DE NUESTROS SOCIOS: César Soto Gómez
Estimado Neville:
Adjunto Discurso de Incorporación a la Sociedad Chilena de Historia y Geografia.
Saludo cordial
César Soto Gómez
PATRIMONIO
BIBLIOGRÁFICO DE CHILE
Desde el siglo XIX al siglo XX Chile debe considerar importantes
pérdidas de piezas bibliográficas, impresas y manuscritas, que no ha sido
posible recuperar en estos años del siglo XXI.
De la biblioteca de Bernardo O’Higgins se conserva un ejemplar
de la Moderna Geografia: una descripción de los Imperios, Reynos,
Estados y Colonias, con los Oceános, Mares e Islas en todas partes del mundo.
John Pinkerton, printed for T. Cadwell, London, 1807. Firmado por Bernardo
O’Higgins e ilustrado con un mapamundi. No hay otros vestigios de si ésta fue
en el siglo XIX una buena biblioteca.
Al leer la obra de Benjamín Vicuña Mackenna Estudios i
Catalogo Razonado de la Biblioteca Americana, coleccionada por Gregorio Beeche
sabemos de este importante coleccionista y bibliógrafo rioplatense, el cual
vivió en nuestro país y logró reunir una completa colección de libros,
manuscritos y documentos históricos desde México hasta la Tierra del Fuego y en
la cual se podían hallar joyas tipográficas, como por ejemplo la Chronica de
la Provincia del Santissimo Nombre de Jesus de Gvatemala de el orden de N.
Seraphico Padre San Francisco en el Reyno de la Nueva España. Impreso en
Guatemala en la Ymprenta de San Francisco el año 1714.
“Lo que hacía excepcionalmente valiosa la
biblioteca y colecciones bibliográficas de Gregorio Beeche eran las primeras
ediciones de crónicas: Antonio de Herrera, Gonzalo Fernández de Oviedo, Pedro
Cieza de León, Alonso de Ovalle, Bernal Díaz del Castillo, etc., y los primeros
impresos de cada uno de los países de nuestro continente, los que revelaban los
distintos períodos de la historia desde el Descubrimiento hasta las llamadas
Guerras de la Independencia”.
A modo de ejemplo, en el catálogo se da
cuenta de colecciones completas de periódicos como la Aurora de Chile y
el Correo Literario y Mercantil de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.
Gabriel René Moreno –profesor del Instituto Nacional nacido en Santa Cruz de
la Sierra– “sabía que contenía piezas inencontrables
de la bibliografía boliviana. El historiador Paz Soldán la estimaba
completísima en periódicos, folletos e impresos de la primera época del período
republicano. Sin duda, no era inferior a la colección neogranadina formada por
el coronel Pineda en Bogotá”. La parte chilena la estimó el mismo Vicuña
Mackenna con estas palabras: “La colección de libros, impresos, proclamas de la
época de la Independencia, hojas, periódicos, etc. que la biblioteca Beeche
contiene con relación a Chile, es la más completa que existe en el país y la
más numerosa de todas las secciones americanas que la componen”.
“Por otra parte, con excepción de la
Biblioteca Nacional, que no es tampoco del todo completa, y de la colección
particular del Sr. Ramón Briseño, no existe ninguna otra que ni aproximadamente
se asemeje a este valioso fondo bibliográfico que ha sido cuidadosamente
recopilado durante más de cuatro décadas, y en cuanto a su valor comercial
podrá formarse idea tomando en consideración la circunstancia de haber sido
avaluada concienzudamente la colección del Sr. Briseño en doce mil pesos”.
Entre los coleccionistas de libros antiguos
chilenos y americanos, citaba Vicuña Mackenna “como las más importantes de
estas colecciones las de los señores Barros Arana (libros y manuscritos de
América en general), la del señor Ramón Briseño, especializada en publicaciones
chilenas; mismo orden la del señor Luis Montt, de los hermanos Amunátegui, la
del señor Gabriel René Moreno, especializada en el Alto Perú. Poseen también
algunos libros sobre América los señores Irarrázabal y el Arzobispo
Valdivieso”.
