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Editor: Neville Blanc

Monday, March 09, 2009

RETRATO DE SHAKESPEARE


Descubren retrato hecho en vida de Shakespeare
Es el único retrato que se le hizo al escritor inglés en vida y que el resto de los conocidos, hasta el momento, son únicamente copias.
DPA emol.com
Lunes 9 de Marzo de 2009 12:26


La imagen del escritor inglés más importante de todos los tiempos, presentada hoy en Londres, ha permanecido durante siglos oculta entre los cuadros que posee la familia Cobbe. Foto: Internet

LONDRES.- El descubrimiento de un nuevo retrato de William Shakespeare que podría ser el único realizado en vida al dramaturgo inglés pretende cerrar, al menos de momento, el debate sobre su imagen real.
El profesor Stanley Wells, quien fuera director del Instituto Shakespeare, aseguró hoy estar "convencido" de que este es el único retrato que se le hizo a Shakespeare en vida y que el resto de los conocidos hasta el momento son únicamente copias.
La imagen del escritor inglés más importante de todos los tiempos, presentada hoy en Londres, ha permanecido durante siglos oculta entre los cuadros que posee la familia Cobbe.
Fue uno de sus miembros, Alec Cobbe, quien al visitar una exposición sobre Shakespeare organizada en 2006 por la Galería Nacional de Retratos, de Londres, se dio cuenta de que en su colección había uno muy similar al exhibido en este museo.
En esa muestra, los organizadores ya reconocían que la identidad de la persona que aparece en el cuadro que exponían -conocido como el retrato “Chandos” y que actualmente está en la biblioteca Folger- no estaba probada y que no existía la certeza de fuera un retrato hecho en vida a Shakespeare.
El profesor Wells justificó su confianza en que el retrato que posee la familia Cobbe sea por fin la imagen real del escritor inglés por el resultado de las pruebas científicas a las que ha sido sometido el cuadro, y que en su opinión demuestran que los otros tres retratos conocidos hasta el momento son meras copias.
Concretamente, existen dos retratos de Shakespeare en las colecciones privadas de Folger y Fitz Gerald, mientras que un tercero conocido como el de Ellenborough se perdió en el año 1947.
El cuadro de los Cobbe pasó por un examen con rayos-X, otro con infrarrojos y un tercero centrado en la antigüedad de la madera utilizada por el retratista para conocer la fecha en que fue pintado.
De estos estudios se extrae la conclusión de que el retrato fue realizado en 1610, cuando el genial escritor inglés tenía 46 años, sólo seis antes de su muerte.
Del pintor nada se sabe, aunque el conservador de la Colección Cobbe, Mark Broch, explicó que es posible "que el pintor pusiera su nombre en el marco, pero éste ha desaparecido".
El retrato presentado hoy muestra un Shakespeare con perilla, sin pendiente en la oreja izquierda -adorno que sí aparece en otros retratos-, y con una larga nariz, todo ello en un fondo azul sobre el que están inscritas en la parte superior las palabras “Principum amicitias".
El hecho de que esta imagen se hiciera en vida de Shakespeare -como parecen demostrar los exámenes realizados- hace que sea “más cercana a la realidad” que la del grabado Droeshout, publicado en 1623 y que hasta ahora había sido la que tradicionalmente se ha trasladado del autor, según explicaron hoy los expertos.
Este cuadro formará parte de una exposición que estará abierta al público desde el 23 de abril hasta el 4 de septiembre de este año, cuando se cumplen 400 años de la publicación de los “Sonetos” del escritor inglés.
Sobre los sonetos, Mark Broch indicó hoy que se ha especulado mucho tiempo sobre quién era el destinatario de esos textos y sobre si Shakespeare mantenía una relación sentimental con esa persona -ya fuera hombre o mujer-, aunque por el momento “es imposible decir nada sobre el carácter sexual de esa relación".
