SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Wednesday, September 11, 2013

DE NUESTROS SOCIOS: César Soto Gómez

Estimado Neville:

Adjunto Discurso de Incorporación a la Sociedad Chilena de Historia y Geografia.
Saludo cordial
 
César Soto Gómez
 
 
 
 
 
 
 
 
 
PATRIMONIO BIBLIOGRÁFICO DE CHILE

 

 

Desde el siglo XIX al siglo XX Chile debe considerar importantes pérdidas de piezas bibliográficas, impresas y manuscritas, que no ha sido posible recuperar en estos años del siglo XXI.

De la biblioteca de Bernardo O’Higgins se conserva un ejemplar de la Moderna Geografia: una descripción de los Imperios, Reynos, Estados y Colonias, con los Oceános, Mares e Islas en todas partes del mundo. John Pinkerton, printed for T. Cadwell, London, 1807. Firmado por Bernardo O’Higgins e ilustrado con un mapamundi. No hay otros vestigios de si ésta fue en el siglo XIX una buena biblioteca.

Al leer la obra de Benjamín Vicuña Mackenna Estudios i Catalogo Razonado de la Biblioteca Americana, coleccionada por Gregorio Beeche sabemos de este importante coleccionista y bibliógrafo rioplatense, el cual vivió en nuestro país y logró reunir una completa colección de libros, manuscritos y documentos históricos desde México hasta la Tierra del Fuego y en la cual se podían hallar joyas tipográficas, como por ejemplo la Chronica de la Provincia del Santissimo Nombre de Jesus de Gvatemala de el orden de N. Seraphico Padre San Francisco en el Reyno de la Nueva España. Impreso en Guatemala en la Ymprenta de San Francisco el año 1714.

“Lo que hacía excepcionalmente valiosa la biblioteca y colecciones bibliográficas de Gregorio Beeche eran las primeras ediciones de crónicas: Antonio de Herrera, Gonzalo Fernández de Oviedo, Pedro Cieza de León, Alonso de Ovalle, Bernal Díaz del Castillo, etc., y los primeros impresos de cada uno de los países de nuestro continente, los que revelaban los distintos períodos de la historia desde el Descubrimiento hasta las llamadas Guerras de la Independencia”.

A modo de ejemplo, en el catálogo se da cuenta de colecciones completas de periódicos como la Aurora de Chile y el Correo Literario y Mercantil de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.

Gabriel René Moreno profesor del Instituto Nacional nacido en Santa Cruz de la Sierra“sabía que contenía piezas inencontrables de la bibliografía boliviana. El historiador Paz Soldán la estimaba completísima en periódicos, folletos e impresos de la primera época del período republicano. Sin duda, no era inferior a la colección neogranadina formada por el coronel Pineda en Bogotá”. La parte chilena la estimó el mismo Vicuña Mackenna con estas palabras: “La colección de libros, impresos, proclamas de la época de la Independencia, hojas, periódicos, etc. que la biblioteca Beeche contiene con relación a Chile, es la más completa que existe en el país y la más numerosa de todas las secciones americanas que la componen”.

“Por otra parte, con excepción de la Biblioteca Nacional, que no es tampoco del todo completa, y de la colección particular del Sr. Ramón Briseño, no existe ninguna otra que ni aproximadamente se asemeje a este valioso fondo bibliográfico que ha sido cuidadosamente recopilado durante más de cuatro décadas, y en cuanto a su valor comercial podrá formarse idea tomando en consideración la circunstancia de haber sido avaluada concienzudamente la colección del Sr. Briseño en doce mil pesos”.

Entre los coleccionistas de libros antiguos chilenos y americanos, citaba Vicuña Mackenna “como las más importantes de estas colecciones las de los señores Barros Arana (libros y manuscritos de América en general), la del señor Ramón Briseño, especializada en publicaciones chilenas; mismo orden la del señor Luis Montt, de los hermanos Amunátegui, la del señor Gabriel René Moreno, especializada en el Alto Perú. Poseen también algunos libros sobre América los señores Irarrázabal y el Arzobispo Valdivieso”.