Posteriormente, el historiador Guillermo
Feliú Cruz, logró recopilar 60 volúmenes en copias de documentos manuscritos
del Archivo de Indias y más de 200 volúmenes de manuscritos de diversas épocas
y procedencias, y en su mayor parte relativos a Chile.
“La biblioteca Egaña, con piezas como la de
Santiago de Tesillo sobre las guerras de Chile, y por un conjunto de alrededor
de ocho mil volúmenes, el gobierno de Chile, tan generoso como los millonarios
de Nueva York, pagó 22 mil pesos” –nos dice Vicuña Mackenna.
La biblioteca Americana de Gregorio Beeche,
cuando la adquirió el gobierno de Chile para la Biblioteca del Instituto
Nacional, constaba de alrededor de 17.000 volúmenes de importancia (excepto los
manuscritos, periódicos, impresos y proclamas) y pagó por ello la cantidad de $
50.000 pesos. De lo que podemos calcular que era por lo menos el doble de
importante que las bibliotecas adquiridas anteriormente por el Gobierno de
Chile.
En la instalación de las colecciones de
Gregorio Beeche en la biblioteca del Instituto Nacional hay que destacar el
nombre del noble bibliotecario Luis Ignacio Silva, quien a los 19 años entró a
trabajar a su extensa Biblioteca como Oficial Auxiliar, haciendo allí, grado a
grado, la carrera hasta ser designado conservador el 7 de Mayo de 1908. Trabajó
a las órdenes de René Moreno, que en esos tiempos era su Director. Muchos
historiadores y hombres de letras influyeron en el enriquecimiento de sus
colecciones con donaciones y trabajos, entre otros: Diego Barros Arana, Miguel
Luis Amunátegui, Domingo Amunátegui Solar, Juan Luis Espejo y el olvidado
latinista Baldomero Pizarro.
Luis Ignacio Silva, en un esfuerzo de
alrededor de un cuarto de siglo había catalogado entre 73.953 y 97.894
volúmenes. Con los que contaba en el año 1924, luego de la donación de las
valiosas colecciones de libros antiguos del ex presidente Don Pedro Montt por
parte de su esposa Sara del Campo de Montt. Todos los libros habían sido
clasificados conforme al sistema bibliográfico
establecido por el Congreso Internacional de Bruselas[1] .
Entre los papeles del historiador Guillermo
Feliú Cruz, quien fue empleado de esa Biblioteca en el año 1920, se han
encontrado documentos que permiten establecer que el Sr. Pablo Ramírez,
Ministro de Instrucción Pública del Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo,
decretó la demolición del edificio donde se albergaba para construir en el lugar una piscina
exclusivamente para los alumnos de la carrera de Derecho de la Universidad de
Chile. Efectivamente la Biblioteca se demolió el año 1929, pero la piscina
nunca se construyó. Curiosamente, del mismo año 1929 data la creación de la
Dirección Bibliotecas, Archivos y Museos.
No se tiene demasiada información de esta
verdadera catástrofe bibliográfica y cultural para la historia de la educación
en Chile, aunque sí se tiene conocimiento acerca de la repartición del acervo:
15.088 se enviaron a la Biblioteca Nacional; 6.777 al Instituto Pedagógico;
2.790 al Liceo de Hombres Nº5 “José Victorino Lastarria”; 1.493 al Internado
Nacional; 1.057 a la Universidad de Chile, entre otros; y el Instituto, debido
a falta de espacio, sólo pudo conservar una cifra aproximada a 14.300
volúmenes. Miles de libros antiguos fueron desechados.