Este debate se debe a que en la primera parte de su serie de sonetos se hace referencia a “un joven” mientras que después se habla de una misteriosa “dama negra,” lo que sumado al contenido sexual que tienen estos textos suscitan las dudas acerca de la orientación sexual del escritor inglés.
Por otro lado, también hoy se ha confirmado que debajo de lo que hoy es un almacén abandonado de Shoreditch se encuentran los restos del primer teatro de Londres, construido en 1576 por James Burgage y donde Shakespeare escribió y participó en la representación de su obra más conocida, "Romeo y Julieta".
Edwards, Jorge
Viernes 03 de Abril de 2009 La Segunda
Retratos imaginarios
Todavía podemos hablar de Shakespeare, de Cervantes, de Franz Kafka y Jean-Paul Sartre. Cuando la cultura chilena se base en encuestas de opinión pública, como parece que han propuesto por ahí, tendremos que cambiar de personajes. Y yo, por mi lado, trataré de emigrar: a otra parte o al otro mundo. Pues bien, hablemos del autor de Hamlet y de Romeo y Julieta mientras todavía sea posible. Leo algunos artículos de la prensa europea y descubro que el día 23 de abril se pondrá en exhibición, en su ciudad natal de Stratford-upon-Avon, un retrato hasta ahora desconocido de William Shakespeare. El dramaturgo, dicho sea de paso, nació un 23 de abril y murió en ese mismo día, al igual que Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega. De ahí que el 23 de abril sea el día mundial del libro, celebración que no sé si será permitida por las futuras encuestas.
La historia del supuesto retrato al óleo, recibida en Inglaterra con escepticismo, es curiosa. Un señor Alec Cobbe, restaurador de cuadros, visita una exposición en Londres, En busca de Shakespeare, donde se exhiben varios retratos posibles del escritor, fallecido hace ya cerca de cuatro siglos. Todas las pinturas terminan por ser descartadas, pero una de ellas, de aspecto flamenco, se parece mucho a un cuadro que el señor Cobbe tiene en su casa. Nuestro restaurador y coleccionista entra en acción y llega a la conclusión, después, según él, de largas investigaciones, de que el cuadro de su propiedad es el retrato original, pintado en 1610, cuando Shakespeare se encontraba en el apogeo de su carrera y de su gloria. Cobbe tiene un antecedente familiar que parece apoyar su tesis. Su familia heredó parte de los bienes de Henry Wriothesley, el tercer conde de Southhampton, contemporáneo y mecenas del dramaturgo. Pero aquí viene un detalle adicional, importante, y que demuestra que en todas partes se cuecen habas, incluso en la culta ciudad de Londres. Está dedicado el señor Cobbe, en colaboración con el profesor Stanley Wells, gran especialista en temas shakesperianos, a escribir un libro sobre la amistad entre Wriothesley y Shakespeare, texto en el que intentan demostrar, ni más ni menos, que el poeta y su mecenas fueron amantes. Ya ven ustedes. La insidia póstuma puede llegar bastante más lejos de lo que suponemos.
Miro el retrato, reproducido por el diario francés Le Monde, y la tesis del señor Cobbe no me convence nada. En 1610, el autor de Hamlet tenía 46 años de edad. El personaje de la pintura es muy joven, de buena cara, atildado, afeitado y peinado con esmero, y lleva un ostentoso cuello de encaje y una vestimenta de gran lujo. Según la prensa inglesa, una vestimenta así costaría hoy no menos de siete mil libras esterlinas, alrededor de seis millones de pesos. No me imagino al creador del Rey Lear con el bigote y la barba tan bien recortados, con expresión de joven cortesano afortunado, con un cuello de encaje tan caro y de tamaño tan excesivo. Pero, claro está, las caras no dicen nada, las apariencias engañan en los más diversos sentidos. Lo único seguro, en todo esto, es que mucha gente desfilará delante del cuadro y comprará la narración de los supuestos amores del retratado con el tercer conde de Southampton. Así se escribe la historia y así, con trampa, se venden algunos libros, no todos.