Posteriormente, el historiador Guillermo Feliú Cruz, logró recopilar 60 volúmenes en copias de documentos manuscritos del Archivo de Indias y más de 200 volúmenes de manuscritos de diversas épocas y procedencias, y en su mayor parte relativos a Chile.

“La biblioteca Egaña, con piezas como la de Santiago de Tesillo sobre las guerras de Chile, y por un conjunto de alrededor de ocho mil volúmenes, el gobierno de Chile, tan generoso como los millonarios de Nueva York, pagó 22 mil pesos” –nos dice Vicuña Mackenna.

La biblioteca Americana de Gregorio Beeche, cuando la adquirió el gobierno de Chile para la Biblioteca del Instituto Nacional, constaba de alrededor de 17.000 volúmenes de importancia (excepto los manuscritos, periódicos, impresos y proclamas) y pagó por ello la cantidad de $ 50.000 pesos. De lo que podemos calcular que era por lo menos el doble de importante que las bibliotecas adquiridas anteriormente por el Gobierno de Chile.

En la instalación de las colecciones de Gregorio Beeche en la biblioteca del Instituto Nacional hay que destacar el nombre del noble bibliotecario Luis Ignacio Silva, quien a los 19 años entró a trabajar a su extensa Biblioteca como Oficial Auxiliar, haciendo allí, grado a grado, la carrera hasta ser designado conservador el 7 de Mayo de 1908. Trabajó a las órdenes de René Moreno, que en esos tiempos era su Director. Muchos historiadores y hombres de letras influyeron en el enriquecimiento de sus colecciones con donaciones y trabajos, entre otros: Diego Barros Arana, Miguel Luis Amunátegui, Domingo Amunátegui Solar, Juan Luis Espejo y el olvidado latinista Baldomero Pizarro.

Luis Ignacio Silva, en un esfuerzo de alrededor de un cuarto de siglo había catalogado entre 73.953 y 97.894 volúmenes. Con los que contaba en el año 1924, luego de la donación de las valiosas colecciones de libros antiguos del ex presidente Don Pedro Montt por parte de su esposa Sara del Campo de Montt. Todos los libros habían sido clasificados conforme al sistema bibliográfico establecido por el Congreso Internacional de Bruselas[1] .

Entre los papeles del historiador Guillermo Feliú Cruz, quien fue empleado de esa Biblioteca en el año 1920, se han encontrado documentos que permiten establecer que el Sr. Pablo Ramírez, Ministro de Instrucción Pública del Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, decretó la demolición del edificio donde se albergaba para construir en el lugar una piscina exclusivamente para los alumnos de la carrera de Derecho de la Universidad de Chile. Efectivamente la Biblioteca se demolió el año 1929, pero la piscina nunca se construyó. Curiosamente, del mismo año 1929 data la creación de la Dirección Bibliotecas, Archivos y Museos.

No se tiene demasiada información de esta verdadera catástrofe bibliográfica y cultural para la historia de la educación en Chile, aunque sí se tiene conocimiento acerca de la repartición del acervo: 15.088 se enviaron a la Biblioteca Nacional; 6.777 al Instituto Pedagógico; 2.790 al Liceo de Hombres Nº5 “José Victorino Lastarria”; 1.493 al Internado Nacional; 1.057 a la Universidad de Chile, entre otros; y el Instituto, debido a falta de espacio, sólo pudo conservar una cifra aproximada a 14.300 volúmenes. Miles de libros antiguos fueron desechados.