Entre estos podemos destacar algunos
brevemente, por ejemplo: El Arte y Vocabulario de la Lengua Guaraní de
Antonio Ruiz de Montoya, impresa en Madrid por Juan Sánches el año 1640;La Vera
Historia [...] HuldericusSchimdel [...] 1534-1554 [...];[2]
Las Relaciones y Naufragios de Alvar NuñezCabeça de Vaca; La Historia
del Perú de Agustín de Zárate; La Conquista del Perú de Francisco
Jerez de 1547; la obra de Pedro Cieza de León; La Historia de México de
Hernán Cortés; El Marañon y
Amazonas de Manuel Rodríguez de la Compañía de Jesús, editada en Madrid el
año 1684 con mapa; La Biblioteca Oriental y Occidental de León Pinelo;
La Doctrina Christiana (en quechua y aymará) impreso en Lima el año
1584; La Monarchia Indiana de Juan de Torquemada, con dos ediciones de
Madrid en el siglo XVII y XVIII; El Confessionario
Breve en la Lengua del Reyno de Chile de Luis de Valdivia, editada en Lima
el año 1606 por Francisco del Canto; La Crónica de las Yndias de
Francisco López de Gomara; La Historia General del Perú del Ynca
Garcilaso de la Vega; La Historia General de las Indias de Antonio de
Herrera de los años 1601-1605; La Recopilación de Leyes de Indias del
año 1616;uno de los primeros mapas de América en laCosmographia de Ptolomeo;
El Primo Viaggiointorno al Globo Terraqueo de Antonio Pigafetta; Las Relaciones
de los Viajes al Estrecho de Magallanes de Pedro Sarmiento de Gamboa y la
primera edición de La Relación del Viage que por orden de Su Magestad y
de acuerdo de El Real Consejo de Yndias, hicieron los Capitanes Bartholomé
García de Nodal y Gonzalo de Nodal, hermanos, naturales de Pontevedra, al
Descubrimiento del estrecho Nuevo de San Vicente, que hoy es nombrado de Mäire,
y reconocimiento del de Magallanes (con su mapa original),los
NovisOrbisIndiaeOccidentalis, la Histórica Relación del Reyno de Chile de
Nuestro Alonso de Ovalle editada en Roma en italiano y castellano el año 1646,
La Historia o Brevissimarelatione de la destrutionedell’
IndieOccidentali de Bartolomé de las Casas, impresas en Venezia el siglo
XVII; la Historia General de las Indias Occidentales de Antonio de
Remesal, Madrid, por Francisco Abarca 1619-1620.
Dada la cantidad de libros que había en la
Biblioteca sería demasiado largo dar cuenta de todos ellos, pero voy a
mencionar una obra clásica de la tipografía del siglo XVIII en América:
Clarissimiviri / D.D. Ignatii / Duartii et
/ Quirosii / CollegiiMonserratensisCordubae in / America conditoris /
laudationes / quinque / quas / eidemCollegioRegi / BarnabasEchaniquius O.D.I. /
(Viñeta en forma
de rosetón y con las letras M. A. entrelazadas; debajo una raya) / CordubaeTucumanorumAnnoMDCCLXVI
/ TypisCollegii R. Monserratensis.
Esta obra fue catalogada por Vicuña
Mackenna como impresa en Córdoba de España. Sin embargo el bibliógráfo
Guillermo Furlong S. J. nos aclara que fue impresa en Córdoba del Tucumán:
“Carecen las Laudationes de todo elemento ilustrativo, pero su impresión
artísticamente cuidada y su elegante portada hacen que sea una de las piezas
más valiosas de la bibliografía Americana”. Se conservan de esta obra cinco
ejemplares.
El año 1963 se construyó un nuevo edificio
para el Instituto, en el cual se pudieron albergar los alrededor de 14.300
volúmenes que quedaron después de la demolición del año 1929. El año 2004 esta
biblioteca fue declarada Patrimonio Cultural, debido a lo cual se inició su
(re)catalogación, proceso en el cual se descubrió un manuscrito posiblemente
datado entre los años 1350 y 1400, como asimismo incunables que se encuentran
en perfecto estado de conservación de los años 1491 y 1494, lo cual nos permite
dimensionar la importancia de los ejemplares que existieron en esta biblioteca.
Aún se conserva un documento manuscrito “Expediente del Colegio de San Carlos”,
firmado y revisado por José Miguel de la Carrera y Verdugo.
