeña libreta de apuntes de
don José Toribio Medina, en un rincón de la caja fuerte, donde se guardaban
algunas de las piezas de mayor valor de su colección bibliográfi ca y documental.
En esta libreta el joven Medina reprodujo trozos de cartas de sus abuelos maternos
y de su padre, que sin duda deseaba conservar, y que se reproducen más
adelante.
El señor Medina, como es bien sabido, en su testamento del año 1912, manifestó
su propósito de que su magnífi ca biblioteca americana pudiese permanecer
abierta a los investigadores y estudiosos. Su dueño, cuyo renombre no iba
a la par con su situación económica, había recibido suculentas ofertas, una de
ellas de la Universidad de Harvard, para adquirirla.
En 1925, el señor Medina ofreció al Estado la donación de 22.000 volúmenes
y 500 tomos de manuscritos, con la condición de que ellos quedaran en la
Biblioteca Nacional, en una sala que llevara su nombre y que se regiría por el
reglamento que él mismo debía redactar. Además, solicitaba la impresión de
un catálogo y que el Gobierno designara Conservador de la misma a su amigo
Guillermo Feliú Cruz. El ofrecimiento fue puesto en conocimiento del Ministro
de Instrucción Pública y, por Decreto Supremo N° 8253, de 11 de diciembre de
1925, se aceptó la donación y se ordenó la apertura de una sala con el nombre
del señor Medina en nuestro principal repositorio bibliográfi co. Al año siguiente,
por Decreto N° 3.337, de Educación, se aprobaba el Reglamento para el uso
de dicha sala, redactado por el propio donante.
La valiosa donación del señor Medina, conforme a sus deseos, pasó a ser administrada
por el “Fondo Histórico y Bibliográfi co José Toribio Medina”, institu-
1 Miembro de Número de la Academia Chilena de la Historia. Correo electrónico: smbaeza@vtr.net
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ción formada por el Rector de la Universidad de Chile, que la preside; por el señor
Ministro de Educación Pública; por el Director del Servicio de Bibliotecas,
Archivos y Museos; por el Decano de la Facultad de Filosofía y Educación de la
Universidad de Chile, y por representantes de la Sociedad Chilena de Historia
y Geografía, de la Academia Chilena de la Historia y de la Academia Chilena de
la Lengua. Además, debía integrar el Consejo de este Fondo la persona que los
antes nombrados elijan con el carácter de Secretario General, cargo que, por
muchos años, durante toda la vida de don Guillermo Feliú Cruz, estuvo unido
al de Conservador de la Sala “Medina” de la Biblioteca Nacional. El Conservador
de la Sala debía ser designado por el Director de la Biblioteca Nacional y el
Secretario General del Fondo, por su Consejo. A la muerte de don Guillermo
Feliú el cargo de Conservador de la Sala fue servido por don Javier González
Echenique, pero sin que hubiese designación de un Secretario General del
Fondo. En 1977, fui nombrado Conservador de la Sala por la Dirección del Servicio
de Bibliotecas, Archivos y Museos y, poco después, fue citado el Consejo
del Fondo y este procedió a nombrarme Secretario General del Fondo Medina.
Desde entonces, el Consejo del Fondo no ha vuelto a ser convocado. La fi gura
del Secretario General, que resultaba indispensable para el manejo de los recursos
del Fondo, pues para disponer de ellos se requería su fi rma y la del Director
de la Biblioteca, perdió toda importancia cuando la Biblioteca Nacional comenzó
a operar sin su concurrencia y sin convocar a su Consejo. Esta situación, evidentemente
irregular, quizás justifi cada por las menguadas partidas asignadas
al Fondo Medina por la Ley de Presupuesto, no fue objetada por la Contraloría
General de la República, y se mantiene hasta el presente.
Como se anticipaba, en la caja de fondos de la Sala Medina encontré una
pequeña libreta que había pertenecido al señor Medina, en las que él había
copiado, en su mocedad, de manera parcial, algunas cartas de sus parientes más
próximos y unos consejos dejados por su padre, antes de su muerte, con destino
a sus hijos menores.