Entre estos podemos destacar algunos brevemente, por ejemplo: El Arte y Vocabulario de la Lengua Guaraní de Antonio Ruiz de Montoya, impresa en Madrid por Juan Sánches el año 1640;La Vera Historia [...] HuldericusSchimdel [...] 1534-1554 [...];[2]  Las Relaciones y Naufragios de Alvar NuñezCabeça de Vaca; La Historia del Perú de Agustín de Zárate; La Conquista del Perú de Francisco Jerez de 1547; la obra de Pedro Cieza de León; La Historia de México de Hernán Cortés; El Marañon y Amazonas de Manuel Rodríguez de la Compañía de Jesús, editada en Madrid el año 1684 con mapa; La Biblioteca Oriental y Occidental de León Pinelo; La Doctrina Christiana (en quechua y aymará) impreso en Lima el año 1584; La Monarchia Indiana de Juan de Torquemada, con dos ediciones de Madrid en el siglo XVII y XVIII; El Confessionario Breve en la Lengua del Reyno de Chile de Luis de Valdivia, editada en Lima el año 1606 por Francisco del Canto; La Crónica de las Yndias de Francisco López de Gomara; La Historia General del Perú del Ynca Garcilaso de la Vega; La Historia General de las Indias de Antonio de Herrera de los años 1601-1605; La Recopilación de Leyes de Indias del año 1616;uno de los primeros mapas de América en laCosmographia de Ptolomeo; El Primo Viaggiointorno al Globo Terraqueo de Antonio Pigafetta; Las Relaciones de los Viajes al Estrecho de Magallanes de Pedro Sarmiento de Gamboa y la primera edición de La Relación del Viage que por orden de Su Magestad y de acuerdo de El Real Consejo de Yndias, hicieron los Capitanes Bartholomé García de Nodal y Gonzalo de Nodal, hermanos, naturales de Pontevedra, al Descubrimiento del estrecho Nuevo de San Vicente, que hoy es nombrado de Mäire, y reconocimiento del de Magallanes (con su mapa original),los NovisOrbisIndiaeOccidentalis, la Histórica Relación del Reyno de Chile de Nuestro Alonso de Ovalle editada en Roma en italiano y castellano el año 1646, La Historia o Brevissimarelatione de la destrutionedell’ IndieOccidentali de Bartolomé de las Casas, impresas en Venezia el siglo XVII; la Historia General de las Indias Occidentales de Antonio de Remesal, Madrid, por Francisco Abarca 1619-1620.

Dada la cantidad de libros que había en la Biblioteca sería demasiado largo dar cuenta de todos ellos, pero voy a mencionar una obra clásica de la tipografía del siglo XVIII en América:

Clarissimiviri / D.D. Ignatii / Duartii et / Quirosii / CollegiiMonserratensisCordubae in / America conditoris / laudationes / quinque / quas / eidemCollegioRegi / BarnabasEchaniquius O.D.I. / (Viñeta en forma de rosetón y con las letras M. A. entrelazadas; debajo una raya) / CordubaeTucumanorumAnnoMDCCLXVI / TypisCollegii R. Monserratensis.

Esta obra fue catalogada por Vicuña Mackenna como impresa en Córdoba de España. Sin embargo el bibliógráfo Guillermo Furlong S. J. nos aclara que fue impresa en Córdoba del Tucumán: “Carecen las Laudationes de todo elemento ilustrativo, pero su impresión artísticamente cuidada y su elegante portada hacen que sea una de las piezas más valiosas de la bibliografía Americana”. Se conservan de esta obra cinco ejemplares.

El año 1963 se construyó un nuevo edificio para el Instituto, en el cual se pudieron albergar los alrededor de 14.300 volúmenes que quedaron después de la demolición del año 1929. El año 2004 esta biblioteca fue declarada Patrimonio Cultural, debido a lo cual se inició su (re)catalogación, proceso en el cual se descubrió un manuscrito posiblemente datado entre los años 1350 y 1400, como asimismo incunables que se encuentran en perfecto estado de conservación de los años 1491 y 1494, lo cual nos permite dimensionar la importancia de los ejemplares que existieron en esta biblioteca. Aún se conserva un documento manuscrito “Expediente del Colegio de San Carlos”, firmado y revisado por José Miguel de la Carrera y Verdugo.