La Biblioteca de Gregorio Beeche se había
construido con un concepto hispanoamericanista.
Hispanoamérica es el primer concepto que ha
guiado a nuestros coleccionistas, bibliófilos y filósofos e historiadores como
el padre Osvaldo Lira y el profesor Jaime Eyzaguirre. Sin embargo la Biblioteca
del Instituto Nacional había traspasado todas esas fronteras al incluir en sus
colecciones libros valiosos de todo el mundo. De esta manera llegó a ser una
biblioteca humanista y enciclopédica de investigación y estudio de todo el
conocimiento humano.
Así como hemos esbozado los trabajos de
Gregorio Beeche y Benjamín Vicuña Mackenna en el siglo XIX ahora se nos hace
necesario reseñar la figura de don Sergio Fernández Larraín (Melipilla, 27 de julio de
1909 - Santiago, 4 de noviembre de 1983) en el siglo XX.
Político chileno. Hijo de Adolfo Fernández Jaraquemada
y Adela Larraín Hurtado. Sergio Fernández casó con Carolina Errázuriz Pereira,
con quien tuvo 11 hijos.
Se tituló de abogado en 1933 de la Universidad Católica de Chile,
con la tesis “Derecho
Constitucional soviético”. Fue profesor de Derecho
Constitucional, en la misma universidad. Además fue Caballero del Capítulo de
Santa María de Valvanera, Gran Cruz de Isabel la Católica y de Carlos III,
historiador y miembro de número del Instituto Chileno de Investigaciones Genealógicas
y de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, presidente de la Academia
Chilena de la Historia. Inscrito en el Solar de Valdeosera en 1946 por la
divisa de Regajal.
Militante del Partido Conservador, en 1947 se convirtió en primer
Vicepresidente del Partido y siempre formó parte de su Directiva. Diputado por
Ancud, Castro y Quinchao (1937-1941) y por Melipilla, San Antonio, San Bernardo
y Maipo (1941-1949). Senador por Colchagua y O'Higgins (1949-1953). Fue
Embajador de Chile en España entre 1959 y 1962. Publicó numerosas
obras de historia y literatura y política: Cartas a Andrés Bello en
Londres,Cartas Inéditas de Miguel de Unamuno e incluso, Cartas de Amor
de Pablo Neruda a Albertina Azócar y de Gabriela Mistral al poeta Manuel
Magallanes Moure.
En su fecunda existencia D. Sergio Fernandez Larraín adquirió
importantes fondos de archivos históricos en España, Chile y otros países de
América. Considerada hasta el día presente sin duda la más importante colección
bibliográfica y documental hispanoamericana que ha existido en nuestro país, D.
Sergio Fernández decidió donar sus Archivos al Estado de Chile para ser
custodiado y administrado en la Biblioteca Nacional que en este año celebra el
bicentenario de su fundación.
Existe toda la documentación epistolar y fundacional entre D.
Sergio Fernández Larraín, el Presidente de la República de Chile, y al menos,
dos directores de la Biblioteca Nacional. Daremos a conocer algunos párrafos de
estas epístolas:
Santiago, 15 de junio de 1975
Señor Don Roque Esteban Scarpa
Director de Bibliotecas, Archivos y Museos
...[fragmento]... Con los antecedentes expuestos apruebo
plenamente cuanto usted me plantea y para su mayor claridad me permito
reproducir literalmente a continuación sus precisas y definitivas modalidades.
Dice usted:
“alentado por esta voluntad suya, me atrevo a proponerle, si es
su deseo, preservar:
a) la integridad de su archivo y entregarlo a Chile, sugerirle
que la Biblioteca Nacional se sentiría honrada con su confianza en el entendido
de que ello, aunque se acuerde en el presente, como es ejemplo, se realizaría
cuando usted lo dispusiera.