En ella se contienen los extractos de 17 cartas, la mayor parte escritas por
el padre de don José Toribio, es decir, por don José del Pilar Medina, ausente
en el norte, a su mujer doña Mariana Zavala Almeyda, como también algunas
cartas de sus abuelos maternos, don Santiago Zavala y su esposa doña Santos
Almeyda, a su madre antes nombrada. Ellas muestran las condiciones en que
debió desenvolverse la infancia y adolescencia del gran bibliógrafo chileno. Dichas
cartas también informan sobre aspectos domésticos de la familia Medina,
que alguna infl uencia debieron tener en la formación de su vástago más ilustre,
y dan noticias sobre acontecimientos de la época, que se extiende ente los años
1851 y 1872.
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1. Doy comienzo a la reseña de la primera carta contenida en esta pequeña
libreta de notas de propiedad del joven José Toribio Medina, no sin antes
preguntarme cuál sería su interés para salvar su texto del olvido. En ella, don
Santiago Zavala, su abuelo materno, escribe desde Vallenar, con fecha 17 de
noviembre de 1851, a su hija Mariana, madre del joven José Toribio, diciéndole
que ha puesto algunos capataces en el nuevo mineral de Las Lomitas,
que forma parte del alzamiento de Chañarcillo. También, le da noticias de la
Revolución de Coquimbo, se queja de los achaques de la edad, y hace algunos
comentarios acerca del enlace de la Silvestra con Eduardo Beller, que presumo
sean parientes cercanos.
2. La segunda carta extractada es del mismo don Santiago Zavala, fechada
en Vallenar el 10 de octubre de 1851, escrita a su hija Mariana, expresa textualmente
en uno de sus párrafos: ”Mucho me alegra que te quedes en el Colegio
del señor Sarmiento, mientras vuelve Medina de su casa. Si no se arreglara
Medina con su padre y volviera para ésta, tienes a tu disposición tu casa y a tu
padre que desea estar con Uds.”.
3. La tercera carta es de doña Santos Almeyda, esposa de don Santiago Zavala,
a su hija Mariana, de 2 de diciembre de 1851, fechada en Vallenar, en que
manifi esta su alegría porque ella esté en compañía de Pilar y de su madre, que
ha ido a buscarla para traerla junto a su padre. Además, le dice que ha ido al
mineral de Chuschaupas y Las Lomitas, en compañía de don José Urquieta, y
agrega textualmente: “algún día las minas de tu padre pueden mejorarse y entonces
será fácil seguir la veta, porque habiendo dinero, todo se puede mover
con facilidad”. Termina diciéndole que ha recibido expresiones de Rosario,
Tránsito, Silvestre, Mariquita y Juana.
4. La cuarta carta es también de don Santiago Zavala, fechada en Vallenar
el 17 de enero de 1852 y dirigida a su hija Mariana en Chomedagüe, en la que
expresa: “Yo pensaba ir con la Tránsito y me lo impidió la Revolución del Norte.
Tu madre y la Rosario no querían quedarse, pero la maleza de mis minas me lo
ha impedido. La Silvestra está muy bien con su compañero, que es muy bondadoso.
Para ayudar a Medina le he escrito a Ramón Ossandón, para que le facilite
dieciocho onzas de oro sellado para el viaje a Vallenar de su hija Mariana”.
5. La quinta carta es, también, de don Santiago Zavala, fechada en Vallenar el
1 de abril de 1852, en la que dice que esperaba correspondencia el 28 del pasado
mes de marzo, y que no llegó nada.
6. La sexta carta es de doña Santos Almeyda, abuela materna de don José Toribio,
a su hija Mariana, fechada en Vallenar, el 8 de junio de 1852. En ella, la-
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menta que su destinataria esté enferma, espera que se restablezca y supone que
esta carta llegará cuando ya esté en camino a Vallenar.