La Biblioteca de Gregorio Beeche se había construido con un concepto hispanoamericanista.

Hispanoamérica es el primer concepto que ha guiado a nuestros coleccionistas, bibliófilos y filósofos e historiadores como el padre Osvaldo Lira y el profesor Jaime Eyzaguirre. Sin embargo la Biblioteca del Instituto Nacional había traspasado todas esas fronteras al incluir en sus colecciones libros valiosos de todo el mundo. De esta manera llegó a ser una biblioteca humanista y enciclopédica de investigación y estudio de todo el conocimiento humano.

Así como hemos esbozado los trabajos de Gregorio Beeche y Benjamín Vicuña Mackenna en el siglo XIX ahora se nos hace necesario reseñar la figura de don Sergio Fernández Larraín (Melipilla, 27 de julio de 1909 - Santiago, 4 de noviembre de 1983) en el siglo XX.

Político chileno. Hijo de Adolfo Fernández Jaraquemada y Adela Larraín Hurtado. Sergio Fernández casó con Carolina Errázuriz Pereira, con quien tuvo 11 hijos.

Se tituló de abogado en 1933 de la Universidad Católica de Chile, con la tesis Derecho Constitucional soviético. Fue profesor de Derecho Constitucional, en la misma universidad. Además fue Caballero del Capítulo de Santa María de Valvanera, Gran Cruz de Isabel la Católica y de Carlos III, historiador y miembro de número del Instituto Chileno de Investigaciones Genealógicas y de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, presidente de la Academia Chilena de la Historia. Inscrito en el Solar de Valdeosera en 1946 por la divisa de Regajal.

Militante del Partido Conservador, en 1947 se convirtió en primer Vicepresidente del Partido y siempre formó parte de su Directiva. Diputado por Ancud, Castro y Quinchao (1937-1941) y por Melipilla, San Antonio, San Bernardo y Maipo (1941-1949). Senador por Colchagua y O'Higgins (1949-1953). Fue Embajador de Chile en España entre 1959 y 1962. Publicó numerosas obras de historia y literatura y política: Cartas a Andrés Bello en Londres,Cartas Inéditas de Miguel de Unamuno e incluso, Cartas de Amor de Pablo Neruda a Albertina Azócar y de Gabriela Mistral al poeta Manuel Magallanes Moure.

En su fecunda existencia D. Sergio Fernandez Larraín adquirió importantes fondos de archivos históricos en España, Chile y otros países de América. Considerada hasta el día presente sin duda la más importante colección bibliográfica y documental hispanoamericana que ha existido en nuestro país, D. Sergio Fernández decidió donar sus Archivos al Estado de Chile para ser custodiado y administrado en la Biblioteca Nacional que en este año celebra el bicentenario de su fundación.

Existe toda la documentación epistolar y fundacional entre D. Sergio Fernández Larraín, el Presidente de la República de Chile, y al menos, dos directores de la Biblioteca Nacional. Daremos a conocer algunos párrafos de estas epístolas:

 

Santiago, 15 de junio de 1975

Señor Don Roque Esteban Scarpa

Director de Bibliotecas, Archivos y Museos

 

...[fragmento]... Con los antecedentes expuestos apruebo plenamente cuanto usted me plantea y para su mayor claridad me permito reproducir literalmente a continuación sus precisas y definitivas modalidades.

 

Dice usted:

“alentado por esta voluntad suya, me atrevo a proponerle, si es su deseo, preservar:

a) la integridad de su archivo y entregarlo a Chile, sugerirle que la Biblioteca Nacional se sentiría honrada con su confianza en el entendido de que ello, aunque se acuerde en el presente, como es ejemplo, se realizaría cuando usted lo dispusiera.