El William Shakespeare histórico siempre ha sido un desconocido, se ha prestado a toda clase de interpretaciones y leyendas. Algunos negaron su existencia y hasta se dijo que su teatro había sido escrito por Francis Bacon, el gran ensayista de su época. De cuando en cuando, a lo largo de la historia de la literatura, encontramos a escritores enigmáticos, rodeados de misterio, inalcanzables en su persona física. La novela póstuma de Roberto Bolaño, 2666, comienza con un grupo de críticos especializados en uno de esos autores enigma. Son cuatro críticos en busca de su escritor y no se sabe si al final lo van a encontrar. Yo, por lo menos, me quedé sin saberlo. Uno de los personajes literarios más desconocidos e interesantes del siglo XIX, por lo menos para mi gusto, fue Isidore Ducasse, que firmaba como el Conde de Lautréamont y escribió los Cantos de Maldoror. No existen retratos suyos de ninguna especie y se sabe apenas que nació en Montevideo, Uruguay, hijo de un funcionario del consulado francés, y que apareció en París, en condiciones casi fantasmales, a los veinte y tantos años de edad. Julio Cortázar escribió un cuento notable sobre los devaneos imprecisos del joven Lautréamont por las galerías cubiertas del sector de la rue Vivienne, detrás de los jardines del Palais Royal. Al final del relato de Cortázar, el poeta de Maldoror, mudo, pálido, nunca nombrado, asiste a una ejecución por la guillotina en un amanecer nublado, siniestro. Después de los Cantos, Lautréamont escribió algunos poemas convencionales y murió de tisis a los 24 años. Si uno lee los Cantos con algo de atención, puede concluir que Isidore Ducasse, esto es, Lautréamont, fue un gran poeta sudamericano en lengua francesa, precursor directo de Herrera y Reissig, de Borges, de Pablo Neruda y César Vallejo. En el comienzo de uno de los Cantos dice que el poeta del fin del siglo XIX habrá nacido en las costas americanas, en la desembocadura del Plata, y habla de los grandes espacios de la naturaleza y de la rivalidad entre Montevideo y Buenos Aires. Era, desde luego, una visión de adolescencia, pero si el poeta murió a los 24 años, sólo podemos definirlo y juzgarlo por su mirada de adolescencia y juventud. En resumidas cuentas, Ducasse, o Lautréamont, fue tan uruguayo como francés, a pesar de que siempre escribió en la lengua de su familia y de su casa.
Todos los pintores relacionados con la vanguardia y con el surrealismo pintaron retratos imaginarios de Lautréamont. Fue una obsesión generalizada. Salvador Dalí hizo un adolescente borrado por la niebla, con el ojo izquierdo lleno de intensidad y el derecho cegado, esfumado. Max Ernst pintó un ser irreal que se confunde con un árbol y con una piedra. Ahora pienso que Cortázar, fascinado siempre por el movimiento surrealista, contribuyó con su cuento de las galerías cubiertas al ejercicio de los retratos imaginarios del autor de los Cantos de Maldoror. Con Shakespeare habría que hacer lo mismo, sin necesidad de inventar ni de falsificar nada. Pero los señores Cobbe y Wells, ingleses de hoy, son más triviales y comerciantes que los surrealistas franceses y que un cuentista de origen argentino enamorado, como buen latinoamericano, de la vanguardia europea.
Agrego un detalle curioso. Después de leer por primera vez, en el París de los años sesenta, el cuento de Cortázar, me dediqué a caminar por la rue Vivienne y sus alrededores. Una placa colocada en un segundo piso me informó que nuestro Simón Bolívar también había vivido en esas callejuelas, justo encima de la entrada de una de esas galerías, algunas décadas antes de que el poeta de la desembocadura del Plata llegara hasta esos parajes.

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