7. Carta del padre de don José Toribio, don José del Pilar Medina, a su mujer
doña Mariana Zavala, desde Caldera, de fecha 11 de octubre de 1852, en que,
después de hacer referencia a una carta anterior que le ha remitido desde La
Serena el 15 de agosto anterior, le dice que acaba de llegar a Caldera en el vapor
y que recibió a bordo su carta dirigida al Huasco. Agrega, que es mejor que
no haya venido con él al Norte, porque “bien pocas ganas tenía de que pasaras
tu enfermedad en Vallenar” (se refi ere al embarazo que habría de culminar con
el nacimiento de don José Toribio, el 21 de octubre de ese año, en Santiago).
Y continúa: “El día de mi llegada a Copiapó hubo un gran baile en el teatro, y
yo, después de estar arreglado, me arrepentí y me eché a la cama. Voy a hablarte
ahora de Copiapó. Grande es el adelanto de este pueblo en los últimos tres
años que yo faltaba. Su comercio es abundante, su población numerosa, sus
edifi cios hermosos y el espíritu público muy animado. Solo la honradez escasea,
como en todo país comerciante en que la subsistencia es muy cara. Copiapó es
una California en miniatura. La sangre de los “yanquis” corre por todas las venas.
Este adelanto proviene de sus minas, las que cada día fl orecen más. Las famosas
del Perú y México han quedado atrás de las de Tres Puntas y Chañarcillo.
Da no se qué ver a hombres que ayer se hallaban en la condición más humilde y
que hoy cuentan con un capital inmenso. Se acuesta uno pobre y amanece rico
como un Monte-Cristo. Tal es la vida que le alimenta a uno en Copiapó, vida de
ilusiones, de esperanzas y de desengaños en un pueblo judío (?). Al lado de los
minerales está el celebrado ferrocarril, el primero que cruza las tierras vírgenes
de la América española. Realmente sorprende ver una obra tan grande, imaginada
por un ser tan pequeño como es el hombre. Se sienta uno en una poltrona
de terciopelo, en medio de un salón como de baile, y parte como una fl echa,
sin que el mareo lo incomode, ni lo hieran los rayos del sol. Los rieles, los
locomotivos, los carros, los depósitos de agua, las maestranzas, los almacenes,
el muelle, los materiales acopiados, en fi n, todo es grande, todo es magnífi co.
Hasta el mar es bonito en Caldera”. Y sigue: “El joven Aguirre se casó con la viuda
Carmen Mercado. El casamiento de Manuel Avalos se efectuará el 18 de este
mes. ¡Mira en lo que han venido a parar las aristocracias y las presunciones!...
Discúlpame si no voy por este vapor. Tenemos sobrado amor, pero nos falta dinero
y el precio es buscarlo… Adiós, mi vida, hasta luego”.
8. La octava carta es de don José del Pilar Medina a su mujer, fechada en
Vallenar el 23 de marzo de 1853. En ella le dice que son muy importantes los
buenos modales y agrega: “Por lo tanto no cesaré de encarecerte esta parte de
tu reforma, porque tú que participas notablemente de ese carácter seco, frío,
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taciturno y poco elegante, que no acarrea sino odiosas prevenciones. El libro
“La Educación de las Madres”, de Arim Martin es un libro excelente. No lo
abandones. Métete en la cabeza sus sabias doctrinas y habréis hecho una gran
cosa. Tienes también “La Conquista del Perú”, por Prevost, y las “Memorias” de
Chateaubriand. En esos autores aprenderás mucho y pasarás el tiempo más divertido
que con la aguja. Desearía saber si las sospechas de enfermedad (embarazo)
que tenías se han confi rmado o no, pues no deja de interesarme para mi
gobierno. Ojalá no pasaras tan luego por ese trance cruel”.
9. La novena carta es, asimismo, de don José del Pilar a su mujer, desde Vallenar,
del 10 de mayo de 1853; y en ella le dice: “Una francesa llamada Lamartinie,
que tenía colegio de señoritas en Copiapó, ha venido a fundar otro en
Vallenar. Será el primero del Huasco. Ha llegado de Santiago una comunidad
de frailes capuchinos que tratan de establecerse en el país. No cabe duda que
los jesuitas volverán a Chile con el prestigio de antes. Es un mal que todo el
mundo debe lamentar, porque es una orden perversa que, con el escudo de
la religión, ha revuelto los pueblos y causado mil iniquidades. Estoy escribiendo
en “El Copiapino” algunos artículos de jurisprudencia y sobre mejoras del
Huasco. Pretendo adquirir alguna celebridad en la provincia, por si acaso más
tarde fuese precisa. Cada niñito que veo por aquí me recuerda a mi José Toribio.