Si usted accede a este principio, me permito, a mi vez, proponerle con inicio de un convenio y la creación de una fundación que llevaría su nombre y de una sala digna, exclusiva y expresamente determinada para la conservación debidamente protegida de la que constituye su archivo y lo que pudiera integrarlo hasta el momento de su entrega.

b) La integración de una comisión administradora o asesora integrada por el director de la Biblioteca Nacional o del Archivo Nacional, según usted lo determinara, por un miembro de su familia, y por una persona de alto nivel cultural que habría de servir las funciones de conservador de dicho archivo, designado por el acuerdo del supremo gobierno y el representante de su familia de una terna propuesta por la Academia Chilena de la Historia.

c)El compromiso permanente de la conservación de la organicidad de su archivo, del que no podría desprenderse a ningún pretexto parte ninguna de él.

d) La fijación de un inventario, realizado por persona especializada y responsable para lo que tengo la aquiescencia del Señor Conservador del Archivo Nacional quien pondría, en cuanto se fijaran las bases de este acuerdo, al servicio de esta tarea a un funcionario altamente calificado. Se entendería que, realizado este inventario y, en el momento oportuno, se publicaría el catálogo de dicho archivo como se ha hecho en casos calificados anteriores.” (Leáse donación de D. José Toribio Medina).

En los acápites reproducidos quedan precisadas por usted tanto la naturaleza como las condiciones de la proyectada fundación, que a mi vez ratifica por lo presente en todas sus partes en el entendido de su fiel y leal cumplimiento.

No quisiera cerrar estas líneas sin aludir a dos circunstancias que para mi alcanzan particular jerarquía; el recuerdo pertinente de la Academia Chilena de la Historia, a la que me siento ligado por lazos tan hondos como sinceros; y al hecho que la tramitación de esta iniciativa haya permanecido en manos tan delicadas como las suyas, hecho que para mí constituye la mayor y más eficaz garantía.

Le ruego aceptar, como siempre, mis mejores expresiones de consideración y de amistad.

 

SERGIO FERNÁNDEZ LARRAÍN

 

 

 

 

 

SEÑOR

DON SERGIO FERNÁNDEZ LARRAÍN

PTE.

 

Distinguido Señor Fernández:

 

En conocimiento de su decisión de donar el Archivo de Documentos Histórico de su propiedad al Estado, deseo representar a Ud. el sentido reconocimiento ciudadano por tan significativa contribución al Patrimonio cultural de nuestra Patria.

Sé de la extensión y riqueza de tan sin igual colección, en la que se encuentran páginas únicas de la historia del mundo y de Chile. Conozco también con cuanta dedicación y fervor se ha abocado a la tarea de formarla y comprendo cabalmente el profundo significado espiritual que tiene para todos quienes rinden un homenaje de respeto al pasado de la humanidad, y en el presente vuelven su mirada hacia atrás orgullosos de su historia, de los hombres que la forjaron  y de la tradición para atraer sus herencias y sus enseñanzas.

Estoy cierto que tan noble gesto de renunciación personal para entregar esta obra magnífica a todo el pueblo, no es sino la fiel demostración de las virtudes que adornan a quien ha sido un ciudadano ejemplar y ha servido de manera destacada a la patria.

Es por ello que, en nombre del pueblo chileno, que sabrá apreciar en todo su valor el legado que usted ha querido ofrendarle, le renuevo con especial complacencia el testimonio de invariable gratitud de la ciudadanía toda.

 

Reciba Ud. Los sentimientos de mi más alta consideración y aprecio.

 

Le saluda atentamente,

 

AUGUSTO PINOCHET UGARTE

GRAL. DEL EJÉRCITO

Presidente de la República

 

 

 

 

 

Santiago, 12 de enero de 1979

Excmo. Señor

DON AUGUSTO PINOCHET UGARTE

PTE. DE LA REPÚBLICA DE CHILE

 

Respetado Señor Presidente:

 

Ausente de Santiago, solo ahora me impongo de la generosa comunicación de V.E. que compromete hondamente mi gratitud.