Si usted accede a este principio, me permito, a mi vez,
proponerle con inicio de un convenio y la creación de una fundación que
llevaría su nombre y de una sala digna, exclusiva y expresamente determinada
para la conservación debidamente protegida de la que constituye su archivo y lo
que pudiera integrarlo hasta el momento de su entrega.
b) La integración de una comisión administradora o asesora
integrada por el director de la Biblioteca Nacional o del Archivo Nacional,
según usted lo determinara, por un miembro de su familia, y por una persona de
alto nivel cultural que habría de servir las funciones de conservador de dicho
archivo, designado por el acuerdo del supremo gobierno y el representante de su
familia de una terna propuesta por la Academia Chilena de la Historia.
c)El compromiso permanente de la conservación de la organicidad
de su archivo, del que no podría desprenderse a ningún pretexto parte ninguna
de él.
d) La fijación de un inventario, realizado por persona
especializada y responsable para lo que tengo la aquiescencia del Señor
Conservador del Archivo Nacional quien pondría, en cuanto se fijaran las bases
de este acuerdo, al servicio de esta tarea a un funcionario altamente
calificado. Se entendería que, realizado este inventario y, en el momento
oportuno, se publicaría el catálogo de dicho archivo como se ha hecho en casos
calificados anteriores.” (Leáse donación de D. José Toribio Medina).
En los acápites reproducidos quedan precisadas por usted tanto
la naturaleza como las condiciones de la proyectada fundación, que a mi vez
ratifica por lo presente en todas sus partes en el entendido de su fiel y leal
cumplimiento.
No quisiera cerrar estas líneas sin aludir a dos circunstancias
que para mi alcanzan particular jerarquía; el recuerdo pertinente de la
Academia Chilena de la Historia, a la que me siento ligado por lazos tan hondos
como sinceros; y al hecho que la tramitación de esta iniciativa haya permanecido
en manos tan delicadas como las suyas, hecho que para mí constituye la mayor y
más eficaz garantía.
Le ruego aceptar, como siempre, mis mejores expresiones de
consideración y de amistad.
SERGIO FERNÁNDEZ LARRAÍN
SEÑOR
DON SERGIO FERNÁNDEZ LARRAÍN
PTE.
Distinguido Señor Fernández:
En conocimiento de su decisión de donar el Archivo de Documentos
Histórico de su propiedad al Estado, deseo representar a Ud. el sentido
reconocimiento ciudadano por tan significativa contribución al Patrimonio cultural
de nuestra Patria.
Sé de la extensión y riqueza de tan sin igual colección, en la
que se encuentran páginas únicas de la historia del mundo y de Chile. Conozco
también con cuanta dedicación y fervor se ha abocado a la tarea de formarla y
comprendo cabalmente el profundo significado espiritual que tiene para todos
quienes rinden un homenaje de respeto al pasado de la humanidad, y en el
presente vuelven su mirada hacia atrás orgullosos de su historia, de los
hombres que la forjaron y de la
tradición para atraer sus herencias y sus enseñanzas.
Estoy cierto que tan noble gesto de renunciación personal para
entregar esta obra magnífica a todo el pueblo, no es sino la fiel demostración
de las virtudes que adornan a quien ha sido un ciudadano ejemplar y ha servido
de manera destacada a la patria.
Es por ello que, en nombre del pueblo chileno, que sabrá
apreciar en todo su valor el legado que usted ha querido ofrendarle, le renuevo
con especial complacencia el testimonio de invariable gratitud de la ciudadanía
toda.
Reciba Ud. Los sentimientos de mi más alta consideración y
aprecio.
Le saluda atentamente,
AUGUSTO PINOCHET UGARTE
GRAL. DEL EJÉRCITO
Presidente de la República
Santiago, 12 de enero de 1979
Excmo. Señor
DON AUGUSTO PINOCHET UGARTE
PTE. DE LA REPÚBLICA DE CHILE
Respetado Señor Presidente:
Ausente de Santiago, solo ahora me impongo de la generosa
comunicación de V.E. que compromete hondamente mi gratitud.
V.E. tiene a bien expresarme su reconocimiento, y por su alto
intermedio, el de Chile, por mi resolución de donar al Estado mi archivo
documental histórico y literario. Magnánimo gesto de V.E. que me emociona
profundamente y llena mi espíritu de la más viva satisfacción.