¡Qué grande, qué buen mozo, no estará ya! ¡Estoy loco por besarlo, como
por abrazarte a ti!”.
10. La décima carta es de don José del Pilar Medina a doña Mariana, su mujer,
y está fechada en La Serena, el 26 de junio de 1853. En ella se refi ere a su
genio vivo y jovial y agrega: “La Serena puede llamarse, desde la última crisis
política, la ciudad de las barricadas”. Después, dice: “El cultivo de la inteligencia,
la amabilidad, el buen trato, todo, todo se adquiere en el comercio de los
buenos libros. La lectura es el sol de la vida interna. Una persona educada tiene
su lugar aparte en las esferas sociales. Es necesario quemarse las pestañas en las
vigilias del estudio. Trece años ha que yo duermo con los libros a la cabecera
y… ¿qué es lo que sé? Apenas unas nociones muy tristes que no me permiten
salir de una condición mediocre y subalterna. El gran principio de la fi losofía
antigua era conocerse a sí mismo. Yo no te pido profundidad en tus estudios,
sino un poco de más conversación, de más viveza, de más amabilidad. Dotes son
estas que adquirirás muy pronto con un pequeño esfuerzo. De noche, de día,
antes de tomar la aguja, puedes recorrer las páginas de un libro, meditar sobre
él y, si es posible, hasta encomendarlo a la memoria. La geografía será la llave,
pues sin su auxilio no comprenderás nada”. En otro acápite dice: “Aquí podría
pasar por soltero, pero no he querido darte semejante prueba de infi delidad,
sin que por esto deje de hacer mis bromas con algunas conocidas!”. Dice que ha
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sabido de la muerte de don José María Argomedo González y termina mandando
sus expresiones de amor paterno a cada uno de los niños; muy especiales a
Juan de Dios y a José Toribio, su hijo menor, para quien envía un besito, pidiendo
a su madre que le escriba largo sobre él.
11. La undécima carta es también de don José del Pilar Medina a su cónyuge,
fechada en Vallenar el 21 de julio de 1853. En ella dice: “Mis asuntos en Copiapó
terminaron perfectamente bien. Se ganó el pleito con costas y, además,
obtuve muchos aplausos. Este triunfo signifi cará grandemente en mi futura
marcha forense. Las nuevas relaciones que he contraído, el éxito venturoso de
mi alegato, todo, todo me permite fuertes y lisonjeras esperanzas. Hoy cumple
nueve meses nuestro José Toribio. ¡Qué grande, qué buen mozo, qué embustero,
qué agudito no estará! ¡No me es posible vivir más tiempo sin verle! Y, no te
afl iges porque engordes. Solo importa que te conserves buena para mi amor y
para la felicidad de nuestro hijito”.
12. La duodécima carta es, asimismo, de don José del Pilar a su mujer, del
10 de agosto de 1853, desde Vallenar. Le dice: “las gracias de mi hijito (José
Toribio), aunque propias de la edad, son placenteras para un padre amante.
Permita Dios que si crece bajo de nuestros cuidados, sea para ser feliz y útil a
su Patria. Vamos a quebrar. Esta quiebra nos confi rmará o no de la bondad del
alcance. ¡Cuánto necesitamos de plata, querida! Respecto de nuestros intereses,
te diré que poco se ha hecho, porque hijos naturales y menores son una polilla
que comen las testamentarías, por su duración. Los huasquinos sienten en el
alma mi separación. Varios sujetos me ofrecen una renta de dos mil pesos anuales
porque defi enda sus asuntos, pero comprenderás que no he convenido por
mi familia. Si me porto ingrato, mañana lo harán nuestros hijos con nosotros”.