V.E. tiene a bien expresarme su reconocimiento, y por su alto intermedio, el de Chile, por mi resolución de donar al Estado mi archivo documental histórico y literario. Magnánimo gesto de V.E. que me emociona profundamente y llena mi espíritu de la más viva satisfacción.

Dios quiera que en el presente año, tan maduro de tradiciones y de glorias, pueda concretarse en conformidad a lo establecido con la Dirección Nacional de Bibliotecas, Archivos y Museos, la entrega material del fondo cultural que obra en mi poder.

Nada sería más grato y enaltecedor par mí, ya que el dar algo a la patria, no representa un sacrificio; muy por el contrario, lleva un sentimiento que nos honra.

Y nos complace de tal manera que no es fácil definirlo, pues se anida en la intimidad misma de nuestro ser.

Al cerrar estas líneas, pido al altísimo que este año 1979, que tan promisorio se inicia bajo la suave, y a la vez segura y firme mano del Santo Padre, sea para Chile, su pueblo y su gobierno, abundante en la paz y en la alegría de Señor.

 

De todo corazón,

 

SERGIO FERNÁNDEZ LARRAÍN

 

 

 

 

Desde la entrega física del Archivo a la Biblioteca Nacional han transcurrido alrededor de tres décadas. En el intertanto nunca se hizo una exposición de los documentos más importantes relacionados con la historia de Europa y América. Se tienen vagas noticias que el Archivo Nacional custodia sólo las piezas que están relacionadas con la historia de Chile. Entonces cabe preguntarse, por ejemplo:

¿Qué se fizo el Expediente de la Real Cédula de los reyes católicos don Fernando y doña Isabel por la cual hacen merced de la Alcaldía del Generalife al Comendador Juan de Henestrosa fechado en Granada el 23 de Mayo del año 1492?

¿Qué se ficieron innumerable cantidad de documentos originales del archivo de don Sergio Fernández Larraín firmados por el Emperador Carlos V en cuyos reinos –se dice- no se ponía el Sol?

¿Qué se fizo el documento de 1 folio con la firma autógrafa de la Reina Isabel la Católica en el cual encomienda a Rodrigo Manríquez, Juan de Benavides y Pedro de Vaca continuar la guerra contra los moros fechado en Linares de España el 6 de Mayo del año 1484?

¿Qué se ficieron los dos folios con firmas autógrafas de los Reyes Católicos Fernando e Isabel al Duque de Medina Sidonia en el cual le ordenan secuestre la Villa de Gelves, por haberse alzado en rebeldía. Folios con las respectivas señales de placa al reverso y firmado en Ávila el 13 de Mayo del año 1475?

¿Qué se fizo el documento de un folio con la firma autógrafa de la Reina Isabel La Católica en el cual ordena a su camarero Sancho de Paredes aliviar la situación de dos frailes de la Orden de San Francisco, fechado en Granada el 9 de Septiembre del año 1489?¿O el documento de la Corona de Castilla sobre el juramento y pleito que hicieron Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Pedro Puertocarrero y Alfonso Girón, hijo del Maestre don Juan Pacheco, de guardar los Mayorazgos que dicho señor su padre fundó para cada uno de sus hijos, y de no impugnar el empeño que acerca de su sucesión había tomado, firmado en Madrid el 17 de Diciembre del año 1472? ¿Qué se ficieron los miles de documentos de la Corona de Aragón?

¿Qué se fizo el documento de Martin I, el Humano, que concede a Bartolomé de Villafranca licencia para que, no obstante los privilegios que pueda haber en contrario, concedidos por sus antecesores, pueda recoger y trasladar el vino del territorio de Villafranca y venderlo libremente en el Mercado, fechado en Santi Felices Lupcato el 13 de Septiembre del año 1397?

¿Qué se fizo el documento firmado por Jaime II de Aragón, llamado el Justo, sobre privilegio otorgado a la Orden de Predicadores fundada por Santo Domingo de Guzmán y fechada el 18 de Junio en Palamós el año 1298?