Dios quiera que en el presente año, tan maduro de tradiciones y
de glorias, pueda concretarse en conformidad a lo establecido con la Dirección
Nacional de Bibliotecas, Archivos y Museos, la entrega material del fondo
cultural que obra en mi poder.
Nada sería más grato y enaltecedor par mí, ya que el dar algo a
la patria, no representa un sacrificio; muy por el contrario, lleva un
sentimiento que nos honra.
Y nos complace de tal manera que no es fácil definirlo, pues se
anida en la intimidad misma de nuestro ser.
Al cerrar estas líneas, pido al altísimo que este año 1979, que
tan promisorio se inicia bajo la suave, y a la vez segura y firme mano del
Santo Padre, sea para Chile, su pueblo y su gobierno, abundante en la paz y en
la alegría de Señor.
De todo corazón,
SERGIO FERNÁNDEZ LARRAÍN
Desde la entrega física del Archivo a la
Biblioteca Nacional han transcurrido alrededor de tres décadas. En el
intertanto nunca se hizo una exposición de los documentos más importantes
relacionados con la historia de Europa y América. Se tienen vagas noticias que
el Archivo Nacional custodia sólo las piezas que están relacionadas con la
historia de Chile. Entonces cabe preguntarse, por ejemplo:
–¿Qué se fizo el Expediente de la Real
Cédula de los reyes católicos don Fernando y doña Isabel por la cual hacen
merced de la Alcaldía del Generalife al Comendador Juan de Henestrosa fechado
en Granada el 23 de Mayo del año 1492?
–¿Qué se ficieron innumerable cantidad de
documentos originales del archivo de don Sergio Fernández Larraín firmados por
el Emperador Carlos V en cuyos reinos –se dice- no se ponía el Sol?
–¿Qué se fizo el documento de 1 folio con la
firma autógrafa de la Reina Isabel la Católica en el cual encomienda a Rodrigo
Manríquez, Juan de Benavides y Pedro de Vaca continuar la guerra contra los
moros fechado en Linares de España el 6 de Mayo del año 1484?
–¿Qué se ficieron los dos folios con firmas
autógrafas de los Reyes Católicos Fernando e Isabel al Duque de Medina Sidonia
en el cual le ordenan secuestre la Villa de Gelves, por haberse alzado en
rebeldía. Folios con las respectivas señales de placa al reverso y firmado en
Ávila el 13 de Mayo del año 1475?
–¿Qué se fizo el documento de un folio con
la firma autógrafa de la Reina Isabel La Católica en el cual ordena a su
camarero Sancho de Paredes aliviar la situación de dos frailes de la Orden de
San Francisco, fechado en Granada el 9 de Septiembre del año 1489?¿O el
documento de la Corona de Castilla sobre el juramento y pleito que hicieron
Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Pedro Puertocarrero y Alfonso Girón,
hijo del Maestre don Juan Pacheco, de guardar los Mayorazgos que dicho señor su
padre fundó para cada uno de sus hijos, y de no impugnar el empeño que acerca
de su sucesión había tomado, firmado en Madrid el 17 de Diciembre del año 1472?
¿Qué se ficieron los miles de documentos de la Corona de Aragón?
–¿Qué se fizo el documento de Martin I, el
Humano, que concede a Bartolomé de Villafranca licencia para que, no obstante
los privilegios que pueda haber en contrario, concedidos por sus antecesores,
pueda recoger y trasladar el vino del territorio de Villafranca y venderlo
libremente en el Mercado, fechado en Santi Felices Lupcato el 13 de Septiembre
del año 1397?
–¿Qué se fizo el documento firmado por Jaime
II de Aragón, llamado el Justo, sobre privilegio otorgado a la Orden de
Predicadores fundada por Santo Domingo de Guzmán y fechada el 18 de Junio en
Palamós el año 1298?