13. La trigésima carta es, también, de don José del Pilar a su mujer, fechada
en Valparaíso, el 25 de agosto de 1853. Dice: “Ayer he llegado por el vapor Nueva
Granada. Pienso partir mañana para Santiago, a pesar de que los birlochos
están muy caros. Te remito con Poblete dos saquitos y dos gorritas de lana para
José Toribio. Yo le llevaré un traje de paseo; este es permanente para el diario.
Dime tú las otras cositas que le faltan. Creo que ya necesita zapatitos y, si así fuere,
mándame la medida con un hilito”.
14. Después de la carta anterior hay un largo espacio de tiempo hasta la siguiente,
fechada en Vallenar el 11 de abril de 1857, que el mismo don José del
Pilar dirige a su mujer, en Santiago. En ella se queja de su vida trashumante de
juez de letras, que lo mantiene alejado de su familia. Se refi ere al nuevo parto
que tendrá doña Mariana. Le anuncia que ha sido trasladado de Cauquenes a
Talca y que le enviará al perro Sebastopol y otros para que cuiden la casa.
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15. La carta número 15 es del mismo don José del Pilar a su mujer, y está fechada
el 25 de abril de 1857, en Cauquenes. Lamenta en ella la pérdida de su hijita
mujer, que nació muerta, y le dice a su mujer: “Parece que estuviese decretado que
no habríamos de lograr una sola hija mujer. Perdimos a Aurelia y ahora también
a esta. Ayer quise marcharme a Chomedagüe, pero el maldito destino me retiene,
como me retuvo en Constitución durante la enfermedad de mi padre, por un desfalco
en la Aduana. Pero si tu salud continúa mala, avísamelo y volveré a tu lado
aunque arda Troya. ¡Primero estás tú que mil Juzgados de Letras!”.
16. La carta número 16 es, asimismo, del padre de don José Toribio, escrita
a su madre y fechada el 1 de marzo de 1872, quince años más tarde que la anterior.
Al parecer ha permanecido lejos de ella la mayor parte del tiempo, salvo
esporádicas visitas a su hogar en Santiago. En esta carta la recrimina por haber
abierto su correspondencia, lo que cree que ha hecho por celos, sabedora de
algunos de sus deslices. Le dice que estas aventuras suyas son pasatiempos de
su ociosidad, que alivian su cruel enfermedad. Agrega que ha puesto fi n a esa
correspondencia y que hace un mes que no lee las cartas que recibe de aquella
persona. Le dice que su hijo José Toribio, que ya cuenta con 19 años cumplidos,
ha estado con él en Cauquenes, está muy contento con su amigo Silva, cuya
compañía aleja su aburrimiento. El viaje que su hijo ha hecho al sur le ha dado
la convicción de no casarse hasta cuando cuente con 50 años, a lo menos.
17. La carta decimoséptima es de don José del Pilar a su mujer, de fecha 14
de marzo de 1872 y dice: “Recuerdo perfectamente que cuando caí enfermo,
considerando la corta edad de mis hijos, pedí al cielo que me prolongara la vida
hasta dejarlos recibidos de bachiller. Hoy, que esta súplica la veo realizada, tengo
el presentimiento de que mi fi n no dista mucho. Si muero luego, el vacío cerca
de ti pueden llenarlo tus hijos. Ya son grandes y no olvidarán nunca el cariño y
la obligación que le deben a su madre. Este es el orden de la vida y no debemos
afl igirnos. Siempre he sido fatalista y no sería raro que lo fuera también en mi
muerte. Diez años de agonía debilitan las fuerzas de la voluntad, por más poderosa
que sea. La tumba es el descanso de todos. En la vista y compañía de José
Toribio deberás confi ar, en tanto. Sus gallos cantaban y sus aventuras me divertían”.
Estas últimas frases tienen un contenido difícil de entender, refi riéndose
al joven Medina, que llegaría a ser un notable y sabio bibliógrafo. Sin duda, su
padre ya ha descubierto en él algunas señas de lo que será su brillante destino y
es a él, preferentemente, al que confía el cuidado y protección de su madre.
18. Esta carta N° 18 está dirigida por don José del Pilar Medina a su hijo Alejandro,
sin fecha, y se refi ere a los exámenes que este debe rendir próximamente.