Podrían ser cientos de miles las preguntas relacionadas con el más importante archivo de acervos y ancestros hispanoamericanos que ha existido en algún país de nuestro continente. Nos fue dado ese privilegio que fue el resultado de múltiples esfuerzos constantes desde erudición histórica, experiencia y recursos financieros. Sin embargo no sabemos con exactitud si este Archivo aún se encuentra en nuestro país o si una vez más nuestro país debe lamentar esta importante pérdida que junto a la Biblioteca del Instituto Nacional y otras bibliotecas de destacados coleccionistas, bibliófilos e historiadores como los hermanos Amunátegui, Domingo Santa María, Gastón Rudoff, José Rodríguez y Alamiro de Ávila y Martel, fueron dispersadas restándole el valor del todo y de la suma de las partes. Un coleccionista de libros o documentos antiguos lo que hace con laboriosidad y paciencia es juntar piezas que estaban separadas o perdidas dotando de una columna vertebral a una colección determinada y aclarar cierta obscuridad que había en algunos problemas no resueltos con las colecciones o documentos conocidos. Es un aporte a la integridad del conocimiento. Al deshacerse una biblioteca se rompe esa vertebración que muy pocos saben leer. Es por esta razón que el Consejo de la Cultura y las Artes de México ha realizado adquisiciones de bibliotecas personales para su emblemático proyecto “La Ciudad de los Libros”, recientemente visitado por el Presidente de USA Barack Obama, dejando las bibliotecas igual como estaban al dejar de existir la persona que la había formado dotándola por decirlo de alguna manera de una esencia que la caracteriza y la hace singular entre muchas otras.

El Estado de Chile, al parecer, no estuvo a la altura de las circunstancias que requería el inmenso legado y la generosidad de Don Sergio Fernández Larraín como muchos años antes lo había demostrado respetando la férrea voluntad del historiador y bibliógrafo José Toribio Medina. ¿Ignorancia? ¿Aquiescencia? ¿Desidia? ¿Quién sabe cuál es el nombre apropiado?

El señor Medina, como es bien sabido, en su testamento del año 1912, manifestósu propósito de que su magnífica biblioteca americana pudiese permanecerabierta a los investigadores y estudiosos. Su dueño, cuyo renombre no iba a la par con su situación económica, había recibido suculentas ofertas, una deellas de la Universidad de Harvard, para adquirirla.En 1925, el señor Medina ofreció al Estado la donación de 22.000 volúmenes y 500 tomos de manuscritos, con la condición de que ellos quedaran en la Biblioteca Nacional, en una sala que llevara su nombre y que se regiría por el reglamento que él mismo debía redactar. Además, solicitaba la impresión de un catálogo y que el Gobierno designara Conservador de la misma a su amigo Guillermo Feliú Cruz (estoy citando un reciente artículo de nuestro Presidente D. Sergio Martínez publicado en el blog de la Sociedad de Bibliófilos de Chile).

Pudiendo haberse integrado la magmánima voluntad de D. Sergio Fernández Larraín a la creación de un considerable patrimonio bibliográfico unido al Fondo Histórico de José Toribio Medina, que hoy constituiría, sin duda, el más importante patrimonio bibliográfico hispanoamericano de todo el continente americano.

Sólo se ha conservado en su integridad este último –que se constituyó en base a los mismos protocolos que dejó establecidos en su voluntad Sergio Fernández Larraín. Definitivamente, la parte más valiosa del Archivo Histórico de D. Sergio Fernández Larraín, no se encuentra en la Biblioteca Nacional.