Podrían ser cientos de miles las preguntas
relacionadas con el más importante archivo de acervos y ancestros
hispanoamericanos que ha existido en algún país de nuestro continente. Nos fue
dado ese privilegio que fue el resultado de múltiples esfuerzos constantes
desde erudición histórica, experiencia y recursos financieros. Sin embargo no
sabemos con exactitud si este Archivo aún se encuentra en nuestro país o si una
vez más nuestro país debe lamentar esta importante pérdida que junto a la
Biblioteca del Instituto Nacional y otras bibliotecas de destacados
coleccionistas, bibliófilos e historiadores como los hermanos Amunátegui,
Domingo Santa María, Gastón Rudoff, José Rodríguez y Alamiro de Ávila y Martel,
fueron dispersadas restándole el valor del todo y de la suma de las partes. Un
coleccionista de libros o documentos antiguos lo que hace con laboriosidad y
paciencia es juntar piezas que estaban separadas o perdidas dotando de una
columna vertebral a una colección determinada y aclarar cierta obscuridad que
había en algunos problemas no resueltos con las colecciones o documentos
conocidos. Es un aporte a la integridad del conocimiento. Al deshacerse una
biblioteca se rompe esa vertebración que muy pocos saben leer. Es por esta
razón que el Consejo de la Cultura y las Artes de México ha realizado
adquisiciones de bibliotecas personales para su emblemático proyecto “La Ciudad
de los Libros”, recientemente visitado por el Presidente de USA Barack Obama,
dejando las bibliotecas igual como estaban al dejar de existir la persona que
la había formado dotándola por decirlo de alguna manera de una esencia que la
caracteriza y la hace singular entre muchas otras.
El Estado de Chile, al parecer, no estuvo a
la altura de las circunstancias que requería el inmenso legado y la generosidad
de Don Sergio Fernández Larraín como muchos años antes lo había demostrado
respetando la férrea voluntad del historiador y bibliógrafo José Toribio
Medina. ¿Ignorancia? ¿Aquiescencia? ¿Desidia? ¿Quién sabe cuál es el nombre
apropiado?
El señor Medina, como es bien sabido, en su testamento del año
1912, manifestósu propósito de que su magnífica biblioteca americana pudiese
permanecerabierta a los investigadores y estudiosos. Su dueño, cuyo renombre no
iba a la par con su situación económica, había recibido suculentas ofertas, una
deellas de la Universidad de Harvard, para adquirirla.En 1925, el señor Medina
ofreció al Estado la donación de 22.000 volúmenes y 500 tomos de manuscritos,
con la condición de que ellos quedaran en la Biblioteca Nacional, en una sala
que llevara su nombre y que se regiría por el reglamento que él mismo debía
redactar. Además, solicitaba la impresión de un catálogo y que el Gobierno
designara Conservador de la misma a su amigo Guillermo Feliú Cruz (estoy
citando un reciente artículo de nuestro Presidente D. Sergio Martínez publicado
en el blog de la Sociedad de Bibliófilos de Chile).
Pudiendo haberse integrado la magmánima
voluntad de D. Sergio Fernández Larraín a la creación de un considerable
patrimonio bibliográfico unido al Fondo Histórico de José Toribio Medina, que
hoy constituiría, sin duda, el más importante patrimonio bibliográfico
hispanoamericano de todo el continente americano.
Sólo se ha conservado en su integridad este último –que se
constituyó en base a los mismos protocolos que dejó establecidos en su voluntad
Sergio Fernández Larraín. Definitivamente, la parte más valiosa del Archivo
Histórico de D. Sergio Fernández Larraín, no se encuentra en la Biblioteca
Nacional.