Le dice: “Has cuenta que tú eres Paraguay, y la aritmética los brasileros (en
clara alusión a la guerra de la Triple Alianza). Atacarlos y vencerlos debe ser tu
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SERGIO MARTÍNEZ BAEZA
divisa. Que la victoria no quede por falta de estudios. Obediencia, humildad y
respeto para con tu madre, son los consejos que te da tu padre”.
19. Finalmente, el joven José Toribio anota en su libreta los consejos dirigidos
a sus hijos, que deja escritos su padre, para después de su muerte, que son
los siguientes:
Consejos a mis hijos para después de mi muerte: 1°. Procurar no casarse antes
de los 30 años de edad, por lo menos; 2°. Para casarse es preciso contar con
recursos seguros para llevar las obligaciones del matrimonio; de suerte que,
al día siguiente de este, tenga la mujer su casa amoblada y lo necesario para
el sostén de la familia y de su rango; 3°. La mujer deberá elegirse en la clase
correspondiente a la que uno ocupa; 4°. Deberán adquirir alguna profesión.
En Chile, las que dan más porvenir son las de abogado, médico, sacerdote,
ingeniero; 5°. Para adquirir fortuna en el campo se necesita de capital y largos
años de trabajo y economía; 6°. El comercio pide actividad, cálculo y también
capital; 7°. El dinero a interés es el mejor de los negocios, así es que cuanto uno
adquiere debe ser colocado de esa suerte. Pero, hay que ver a quien se presta.
La hipoteca y la fi anza a veces no son bastantes. Fíjense mucho en el negocio.
Más cuesta conservar que adquirir; 8°. Bueno es invertir algún dinero en fundos
de campo. En casas, poco. Nunca comprar casas para alquilar; 9°. No enrolarse
en el Ejército ni en la Guardia Nacional. Huir de todo peligro de la vida. Después
de muerto nadie se acuerda de uno y de nada sirve lo que se deja. Hasta
la Patria es ingrata. Las estatuas y la historia aprovechan a los vivos solamente.
10°. No tomen parte en la política de una manera exaltada. Intervenir solo en
aquellos actos que den consideración al individuo; 11°. No pretender empleos
públicos. Aceptarlos solo por necesidad; 12°. Ejercer su profesión siempre en la
capital. Aunque aquí es más difícil labrarse una posición, reditúa también más
que en ninguna parte; 13°. Consultar siempre con su madre o con personas de
respeto, todos sus proyectos. La juventud puede extraviarlos; 14. Evitar las malas
juntas. Asociarse solo con sujetos que den honra; 15°. Moralidad, honradez y
pureza en las costumbres. Apártense de todo vicio. Es lo que les conviene; y 16°.
El amor y el respeto a su madre, antes de todo. (fdo.) José del Pilar Medina, 15
de agosto de 1863.
Como puede advertirse, en estas cartas hay referencias al rico mineral de
Chañarcillo, a la Revolución de 1851 en el norte, a los progresos que ha experimentado
Copiapó con la riqueza minera, al recién inaugurado ferrocarril de
Copiapó a Caldera, a la educación de la mujer, a la instalación de un colegio
femenino en el Huasco, al transporte por mar en barco a vapor, al ejercicio de
la profesión de abogado en el norte y de juez de letras en Talca y Cauquenes, a
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la pérdida de una hija en un mal parto, a las infi delidades consideradas como
pasatiempos, y a la Guerra de la Triple Alianza. Además, dejan constancia del
nacimiento del niño José Toribio Medina, de sus primeras gracias, del amor de
su padre, y de una visita a su progenitor en Cauquenes, en plena adolescencia,
para terminar con los diez y seis consejos redactados por don José del Pilar Medina
y dirigidos a sus hijos menores, encontrándose enfermo y creyendo correr
riesgo de muerte.
Si don José Toribio Medina quiso tomar nota del contenido de estas cartas y
de los consejos de su padre, y preservarlos del olvido, dejando de ellos mención
en la pequeña libreta hallada entre sus papeles, me parece perfectamente válido
tratar de divulgarlos.
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