Todo parece indicar que, siendo Ministro de Instrucción Pública D. Froilán Lagos, el Archivo fue devuelto a la familia de D. Sergio Fernández Larraín y sacado de las dependencias de la Biblioteca. Miles de documentos originales como algunos de los detallados anteriormente, además de las cartas de Carlos V y la Emperatriz de Portugal (1518-1584), los Documentos de la Expulsión de los Moros de Valencia (1542-1610), los manuscritos de la Casa de Borbón y Saboya, los relacionados con Políticos y Militares Españoles del siglo XIX, el Archivo Castelar, el Archivo del General Narváez (imprescindible para el estudio de la época de Isabel II) adquirido por D. Sergio Fernández Larraín a los Duques de Valencia, la correspondencia de D. Miguel de Unamuno con Luis Ross y Pedro Mugica y los manuscritos del cosmógrafo Pedro Sarmiento de Gamboa, nombrado por Felipe II Capitán General del Estrecho Madre de Dios, antes de Magallanes y Gobernador de lo que en él se poblare... y un largo etcétera..., en contra de la voluntad del donante y filántropo del Estado de Chile y de la Biblioteca Nacional, fueron retirados de la Sala que albergaba físicamente su perdurabilidad en el tiempo.

En nuestro país existen mecanismos en la protección de todo tipo de patrimonios: arquitectónico, artístico, folklórico, pictórico, etc. Existe el Consejo de Monumentos Nacionales, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, el Ministerio de Cultura, pero la protección y conservación basado en las más mínimas reglas dictadas por el sentido común para la conservación de lo que (era) nuestro patrimonio bibliográfico no fue nunca considerado en nuestros proyectos ítems de gastos ni agendas políticas.

El rescate de todos los patrimonios dañados por el tiempo y las circunstancias cuenta con generosos presupuestos. Pero el presupuesto para rescatar patrimonio bibliográfico, mantener y restaurar libros, manuscritos y documentos históricos, es mezquino e insignificante. La grave pérdida de la integridad del Archivo Fernández Larraín deja en evidencia, además, la negligencia irresponsable en el manejo de las circunstancias que pudieron haber llevado a la familia Fernández Errázuriz a solicitar la devolución del Archivo, instancia expresamente denegada en las cláusulas que fundamentaron la donación.

¿No le interesa al Estado de Chile su patrimonio bibliográfico?

Debemos tener en cuenta que el año 2009 se devolvió a la Biblioteca Nacional del Perú alrededor de 10.000 ejemplares que estaban en la Biblioteca Nacional, presuntamente traídos por el Ejército de Chile.

Entonces cuando oímos hablar de ser un país desarrollado... ¿cómo se pueden tomar en serio esas palabras? Los países que logran un desarrollo integral –todo desarrollo es un desarrollo integral– en los momentos más difíciles de sus historias, han sabido guardar y acrecentar sus patrimonios identitarios. Oímos hablar de miles de millones de dólares para múltiples proyectos, incluso para la modernización del sistema carcelario del país. Para la conservación del patrimonio bibliográfico de Chile no hay presupuestos. Tampoco se puede actuar en la emergencia ante la aparición de grandes oportunidades, pues se confunde nuestra identidad con concursos de bailes y festivales folklóricos y no se fomenta el conocimiento y la reflexión profunda sobre nuestra filogénesis hispana y nuestra ontogénesis americana. Un país sin bibliotecas es un ejército sin armas, decía la divisa de los antiguos archivos de la Orden Benedictina en Santo Domingo de Silos.

Y así, el gran esfuerzo de nuestros bibliófilos y filósofos, de nuestros filántropos bibliográficos, al coleccionar desde Chile y con recursos propios los manuscritos y libros fundacionales de todo el continente americano, puede haber entrado en vías de extinción o haberse perdido para siempre este colosal esfuerzo por formar en nuestro país el núcleo de la identidad hispanoamericana –ése fue el trabajo de toda la vida de don Sergio Fernández Larraín, de don José Toribio Medina y de bibliotecarios como D. Luis Ignacio Silva y olvidados latinistas como D. Baldomero Pizarro. Valgánme estas palabras como un homenaje a su memoria y a la memoria de todos los bibliógrafos, filósofos, poetas e historiadores de Chile. Ellos, con sus obras, manuscritos y bibliotecas contribuyen a la identidad de nuestro país en la aldea global que habitamos.

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