Todo parece indicar que, siendo Ministro de Instrucción Pública
D. Froilán Lagos, el Archivo fue devuelto a la familia de D. Sergio Fernández
Larraín y sacado de las dependencias de la Biblioteca. Miles de documentos
originales como algunos de los detallados anteriormente, además de las cartas
de Carlos V y la Emperatriz de Portugal (1518-1584), los Documentos de la
Expulsión de los Moros de Valencia (1542-1610), los manuscritos de la Casa de
Borbón y Saboya, los relacionados con Políticos y Militares Españoles del siglo
XIX, el Archivo Castelar, el Archivo del General Narváez (imprescindible para
el estudio de la época de Isabel II) adquirido por D. Sergio Fernández Larraín
a los Duques de Valencia, la correspondencia de D. Miguel de Unamuno con Luis
Ross y Pedro Mugica y los manuscritos del cosmógrafo Pedro Sarmiento de Gamboa,
nombrado por Felipe II Capitán General del Estrecho Madre de Dios, antes de
Magallanes y Gobernador de lo que en él se poblare... y un largo etcétera...,
en contra de la voluntad del donante y filántropo del Estado de Chile y de la
Biblioteca Nacional, fueron retirados de la Sala que albergaba físicamente su
perdurabilidad en el tiempo.
En nuestro país existen mecanismos en la protección de todo tipo
de patrimonios: arquitectónico, artístico, folklórico, pictórico, etc. Existe
el Consejo de Monumentos Nacionales, el Consejo Nacional de la Cultura y las
Artes, el Ministerio de Cultura, pero la protección y conservación basado en
las más mínimas reglas dictadas por el sentido común para la conservación de lo
que (era) nuestro patrimonio bibliográfico no fue nunca considerado en nuestros
proyectos ítems de gastos ni agendas políticas.
El rescate de todos los patrimonios dañados por el tiempo y las
circunstancias cuenta con generosos presupuestos. Pero el presupuesto para
rescatar patrimonio bibliográfico, mantener y restaurar libros, manuscritos y
documentos históricos, es mezquino e insignificante. La grave pérdida de la
integridad del Archivo Fernández Larraín deja en evidencia, además, la
negligencia irresponsable en el manejo de las circunstancias que pudieron haber
llevado a la familia Fernández Errázuriz a solicitar la devolución del Archivo,
instancia expresamente denegada en las cláusulas que fundamentaron la donación.
¿No le interesa al Estado de Chile su patrimonio bibliográfico?
Debemos tener en cuenta que el año 2009 se devolvió a la
Biblioteca Nacional del Perú alrededor de 10.000 ejemplares que estaban en la Biblioteca
Nacional, presuntamente traídos por el Ejército de Chile.
Entonces cuando oímos hablar de ser un país desarrollado...
¿cómo se pueden tomar en serio esas palabras? Los países que logran un
desarrollo integral –todo desarrollo es un desarrollo integral– en los momentos
más difíciles de sus historias, han sabido guardar y acrecentar sus patrimonios
identitarios. Oímos hablar de miles de millones de dólares para múltiples
proyectos, incluso para la modernización del sistema carcelario del país. Para
la conservación del patrimonio bibliográfico de Chile no hay presupuestos.
Tampoco se puede actuar en la emergencia ante la aparición de grandes
oportunidades, pues se confunde nuestra identidad con concursos de bailes y
festivales folklóricos y no se fomenta el conocimiento y la reflexión profunda
sobre nuestra filogénesis hispana y nuestra ontogénesis americana. Un país sin
bibliotecas es un ejército sin armas, decía la divisa de los antiguos archivos
de la Orden Benedictina en Santo Domingo de Silos.
Y así, el gran esfuerzo de nuestros bibliófilos y filósofos, de
nuestros filántropos bibliográficos, al coleccionar desde Chile y con recursos
propios los manuscritos y libros fundacionales de todo el continente americano,
puede haber entrado en vías de extinción o haberse perdido para siempre este
colosal esfuerzo por formar en nuestro país el núcleo de la identidad
hispanoamericana –ése fue el trabajo de toda la vida de don Sergio Fernández
Larraín, de don José Toribio Medina y de bibliotecarios como D. Luis Ignacio
Silva y olvidados latinistas como D. Baldomero Pizarro. Valgánme estas palabras
como un homenaje a su memoria y a la memoria de todos los bibliógrafos,
filósofos, poetas e historiadores de Chile. Ellos, con sus obras,
manuscritos y bibliotecas contribuyen a la identidad de nuestro país en la
aldea global que habitamos.
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